La epifan¨ªa de la corrupci¨®n
Los esc¨¢ndalos por corrupci¨®n abocan a unas elecciones que, parad¨®jicamente, beneficiar¨¢n al PP
La perspectiva de las ¨²ltimas semanas concede un sarc¨¢stico oportunismo al hecho de que la investidura fallida de Rajoy coincidiera a la misma hora con la irrupci¨®n del caso Soria. Decay¨® entonces el pacto del PP y Ciudadanos, pero sobre todo comenzaron a amonton¨¢rsele a Rajoy los esc¨¢ndalos por los que la numeros¨ªsima oposici¨®n le considera inadecuado en la Moncloa.
Ser¨ªa como si la actualidad que han adquirido los fantasmas de la corrupci¨®n ¡ªBarber¨¢, Barcenas, Matas¡ª hubiera proporcionado a Pedro S¨¢nchez un argumento para justificar su dogmatismo en el no. Dir¨¢ el l¨ªder socialista que Rajoy es impresentable. Y que el PSOE no puede concederse a un presidente cuyo partido ha vuelto a empantanarse en una deriva nauseabunda.
El sesgo se desentiende de la realidad parlamentaria. Puede no gustarnos Rajoy, pero los recelos hacia el presidente en funciones no pueden sustraerse al impulso que supuso la victoria popular del 26J, al deterioro del PSOE y a la corpulencia de un acuerdo con Ciudadanos que bien pudo haber evitado hace dos semanas la convocatoria de unas terceras elecciones.
No parece que haya manera de evitarlas. Ni siquiera con una cat¨¢strofe socialista en Galicia y en Euskadi o con el tormento de Rita Barber¨¢. Rajoy est¨¢ constre?ido a sacrificarla porque le obliga a hacerlo su compromiso con Rivera, pero la soluci¨®n de ejecutar a la matriarca del PP ¡ª"Rita, eres la mejor", proclam¨® el l¨ªder popular en un memorable mitin¡ª se antoja bastante est¨¦ril en un h¨¢bitat pol¨ªtico tan depauperado por la coyuntura de los esc¨¢ndalos judiciales y pol¨ªticos.
Los primeros estaban en la agenda de un prematuro oto?o, los otros los ha vitalizado el propio PP. No ya incurriendo en la soberbia que aloja el caso Soria, sino proporcionando a la oposici¨®n un argumento providencial que sirve de espita o de excusa a la implosi¨®n del marianismo.
Pedro S¨¢nchez aspira a convertirse ahora en Casandra, se atribuir¨¢ los m¨¦ritos de habernos avisado, m¨¢s o menos como si el martes 13 simbolizara la epifan¨ªa de la corrupci¨®n, el d¨ªa en que adquirimos conciencia de que el PP es un partido demasiado expuesto a la procesi¨®n de la santa campa?a, muertos vivientes ¡ªBarber¨¢, B¨¢rcenas, Matas, Granados...¡ª que malogran el sue?o de Rajoy como los cad¨¢veres de sus fechor¨ªas malograban el descanso de Macbeth.
Y Pedro S¨¢nchez ser¨ªa el noble Malcolm. Vino a salvarnos del tirano. Su perseverancia en el "no" ha evitado in extremis que Rajoy se hiciera fuerte en la fortaleza de la Moncloa. "Os lo dije y no quisisteis escucharme", objetar¨¢ el secretario general para acallar el sabotaje de las baron¨ªas.
Es una tentaci¨®n confiarse a semejante hip¨®tesis, pero aceptarla significa renegar de las evidencias electorales. Los espa?oles saben qui¨¦n es Rajoy. Conocen los esc¨¢ndalos del PP. Y se los hicieron pagar en diciembre quit¨¢ndole tres millones de votos y un tercio de sus diputados, pero la rev¨¢lida del 26J inclu¨ªa una prueba de confianza a la estima del l¨ªder popular.
Conviene recordarlo porque, parad¨®jicamente, las elecciones que van a precipitarse en diciembre interesan o convienen particularmente al PP. Los sondeos dilatan su ventaja, remarcan el retroceso de los socialistas, justifican la lealtad de los populares a su l¨ªder m¨¢ximo. Y demuestran que el poder desgasta a quien no lo tiene.
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