Aprende a amar tu pueblo
Un municipio soriano recurre a la psicolog¨ªa para combatir la despoblaci¨®n
En Ituero, un pueblito por el que pasa el Duero, hay 40 casas de piedra, una iglesia con campanario y un club social con barra de aluminio y cervezas con lim¨®n. La antigua casa del maestro est¨¢ intacta desde que se march¨® y m¨¢s all¨¢ hay una consulta m¨¦dica con los utensilios b¨¢sicos. Por las calles desiertas vaga una perra que muerde a traici¨®n. Aqu¨ª reina el silencio al caer la noche en invierno y, cuando Mois¨¦s apaga la luz en la soledad de su habitaci¨®n, su mano tirando del cord¨®n de la l¨¢mpara es el ¨²ltimo latido del d¨ªa de este lugar casi fantasma. Este ganadero de 80 a?os y sin descendencia puede ser es el paciente cero de un proyecto ¨²nico en Espa?a. Mediante la psicolog¨ªa positiva, el alcalde del municipio busca que sus vecinos sean felices como ant¨ªdoto contra la soledad y la despoblaci¨®n que aqueja a las zonas rurales. El objetivo ¨²ltimo es que el arrullo del r¨ªo no sea el r¨¦quiem de una civilizaci¨®n en v¨ªas de extinci¨®n.
En Cubo de la Solana, el municipio soriano de 193 vecinos que comprende Ituero y otros cinco n¨²cleos de poblaci¨®n alejados entre s¨ª, es f¨¢cil durante el invierno no cruzarse a nadie. Las fachadas de piedra esconden unas cuantas almas resguard¨¢ndose del fr¨ªo en el brasero. Una de ellas es la de Mois¨¦s, que no recuerda haber visto el mar y puede contar con los dedos de una mano las veces que ha dormido en otro lugar, si acaso con motivo de la boda de alg¨²n sobrino. Aunque eso s¨ª, siempre hab¨ªa que regresar muy temprano porque alguien ten¨ªa que darle de comer a las ovejas.
Porque la verdad es que en un lugar donde solo hay uno es dif¨ªcil delegar. Una vez a la semana va a Soria en un coche destartalado a beber unos vinos con los amigos pero el resto de la semana la pasa en el pueblo, donde pasa horas sin hablar con nadie. Es probable que en un mes se encuentre a una profesional dispuesta a hablarle sobre las 24 fortalezas de la psicolog¨ªa positiva que estableci¨® en los a?os setenta Martin Seligman.
El alcalde, Juanjo Delgado, ha contratado a Iratxe Bola?os para esta tarea. En un lugar con una densidad de poblaci¨®n de 1,45 habitantes por kil¨®metro cuadrado (una media excepcionalmente baja incluso para Soria, donde el 91% de los municipios entran dentro de lo que se considera desierto demogr¨¢fico), el alcalde cree que es necesario combatir la desolaci¨®n. ¡°Los inviernos aqu¨ª son duros, hay muchas horas sin nada que hacer. Te puedes pasar d¨ªas sin cruzarte con nadie. La idea es que los vecinos salgan de ese encierro y logren relacionarse y crear uni¨®n. Eso va a mejorar el autoestima de todos¡±, considera Delgado.
En las zonas rurales se tiende a pensar que el ¨¦xito es irse a la ciudad, por lo que vivir en el pueblo o regresar a ¨¦l tiene que ver con el fracaso. Bola?os, de 36 a?os, lleg¨® hace cinco a?os a estos pueblos por decisi¨®n propia, huyendo de una vida que no le hac¨ªa feliz. Al principio se encontr¨® las miradas torvas de la Espa?a vac¨ªa, como ha llamado el periodista Sergio del Molino a este pa¨ªs interior y despoblado. Una vez que ella se ha ganado la confianza de muchos de sus vecinos cree que puede ayudarles a mejorar su autoestima, con reuniones de grupo que comenzar¨¢n en septiembre. ¡°En el medio rural hay mucha depresi¨®n encubierta. No quieres que nadie sepa de tus problemas. Se hace de noche pronto y hay un aislamiento profundo. Juntos, conversando, conoci¨¦ndonos, abri¨¦ndonos unos a otros, podemos plantarle cara a la soledad¡±, explica Bola?os en un centro social que hace de bar en Lubia, donde a duras penas se sirven dos o tres caf¨¦s al d¨ªa.
Reunir a los vecinos supone unirlos pero tambi¨¦n sacar a la luz viejas rencillas. Do?a Petra se esconde detr¨¢s de las s¨¢banas tendidas, desde donde puede ver sin ser vista. ¡°?Anda, que viene la psic¨®loga!¡±, anuncia a su marido, Hip¨®lito, un hombre que a los 90 a?os todav¨ªa recuerda cuando siendo alcalde le quitaron el presupuesto municipal, en el momento en el que su pueblo se uni¨® administrativamente con otros. La afrenta todav¨ªa duele pero est¨¢ abierto a ¡°hacer psicolog¨ªa¡± si fuera necesario.
-?C¨®mo ha sido su vida?
-Mire, mi padre muri¨® de tuberculosis y tuvimos que quemar la cama. Mi madre se qued¨® criando a tres ni?os y con otro m¨¢s en el vientre. Dos a?os despu¨¦s mi hermano, con 18 meses, se ahog¨® en el r¨ªo. Le hicieron la autopsia ah¨ª enfrente. El problema es que la hicieron con la puerta abierta y lo vio otra hermana m¨ªa, que a los 15 d¨ªas se muri¨® de la impresi¨®n. El m¨¦dico dijo que se le hab¨ªan levantado las alas del coraz¨®n.
-?Cu¨¢ndo ha sido m¨¢s feliz?
-Nunca.
Petra le dice que deje de decir tonter¨ªas, que todo eso lo van a sacar en el peri¨®dico. Hip¨®lito no ha visto a vecinos como Mois¨¦s, el que duerme solo en un pueblo completo, desde 1983. Aunque solo est¨¢n a unos cuantos kil¨®metros de distancia, hay m¨¢s tres d¨¦cadas de olvido entre ambos. La psic¨®loga sue?a con verlos pronto a los dos sentados en una mesa, quiz¨¢ alrededor de un brasero, jugando a las cartas o hablando de sus cosas. Mois¨¦s contando an¨¦cdotas de sus ovejas y del d¨ªa (ahora s¨ª se acordar¨ªa) que vio el mar en Gij¨®n. Hip¨®lito de las autopsias (ha visto dos, la de su hermana y la de un suicida) y de la vez que le estrech¨® la mano a Felipe Gonz¨¢lez. Ah¨ª, al menos durante unas horas, habr¨ªa una gotita de felicidad. Pero eso tiene que hacerse ya, antes de que la memoria se acabe y esta Espa?a acabe de vaciarse.
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