Otegi y la parodia de Mandela
El l¨ªder 'abertzale' vuelve a reivindicarse como ep¨ªgono de Madiba, interpretando al rev¨¦s el papel de v¨ªctima y de verdugo
Hemos de agradecer a Arnaldo Otegi que nos haya perdonado la vida. Y que haya abjurado del terrorismo, aunque sea, muchas gracias otra vez, consider¨¢ndolo un argumento precursor, necesario y hasta heroico en el camino de la independencia.
No hubo hooligans ni groupies hace unos d¨ªas cuando abandon¨® la c¨¢rcel Urrusolo Sistiaga. Lo consideran un traidor por haberse distanciado de la ret¨®rica de "la lucha armada", por haber accedido a la v¨ªa Nanclares y por haberse avergonzado de los cr¨ªmenes. Otegi, en cambio, es una leyenda y se le ha aclamado en cuanto tal. Los a?os que han pasado en prisi¨®n no han sido una expiaci¨®n ni un escarmiento, sino un pasaje de iniciaci¨®n, de continuidad narrativa en la armadura del lehendakari.
De la c¨¢rcel a la jefatura del Gobierno. He aqu¨ª los extremos de una misi¨®n que Otegi equipara a la pasi¨®n y gloria de Mandela. Por esa raz¨®n ha salido de la c¨¢rcel de Logro?o reivindicando en su maleta de expresidiario la bandera... de Sud¨¢frica.
Parece un gag, una parodia, un esperpento, un sarcasmo. O lo ser¨ªan si no fuera porque la vampirizaci¨®n arbitraria, nauseabunda, de la memoria de Madiba presenta todos los s¨ªntomas de la construcci¨®n de un nuevo mito artificial. Otegi habr¨ªa asumido el tormento carcelario como el sacrificio por la libertad del pueblo. Y habr¨ªa comprendido en prisi¨®n que su martirio de sal¨®n abrir¨ªa el sendero hacia la independencia.
Es la misma l¨®gica a la que convienen los obst¨¢culos que pueda "colocarle" el Estado de derecho. A Otegi le interesa la inhabilitaci¨®n, el contrapoder de Madrid, porque cualquier contratiempo judicial al expresidiario libertario redunda en la propaganda victimista. Ah¨ª lo ten¨¦is, al implacable Estado espa?ol, impidiendo a Otegi liderar la libertad del pueblo vasco, tambi¨¦n ahora, que lleva entre sus manos la serpiente de la paz. Y ah¨ª ten¨¦is a Otegi concediendo una entrevista al New York Times, para significar la evoluci¨®n cosmopolita de los pasamonta?as. Se llama internacionalizaci¨®n del conflicto.
Y en esa misma estrategia de internacionalizaci¨®n, Otegi blasfema sobre el ejemplo de Mandela. Que estuvo 27 a?os sepultado en un zulo. Y que, a diferencia de Arnaldo Otegi, no form¨® parte de los monstruos opresores, sino de los oprimidos.
El h¨ªbrido Arnaldo Otegi Madiba es una frivolidad, una vomitiva analog¨ªa que reivindican los ultras abertzales tatu¨¢ndose con sangre ajena el n¨²mero de preso, mejor en la nuca que en la mu?eca, ya puestos. Por eso impresiona y decepciona que Pablo Iglesias se haya adherido a la exaltaci¨®n del caudillo idealista. Como si fuera un titiritero. Y como si la raz¨®n de estos seis a?os de martirio fueran las ideas, y no el prosa¨ªsmo de pertenencia a banda armada. ETA, se llamaba ETA. Se llama ETA.
Otegi no sufri¨® el apartheid. Trat¨® de imponerlo. No estuvo con las v¨ªctimas. Se aline¨® con los verdugos. Y ahora que sale de prisi¨®n, hecho un hombre nuevo, dignificado como aspirante al trono de lehendakari, reciclado en fil¨¢ntropo por estricto c¨¢lculo pol¨ªtico, hemos de agradecerle que est¨¦ dispuesto a perdonarnos la vida.
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