Andreotti, ilum¨ªnanos
La rigidez y el dogmatismo de los partidos demuestra que tenemos un parlamento italiano en el n¨²mero de partidos, pero no en la flexibilidad negociadora
Cuando Giulio Andreotti atribu¨ªa a nuestra pol¨ªtica una ¡°mancanza di finezza¡± se refer¨ªa a los brochazos con que trazamos las l¨ªneas rojas en el reflejo de un cainismo sociol¨®gico y cultural. Ya lo represent¨® Francisco de Goya en la Ri?a a garrotazos, un espa?ol agrediendo a otro con las pantorrillas enterradas en la arena.
Tiene muy poco sentido recrearnos en la expectativa de un parlamento a la italiana cuando carecemos los espa?oles de los recursos para gestionarlo. Y no me refiero tanto a la oratoria como a la flexibilidad, al transformismo y al cinismo que hicieron de Andreotti un equilibrista.
De otro modo, no hubiera logrado el divino Giulio alumbrar un ¡°compromesso storico¡± entre la Democracia Cristiana y el Partido Comunista, un pacto entre Dios y el diablo que termin¨® malogr¨¢ndose con la ejecuci¨®n y la muerte de Aldo Moro.
Fue Moro tambi¨¦n el inventor del ¡°ni¡± como soluci¨®n intermedia entre el s¨ª y el no. Un h¨ªbrido conceptual, monos¨ªlabo y polis¨¦mico cuya aplicaci¨®n representaba la quintaesencia de la pol¨ªtica florentina, aun siendo Moro natural ¡ªy meridional¡ª de Lecce.
Si fu¨¦ramos italianos, habr¨ªamos asumido la gama de los grises
Hemos amanecido el 21D con un parlamento a la italiana pero con una clase pol¨ªtica a la espa?ola, de tal forma que los dogmas y los cojones, rasgos tan nuestros en lo divino y en lo humano, contradicen, al parecer, la menor expectativa de acuerdos responsables.
Si fu¨¦ramos italianos, habr¨ªamos asumido la gama de los grises. Y habr¨ªamos invocado el esp¨ªritu de Andreotti, un pol¨ªtico mal¨¦fico que iba a misa para hablar con el cura ¡ªDios siempre estuvo muy lejos¡ª y que tanto besaba el crucifijo como la mejilla de Tot¨° Riina.
La pol¨ªtica catalana se parece mucho m¨¢s a la italiana que a la espa?ola?
El ¨®sculo al capo mafioso lo presenci¨® el ¡°pentito¡± Tommasso Busceta. Y demuestra la holgura con que Andreotti interpret¨® las costuras de la ¨¦tica. Si no puedes acabar con la mafia, pacta con ella, dec¨ªa Andreotti sin decirlo, jugando siempre entre l¨ªneas, susurros vaticanos, ardides bizantinos y alardes escapistas.
No se trata de hacerle un monumento p¨®stumo al patriarca democristiano, sino de aceptar que la pol¨ªtica espa?ola carece de iron¨ªa, de humor y de toda capacidad de desdramatizaci¨®n. Nuestro parlamento no se ha italianizado. Se ha balcanizado.
Lo prueba el inmovilismo de las posturas, acaso con la ins¨®lita excepci¨®n de Ciudadanos, cuyo l¨ªder, Albert Rivera, reneg¨® de un pacto con el PP y reneg¨® de un pacto con el PSOE, pero nunca reneg¨® de un pacto con los dos a la vez¡ Parece una maniobra andreottiana. Quiz¨¢ porque la pol¨ªtica catalana se parece mucho m¨¢s a la italiana que a la espa?ola a cuenta de la inestabilidad y de las relaciones contra natura.
Lo vimos con el experimento del tripartito como ahora lo observamos con el maridaje de Artur Mas y la CUP, una parodia del ¡°compromesso storico¡± que re¨²ne al l¨ªder democristiano con la turba anticapitalista, proporcionando una investidura que subordina el hito com¨²n de la independencia a las contradicciones ideol¨®gicas y program¨¢ticas.
No tiene sentido, por tanto, que las fuerzas ¡°constitucionalistas¡± que han emergido del 20D perseveren en la incomprensi¨®n cuando comparten tantas cosas, si no fuera porque forma parte de ellas la terquedad celtib¨¦rica. Rajoy y S¨¢nchez no van a perdonarse nunca haberse llamado indecente y miserable. Goya los hubiera retratado igual. Por eso nos conviene que despejen la escena.
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