Mujeres 24 horas en Delicias 133, siete plantas de prostituci¨®n: ¡°Viejas ya tengo muchas y no me interesan¡±
Cuatro cabecillas de la trama que gestionaba el mayor macroburdel de Madrid son condenados tras un juicio en el que apareci¨® una testigo protegida por sorpresa, compareci¨® el bisnieto de Franco y la magistrada declar¨® impertinentes medio centenar de preguntas
¡ªBuenos d¨ªas.
¡ªTe quer¨ªa comentar una cosa, ten¨ªa una chica que quer¨ªa trabajar, no s¨¦ si tiene plaza.
¡ªEh Joe, le escucho fatal, estoy en la calle, s¨ª, pero cuantos a?os tiene, ?joven?
¡ªTendr¨¢ 38 o por ah¨ª.
¡ªQue me mande fotos primero porque para viejas tengo muchas y ya no me interesan, porque hay de 38 que est¨¢n buenas y de 38 que no valen para nada y solo para que me ocupen espacio no me interesa.
Esta es la transcripci¨®n de una de las conversaciones mantenidas por Fausto G., el cabecilla de una red que gestionaba varios pisos de prostituci¨®n en Madrid, seg¨²n la sentencia a la que ha tenido acceso EL PA?S. Uno de ellos, el tristemente c¨¦lebre de Delicias 133. Mujeres 24 horas en sus siete plantas, a demanda. Uno de esos lugares en los que todo el mundo sabe lo que sucede y sorprende que no se le pueda poner fin.
Desde que el mercadeo de los cuerpos de las mujeres ha pasado de la calle a los pisos particulares, han aumentado las dificultades para perseguir la trata, la inmigraci¨®n ilegal y los delitos relativos a la prostituci¨®n. El juicio, que ha culminado con la condena de Fausto y otros tres integrantes de la trama, es buena muestra de esta impunidad: la red operaba en todo un bloque en un barrio c¨¦ntrico de Madrid y tuvo el atrevimiento de poner en el telefonillo ¡°putas¡±.
Uno de los elementos fundamentales, y m¨¢s dif¨ªciles de mantener hasta el final del proceso, son las declaraciones de las v¨ªctimas, las que relatan los horarios abusivos, la incomunicaci¨®n con sus familiares, la falta de libertad para moverse solas por la ciudad y la cesi¨®n obligatoria de un gran porcentaje de lo que los pagan los puteros. En la vista oral que juzg¨® a los nueve acusados, seis hombres y tres mujeres, por pertenecer a este entramado de trata, una de las testigos protegidos apareci¨® casi el ¨²ltimo d¨ªa, para sorpresa de todos. Estaba en su Colombia natal, donde huy¨® tras escapar de Espa?a. Asegur¨® no haber comparecido antes por miedo.
¨D?C¨®mo se encuentra?¨D, comenz¨® la fiscal.
¨DMuy nerviosa¨D, contest¨® la mujer por videoconferencia.
Sab¨ªa que al otro lado de la pantalla la escuchaban nueve supuestos miembros de la red, de los 21 que fueron detenidos en un primer momento en la bautizada operaci¨®n Desenga?o. El cabecilla, Fausto G., representado por el abogado Jos¨¦ Camacho, y cerca de ¨¦l su exnovia, que tambi¨¦n dirig¨ªa una parte del negocio, seg¨²n el fallo judicial. Tambi¨¦n estaba acusada la actual pareja de Fausto, que le ayudaba en las tareas de direcci¨®n, seg¨²n la fiscal¨ªa. El resto, indic¨® la investigaci¨®n, lo estaba por ¡°llevar la contabilidad, mantener la disciplina, avisar a los dirigentes de cualquier inconveniente y cumplir sus ¨®rdenes¡±.
La mujer relat¨® durante dos horas el periplo desde que contact¨® con Laura, una conocida de su barrio que la invit¨® a venir a trabajar a Espa?a, hasta su huida del piso en el que fue obligada a prostituirse. Seg¨²n explic¨®, le dijeron que iba a trabajar como camarera en un crucero en Italia y, al hacer escala en Espa?a, fue cuando le recogieron y la llevaron a un inmueble alquilado por la red. ¡°Si eres juiciosa, todo ir¨¢ bien¡±, afirma que le dijo el jefe del entramado. La testigo asegura que otro de los acusados era el que le proporcionaba condones y toallitas y otra mujer, la que la acompa?aba a hacer giros de dinero a su pa¨ªs para que no estuviera nunca sola.
¡°Una de las veces que me puse rebelde, me pegaron una cachetada, cuando ten¨ªa temporadas de portarme bien me daban un d¨ªa libre a la semana¡±, explic¨®. Tambi¨¦n detall¨® el tipo de pr¨¢cticas que deb¨ªa realizar, c¨®mo se anotaban en un cuaderno que se guardaba en el sal¨®n y c¨®mo la escondieron debajo de una cama cuando, un d¨ªa de marzo de 2018, acudi¨® la polic¨ªa a hacer inspecci¨®n al piso. La mayor parte del tiempo permaneci¨® en una vivienda de la calle de Manuel Aleixandre, donde en el telefonillo pon¨ªa la palabra ¡°putas¡±. Dependiendo de las necesidades, la trasladaban a Delicias 133.
En la sentencia, la magistrada da total credibilidad al relato: ¡°No formul¨® denuncia en Espa?a; al contrario, trabaj¨® hasta reunir dinero suficiente y se volvi¨® a Colombia. No se aprecia, por tanto, un motivo de venganza. Y tampoco se le puede achacar el prop¨®sito de legalizar su situaci¨®n administrativa, que no ha intentado en ning¨²n momento¡±. El fallo judicial tambi¨¦n considera acreditado que los jefes del entramado advirtieron a una de las chicas que, igual que la hab¨ªan tra¨ªdo a Espa?a, la pod¨ªan hacer ¡°desaparecer¡±. ¡°T¨² haces algo mal y lo va a pagar tu familia. Aqu¨ª lo importante es el cliente¡±, le espet¨® otro de ellos.
Por ¨²ltimo, la mujer colombiana tambi¨¦n narr¨® el d¨ªa de su huida. ¡°Un cliente se ofreci¨® a ayudar a mi amiga paraguaya, que no paraba de llorar. Cuando no pudimos m¨¢s, conseguimos avisarle de que hab¨ªamos decidido escapar, tiramos ropa por la ventana y, cuando vimos la puerta abierta, enga?amos al controlador para salir. Yo encend¨ª la ducha para que pensara que estaba en el ba?o, empuj¨¦ a la chica y salimos corriendo y montamos en su coche. Despu¨¦s, estuvimos con ¨¦l unos meses hasta que consegu¨ª macharme de Espa?a¡±, explic¨®. ¡°Mejor estar con ¨¦l que estar con miles¡±, declar¨®.
Conseguir que las mujeres contin¨²en con su denuncia hasta el final, hasta ser o¨ªdas por el tribunal que dictar¨¢ sentencia, es uno de los escollos habituales en este tipo de procesos judiciales. ¡°Es habitual que desistan en el camino¡±, se?ala un polic¨ªa dedicado a la trata. Durante la investigaci¨®n, ya fue dif¨ªcil o¨ªr su testimonio, fall¨® a varias citas con los polic¨ªas ¡°por miedo¡± y regres¨® a Colombia en mitad de la instrucci¨®n. En esta vista oral lleg¨® a comparecer otra mujer adem¨¢s de ella, mientras que otra testigo protegida est¨¢ en paradero desconocido.
La narraci¨®n de la testigo inesperada es muy similar a la de otra mujer de Paraguay que tambi¨¦n est¨¢ protegida en el proceso. ¡°Me dijeron que iba a cuidar ni?os, pero cuando llegu¨¦ me obligaron a prostituirme, aunque me prometieron que ser¨ªa solo tres meses. Yo siempre les preguntaba si me pod¨ªan encontrar otro trabajo ya y siempre me respond¨ªan que faltaba poco¡±, explic¨®. Tambi¨¦n se?al¨® que ¡°cada chica anotaba su pase ¡ªsu servicio¡ª y dejaba el dinero en una caja¡±.
Tambi¨¦n cont¨® las tarifas establecidas: 25 euros por 15 minutos, 50 por media hora, 80 por una. ¡°Hab¨ªa dos dormitorios para atender a los clientes y dos sof¨¢s en el sal¨®n en los que nos turn¨¢bamos para dormir¡±, explic¨®. Cuando la polic¨ªa entr¨® en los pisos y los registr¨®, varios elementos encontrados corroboraron sus relatos. El contrato falso en un crucero, la libreta con los servicios anotados y dinero escondido en una tetera y en un cart¨®n de leche.
En el juicio, tambi¨¦n declararon otras mujeres que, al igual que en una entrevista con EL PA?S, aseguraron que ejerc¨ªan la prostituci¨®n en esos pisos de forma libre, que ese era el pacto al que hab¨ªan llegado con los acusados antes de salir de su pa¨ªs, la misma versi¨®n que ofrecieron los procesados.
¡°Cuando se hacen inspecciones estas mujeres, en la mayor parte de los casos, est¨¢n bajo control intimidaci¨®n y amenazas y nunca van a hablar o es muy complicado que lo hagan por las represalias. Este caso se inicia porque hay una mujer que fue lo suficientemente valiente como para huir y denunciarlo y gracias a ella, nosotros pudimos avanzar¡±, explic¨® el instructor policial de esta causa en la sala. En cada planta de la finca, decenas de mujeres deb¨ªan desfilar, seg¨²n el testimonio de las v¨ªctimas, ante cualquier hombre en cualquier condici¨®n, incluso cuando se encontraban enfermas o ten¨ªan la regla.
Fue un juicio agitado, en el que la magistrada ha declarado decenas de preguntas de los letrados de la defensa improcedentes, como cuando preguntaban sobre la vida personal de las testigos o redundaban en cuestiones ya tratadas.
¡ªEstas mujeres vinieron por su cuenta, nadie las traslad¨®, ?no?¡ª, interrog¨® uno de los abogados.
¡ªNadie viene en brazos¡ª, respondi¨® una polic¨ªa.
¡ªSe?or letrado, otra pregunta¡ª, intervino la magistrada.
Uno de los testigos fue un bisnieto de Francisco Franco, cuya familia fue propietaria del bloque dedicado a la explotaci¨®n sexual. Este declar¨® que su sociedad CM 16 alquil¨® desde 2012 el bloque a una empresa llamada Europeplan que, a su vez, reaquil¨® los pisos al supuesto cabecilla de la trama, Fausto G. En 2017, comenzaron los reportajes en medios y las quejas vecinales por la actividad que se practicaba en la finca y la familia propietaria decidi¨® que ten¨ªa que deshacerse de ella. ¡°Cuando vimos un reportaje de La Sexta, contratamos a un detective para corroborar que ese edificio estaba dedicado a la prostituci¨®n. En ese momento decidimos venderlo¡±, explic¨® en el juicio. El sumario deja claro que la polic¨ªa no encontr¨® relaci¨®n entre los descendientes de Franco y la trama de explotaci¨®n sexual.
En 2018, ya con un nuevo due?o, la polic¨ªa detuvo a 20 personas, de las que nueve son las que han llegado a juicio y entre ellos Fausto. El hombre permaneci¨® en prisi¨®n dos meses y dej¨® de pagar las facturas. Como consecuencia, las empresas de suministros cortaron la electricidad y el gas y los puteros dejaron de acudir al inmueble. Demasiada luz cuando lo que buscan es la oscuridad. M¨¢s a¨²n cuando irrumpieron los matones de Desokupa para echar a las ¨²ltimas inquilinas del inmueble, mujeres abandonadas a su suerte.
El fallo judicial condena a Fausto y ?lex, considerados cabecillas del clan, a nueve a?os y 11 meses de prisi¨®n por inmigraci¨®n ilegal, un delito de trata de seres humanos con fines de explotaci¨®n sexual y a un delito relativo a la prostituci¨®n ¡ªla Fiscal¨ªa ped¨ªa 34 a?os de prisi¨®n¡ª. A Vidalina, pareja de Fausto, 14 meses de c¨¢rcel como c¨®mplice de un delito de inmigraci¨®n ilegal y otro delito relativo a la prostituci¨®n y a otro de los acusados a 13 meses. La fiscal¨ªa ped¨ªa para los cabecillas 34 a?os de c¨¢rcel, pero el tribunal no considera probado el delito de trata en las cuatro mujeres que aparec¨ªan como v¨ªctimas en el proceso.
El edificio hoy parece clausurado, sin actividad, con todas sus persianas azules bajadas. Quedan otros por toda la ciudad, anuncios de ¡°chicas independientes¡± en los parabrisas, contactos en webs con ¡°mujeres calientes¡±.
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