Una m¨¢scara real en la Audiencia
La Infanta mantiene una actitud hier¨¢tica durante la vista oral que contrasta con los gestos inquietos de Urdangarin
La infanta Cristina de Borb¨®n, el primer miembro de la Casa Real que se sienta en un banquillo de los acusados, intent¨® el lunes dejar sus emociones a la puerta de la sala donde se celebra el juicio del caso N¨®os. Fue la m¨¢s madrugadora de los 18 imputados. A las 8.10 lleg¨® acompa?ada de su marido, I?aki Urdangarin, al edificio de la Escuela Balear de Administraci¨®n P¨²blica en el pol¨ªgono Son Rossinyol. Casi una hora antes del inicio previsto para la apertura del juicio oral. Un tiempo que consumi¨® en una habitaci¨®n pr¨®xima a la sala de vistas.
A las 9.00 en punto entr¨® en la sala con los primeros imputados pero cualquiera que no supiese que la infanta est¨¢ casada con Urdangarin hubiese pensado que no se conoc¨ªan. Cristina de Borb¨®n, vestida con pantal¨®n gris, chaqueta oscura y botas marrones a juego con un gran pa?uelo, dej¨® su bolso beige bajo la silla y se puso en posici¨®n: erguida en la silla, manos sobre el regazo y mirada impasible intentando evitar la dureza del gesto. Una posici¨®n que ya no cambi¨® durante toda la jornada.
A su izquierda, cuatro sillas m¨¢s all¨¢, su marido mantuvo una actitud muy diferente. Inquieto, con la mirada p¨¦rdida en busca de un punto de referencia, Urdangarin aprovech¨® primero la entrada del exvicealcalde de Valencia Alfonso Grau para cruzar sus primeras palabras. Segundos despu¨¦s entr¨® su antiguo socio Diego Torres y se sent¨® a la izquierda de Urdangarin. El ambiente pareci¨® entonces congelarse durante unos minutos, pero fue solo un espejismo que se rompi¨® tan pronto como el cu?ado del Rey empez¨® a cuchichear con Torres. Un gesto sorprendente si, como dice este, llevaban a?os sin hablarse.
Con el inicio del juicio, Urdangarin no logr¨® apaciguar sus ¨¢nimos. Mientras la infanta mantuvo en todo momento la m¨¢scara real, su esposo se mostr¨® inquieto: cruz¨® y descruz¨® las piernas, se toc¨® el pelo y busc¨® a intervalos a su mujer con la mirada.
La hermana del Rey aument¨® la concentraci¨®n durante la intervenci¨®n de su abogado Jes¨²s Mar¨ªa Silva, que reclam¨® ¡ªcomo si se tratase del alegato final¡ª la anulaci¨®n de la parte del auto que afecta a la infanta, algo que la librar¨ªa del banquillo. Tras el receso matinal, Cristina de Borb¨®n dej¨® su m¨¢scara para intentar recolocar la chaqueta que Mercedes Coghen, la responsable de Madrid 2016, hab¨ªa arrugado en el respaldo de su silla visiblemente nerviosa. Fue solo una concesi¨®n a una posici¨®n hier¨¢tica que ya no se alter¨®. Ni siquiera cuando, por la tarde, el abogado de Diego Torres provoc¨® la hilaridad de la sala al tener un lapsus y hablar de ¡°heterodoxo sexual¡± en vez de ¡°heterodoxo procesal¡±.
Los alegatos del fiscal Horrach y de la abogada del Estado Dolores Ripoll restando legitimidad al sindicato Manos Limpias para mantener la acusaci¨®n contra la infanta, aflojaron un poco la tensi¨®n facial del rostro de Cristina de Borb¨®n pero no sirvieron para alterar ni un mil¨ªmetro su posici¨®n corporal. Durante el receso de mediod¨ªa, la hermana y el cu?ado del Rey Felipe optaron por evitar un nuevo pase¨ªllo entre los medios de comunicaci¨®n y decidieron comer algo ligero en la sala reservada a los procesados y sus defensas. Por su parte, Diego Torres y su esposa Ana Mar¨ªa Tejeiro cambiaron de opini¨®n cuando ya estaban en la puerta de salida y regresaron al interior del edificio, probablemente por razones similares a las de Urdangarin y la infanta.
El resto de imputados y sus defensas, entre ellos el expresidente balear Jaume Matas,no tuvo problemas para salir a comer alguna cosa en las cafeter¨ªas cercanas a la sede del juicio.
Durante la vista, y pese a la enorme expectaci¨®n medi¨¢tica levantada, quedaron sillas vac¨ªas en el espacio reservado para el p¨²blico. El juicio fue seguido en total por 17 personas, siete de ellas mujeres, durante la sesi¨®n matinal. Las bajas aumentaron a medida que avanz¨® la ma?ana y las intervenciones fueron aumentando su complejidad t¨¦cnica.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.