¡°Pap¨¢, si no pagas, estoy muerta¡±
El secuestro de la ni?a Melodie Nakachian el 9 de noviembre de 1987 conmocion¨® a Espa?a con una historia de exotismo, lujo, sombra de ojos y amor de padre
Este caso sedujo a un p¨²blico acostumbrado a secuestros sin re?solver y coches-bomba porque reuni¨® todos los ingredientes: drama, suspense, publicidad, exotismo y, sobre todo y por encima de todo ello, un final feliz. Estoy hablando del secuestro de la ni?a Melodie Nakachian en la Costa del Sol.
Los sucesos de EL PA?S
Los reportajes y ensayos de esta veraniega serie han sido extra¨ªdos del libro Los sucesos de EL PA?S, publicado en 1996 como parte de la conmemoraci¨®n de los 20 a?os del diario, lanzado el 4 de mayo de 1976. Hist¨®ricas firmas del peri¨®dico, como Rosa Montero, Juan Jos¨¦ Mill¨¢s o Jes¨²s Duva desmenuzan algunos de los cr¨ªmenes que han marcado la reciente Historia de Espa?a, de la matanza de Atocha al crimen de los Marqueses de Urquijo.
De su exotismo da muestra el hecho de que, por ejemplo, el padre de la peque?a fuera un financiero liban¨¦s que hab¨ªa hecho dinero en Inglaterra y Francia y la madre, una joven cantante coreana de la que quiz¨¢ nadie recuerde sus canciones, pero s¨ª sus exagerados ma?quillajes. Son dif¨ªciles de olvidar. Otro detalle: los secuestradores lle?garon en yate y algunos incluso frecuentaron a la familia Nakachian en un bien urdido golpe que intentaba culminar con un bot¨ªn de 1.300 millones de pesetas en billetes de 50 d¨®lares. Y, por ¨²ltimo, all¨ª irrumpieron hasta los geos, ese espectacular cuerpo policial que cuen?ta con la rara por un¨¢nime admiraci¨®n de la ciudadan¨ªa y que, en es?ta ocasi¨®n y para mayor gloria de su historia, salv¨® sana y salva a Melodie, una aut¨¦ntica mu?eca de largu¨ªsimo pelo rubio, atributo que jug¨®, por cierto, un gran protagonismo. Pero vayamos por par?tes.
El crimen
Todo comenz¨® en la ma?ana de un lunes, 9 de noviembre de 1987. Aquel fue el a?o del atentado de Hipercor. Mario Conde ga?naba dinero a espuertas convirti¨¦ndose en un personaje popular. Hubo un terrible crash en las bolsas mundiales y Ronald Reagan fir?maba con Mija¨ªl Gorbachov el primer tratado para destruir armas nucleares. De pronto, en noviembre, y de entre toda esa mara?a de informaci¨®n de inter¨¦s megaestrat¨¦gico, se abri¨® paso un bello re?trato de una ni?a de cinco a?os: Melodie. El peri¨®dico de mayor di?fusi¨®n, El Pa¨ªs, lo llev¨® a su primera p¨¢gina: Secuestrada la hija de la cantante Kimera.
Kimera era, hasta entonces, una completa desconocida. A¨²n m¨¢s su esposo Raymond Nakachian, el adinerado financiero liban¨¦s ca?sado con ella en segundas nupcias. Pero el aterrizaje forzoso de am?bos en la prensa nacional prometi¨® drama y exotismo desde el pri?mer momento. Aquella ma?ana, el hijo mayor de Nakachian ¡ªde nombre tambi¨¦n Raymond¡ª se ocup¨®, como casi todos los d¨ªas, de llevar a su propia hija y a su hermanastra, Melodie, al colegio. ?l y su esposa, Deborah Kallenbach, salieron con las dos ni?as a bordo de un flamante BMW rojo matriculado en los Pa¨ªses Bajos de la ca?sa de los Nakachian, situada en la urbanizaci¨®n Atalaya Alta, de Es?tepona. Eran poco m¨¢s de las nueve de la ma?ana.
El coche ya hab¨ªa abandonado la urbanizaci¨®n cuando una fur?goneta blanca le intercept¨® el paso. Nakachian hijo no pudo evitar el choque. Fue entonces cuando cuatro encapuchados bajaron de la furgoneta. Dos de ellos llevaban escopetas. Un tercero empu?aba una pistola y el cuarto, un aerosol de gas.
En un primer momento, Raymond y Deborah intentaron resistir?se, pero uno de los secuestradores carg¨® su escopeta produciendo ese chasquido propio de un arma de corredera que, apunt¨¢ndole a uno, debe producir escalofr¨ªo. No hab¨ªa nada que hacer y, a partir de ah¨ª, todo fue muy r¨¢pido. La furgoneta blanca desapareci¨® de su vista con Melodie dentro. Le segu¨ªa otro coche rojo con matr¨ªcula de Gi?braltar que durante la operaci¨®n hab¨ªa estado estrat¨¦gicamente si?tuado tras el autom¨®vil de los Nakachian.
Veh¨ªculos de Gibraltar y Pa¨ªses Bajos, una ni?a nacida en Estados Unidos, una madre coreana cantante de ¨®pera rock... El olor a ma?fias internacionales, tan temidas siempre en el para¨ªso de la Costa del Sol, se colaba por entre las letras de imprenta y las comisar¨ªas. Era mentar al diablo en aquella ¨¦poca en la que diversas informaciones period¨ªsticas se refer¨ªan a la posibilidad de que las urbanizaciones nacidas al calor del sol y del dinero se hubieran convertido en un re?fugio de financieros desaprensivos, narcotraficantes y delincuentes de cuello blanco.
La extorsi¨®n mediante el secuestro de una criatura de cinco a?os pod¨ªa ser la confirmaci¨®n de todo ello, as¨ª que polic¨ªas, periodistas, guardias civiles, oportunistas y curiosos se movilizaron al un¨ªsono. Casi desde el primer d¨ªa, una media de cien periodistas hicieron guardia d¨ªa y noche ante la casa de los Nakachian y hay quien cifra en 1.500 los funcionarios de polic¨ªa y Guardia Civil que participaron en el asunto. La familia asegura que fue el propio ministro del Inte?rior, Jos¨¦ Barrionuevo, el que se empe?¨® personalmente en la reso?luci¨®n del caso, consciente de lo que estaba en juego.
La extorsi¨®n
En la casa de los Nakachian ¡ªllamada Villa Melodie, para m¨¢s se??as¡ª, la tortura hab¨ªa comenzado. Dos interminables d¨ªas sin noti?cias de la ni?a hicieron temer lo peor. Ni una llamada, ning¨²n indi?cio, nada que hacer. La polic¨ªa encontr¨® el martes la furgoneta blanca. Era robada y los secuestradores le hab¨ªan cambiado la ma?tr¨ªcula. O sea, nada de nada. La opini¨®n p¨²blica, eso s¨ª, empezaba a familiarizarse con el estramb¨®tico maquillaje de Kimera ¡ªuno de los polic¨ªas que sigui¨® el caso asegura no haberla visto jam¨¢s duran?te aquellos d¨ªas de locura con la cara lavada¡ª y con el recio aspecto de su marido, un hombre completamente calvo, cintur¨®n negro de judo con m¨²sculos de acero. Su figura fue tomando protagonismo en la medida que eclipsaba a la de su esposa. Esa imagen de hombre duro e implacable, unida a su fortuna en negocios poco conocidos hasta ese momento, foment¨® la tesis de la vendetta, del ajuste de cuentas, lo que, por otra parte, siempre es motivo de tranquilidad para la ciudadan¨ªa, una vez descartada la hip¨®tesis de que a cual?quiera le puede suceder algo as¨ª en la vida.
Pero los secuestradores dieron se?ales de vida al tercer d¨ªa y, pa?ra entonces, ya hab¨ªa comenzado el espect¨¢culo. Porque, fuera del drama que se viv¨ªa en la casa de los Nakachian, donde Kimera ape?nas si pod¨ªa conciliar el sue?o, la imaginaci¨®n de observadores y pe?riodistas convirtieron aquel terrible suceso en un rapto casi de ope?reta.
Un primer indicio peliculero surgi¨® cuando el portavoz de la fa?milia, el abogado Jaime Torrabadella, dijo en rueda de prensa: "Pe?dimos a los secuestradores que traten a Melodie con afecto y deli?cadeza y que no olviden que a ella le gustan los ¨¢lbumes de dibujos animados". Nadie dud¨® de que era un mensaje dirigido a los se?cuestradores que, probablemente, encerraba un significado bien dis?tinto. Y la evidencia de que hab¨ªa tales mensajes en clave fue total cuando la propia Kimera ley¨® ante las pantallas de televisi¨®n otro mensaje en el que, adem¨¢s de rogar por la libertad de su hija, ped¨ªa a los secuestradores que le lavaran el pelo y la peinaran todos los d¨ªas.
Aun con el alma encogida por la suerte de la ni?a, el relato por entregas era apasionante. La estricta realidad era m¨¢s dura. Los in?vestigadores estaban perdidos. Un hombre espa?ol con fuerte acen?to franc¨¦s era el portavoz de la banda de los encapuchados. Ped¨ªa 13 millones de d¨®lares en billetes de 50 y parec¨ªa ir muy en serio. Ray?mond Nakachian sufri¨® el peor momento de su vida al darse cuenta de que hab¨ªa perdido por completo el control de la vida de su hija. Salvarla ahora era una aventura del todo incierta. No s¨®lo hab¨ªa que considerar la solvencia de los secuestradores, sino la imposibilidad de reunir el dinero. La cantidad era desorbitante y, adem¨¢s, en aquella ¨¦poca el Gobierno espa?ol, decidido a impedir los pagos de rescate, hab¨ªa prohibido a los bancos despachar grandes cantidades de billetes en una sola entrega.
Los investigadores dispon¨ªan de pocos recursos aquellos primeros d¨ªas. S¨®lo ten¨ªan la voz de un hombre, una furgoneta robada y cien?tos de llamadas. Videntes e iluminados de todo pelaje comunicaban con la familia dando detalles tan precisos como falsos sobre el para?dero de Melodie.
La gente quer¨ªa salvar a la ni?a y se moviliz¨® generosamente. En Villa Melodie se empezaron a recibir donativos. Si el problema resi?d¨ªa s¨®lo en el dinero, los ciudadanos ten¨ªan la oportunidad de hacer una aportaci¨®n sin precedentes para una familia afligida. Esta reac?ci¨®n conmovi¨® de tal manera a Raymond Nakachian que decidi¨® na?cionalizarse espa?ol y a¨²n ahora s¨®lo tiene palabras de agradeci?miento para con este pa¨ªs. El gesto m¨¢s espectacular, no obstante, parti¨® de un belga, lejanamente conocido de la familia, que transfi?ri¨® a la cuenta de Nakachian nada menos que un mill¨®n de d¨®lares. Todo fue devuelto despu¨¦s a sus remitentes. En la zona, un grupo de cinco empresarios ofreci¨® una recompensa de diez millones de pese?tas a quien aportara una pista segura sobre Melodie. Los padres de la ni?a a?adieron otros cinco millones m¨¢s.
El despliegue
Casi cuatro d¨ªas sin pistas seguras empezaron a preocupar seria?mente en Madrid, donde Barrionuevo manten¨ªa un contacto diario con el abogado Torrabadella. El Ministerio del Interior quiso poner toda la carne en el asador y el secretario de Estado para la Seguri?dad, Rafael Vera, envi¨® a Estepona a un n¨²mero uno de la polic¨ªa espa?ola para que tomara las riendas de la investigaci¨®n. Pedro Ro?dr¨ªguez Nicol¨¢s, entonces comisario general de la Polic¨ªa Judicial, un joven pero experimentado agente en la lucha contra el narcotr¨¢fico, vol¨® en helic¨®ptero hasta Estepona y all¨ª tom¨® la peque?a comisar¨ªa de la ciudad como centro de operaciones. ?l y el comisario Ricardo Ruiz Coll contaron para su misi¨®n con un m¨ªnimo de cien investiga?dores. Pero, de entrada, lo ¨²nico que pudieron investigar era si en?tre tantas visiones de gente bienintencionada hab¨ªa alguna pista real.
Tiempo atr¨¢s, la polic¨ªa hab¨ªa despreciado la informaci¨®n apor?tada por un iluminado que daba detalles sobre el paradero de Sa?turnino Orbegozo, secuestrado por ETA. Despu¨¦s pudo comprobar con perplejidad que aquel hombre acertaba en sus visiones: hab¨ªa detallado el lugar exacto en el que la banda terrorista mantuvo al empresario.
Aquellos primeros d¨ªas fueron la locura. La polic¨ªa dando palos de ciego y la casa de los Nakachian como el metro en hora punta. La primera decisi¨®n de Rodr¨ªguez Nicol¨¢s fue la de poner orden en Vi?lla Melodie, convertida en un centro de atracci¨®n nacional. Cual?quiera, desde un empleado del servicio hasta un supuesto periodista de los que merodeaban por all¨ª, era sospechoso de haber participa?do en el crimen. La prensa hablaba ya de bandas mafiosas y posi?bles terroristas chi¨ªes: capos, en fin, capaces de comprar a cualquie?ra para obtener su colaboraci¨®n en la extorsi¨®n y el chantaje de los multimillonarios ¨¢rabes residentes en la zona.
Y de multimillonario se trataba ya a Raymond Nakachian, un nieto de armenios de origen ruso, hijo de madre griega ortodoxa que hab¨ªa vivido en Arabia Saud¨ª, en Londres, en Par¨ªs y Estados Uni?dos. Hizo dinero sobre todo en Inglaterra, donde mont¨® una importante cadena de discotecas, y ello a pesar de que rechaz¨® en una de ellas a cuatro chavales que cantaban bajo el nombre de los Beatles. A Nakachian le pareci¨® un aut¨¦ntico exceso el precio que ped¨ªan ¡ª600 libras a la semana¡ª, as¨ª que los despidi¨® augur¨¢ndoles que nunca tendr¨ªan ¨¦xito. La existencia de un mafioso liban¨¦s apellida?do Nash que hab¨ªa hecho fortuna en ese mismo pa¨ªs movi¨® a la pren?sa a una confusi¨®n que doli¨® profundamente a Raymond Nakachian, un hombre que, por otra parte, nunca ocult¨® haber introducido oro ilegalmente en Jap¨®n.
Su feliz estancia en la Costa del Sol, donde se hab¨ªa asentado con su esposa Kimera y sus hijos, sufr¨ªa con el secuestro un vuelco im?previsible. La aparici¨®n de Kimera en las pantallas de televisi¨®n des?hecha en l¨¢grimas pidiendo clemencia para su hija sobrecogi¨® a los telespectadores y los periodistas sintieron un nudo en la garganta cuando vieron llorar al propio Nakachian el d¨ªa que cont¨® que su hi?jo peque?o Amir, de tres a?os, se salv¨® del secuestro porque aquel lunes estaba resfriado y no fue al colegio con su hermana. Toda la corpulencia de Nakachian parec¨ªa derrumbarse mientras daba estos detalles a la prensa y meditaba que quiz¨¢ los extorsionadores no buscaban dinero, sino la venganza en su persona. En los negocios, ya se sabe, uno siempre hace enemigos.
Pero para entonces, cuando los Nakachian ya hab¨ªan abierto una especie de subasta p¨²blica con los secuestradores para lograr un me?jor precio por el rescate, las cosas en la cocina hab¨ªan empezado a ir moderadamente bien. Y ellos secretamente tambi¨¦n lo sab¨ªan.
La investigaci¨®n
El acento del portavoz de la banda y la memoria de Rodr¨ªguez Nicol¨¢s obraron el milagro. El jefe de la operaci¨®n record¨® la carta recibida en las oficinas centrales de Madrid unos meses antes. La carta, procedente de la polic¨ªa francesa, hac¨ªa referencia a conversaciones escuchadas en la c¨¢rcel de Toulouse. En ella se daba cuen?ta de la reuni¨®n de un grupo de delincuentes, entre los que hab¨ªa un espa?ol, en la que se habl¨® de la posibilidad de dar un golpe en Es?pa?a. Mand¨® buscar el documento y en ¨¦l aparec¨ªa el nombre del primer sospechoso: ?ngel Garc¨ªa Men¨¦ndez. Natural de Le¨®n, pero nacionalizado franc¨¦s. ?ngel era un pied-noir, o sea, un franc¨¦s que hab¨ªa vivido largos a?os en una antigua colonia del norte de ?frica, probablemente Argelia. Su acento le hab¨ªa delatado desde el primer momento. Ahora estaba casado con una francesa, ten¨ªa un ni?o re?ci¨¦n nacido y la posibilidad entre sus manos de dar el golpe de su vida.
Pero su participaci¨®n en el secuestro le sali¨® cara a este hombre que se hac¨ªa llamar Oscar en sus llamadas. Para la polic¨ªa fue el hi?lo definitivo del que tirar para desenredar la madeja. El primer ha?llazgo fue el de su casa, un chal¨¦ alquilado a su nombre a 40 kil¨®?metros de Madrid en cuyo jard¨ªn quedaban rastros de haberse instalado un campo de tiro.
Las huellas dejadas por estos delincuentes evidenciaban un po?der¨ªo econ¨®mico incuestionable. El chal¨¦ de Madrid era una cara mansi¨®n situada en una urbanizaci¨®n del noroeste de la capital que, adem¨¢s, escond¨ªa un impecable Alfa Romeo. El dinero entre estos delincuentes galos corr¨ªa en gruesos fajos. Luego se supo que, como ya dije antes, algunos arribaron a la Costa del Sol a bordo de un ya?te y que su infraestructura en la zona consist¨ªa en varios aparta?mentos y otros tantos coches. S¨®lo para custodiar a la ni?a durante el encierro, un contratado a tal efecto cobraba nada menos que 100.000 francos franceses al d¨ªa, o sea, dos millones de pesetas apro?ximadamente cada 24 horas.
El rescate pedido ¡ª1.300 millones¡ª recompensar¨ªa tanto gasto y tanto desvelo. Sin embargo, los secuestradores ¡ªya no hab¨ªa duda de que se trataba de una banda francesa¡ª accedieron al regateo pro?puesto por los Nakachian. Estos, asesorados en todo momento por la? polic¨ªa, intentaban ganar tiempo. Alargaban en lo posible las con?versaciones con ?ngel/Oscar, aseguraban no tener dinero suficiente para pagar e intentaban negociar lo innegociable, porque la amena?za m¨¢s utilizada por los secuestradores era la de dejar de alimentar a la peque?a. Pero siempre queda el truco de la incredulidad. Jugar a que el extorsionado no se cree una palabra y pedir pruebas de que la persona secuestrada est¨¢ realmente en manos del extorsionador. Hab¨ªa que ponerles nerviosos y, mientras tanto, seguir investigando.
Fue entonces cuando el pelo de Melodie volvi¨® al primer plano de la actualidad. Un mech¨®n de su cabello fue la prueba enviada por los secuestradores, que a esas alturas ya hab¨ªan aceptado una consi?derable rebaja: 5 millones de d¨®lares (unos 600 millones de pesetas) a cambio de la liberaci¨®n de la ni?a. La familia recibi¨® tambi¨¦n una fotograf¨ªa que se distribuy¨® a la prensa. Melodie Nakachian apare?ci¨® en todos los peri¨®dicos con el pelo recogido en un par de largas coletas, la misma ropa que vest¨ªa el d¨ªa del secuestro y cara de sus?to tremendo. Entre las manos sosten¨ªa un Diario 16 con fecha del viernes 13 de noviembre.
Uno de los primeros mensajes de los secuestradores ¡ªquiz¨¢ el pri?mero de todos¡ª advert¨ªa a los Nakachian que no deb¨ªan avisar a la polic¨ªa. Sin embargo, desde el primer momento, el de Melodie fue uno de los secuestros m¨¢s aireados de la reciente historia de Espa?a. Al d¨ªa siguiente de haberse producido, los medios de comunicaci¨®n ya daban cuenta del suceso y de la movilizaci¨®n policial. Y en d¨ªas posteriores, no s¨®lo se celebraban ruedas de prensa y hab¨ªa compa?recencias televisivas. Incluso la negociaci¨®n econ¨®mica se hizo a bombo y platillo. La aceptaci¨®n por parte de la banda de una reba?ja del rescate a 5 millones de d¨®lares se hizo saber a trav¨¦s de una llamada telef¨®nica al peri¨®dico Abc. A este pa¨ªs, acostumbrado a la opacidad de los secuestros de ETA, se le permit¨ªa ahora compartir la angustia de unos padres torturados en toda su extensi¨®n y detalle.
"Buenas noches. Les llam¨¦ a ustedes ayer", dec¨ªa la voz con acen?to extranjero al otro lado del hilo telef¨®nico en la redacci¨®n de Abc. "Soy el del mech¨®n. Ya sabe a qu¨¦ me refiero. Rebajamos la canti?dad a cinco millones. Sabemos que s¨®lo la casa vale ocho millones de d¨®lares. Si no paga es porque no quiere. ?sta es la ¨²ltima comunicaci¨®n".
No fue la ¨²ltima, sin embargo, aunque al cabo del tiempo es di?f¨ªcil reconstruir fielmente lo sucedido y en orden cronol¨®gico. En realidad, muchos detalles carecen por completo de coincidencia. ?Por qu¨¦ los secuestradores llamaban a los peri¨®dicos si, paralela?mente, la comunicaci¨®n era constante con Villa Melodie, donde in?cluso el entonces inspector Javier Fern¨¢ndez, un especialista en ma?fias internacionales, atend¨ªa a veces las llamadas? ?Por qu¨¦, si era as¨ª, Raymond Nakachian insist¨ªa, tiempo despu¨¦s, en que hubo mensajes en clave a trav¨¦s de los medios, a los que agradec¨ªa su co?laboraci¨®n? ?De d¨®nde obtuvo la banda tanto dinero para desenvol?verse?
Algunas fuentes aseguran que el ¨²ltimo mensaje recibido en la casa de los Nakachian fue una cinta grabada con la voz de la ni?a. S¨®lo la oyeron el inspector Fern¨¢ndez, el comisario Rodr¨ªguez Nico?l¨¢s y el propio Raymond Nakachian. Utilizaron el estudio de graba?ci¨®n de Kimera en Villa Melodie, pero la cantante no fue invitada a la dram¨¢tica audici¨®n. La ni?a lloraba desconsolada. Sus palabras figuran en los sumarios judiciales. "Pap¨¢, yo quiero ver a mam¨¢ y a mi hermanito chico. Pap¨¢, ?por qu¨¦ no pagas? Estoy muy triste, quiero verte [ ... ]. Si t¨² no pagas yo despu¨¦s estar¨¦ muerta. Si t¨² no pagas yo estoy muy triste [ ... ] quiero verte la cara muy pronto. Es?toy muy triste. Te quiero ver, pap¨¢, pap¨¢. Estoy muy triste...".
Aquella audici¨®n desat¨® las iras de Raymond Nakachian, que la emprendi¨® a pu?etazos con la mesa ante la impotencia de los poli?c¨ªas para calmarle.
La caza
El consuelo de la familia segu¨ªa siendo por aquellos d¨ªas las muestras de solidaridad ciudadana. Una conocida de la familia, Na?dine Etienne, madre de una compa?era de colegio de Melodie, orga?niz¨® una colecta en el centro escolar para ayudar a los Nakachian. Visit¨® y consol¨® a la afligida madre de Melodie y encabez¨® una ma?nifestaci¨®n de protesta.
Pero el aut¨¦ntico aliento llegaba de las laboriosas y discretas pes?quisas policiales. Y eso que era completamente imposible mantener en secreto algunas cosas, como el despliegue policial. Los investiga?dores peinaron toda la Costa del Sol, registraron pisos y haciendas, interceptaron llamadas, detuvieron a tres brit¨¢nicos en una opera?ci¨®n fallida y pusieron en marcha a la Interpol. De todo ello daban cuenta los periodistas, que no pudieron contar en su momento, sin embargo, el hallazgo de la pieza principal del rompecabezas.
Un cura hab¨ªa entregado a la polic¨ªa una cartera que un hombre en ch¨¢ndal hab¨ªa perdido en la calle. Era una cartera con francos franceses y una nota manuscrita en franc¨¦s que recog¨ªa frases como "la paciencia tiene un l¨ªmite", "es muy f¨¢cil raptar a un ni?o" y "matar a Melodie". El jefe de la banda, como luego se supo, era el hombre que corr¨ªa en ch¨¢ndal por las calles de Benalm¨¢dena para mantenerse en forma mientras Melodie sufr¨ªa el cruel encierro. Un jefe sin duda algo descuidado.
La voz de Oscar, la reuni¨®n en la c¨¢rcel francesa de Toulouse, el chal¨¦ de Madrid y la nota escondida en la cartera estrechaban el c?r?culo en torno a la banda. Una persona que vivi¨® muy de cerca aquel secuestro asegura que fueron cruciales los pinchazos que ilegalmen?te establecieron polic¨ªas franceses y espa?oles en los tel¨¦fonos de al?gunos de los sospechosos. En una de las llamadas, un hombre co?mentaba su preocupaci¨®n por la p¨¦rdida de su cartera con 6.500 francos franceses. La polic¨ªa centr¨® su trabajo en aquella cartera entregada en una comisar¨ªa y que hab¨ªa estado olvidada varios d¨ªas en la mesa de alg¨²n funcionario. Las frases de la nota manuscrita coin?cid¨ªan con las que dos d¨ªas antes hab¨ªa pronunciado Oscar durante una m¨¢s de sus amenazas telef¨®nicas.
El c¨ªrculo se estrech¨® de tal manera que un d¨ªa la polic¨ªa localiz¨® al mism¨ªsimo Oscar. Se alojaba este aficionado a los secuestros en un hotel de la zona. Desde entonces, los agentes no le dejaron ni un mi?nuto. Seguirle era vital y as¨ª fue como ¨¦l y sus colegas, ajenos a la vi?gilancia establecida, les llevaron de la mano a un piso, a otro y a un tercero. L¨¢stima que el dispositivo policial no los hubiera detectado antes; cuando los secuestradores decidieron, por ejemplo, trasladar a Melodie de un piso a otro en una gran bolsa de deportes.
La opini¨®n p¨²blica, que se enteraba de casi todo, no recibi¨® en?tonces datos de los avances policiales. En el exterior todo segu¨ªa siendo un espect¨¢culo parcial. Raymond Nakachian ofrec¨ªa su vida a cambio de la de su hija y alertaba sobre sus oscuros presentimien?tos de que los extorsionadores quiz¨¢ s¨®lo buscaban una refinada venganza de tipo mafioso. El 19 de noviembre ¡ªd¨¦cima jornada de angustia¡ª, la cantante Kimera hac¨ªa ante la prensa una compare?cencia desgarradora. Pocas horas antes, los secuestradores hab¨ªan lanzado a trav¨¦s de Abc su ultim¨¢tum: la ¨²ltima cifra pactada ¡ª4 mi?llones de d¨®lares¡ª deber¨ªa entregarse al d¨ªa siguiente a las ocho de la tarde. Escondida tras unas grandes gafas de sol, Kimera lloraba an?te los reporteros. "Por favor, olviden a los millonarios. Nosotros no somos millonarios. Somos millonarios de coraz¨®n y de amor. Melo?die es mi vida, nuestra vida. He hecho todo por Melodie...".
Poco sospechaba la cantante que s¨®lo unas pocas horas despu¨¦s, a las 5.15 de la madrugada de aquel mismo d¨ªa, su hija iba a ser li?berada por 30 geos que reventar¨ªan a sangre y fuego de forma si?mult¨¢nea varios de los pisos de los secuestradores. En uno de ellos estaba, por fin, Melodie. Volaron de un tiro la cerradura, entraron al asalto, llegaron al dormitorio y all¨ª encontraron a dos hombres y a la ni?a. Uno de ellos, tumbado junto a Melodie, ech¨® mano a una es?copeta (dorm¨ªa con la ni?a cada d¨ªa y con tres armas en la cama). El gesto le vali¨® un disparo de uno de los agentes en el centro del pe?cho. Nadie se explica a¨²n c¨®mo el tiro no lo mat¨®.
Melodie fue conducida inmediatamente a la comisar¨ªa de Estepo?na y all¨ª se produjo el emotivo y algo disparatado reencuentro con sus padres. Cuentan las cr¨®nicas que Kimera, tras abrazar a su hija, sac¨® un peine y comenz¨® a peinar los desordenados cabellos de su ni?a. Sin duda, el largo pelo de Melodie era una peque?a obsesi¨®n de la cantante. No dicen los cronistas si los secuestradores hicieron caso o no de sus consejos lav¨¢ndolo y pein¨¢ndolo cada d¨ªa. S¨ª se sa?be, en cambio, que lejos de escatimarle la comida como siempre amenazaban, la ni?a se hinch¨® de comer tartas y ver dibujos ani?mados durante los casi once d¨ªas de cautiverio.
La alegr¨ªa se apoder¨® de todos. Los Nakachian, felices y agrade?cidos con la humanidad, no dudaron en posar para los fot¨®grafos tantas veces como fue necesario y en proclamar su alegr¨ªa. La rue?da de prensa fue una fiesta con v¨ªtores a la familia y piropos para Melodie. Su liberaci¨®n removi¨® al un¨ªsono el coraz¨®n de la sociedad como s¨®lo los acontecimientos deportivos son capaces de remover: la victoria de Arantxa S¨¢nchez Vicario en Rolland Garros o la medalla de oro de Ferm¨ªn Cacho en los Juegos Ol¨ªmpicos del 92, pongo por caso. Incluso uno de los duros geos no pudo reprimir las l¨¢grimas cuando liber¨® a la ni?a.
El forajido
Para la polic¨ªa, sin embargo, la alegr¨ªa era incompleta. En la ope?raci¨®n hab¨ªan detenido a una parte importante de la banda. El hom?bre del tiro en el pecho era Constant Georgoux, el del sueldo millo?nario. El segundo hombre que vigilaba a la ni?a en el apartamento, Freddie Auray, tambi¨¦n estaba ya a buen recaudo. Al igual que Os?car y un cuarto miembro del grupo, un tal Jean Marie Caillol, am?bos arrestados en el transcurso de los asaltos que alguien bautiz¨® ba?jo el nombre de Operaci¨®n baby. Pero la polic¨ªa sab¨ªa que el jefe hab¨ªa logrado escapar.
Jean Louis Camerini, el m¨¢s peligroso, el m¨¢s presumido, el m¨¢s atrevido, seductor y calculador de la banda francesa se hab¨ªa zafa?do de las garras policiales. Jean Louis Camerini y su amigo Alain Coelier eran perseguidos por la polic¨ªa aquella misma noche de la li?beraci¨®n de Melodie. Ambos viajaban en un sencillo Renault 5 de co?lor blanco que los agentes interceptaron finalmente en una gasoline?ra de San Pedro de Alc¨¢ntara. Les dieron el alto y dispararon, pero Jean Louis y su amigo no se arredraron. Salieron del coche y huye?ron a pie. Ah¨ª se les perdi¨® la pista.
En el Renault 5 dejaron cuatro pasamonta?as, un paquete con diez comprimidos de So?ador (la polic¨ªa siempre sospech¨® que a la ni?a se le hab¨ªan suministrado tranquilizantes durante el secuestro), tres fundas de escopeta y la m¨¢quina de escribir con la que se trans?cribieron algunos de los mensajes enviados a la familia. Fue en rea?lidad esta accidentada huida la que movi¨® a la polic¨ªa a poner en marcha la Operaci¨®n baby: Los secuestradores ya estaban alertados; la ni?a corr¨ªa ya un inminente peligro.
Pero con la feliz liberaci¨®n el espect¨¢culo no hab¨ªa concluido.
Jean Louis Camerini y la reconstrucci¨®n de sus movimientos se en?cargaron de impedir que bajara el tel¨®n. Una vez a salvo, Jean Louis se permiti¨® la osad¨ªa de llamar por tel¨¦fono desde Madrid al comi?sario de Estepona para advertirle que la pr¨®xima vez no fallar¨ªa. Es?te estramb¨®tico detalle explica en parte ese desparpajo demostrado siempre por la banda para contactar con los medios de comunica?ci¨®n dando sus instrucciones. Camerini no s¨®lo deseaba ser rico; por lo visto, tambi¨¦n quer¨ªa ser famoso.
Jean Louis Camerini es, sin duda, un hombre singular. En 1987 ten¨ªa 37 a?os, era corpulento, alto, apuesto y deportista de vida sa?na; un hombre del hampa francesa que ni fumaba ni beb¨ªa ni con?sum¨ªa drogas. Le gustaba cambiar de aspecto continuamente: dejar?se la barba, rasur¨¢rsela, vestirse con ropa deportiva o atildarse con corbata como un ejecutivo; aunque hay que admitir que quiz¨¢ s¨®lo formaba parte de sus obligaciones laborales, como la de poseer di?versas identidades para moverse por el mundo.
Jean Louis era uno de esos hombres que meses antes del secues?tro de Melodie estaba en la prisi¨®n de Toulouse. En realidad se ha?b¨ªa escapado de ella y hab¨ªa enviado un mensaje al director del cen?tro penitenciario dando recuerdos a todos sus colegas. Al mensaje adjuntaba una foto de s¨ª mismo junto a una r¨¦plica de la estatua de la libertad. Entre la leyenda y la realidad, lo que estaba probado es que Camerini y sus amigos planearon en la c¨¢rcel el secuestro de al?g¨²n ni?o rico en la Costa del Sol. Para ello, ocho meses antes, en di?ciembre de 1986, Jean Louis aterriza en Marbella y empieza a estu?diar posibilidades. Se hace amigo de unos residentes de la ciudad, tambi¨¦n franceses, Jean Pierre Santoul y su esposa, Nadine Etienne y, finalmente, termina viviendo en la lujosa villa de ambos. El ma?trimonio ten¨ªa una ni?a de cinco a?os, Melanie, que acud¨ªa al mis?mo colegio que Melodie.
As¨ª fue como Jean Louis entr¨® en contacto con los Nakachian. Le gustaba acompa?ar a Nadine hasta el colegio para llevar a la ni?a e, incluso, se prest¨® en diversas ocasiones a participar en las fiestas es?colares disfraz¨¢ndose de payaso para entretener a los chavales. Una foto ha dejado constancia de ello. Seg¨²n Nadine, Jean Louis era un encanto, "todo un caballero", un hombre seductor que logr¨® la total confianza de la familia.
Meses m¨¢s tarde, Jean Louis ya hab¨ªa hecho todo el "trabajo de campo". Bajo identidades falsas como las de Bernard Blondeau y Bernard Charrier, alquil¨® coches y apartamentos en la zona cimen?tando la infraestructura de la banda. Sus compa?eros llegaron a Es?tepona el 28 de septiembre de 1987, mes y medio antes del secues?tro, a bordo de un yate de diez metros de eslora procedente de Gibraltar. El titular de la embarcaci¨®n era Alain Coelier. Junto al ca?pit¨¢n del barco viajaban el propio Coelier, su novia Silvie Colin y Jean Marie Caillol. Aportaban a la operaci¨®n un par de escopetas de caza y m¨¢s identidades falsas para ampliar la infraestructura. Alain alquil¨® bajo nombre falso un par de pisos m¨¢s. Decidido el objetivo y tendida la red (Oscar y Georgoux debieron de ser contratados por entonces y llegar a la zona de una manera menos espectacular), s¨®?lo faltaba realizar la operaci¨®n. No les result¨® dif¨ªcil. Entonces, los Nakachian no contaban con guardaespaldas.
Jean Louis Camerini sigui¨® viviendo aparentemente tranquilo durante el secuestro en la casa de los Santoul y se permiti¨® el lujo de no suspender sus costumbres, como la de hacer footing. Probable?mente fue su confianza en s¨ª mismo lo que motiv¨® la imperdonable p¨¦rdida de la cartera. Es verdad que en ella no llevaba documento alguno, pero aquella nota escrita en franc¨¦s fue fundamental. Y muy en la l¨ªnea de su singular talante tuvo el valor de denunciar la p¨¦r?dida en una comisar¨ªa.
As¨ª era Camerini, capaz de llamar al comisario de Estepona para darse a conocer y amenazar sobre su golpe siguiente. Pero lo cierto es que ¨¦ste le hab¨ªa fallado estrepitosamente. Detr¨¢s dej¨® toda una amplia infraestructura hecha a?icos y a todos sus secuaces en la c¨¢r?cel. Porque en Espa?a fueron detenidos los ya citados: el espa?ol Os?car; Caillol, Fredie Aubray y Georgoux, este ¨²ltimo en estado grave tras el disparo recibido. Pero es que, adem¨¢s, la polic¨ªa francesa arrest¨® en Par¨ªs casi al mismo tiempo a otros cinco delincuentes re?lacionados con los hechos. Cuatro de ellos eran unos perfectos des?conocidos ¡ªAntoine Espin, Jean Marc Brousse, Alfonso Jos¨¦ y Jocelyne¡ª, pero el quinto era Jean Pierre Santoul, el adinerado marido de Nadine.
La reacci¨®n de Nadine Etienne fue dram¨¢tica. Al igual que hicie?ran los Nakachian, Nadine abri¨® las puertas de su casa a la prensa y comenz¨® a proclamar la inocencia de su marido, al que ya se apun?taba como el aut¨¦ntico cerebro de la operaci¨®n. Un hombre rico por su casa que, a su vez, obedecer¨ªa ¨®rdenes de alguien m¨¢s importan?te. El fantasma de la mano negra de la mafia volv¨ªa a recorrer la Costa del Sol. Se recordaron los negocios de Nakachian en el co?mercio del cemento y se apunt¨® a las pretensiones expansionistas del multimillonario liban¨¦s como el origen de la advertencia en forma de secuestro por parte de poderosos industriales.
El propio Nakachian empez¨® entonces a barajar muy seriamen?te esta posibilidad en las entrevistas que conced¨ªa a la prensa. En la televisi¨®n francesa se le dedic¨® a la familia dos amplios reportajes, para lo cual los cuatro ¡ªRaymond, Kimera, Melodie y Amir¡ª se tras?ladaron a Par¨ªs con sus mejores galas. En las revistas, Raymond desgranaba sus sospechas. Se apuntaba a los grandes del cemento franc¨¦s, como Lafarge, o al socio espa?ol de Nakachian, Roberto Mercader. ?l y Nakachian importaban a Espa?a cemento m¨¢s ba?rato de procedencia griega y se barajaba la posibilidad de que tal circunstancia estuviera relacionada con los dos atentados fallidos que hab¨ªa sufrido el espa?ol.
Corr¨ªa diciembre de 1987 cuando Camerini logr¨® en parte uno de sus sue?os: la fama. La prensa reproduc¨ªa sus retratos. "El hombre de las mil caras", el "Camale¨®n", le llamaban. El temperamento de Nakachian llev¨® a su enemigo a los titulares: "Camerini y yo no ca?bemos en este mundo", clam¨® Nakachian. Y Nadine Etienne, empe??ada en la defensa de su marido, aliment¨® la imagen rom¨¢ntica del forajido: "Era un personaje encantador que te ganaba con su sim?pat¨ªa". Camerini la enga?¨® y la utiliz¨®, s¨ª, pero jugaba con los ni?os y con los animales, llevaba de paseo a Melanie, les ense?aba a los Santoul los mejores chiringuitos de Marbella, era un lig¨®n y le lleva?ba flores de vez en cuando a su anfitriona. Cont¨® incluso que Ca?merini hab¨ªa rescatado a?os atr¨¢s al hijo de Sean Connery, perdido en la sierra.
Nadine Etienne, que hab¨ªa regentado un club en Par¨ªs y algunas fuentes aseguraron que hab¨ªa sido bailarina de strip-tease, ten¨ªa entonces 44 a?os y un cierto parecido a la actriz que encarnaba a la madre de embrujada: cara afilada y pelo rojizo. El comisario Pedro Rodr¨ªguez Nicol¨¢s, que la conoci¨® en la casa de los Nakachian nada m¨¢s llegar a Estepona, desconfi¨® de ella desde el primer momento. Sin embargo, Nadine, con las cuentas embargadas tras la detenci¨®n de su marido y su pol¨ªtica de puertas abiertas incluso con su corres?pondencia privada, no parec¨ªa ocultar nada. La polic¨ªa la detuvo co?mo posible c¨®mplice, pero el juez la puso en libertad provisional.
La verdad es que esta historia qued¨® aqu¨ª interrumpida para el gran p¨²blico. La prensa, algo embarullada ya entre tantas detencio?nes, declaraciones y relaciones delictivas, empez¨® a ocuparse muy escasamente de los acontecimientos relacionados con el caso Melo?die. Quiz¨¢ la muerte de cinco ni?as ¡ªjunto a seis adultos¡ª en un atentado de ETA en la casa cuartel de la Guardia Civil de Zaragoza el 11 de diciembre de ese a?o era una paradoja del destino dema?siado dram¨¢tica para seguir ocup¨¢ndose de la felicidad de los Na?kachian y su hija Melodie.
El enga?o
Pero el caso no estaba, ni mucho menos, cerrado. Acab¨® el in?vierno, pas¨® la primavera y tuvo que llegar el verano de 1988 para que la familia Nakachian volviera a ocupar el primer plano de la ac?tualidad. El histri¨®nico Camerini cay¨® en las redes policiales, en Barcelona, cuando ¨¦l y su amigo Coelier preparaban otro golpe.
Ahora s¨ª que pod¨ªa la polic¨ªa brindar con champ¨¢n. Los Nakachian tambi¨¦n mostraron p¨²blicamente su enorme satisfacci¨®n.
En su m¨¢s puro estilo, Jean Louis Camerini confes¨® haber parti?cipado en el secuestro de Melodie Nakachian y, a rengl¨®n seguido, advirti¨® que no hab¨ªa c¨¢rcel en Espa?a lo suficientemente segura para que ¨¦l no se pudiera escapar. Su leyenda se aliment¨® con la pu?blicaci¨®n de su pr¨®ximo plan: el secuestro de Tamara, la hija de Isa?bel Preysler y Miguel Boyer. Este inquietante proyecto no fue nunca confirmado.
Los cabos terminaron de atarse en aquel mes de agosto de 1988, cuando Nadine Etienne fue detenida otra vez. El juez reconsider¨® su caso y pens¨® que quiz¨¢ esta mujer tuvo una participaci¨®n m¨¢s acti?va en el caso Melodie. Pero la justicia fue ben¨¦vola con ella. La Au?diencia de M¨¢laga le impuso una vez celebrado el juicio, en sep?tiembre de 1991, una pena de cuatro a?os de prisi¨®n menor que no tuvo que cumplir al considerar el tribunal la ausencia de antece?dentes y la necesidad de cuidar a su hija Melanie.
A los dem¨¢s componentes de la banda les cayeron entre 10 y 16 a?os de prisi¨®n a cada uno. Excepto a Jean Louis Camerini. El jefe de la banda fue reconocido como tal y, por tanto, fue condenado a 21 a?os de c¨¢rcel, pena que ven¨ªa a sumarse a otra anterior, dictada en Barcelona, de 12 a?os por dep¨®sito de armas. As¨ª que el osado Camerini, el experto en fugas que no fallar¨ªa en la siguiente ocasi¨®n segu¨ªa retenido en una c¨¢rcel espa?ola nueve a?os despu¨¦s.
S¨®lo con la perspectiva que da el tiempo se puede deducir que hubo alguien m¨¢s listo y malo en toda la extensi¨®n de la palabra que el propio Camerini. Y ese malo de pel¨ªcula que siempre queda im?pune fue en este caso la p¨¦rfida Nadine Etienne. Ella fue la ¨²nica que logr¨® claramente enga?ar a todos y librarse del peso de la ley.
El Tribunal Supremo sentenci¨® en septiembre de 1993 que Nadi?ne Etienne no s¨®lo actu¨® como c¨®mplice, sino que fue en realidad una parte fundamental del secuestro de Melodie. Nadine, su marido Jean Pierre y el simp¨¢tico Camerini planearon todos los detalles des?de el principio, durante el tiempo que vivieron juntos en la mansi¨®n de los Santoul. Nadine y su marido alojaron en diversas ocasiones en las fechas previas al secuestro a los que despu¨¦s fueron detenidos en Par¨ªs por la polic¨ªa francesa. Fue Nadine la que se arrimaba a los hi?jos de los m¨¢s adinerados del colegio de su hija y la que hizo posible la siniestra elecci¨®n de la v¨ªctima, llevando a Camerini constante?mente al colegio y a las fiestas del centro escolar para entrar en con?tacto directo con Melodie. Con una de esas fiestas logr¨® la perversa Nadine entrar en la casa de los Nakachian y comprobar por s¨ª mis?ma la situaci¨®n econ¨®mica de la familia y hasta qu¨¦ punto Raymond adoraba a Melodie.
Nadine y Jean Pierre hicieron, de acuerdo con Camerini, un agu?jero en el s¨®tano de su casa para esconder el dinero del rescate. La organizaci¨®n de la colecta para ayudar a los Nakachian fue un ardid para entrar en la casa de estos y comprobar personalmente la dis?posici¨®n del financiero liban¨¦s y su esposa a pagar el rescate. El Tri?bunal Supremo estim¨® el recurso del fiscal y consider¨® que, en rea?lidad Nadine Etienne hab¨ªa sido cooperadora necesaria en el crimen y, por tanto, autora del mismo, por lo que fall¨® una pena de doce a?os y un d¨ªa de reclusi¨®n menor. Pero para entonces Nadine ya es?taba muy lejos de su mansi¨®n de Marbella.
Raymond Nakachian est¨¢ convencido de que la participaci¨®n de Nadine Etienne en aquel terrible suceso fue a¨²n m¨¢s decisiva. Seg¨²n su hip¨®tesis, el dinero que hizo posible organizar a aquella banda lo puso el amante de Nadine, otro adinerado hombre de negocios que resid¨ªa en la zona y cuyo nombre no se ha dado a conocer. Nadine habr¨ªa sido en ese caso el aut¨¦ntico cerebro de la operaci¨®n y su amante, que muri¨® de un infarto pocos a?os despu¨¦s del suceso, el que aportaba la cobertura econ¨®mica. Esta tesis es plausible a la hora de explicar el despliegue de medios del que hizo gala aquella de?sorganizada banda proveniente del hampa marsellesa. Camerini siempre habl¨® de un jefe superior, un tal Shamir, del que nunca aport¨® m¨¢s datos.
En 1993, los peri¨®dicos ni siquiera se interesaron ya por la nueva sentencia del Supremo. La culpa de que todo el mundo hubiera ol?vidado el caso Melodie fue de la polic¨ªa; o sea, del ¨¦xito de su traba?jo. De la Costa del Sol ya no llegaban ahora noticias inquietantes, salvo la de alg¨²n empresario futbol¨ªstico metido a alcalde que, para colmo, era aplaudido por sus conciudadanos. Melodie y su familia estaban bien y la mayor parte de los responsables del secuestro, en la c¨¢rcel. Tampoco merec¨ªan mayor fama.
El desenlace
Quiz¨¢ el inter¨¦s period¨ªstico habr¨ªa seguido vivo de no ocurrir las cosas como de hecho ocurrieron. ?Qu¨¦ habr¨ªa pasado si los secues?tradores hubiesen conseguido su bot¨ªn? ?Se habr¨ªan cumplido los l¨²gubres augurios de Barrionuevo, la polic¨ªa y la prensa? ?Se habr¨ªa convertido la Costa del Sol en carnaza para series como Corrupci¨®n en Miami?
La polic¨ªa espa?ola se tom¨® muy en serio este caso por dos razo?nes: la amenaza de desestabilizaci¨®n que supon¨ªa para la Costa del Sol y la conocida peligrosidad de cierta delincuencia francesa. Qui?z¨¢ fuese s¨®lo un farol m¨¢s de Camerini, pero lo cierto es que el fran?c¨¦s, ya en la c¨¢rcel, le dijo al comisario Ricardo Ruiz Coll que la ban?da, con rescate o sin ¨¦l, plane¨® matar a la ni?a en cualquier caso. Se dio la siniestra casualidad de que el agujero cavado en la mansi¨®n de los Santoul ten¨ªa las mismas dimensiones que el cuerpo de la pe?que?a.
Para recoger el dinero, los secuestradores hab¨ªan ideado un rocambolesco sistema no exento de astucia. Los encargados de recoger el rescate huir¨ªan en coche hacia un mont¨ªculo y all¨ª descolgar¨ªan la bolsa con el dinero por un cable cuyo extremo opuesto alguien sos?tendr¨ªa en otro alto cercano. La operaci¨®n estaba dise?ada de tal manera que no es dif¨ªcil de imaginar a la adinerada banda viviendo tranquilamente en la zona y dise?ando quiz¨¢ nuevos secuestros. Probablemente su ejemplo hubiera sido suficiente para atraer a to?dos los matones ambiciosos de esta parte del planeta.
"En la Costa del Sol", dec¨ªa un editorial de El Pa¨ªs el d¨ªa que se publicaron los detalles de la liberaci¨®n de Melodie, "hay tantas pla?zas hoteleras como en toda Grecia; tienen su asiento 11 de los 13 ho?teles espa?oles de superlujo, y en las cajas fuertes de sus bancos se guardan joyas y dep¨®sitos por valor de unos 150.000 millones de pe?setas. El desarrollo de la zona depende en exclusiva del turismo [ ... ]. ?Uno de los factores que m¨¢s pueden influir en que las cosas cam?bien es la inseguridad [ ... ]. La provincia de M¨¢laga figura entre los primeros lugares en la clasificaci¨®n de delitos por habitante [ ... ] a¨²n se est¨¢ a tiempo de evitar que el factor inseguridad se convierta en decisivo a la hora de determinar el flujo tur¨ªstico. El secuestro de Melodie debe actuar como se?al de alarma".
"Yo creo que el ¨¦xito del secuestro de Melodie habr¨ªa sido una au?t¨¦ntica cat¨¢strofe para la Costa del Sol". Lo asegura el abogado de los Nakachian Jaime Torrabadella, que sigue teniendo su despacho en San Pedro de Alc¨¢ntara. "Los extranjeros afincados aqu¨ª habr¨ªan huido en busca de un lugar m¨¢s seguro". Tambi¨¦n lo cree Raymond Nakachian, el hombre que tuvo la mala fortuna de elegir para sus hijos el mismo colegio que Nadine Etienne. Para ella y para todos los que son capaces de secuestrar y extorsionar, ya sea por motivos po?l¨ªticos o econ¨®micos, guarda Nakachian un "odio permanente", aun?que ¨¦l tuvo, dice, la suerte de que le tocara s¨®lo el m¨®vil econ¨®mico.
Los geos salvaron algo m¨¢s que a una ni?a que ahora es una apli?cada adolescente interesada en la biolog¨ªa marina. Por cierto, el cura de Benalm¨¢dena, el que entreg¨® a la polic¨ªa la cartera de Came?rini, cobr¨® la recompensa prometida por los empresarios de la zona y los Nakachian, aunque, una vez pasada la generosa euforia del momento, los quince millones quedaron reducidos a dos: uno para el cura y otro para la feligresa que recogi¨® la cartera del suelo y la entreg¨® a su p¨¢rroco. Pellizco suficiente, de todos modos, para el proyecto del sacerdote de adecentar su campanario.
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