Un anticristo en la boda de Rajoy
Pedro S¨¢nchez, relegado a la cuarta fila de su bancada, acapara la expectaci¨®n de una jornada que los populares vivieron con euforia
No quiso exagerar Pedro S¨¢nchez sus facultades de anticristo. Es verdad que anunci¨® por Twitter su llegada al Congreso, relami¨¦ndose en el dogma del no, pero decidi¨® valerse del recurso del garaje para evitar la notoriedad que correspond¨ªa al novio en la ceremonia del 26-O. Y el novio era Rajoy, despechado de la frustraci¨®n que supuso el gatillazo de la primera investidura, pero reconfortado en la segunda intentona por sus compa?eros de Gobierno y de bancada, que lo esperaban a los pies del Congreso como se espera al prometido en la escalera de la Iglesia. Vestidos de domingo, porque los diputados populares siempre visten de domingo. Y euf¨®ricos. Hab¨ªa incluso quien se fumaba un puro preventivo a la gloria del marianismo. O quien lo hac¨ªa simb¨®licamente, como si el ramo de flores de la novia le hubiera ca¨ªdo en las manos. Mar¨ªa Dolores de Cospedal, por ejemplo, caminaba ya como si fuera ministra. Llegaba a pavonearse en la expectativa de la redenci¨®n pol¨ªtica. Todo lo contrario de cuanto les suced¨ªa a los ministros que ya no parecen ministros. Fern¨¢ndez D¨ªaz y Garc¨ªa-Margallo ten¨ªan aspecto de cad¨¢veres exquisitos, aunque es cierto que las met¨¢foras funerarias, tan apropiadas en las v¨ªsperas de Halloween o de los Difuntos, encajan mejor en el velatorio del grupo parlamentario socialista.
Se convoc¨® a las cuatro de la tarde a puerta cerrada con la pretensi¨®n de unificar una postura. Y no compareci¨® Javier Fern¨¢ndez. Lo hizo Mario Jim¨¦nez, portavoz de la gestora y bur¨®crata de la gestor¨ªa, aunque su verdadera proeza consist¨ªa en someter a las se?or¨ªas a una sesi¨®n de hipnosis: cuando cuente tres os abstendr¨¦is. L¨¢stima que S¨¢nchez malograra la iniciativa con su aparici¨®n semiclandestina en el Congreso. Semiclandestina quiere decir que distrajo a los periodistas desliz¨¢ndose por el garaje, pero no pudo evitarlos cuando le correspondi¨® acceder al hemiciclo. Se produjo tal enjambre de c¨¢maras y de micr¨®fonos que el ego de Pablo Iglesias tuvo que resignarse al ingrato papel de subalterno. Era el d¨ªa de Rajoy en la luz. Y era el d¨ªa de S¨¢nchez, en la sombra, aunque el l¨ªder de Podemos espera resarcirse el s¨¢bado a hombros de la ¡°improvisada¡± y ¡°espont¨¢nea¡± manifestaci¨®n que ha incitado ¨¦l mismo como respuesta al ¡°golpe de Estado¡± urdido por la casta y por el IBEX.
Hab¨ªa ayer en los aleda?os del Congreso m¨¢s curiosos que manifestantes. Turistas desorientados. Vecinos. Y unos cuantos sujetos que izaban con disciplina de legionario la pancarta del no, aunque no terminaban de precisar las razones del monos¨ªlabo. Tanto pod¨ªa interpretarse un no a Rajoy como pod¨ªa deducirse un no en general, embri¨®n de un partido nihilista que a?adir¨ªa pintoresquismo a un Parlamento desentrenado cuya verdadera legislatura empieza el lunes. Se explica as¨ª que unas y otras se?or¨ªas compartieran cierto alborozo con la investidura de Rajoy. No porque le tengan particular afecto, sino porque el bautismo del presidente del Gobierno garantiza a los 350 diputados ¡ªtambi¨¦n a Rajoy¡ª una continuidad laboral.
S¨¢nchez pertenece al colectivo, pero no est¨¢ claro si con su perseverancia en el no llegar¨¢ al extremo de hacerse insumiso, de forzar su expulsi¨®n o de entregar el acta de diputado en un gesto de coherencia que aspirar¨ªa a excitar el fervor de la militancia en el c¨¢lculo de un regreso mesi¨¢nico. Y no quiso desvelar la inc¨®gnita, pero debi¨® resultarle traum¨¢tica la experiencia de alojarse en la cuarta fila de la bancada socialista, rodeado por los mismos diputados que lo aclamaron en pie hace apenas un mes cuando no quer¨ªa decir no.
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