Catalu?a en dos mitades
El tradicional derroche de emociones propio de la ¨¦poca fue diluyendo los aspectos t¨¦cnicos de la declaraci¨®n de independencia: era preferible no saber
Para saber que Catalu?a se estaba independizando hubo que subir el volumen. Ocurri¨® en un bar pegado a la plaza de Sant Jaume, donde la televisi¨®n emit¨ªa el pleno del Parlament con el mute puesto. ¡°?Qu¨¦ est¨¢n votando ahora? ?Trae el mando!¡±. Lo que se estaba votando era que Catalu?a fuese una nueva rep¨²blica, pero la gente no dej¨® de comer: con cada ¡°s¨ª¡± expresado en voz alta de los votos a favor se mov¨ªan un cuchillo y un tenedor. Nada m¨¢s terminar la votaci¨®n, sin embargo, se produjo un silencio grave, como cuando se aprieta un bot¨®n rojo para ver qu¨¦ pasa. En ese momento, como ca¨ªdos del cielo, se presentaron dos reci¨¦n casados en la calle, un hombre y una mujer. Parec¨ªa como si en un arranque de euforia la gente empezase a casarse descontroladamente. El fot¨®grafo los coloc¨® al lado de un grupo de Mossos, porque ahora los Mossos son los ¨¢ngeles custodios del amor: con la nueva Rep¨²blica en lugar de pistolas llevar¨¢n sonetos. Fue el primer gesto de la sociedad tras desembarazarse de la opresi¨®n y el castigo espa?ol: morrear en paz.
?Qu¨¦ ocurri¨® cuando el Parlament semivac¨ªo declar¨® la independencia? Nada. Fue como si de la impresi¨®n buena parte de la calle se quedase muda. En Sant Jaume s¨®lo hab¨ªa c¨¢maras apuntando a ninguna parte. En las calles aleda?as se produc¨ªa el mismo movimiento de siempre. Eso suced¨ªa en los primeros minutos: un silencio y una expectaci¨®n parecidas a cuando se recoge el mar y deja al aire los objetos del fondo, los esqueletos de los animales y los barcos naufragados. S¨®lo al llegar a Via Laietana empezaba a saberse que algo hab¨ªa ocurrido gracias a los cl¨¢xones de coches y las motos, que en un primer momento patrimonializaron la felicidad del soberanismo. Esa calle ser¨ªa ocupada horas despu¨¦s por tractoristas reclamando su protagonismo en el proc¨¦s; entre otras misiones, suyo fue el trabajo de colapsar las carreteras comarcales por las que se acced¨ªa a pueblos del interior que votaron, sin Mossos ni polic¨ªa, el 1 de octubre.
A medida que se empez¨® a calentar la calle, y se abarrotaron Sant Jaume y sus alrededores, y comenz¨® el tradicional derroche de emociones propio de la ¨¦poca, se fueron diluyendo los aspectos m¨¢s t¨¦cnicos de la declaraci¨®n de independencia, realizada en un Parlament semivac¨ªo, a instancias de un refer¨¦ndum ilegal sin garant¨ªas seg¨²n los observadores de la propia Generalitat, y en una urna mediante voto secreto. Todo ello obviando, una vez m¨¢s, los requerimientos de los servicios jur¨ªdicos del propio Parlament. Esos diputados que votaron s¨ª de tapadillo, como quien hace una trastada, no estuvieron el 1 de octubre en las concentraciones delante de los colegios, han evitado por todos los medios borrar las huellas administrativas que pudiesen acarrear consecuencias penales y finalmente, cuando ha llegado la votaci¨®n de sus vidas, despu¨¦s de arrogarse a lo loco el momento trascendental de fundar una naci¨®n a costa de la mitad de sus ciudadanos, lo hacen en secreto, sin ning¨²n atisbo de dignidad, en el momento de mayor verg¨¹enza ajena del proceso soberanista, y esto ¨²ltimo tiene un m¨¦rito indiscutible; les falt¨®, realmente, depositar el voto con pinzas para asegurarse de que no identificasen su huella en la papeleta. Y entonces, ?qu¨¦ pa¨ªs puede fundarse as¨ª? ?C¨®mo puede crearse algo nuevo por parte de una gente que no puede decir p¨²blicamente lo que vot¨® porque tiene miedo de las consecuencias de sus actos? Ni rastro de responsabilidad.
La ilusi¨®n de la independencia arras¨® con todos estos detalles. Un paseo por los barrios de Barcelona a media ma?ana, mientras se celebraba el debate en el Parlament, era la mejor demostraci¨®n de que la confecci¨®n del nuevo pa¨ªs era lo de menos llegado a este punto: era mejor no saber lo que se hac¨ªa y de qu¨¦ manera se hac¨ªa; televisores apagados o sin volumen, ning¨²n inter¨¦s en la calle, ninguna retransmisi¨®n a la que estar atento en alguna parte. Y esto se reproduc¨ªa en los alrededores de n¨²cleos como el Palau, de ah¨ª que el ¨¦xtasis y la euforia se gestasen despacio y s¨®lo terminasen expres¨¢ndose a media tarde de forma masiva, como quien vive un sue?o del que no interesa saber cu¨¢nto cost¨®. A estas horas, nueve de la noche, media Catalu?a cree estar viviendo en un pa¨ªs y media en otro. En la mayor parte de la ciudad no se distingue hoy de ayer, un d¨ªa de otro. Tambi¨¦n en el independentismo hay gente que no es ajena al principio de realidad, y en lugar de alegr¨ªa expresaba resignaci¨®n: en los pr¨®ximos d¨ªas la comunidad que esperaba ser una naci¨®n se quedar¨¢ sin autonom¨ªa.
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