Independentismo, nacionalismo¡ y algunas alertas sobre ¡°el parafascismo¡±
Manuel V¨¢zquez Montalb¨¢n y Llu¨ªs Llach conversaban hace trece a?os sobre lo que ahora es un debate en las calles
Como ocurre con algunos personajes (Ortega, Einstein, Bertrand Russell¡), muchos nos preguntamos hoy qu¨¦ dir¨ªan algunos de los nos preceden acerca de los debates de hoy. Manuel V¨¢zquez Montalb¨¢n, el autor de Gal¨ªndez o Asesinato en el Comit¨¦ Central y de la tambi¨¦n inolvidable saga de Carvalho, es uno de esos personajes. De padre gallego y madre catalana, el prol¨ªfico escritor y pensador, nacido en 1939 y fallecido en 2003 en el aeropuerto de Bangkok, se pronunci¨® sobre todo lo que ocurr¨ªa en este pa¨ªs y en el mundo, desde el Papa a la cocina pasando por las heridas abiertas de la historia espa?ola. Un a?o antes de su muerte se sent¨® con el escritor y profesor V¨ªctor Sampedro y con el cantautor Llu¨ªs Llach (Gerona, 1948). El prop¨®sito era charlar para un libro (que se public¨® en 2002, con el t¨ªtulo Ciudadanos de Babel, publicado por la Fundaci¨®n Contam¨ªname y Punto de Lectura). El asunto que les correspondi¨® tratar en ese volumen, en el que participaron otros d¨²os, fue nacionalismo y memoria hist¨®rica. Aqu¨ª publicamos extractos de esa conversaci¨®n que hoy arroja luz sobre lo que dec¨ªa entonces Manuel V¨¢zquez Montalb¨¢n y lo que aportaba a la discusi¨®n de aquel momento Llu¨ªs Llach. Este ¨²ltimo es actualmente candidato de la coalici¨®n independentista Junts pel S¨ª.
Manuel V¨¢zquez Montalb¨¢n. En mi opini¨®n, la pol¨ªtica cultural de la Generalitat cometi¨® la torpeza de entender que s¨®lo se ten¨ªa que dedicar a normalizaci¨®n ling¨¹¨ªstica del catal¨¢n, sin asumir una posici¨®n con respecto al castellano. Esto produjo la impresi¨®n de que se creaban pautas ling¨¹¨ªsticas para que el catal¨¢n se convirtiera en la lengua hegem¨®nica. Se impon¨ªa la l¨®gica de que Catalu?a es una naci¨®n que tiene una lengua propia, que es el catal¨¢n. Pero, en cambio, se ignoraba o no se asum¨ªa que el castellano era una lengua totalmente viva, coexistente y cohabitante; que adem¨¢s se correspond¨ªa con casi el 50% de la poblaci¨®n. Esto hubiera implicado el desarrollo de una pol¨ªtica ling¨¹¨ªstica hacia el castellano, no como la lengua propia. Pero tampoco se puede considerar impropia una lengua que hablan la mitad de los habitantes de un pa¨ªs, que entiende el resto y que sirve a todos para comunicarse con el resto del Estado.
Llu¨ªs Llach. Cuando los mismos que dirigen la Transici¨®n la ven peligrar renuncian primero (¡) a la uni¨®n de las izquierdas y los nacionalismos. Aqu¨ª esto provoca rechazo porque (siendo muy esquem¨¢tico, y que Manolo me disculpe) a los nacionalistas nos deja en muy mala posici¨®n. De alguna manera perdemos aquel cuerpo de alianzas que consider¨¢bamos casi naturales. El nacionalismo, adem¨¢s, poco a poco se convierte en Catalunya en un patrimonio totalmente falso. Lo intenta monopolizar una gente que se define s¨®lo o principalmente como nacionalista, porque quiere esconder sus intereses de derechas de toda la vida. Cosa que tambi¨¦n se debe matizar, porque es m¨¢s complicado
Convergencia i Uni¨® es una cosa muy rara como para identificarla con el PP. Para entendernos, no es una derecha normal. Sobre todo (¡), a¨²n no ha cambiado. Y todav¨ªa esperamos un poco ese cambio, mientras que aqu¨ª ya podr¨ªamos¡ Es complicado.
MVM. Remont¨¢ndonos un poco, tras la Guerra Civil quedan dos grandes n¨²cleos supervivientes del nacionalismo: una tendencia moderada que, en definitiva, capitalizan Jordi Pujol y el nacionalismo de las capas populares, liderado por Esquerra republicana. Este partido fue mayoritario hasta el punto que hegemoniz¨® el gobierno en Catalu?a durante buena parte de la Guerra Civil. Sus precedentes en la Generalitat, as¨ª como sus ministros, ofrecen una lectura diferente del hecho nacionalista a la que hace CiU. Ahora bien, el pujolismo resulta complejo porque aglutina desde exalcaldes franquistas, que para seguir en el cargo se transformaron en pujolistas, hasta capas populares con posturas nacionalistas e, incluso, independentistas. Una mezcla t¨ªpicamente pujolista.
LL.LL. Y a menudo olvidamos un dato clave. Converg¨¨ncia consigui¨® resultados muy escasos en las primeras elecciones que hubo en este pa¨ªs, donde la gente se expres¨® de manera limpia ¨Ccoaccionada por toda la historia¡ªpero a¨²n as¨ª con claridad ¨Cno hubo tiempo de manipularla demasiado¡ªsobre esos asuntos. El pujolismo apenas alcanz¨®, no s¨¦, el 12 u 11% de los votos.
MVM. [Tras el 23 F] El PSOE y el PP alcanzaron un pacto antinacionalista para ir recortando el proyecto auton¨®mico, porque consideraban que hab¨ªa sido una de las causas que forzaron a los militares a intentar dar el golpe de Estado. Eso gener¨® un sentimiento de retroceso que Pujol capitaliz¨®. Luego capitalizar¨¢ otro hecho que considero un craso error hist¨®rico. Le procesaron por [el caso] Banco Catalana, quince d¨ªas despu¨¦s de ganar las elecciones. Esto le proporcion¨® el h¨¢bito de perseguido por el centralismo madrile?o, encarnado en los fiscales de aqu¨ª. Eran muy pr¨®ximos a la izquierda, pero que se equivocaron clar¨ªsimamente de v¨ªa. Pujol, adem¨¢s, re¨²ne un c¨²mulo de atributos. Para empezar es el ¨²nico personaje pol¨ªtico actual que ha sido torturado por Franco. Deber¨ªamos conservarlo en alg¨²n museo del hombre, porque es el ¨²nico [risas de Llu¨ªs]. Tambi¨¦n a nivel europeo, porque all¨ª se recuperaron derechistas que sirvieran como recurso democr¨¢tico. ?l, en cambio, s¨ª es un torturado. Ese pasado le confiri¨® otro halo que le sirve para coincidir con muchos sectores. (¡) Un ¨²ltimo elemento que sirve de referente externo de la singularidad catalana son las diferencias de este nacionalismo con el vasco. Sin embargo, juzgados desde Madrid, me he encontrado muchas veces la sorpresa de que casi irrita m¨¢s el nacionalismo catal¨¢n por fijar el hecho diferencial en la lengua. Adem¨¢s dicen que es una cosa taca?a, tan usurera que incluso aplica la usura respecto a la violencia, mientras que el nacionalismo vasco al menos se muestra m¨¢s expl¨ªcito, claro y campechano.
V¨ªctor Sampedro. De la identidad de objetivos entre izquierdas y nacionalismos se ha pasado a otro imaginario m¨¢s actual y presente en muchos que ya no se definen como izquierdistas sino s¨®lo progresistas. Cada vez m¨¢s se expresa y cunde en aquellas zonas del Estado que no son el Pa¨ªs Vasco o Catalu?a. Me refiero a la identificaci¨®n del nacionalismo con ritos at¨¢vicos, irracionalismo y, directamente, con el germen de las manifestaciones fascistas. Sin dudar de las razones, evidentes a veces, para establecer esa igualdad, pudiera llevar a la deslegitimaci¨®n absoluta de ciertas ideolog¨ªas y actores pol¨ªticos, de los que hab¨¦is hablado y que colaboraron mucho en la transici¨®n.
MVM. Bueno, creo que el nacionalismo tiene un cierto riesgo de derivar hacia una forma de fascismo, seg¨²n como se interprete o analice.
LL. LL. Est¨¢ clar¨ªsimo.
MVM. Cabr¨ªa recuperar alguna de las afirmaciones de Lenin que, a pesar de que haya ca¨ªdo el Muro de Berl¨ªn, de vez en cuando sirven. Dice que existen nacionalismos opresores y a la defensiva y que es preciso apostar por los ¨²ltimos. Puede que sirva como principio te¨®rico. La defensa del derecho nacional me parece leg¨ªtima hasta que no se produzca una situaci¨®n de aut¨¦ntica igualdad de oportunidades y para evitar que se manipule la propia identidad. Ahora bien, cuando pasa a ser un factor excluyente, que persigue todo aquello que no adopta exactamente la misma posici¨®n, reproduce el discurso ¨²nico al que se opone por otros procedimientos.
LL.LL. Me preocupa que se crea que el nacionalismo se reduce al mero sentimiento. Aunque es verdad que mucha gente lo vive de ese modo. Pero lo mismo se puede decir del socialismo o la preocupaci¨®n por lo social. (¡) Para muchos de nosotros el nacionalismo ofrece, ante todo, una teor¨ªa y una praxis de liberaci¨®n colectiva. Responde a la aspiraci¨®n de que los ciudadanos de cierto pa¨ªs se puedan realizar mejor, en sus vidas y en el plano colectivo. Porque es muy dif¨ªcil separar lo uno de lo otro. La manipulaci¨®n de reducir el nacionalismo a los sentimientos y olvidar todo el proyecto de liberaci¨®n colectiva que hay detr¨¢s, me parece demasiado sesgada. Y no ayuda nada a la comprensi¨®n. En mi caso, por ejemplo, me niego a ser nacionalista de barretina, bandera y fronteras. Es que me niego. Me joder¨ªa mucho haber participado en alguna cosa de ese tipo. Y si lo he hecho dimito inmediatamente de mi nacionalismo. De los s¨ªmbolos de la naci¨®n que circulan, algunos son leg¨ªtimos y otros, el resultado del mercadeo de las ideas y nociones de la identidad. Posiblemente tengan que cambiar muchas cosas en el contexto estatal y dir¨ªa que tambi¨¦n en el marco europeo. En ambos niveles resultan evidentes las secuelas y ostentaciones parafacistas del nacionalismo. (¡) Todo en sociedad se presenta de forma plural, el nacionalismo tambi¨¦n. Aunque es cierto que el imaginario de identidad que se nos est¨¢ proponiendo en Catalu?a choca con la mezcla y el matiz, que son casi la esencia misma del pa¨ªs. Pero estamos ¨¦poca de pocos matices, de barbaridades malsonantes y a veces nosotros tambi¨¦n caemos en esa tentaci¨®n. (¡) El nacionalismo ha de estar al servicio del ser humano; si no, no sirve para nada.
MVM. (¡) Las razones para defender la identidad catalana resultan obvias. Los motivos para sentirte integrado dentro de una comunidad espa?ola yo, al menos, las tengo claras tambi¨¦n, por cuanto reconozco muchas ra¨ªces comunes con el resto de la gente. No tengo, en cabio, ninguna conexi¨®n con la idea metaf¨ªsica de Espa?a.
LL. LL. Para que la gente pueda entenderse ha de disponer de un l¨¦xico m¨¢s o menos de verdad. Espa?a y ninguna otra entidad nacional no se construyen si funcionamos desde mentiras hist¨®ricas. (¡) Siempre me he mantenido muy en contacto con el independentismo, pero personalmente no me siento independentista. Se podr¨ªa afirmar que el independentismo catal¨¢n se justifica s¨®lo porque no hay un proyecto espa?ol capaz de desmotivarnos. Si Espa?a se plantea como un proyecto de convivencia, libertad y autogesti¨®n de los diferentes pueblos que la conforman; independentista, ?por qu¨¦? Pero, ?para qu¨¦? Si ya no tendr¨ªa ninguna gracia. (¡) En suma, cuando discutan sobre nacionalismo o independentismo deber¨ªan entender que si a nosotros Espa?a nos ofrece un proyecto de futuro magn¨ªfico, entonces ?para qu¨¦? ?Por qu¨¦ seguir con las etiquetas?
MVM. Los modelos posibles, alternativos al auton¨®mico, ya est¨¢n ah¨ª: el federalista, el confederalista y el debate sobre el nacionalismo sim¨¦trico o asim¨¦trico. (¡) Tenemos que llegar a una especie de nuevo pacto de Estado que refleje esas diversidades y considere factores de soberanismo, que es una palabra que ahora est¨¢ mucho en el candelero.
Espa?a y Catalu?a en 2002
En el a?o 2002 gobernaba en Espa?a Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar con la mayor¨ªa absoluta que consigui¨® el PP en las elecciones generales de 2000. En la anterior legislatura, Aznar hab¨ªa podido gobernar gracias al apoyo parlamentario que le brind¨® el partido de Jordi Pujol, CiU, desde las anteriores elecciones de 1996.
En Catalu?a, por su parte, se asist¨ªa a la ¨²ltima legislatura de Jordi Pujol como presidente de las Generalitat. La sexta investidura de Pujol en 1999 cont¨® con el apoyo del PP y la abstenci¨®n de ERC, y gracias a ambas circunstancias la consigui¨® en la primera votaci¨®n parlamentaria. En 2001, Pujol nombr¨® conseller en cap a Artur Mas, encumbr¨¢ndolo as¨ª como su heredero al frente del partido.
En el a?o 2002 hubo varias ofertas del Gobierno de Aznar a CiU para que entrara a formar parte del Gobierno de Espa?a, aunque no necesitaba su apoyo porque contaba con mayor¨ªa absoluta. Estas ofertas fueron rechazadas por Pujol y Mas.
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