La gran ilusi¨®n de Junqueras
Hace una declaraci¨®n grandilocuente: "Que sea la ¨²ltima Diada antes de la independencia"
Despu¨¦s de responder Mas en franc¨¦s, Romeva en ingl¨¦s y Junqueras en italiano, Romeva se viene arriba: "Pod¨¦is preguntar en el idioma que quer¨¢is". La m¨¢quina se ha engrasado y Romeva est¨¢ dispuesto a atender a un sun¨ª. Responden los tres en cinco idiomas y durante el tiempo que la prensa quiere. La rueda de prensa en el Forum es un ¨¦xito: hay decenas de c¨¢maras, un sal¨®n lleno y preguntas de los diarios m¨¢s influyentes del mundo. La euforia entre soberanistas por el despliegue de idiomas lleva a pensar con nostalgia qu¨¦ hubiera sido de Catalu?a si en lugar de Pujol la hubiese gobernado Muzzy.
Oriol Junqueras i Vies (Sant Andreu de Palomar, Barcelona, 1969) es el m¨¢s tranquilo de los tres, el m¨¢s grande y el que interviene m¨¢s concisamente, con la abrupta serenidad que le distingue. Tiene el pie izquierdo adelantado pisando el atril, y de vez en cuando golpea con el pie derecho el suelo como si se impacientase. Luego aclarar¨¢ que no se debi¨® a nada en especial, ni que estuviese cansado. En su primera respuesta se refiere a la voluntad de independencia de Catalu?a y la necesidad de una Europa m¨¢s justa y un mundo m¨¢s solidario. Usa palabras grandes y cari?osas. "Es nuestra gran oportunidad, nuestra gran ilusi¨®n", dice en italiano.
Del acto sale primero ¨¦l, seguido por Romeva y Mas. Junqueras tiene prisa: dobla la esquina y se cuela por un pasillito. Le sigue este periodista; Junqueras lo est¨¢ esperando de cara, como se espera a un atracador. De repente, como un elefante en una cacharrer¨ªa, tambi¨¦n aparece Artur Mas. El pasillo es estrecho como para que nadie pueda moverse salvo el president marcha atr¨¢s, pero a este hombre no se le conoce tal habilidad. En el hall se oyen varios avisos: ?qu¨¦ est¨¢ pasando? El periodista insiste en estar con Junqueras hasta que Junqueras, casi emocionado, explica que es el pasillo de entrada al servicio. Que necesita ir al ba?o. Tiene cara de no saber hasta qu¨¦ punto, junts pel si, la alianza tenga que desembocar en una orinada general de Convergencia y Esquerra con EL PA?S por testigo. Mas sale asombrado con la sonrisa de las grandes alarmas.
Despu¨¦s de la rueda de prensa Mas y Junqueras se refugian en un saloncito privado con buffet. Conversan y deciden salir al hall a buscar a Romeva; el cabeza de lista y los dos pesos pesados del soberanismo catal¨¢n susurran en una escena cinematogr¨¢fica. Cuando se separan, Junqueras entra solo de nuevo al sal¨®n y all¨ª, durante dos minutos, se desconecta. Casi se dir¨ªa que pierde altura y peso, como si descansase de s¨ª mismo y del discurso con el que lleva, aclara despu¨¦s, toda la vida. Pega sorbos a una coca-cola y toma un bocado. Mira afuera. Ha llovido por la ma?ana y teme que llueva por la tarde, pero se queda la cosa en temperatura de manifestaci¨®n: uno de esos d¨ªas nublados en que hay ganas de una buena reivindicaci¨®n nacional a falta de playa.
?No aburre responder siempre a lo mismo? No, contesta. Junqueras da a entender que tiene una misi¨®n. Hace dos a?os, en una conversaci¨®n parecida, recalcaba lo desubicado que a¨²n se sent¨ªa en pol¨ªtica: subrayaba su temporalidad. Hoy matiza que se refiere a que tiene algo detr¨¢s: una profesi¨®n, la de historiador, un oficio. Pero las circunstancias lo envuelven a uno; la actualidad lo atropella todo. Enumera con detalle las veces que ha encabezado una lista en los ¨²ltimos diez a?os.
Ayer se acost¨® tarde. Durmi¨® seis horas y sali¨® de casa para hacer de alcalde de Sant Vicen? dels Horts en varios actos. No le dio tiempo a desayunar y se present¨® en el Forum con el est¨®mago vac¨ªo. De camino al coche, tras pararse con un periodista de La Stampa al que le dice que es optimista, Junqueras cuenta que en la conversaci¨®n improvisada con Romeva y Mas valoraron la rueda de prensa y cuadraron agendas. ?No le reprochan en su partido y en la calle la alianza con Mas? Niega con la cabeza. A La Vanguardia, hace un tiempo, le dijo que se recordaba a los ocho a?os como un ni?o independentista y perfectamente en contra de la Constituci¨®n espa?ola. Ahora el periodista le se?ala el paisaje: una ciudad vestida de banderas catalanas y esteladas. Nosotros siempre estuvimos aqu¨ª, responde, nunca nos hemos movido: siempre hemos sido republicanos e independentistas. Por tanto estamos muy contentos, dice, de que esto ocurra.
El Seat Altea gris ("Oriol no quiere coche oficial ni nada ostentoso", dice su ch¨®fer) viaja de vuelta a la casita con huerto de Sant Vicen?: Junqueras comer¨¢ en familia. En una hora y media el coche volver¨¢ a buscarlo para depositarlo en la Diada. Fila cero, le dice su equipo, delante de un espacio reservado en la cabecera para unos 2.000 vips.
En el trayecto a casa el l¨ªder independentista defiende las declaraciones de los jefes europeos, incluida Merkel, porque no van contra el proceso catal¨¢n: Merkel habla de un supuesto de agresi¨®n, en Catalu?a el proceso es pac¨ªfico y Europa lo tendr¨¢ como ejemplar. ?Qu¨¦ pasar¨¢ con los partidos constitucionalistas en una supuesta Rep¨²blica catalana? Tienen su lugar aqu¨ª y representan a mucha gente, explica. ?Habr¨¢ un ministro del PP en esa Rep¨²blica? Eso lo tiene que decidir la gente votando. ?Y como integraci¨®n en un Gobierno suyo? Si cuando seamos independientes los que estaban en contra entienden que esto es bueno, y tienen voluntad de construir un Estado y se suman al consenso, eso siempre es mejor para todos.
En el coche Junqueras ya no tiene la camisa por dentro y se ha sacado la chaqueta. Se ha acomodado en el asiento trasero con el m¨®vil en la mano y pierde la mirada en el paisaje explicando a d¨®nde llegaba el mar en la ¨¦poca de los romanos, las playas de entonces, los asentamientos, los deltas y estuarios de geograf¨ªa similar, dice, a las r¨ªas gallegas. ?Hay en Catalu?a un patriotismo espa?ol sumergido, un espa?olismo que s¨®lo se muestra en las urnas? ?Por qu¨¦ hay tanta distancia entre las movilizaciones constitucionalistas y sus resultados electorales? Que no haya gente a favor de la independencia, dice, no quiere decir que esa gente est¨¦ en contra o se tenga que movilizar para desactivarla. Y adem¨¢s, cuando quieres cambiar las cosas te mueves; cuando quieres conservarlas, no tanto.
Llega a la manifestaci¨®n a las cuatro y media. Es el ¨²nico de los l¨ªderes con camisa oscura. Hace una declaraci¨®n grandilocuente: "Que sea la ¨²ltima Diada antes de la independencia", y su figura se difumina, pese a la estatura y el color de la ropa, entre la enorme marea humana. Antes de ir a comer, en el asiento trasero del Altea, Junqueras se encogi¨® de hombros con una mueca de chi lo sa cuando se le pregunt¨® si despues del 27-S empezar¨ªa, con tres aliados tan distintos, el habitual juego de traiciones.
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