La gestaci¨®n subrogada enfrenta a feministas y grupos LGTB
Los dos colectivos llevaban d¨¦cadas apoy¨¢ndose mutuamente en sus reivindicaciones sociales
El debate se est¨¢ enconando y no va a ser f¨¢cil encontrar puntos de encuentro. Como ocurre con la eterna controversia sobre la prostituci¨®n, la divisi¨®n entre defensores y detractores de la gestaci¨®n subrogada atraviesa por la mitad a los partidos pol¨ªticos que han de decidir sobre la cuesti¨®n. Todos tienen en sus filas partidarios y contrarios a la regulaci¨®n y todos reconocen que no va a ser f¨¢cil optar por una u otra opci¨®n cuando se suscite la cuesti¨®n, que ser¨¢ pronto, pues Ciudadanos ya ha anunciado que presentar¨¢ una propuesta legislativa. El partido naranja defiende que se regule en Espa?a, una posibilidad que la medicina permite pero que est¨¢ expresamente prohibida por la Ley de Reproducci¨®n Asistida de 2006.
Que la geograf¨ªa pol¨ªtica del debate sea transversal no quiere decir que no sea susceptible de formar grandes bloques antag¨®nicos. Aunque los beneficiarios de la legalizaci¨®n ser¨ªan tanto parejas heterosexuales con problemas de fertilidad como las formadas por hombres homosexuales, gran parte del empuje a favor de la regulaci¨®n lo protagoniza el influyente colectivo de gais, lesbianas y transexuales. Pero el anuncio de proyecto legislativo ha suscitado r¨¢pidamente una fuerte oposici¨®n que recorre tambi¨¦n todo el arco parlamentario y que tiene como elemento aglutinador el color morado del feminismo. Y as¨ª nos encontramos con la in¨¦dita situaci¨®n de que dos grandes colectivos que llevan d¨¦cadas caminando juntos y apoy¨¢ndose mutuamente en sus reivindicaciones se encuentran ahora enfrentados.
Ambos han sido elementos esenciales de los movimientos de justicia social que irrumpieron en los a?os sesenta del siglo pasado en lo que se denominaron demandas de reconocimiento, que, junto a las demandas de redistribuci¨®n, han protagonizado las luchas sociales de las ¨²ltimas d¨¦cadas. Homosexuales y feministas han mantenido una tenaz lucha para que les sean reconocidos sus derechos. El enfrentamiento que ahora los separa es un buen ejemplo de c¨®mo en ocasiones, como ha teorizado la pensadora norteamericana Nancy Fraser, las reclamaciones de reconocimiento y de redistribuci¨®n pueden llegar a colisionar. Unos hablan de libertad, las otras de que no hay libertad sin igualdad.
Los partidarios de regular la gestaci¨®n subrogada arremeten contra la expresi¨®n por la que es conocida, ¡°vientres de alquiler¡±
Los favorables a la legalizaci¨®n ponen ¨¦nfasis en la necesidad de respetar el derecho a la maternidad de quienes no pueden gestar por s¨ª mismos y la libertad de las partes para consentir una transacci¨®n acordada. Por su parte, el feminismo insiste en que permitir la gestaci¨®n subrogada constituye una manifestaci¨®n m¨¢s del ¡°neoliberalismo sexual¡±, que trata de imponer nuevas formas de someter a la mujer por la v¨ªa de apropiarse de su cuerpo, esta vez mediante el alquiler de su capacidad de gestaci¨®n. Un amplio desarrollo de esta idea se encuentra en el libro que sobre este tema ha publicado la fil¨®sofa Ana de Miguel, en el que cuestiona el ¡°mito de la libre elecci¨®n¡± cuando median relaciones de profunda desigualdad.
El choque argumental es muy potente. Ambas partes esgrimen poderosas razones para persistir en su defensa. Y como siempre que se inicia una dura batalla pol¨ªtica, ambas luchan por establecer el frame ¡ªel marco de la discusi¨®n¡ª m¨¢s favorable. El socioling¨¹ista George Lakoff ya nos ilustr¨® sobre la importancia que tiene en el proceso de creaci¨®n de opini¨®n p¨²blica poder imponer un marco de referencia que acote los t¨¦rminos del debate. Quien fija ese marco tiene gran parte de la batalla pol¨ªtica ganada. Y el principal instrumento es el lenguaje. Por eso lo primero que han hecho los partidarios de regular la gestaci¨®n subrogada es arremeter contra la otra expresi¨®n con la que es popularmente conocida, la de ¡°vientres de alquiler¡±. Obviamente, ¡°gestaci¨®n subrogada¡± es una expresi¨®n m¨¢s as¨¦ptica, en la que tanto puede caber el altruismo m¨¢s generoso como la m¨¢s descarnada de las transacciones comerciales. En cambio, ¡°vientre de alquiler¡± nos remite de golpe a una relaci¨®n mercantil, de compraventa, entre los padres de intenci¨®n y la madre gestante.
Muchas e ilustres feministas han salido al paso de lo que denominan ¡°operaci¨®n asepsia¡± con una lluvia de sin¨®nimos no menos descriptivos: ¡°mujeres horno¡±, ¡°incubadora humana¡± ¡°comercio de vientres¡±, hasta culminar en el m¨¢s rompedor, el que da nombre a la web No Somos Vasijas, donde puede leerse un manifiesto con las 10 razones por las que est¨¢n radicalmente en contra de la regulaci¨®n. La lucha por el marco conceptual se extiende a la representaci¨®n de la realidad. Los partidarios de la regulaci¨®n hablan del ¡°exilio reproductivo¡± al que se ven abocadas las parejas espa?olas por no estar reconocida en Espa?a una realidad que ya trae al pa¨ªs un millar de ni?os al a?o. El colectivo feminista replica con otra imagen fuerte y bastante menos tierna, la de las ¡°granjas de mujeres reproductoras¡±, todas pobres, muchas reincidentes, que han encontrado en el alquiler de su vientre un modo de subsistencia. En este ¡°mercado de vientres¡±, sostienen, ¡°dif¨ªcilmente veremos a una mujer rica gestando para una pobre¡±.
Pero el debate trasciende los intereses leg¨ªtimos de estos dos colectivos. Otras voces se alzan para reclamar un debate amplio y en profundidad sobre las implicaciones que una posible regulaci¨®n podr¨ªa tener desde la perspectiva de los principios de la bio¨¦tica. La gestaci¨®n subrogada no es, como se ha dicho, una t¨¦cnica de fecundaci¨®n. La gestaci¨®n para otros es posible gracias a las t¨¦cnicas de reproducci¨®n asistida, pero no todo lo que la ciencia es capaz de hacer debe estar permitido. Como no lo est¨¢, por ejemplo, aplicar los avances de la manipulaci¨®n gen¨¦tica sobre las c¨¦lulas germinales. Desde la bio¨¦tica se recuerda que uno de los principios fundamentales en la regulaci¨®n de los progresos en biomedicina es que el cuerpo humano y su material gen¨¦tico no pueden ser objeto de transacci¨®n comercial. Es el principio que impide que haya, por ejemplo, comercio de ¨®rganos.
Entre los partidarios de una liberalizaci¨®n total, al estilo de la que rige en California (EE UU), donde se puede alquilar un vientre por 120.000 euros, y quienes defienden la total prohibici¨®n, emerge una tercera v¨ªa que aboga por la legalizaci¨®n, pero en condiciones tan estrictas que impidan cualquier transacci¨®n comercial. Como en los trasplantes o en las donaciones en fecundaci¨®n asistida, cabr¨ªa la posibilidad de una gestaci¨®n subrogada completamente altruista, pero en ese caso la dificultad estribar¨ªa en establecer las garant¨ªas exigibles para asegurar que realmente lo sea. Por analog¨ªa, ser¨ªa aplicable lo que ahora rige para los trasplantes de ¨®rganos de donante vivo, en los que se plantea una problem¨¢tica muy parecida. En este caso se exige acreditar una relaci¨®n de parentesco o de proximidad anterior para poder garantizar que no media transacci¨®n econ¨®mica encubierta. Pero, con esta regulaci¨®n, las posibilidades se reducir¨ªan dr¨¢sticamente. El diario The Guardian ha revelado que de los 271 casos de gestaci¨®n subrogada registrados en Reino Unido, donde est¨¢ permitida la gestaci¨®n altruista, 252 proced¨ªan de vientres de alquiler en el extranjero.
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