¡°S¨¦ que mi expareja me sigue buscando para matarme¡±

Miriam Moraleda tiene 46 a?os, y desde hace diez, cuando su expareja la apu?al¨® en el vientre, ha sufrido ataques de epilepsia cerebral, ha pasado m¨¢s de 30 meses recuper¨¢ndose de los 50 cent¨ªmetros que su intestino perdi¨® por la cuchillada, se ha mudado m¨¢s de 10 veces de domicilio y en otras tantas ocasiones ha cambiado de m¨®vil. "En cuanto creo que me puede encontrar, dejo mi vida. Me consta, porque me lo han dicho conocidos, que me sigue buscando para matarme", cuenta Moraleda, que tiene dos ni?os y que vive una pesadilla mayor desde que su agresor sali¨® de la prisi¨®n de Navalcarnero en julio de 2015.

Ella es una de las 528.272 mujeres protegidas por la polic¨ªa desde 2007 por riesgo de agresi¨®n machista. Como Moraleda, otras 55.318 v¨ªctimas de violencia de g¨¦nero conviven hoy bajo seguimiento de los cuerpos de seguridad del Estado ¡ªesta estad¨ªstica no incluye los casos que son competencia de la Ertzaintza y los Mossos d¡¯Esquadra¡ª por riesgo de ser agredidas por sus exparejas, seg¨²n los datos del pasado octubre del Sistema de Seguimiento Integral en los casos de Violencia de G¨¦nero (Sistema Viog¨¦n). De esa cifra, el Ministerio del Interior?desgrana que 185 mujeres est¨¢n en peligro "alto" o "extremo", lo que les obliga a vivir d¨ªa y noche con un GPS a su lado. Moraleda tiene dos, uno de la Cruz Roja y otro de la polic¨ªa local, porque su riesgo es alto. ¡°Vivir as¨ª no es f¨¢cil¡±, se queja Moraleda, que ha tenido que trabajar de varias cosas diferentes cada vez que se ha mudado por miedo a que su expareja la encontrase.

Su agresor, con el que hab¨ªa convivido nueve a?os, fue condenado en 2009 por la Audiencia de Toledo por asesinato en grado de tentativa a ocho a?os de c¨¢rcel y a pagar 8.400 euros por la lesi¨®n que le caus¨®. Moraleda todav¨ªa no ha visto ni rastro de ese dinero, pero del Estado obtuvo una ayuda de 420 euros al mes durante los tres a?os en los que se recuper¨® del intestino. El resto lo hizo sola: criar a sus hijos ¡ªentonces ten¨ªan diez y cuatro a?os¡ª, recorrer media Espa?a en busca de un nuevo comienzo, alquilar vivienda tras vivienda e intentar superar "la pesadilla de su vida¡±.

Macarena Garc¨ªa se ha sincerado muchas veces con Miriam Moraleda. Son amigas desde que la fatalidad las hizo coincidir en la Fundaci¨®n Ana Bella, que ayuda a mujeres maltratadas. Garc¨ªa echa una mano a otras v¨ªctimas. Les cuenta los 23 a?os de maltrato que sufri¨®, desde que se cas¨® con 22 hasta que a los 45 decidi¨® denunciar. Les habla del miedo y del arrojo y la determinaci¨®n que sinti¨® para llamar a la polic¨ªa el d¨ªa que su exmarido, adem¨¢s de golpearla, le puso la mano encima a su hijo. ¡°Di el paso porque vi en peligro tambi¨¦n a mis hijos y eso no lo pod¨ªa consentir¡±, resume esta mujer de 48 a?os.

En los bolsos de Garc¨ªa, que como otras 4.565 mujeres en Espa?a sufre riesgo medio, hay siempre un tel¨¦fono de socorro con GPS. Cuando lo necesita llama a la Guardia Civil, en ocasiones a los mismos agentes que una vez al mes charlan con ella para saber si todo va bien. Desde que en marzo de 2016 un juzgado conden¨® a su exmarido por violencia machista,?alguna vez han vuelto los problemas:?¡°La mayor¨ªa de las amenazas me han llegado por hablar con la prensa, por contar mi historia. Como no se puede poner en contacto conmigo, le env¨ªa correos a mi hijo. Toma represalias contra las personas que quiero, es su forma de hacerme da?o, pero le he vuelto a denunciar¡±.

Garc¨ªa, a diferencia de Maroleda, sigue viviendo en la misma casa y en su ciudad, Sevilla. Dice que es cauta y que procura estar atenta, porque su expareja ya le ha quitado bastantes cosas: ¡°He perdido mucha vida en esos 23 a?os, y no quiero seguir perdiendo¡±.?

Ana, que tiene 25 a?os, tambi¨¦n denunci¨® a su expareja por violencia machista ¡ªmalos tratos psicol¨®gicos y f¨ªsicos diarios, acoso y persecuci¨®n¡ª tras 24 meses de relaci¨®n. Ella, como Garc¨ªa, es riesgo "medio". La Guardia Civil va a visitarla cada mes a su domicilio y la telefonea una semana s¨ª y otra tambi¨¦n para saber qu¨¦ tal est¨¢. "Le acabo de decir a los polic¨ªas que ¨²ltimamente pasea [su agresor] cerca de mi casa, que me ve y no se marcha, y van a ir a visitarlo para darle un aviso", cuenta Ana minutos despu¨¦s de que los agentes abandonen su casa de un peque?o pueblo del interior de Galicia. Hace m¨¢s de un a?o se mud¨® a una ciudad para estudiar un m¨¢ster, pero esta semana est¨¢ de vacaciones en el pueblo. "Decid¨ª dejarlo porque hab¨ªa tocado fondo: ya no era capaz de pensar por m¨ª, no ten¨ªa ilusi¨®n. Habl¨¦ con mi madre y buscamos ayuda en una psic¨®loga especialista en malos tratos", relata.

La denuncia que puso contra su pareja lleg¨® despu¨¦s, tras cambiar de m¨®vil, cortar todo tipo de comunicaci¨®n con ¨¦l y comenzar a recibir amenazas de muerte y persecuciones por una aldea que no llega a los 6.000 habitantes. "Desde que denunci¨¦ ya no puede acosarme tanto porque a la m¨ªnima llamo a la polic¨ªa y se lo llevan", dice Ana, que durante dos a?os no pudo llevar falda ¡ª"me dec¨ªa que me vest¨ªa como una puta para que me mirasen"¡ª ni tener cuenta en Facebook e Instagram porque su expareja lo quer¨ªa controlar todo.

En la Navidad pasada, cuando tambi¨¦n regres¨® a su pueblo, su agresor cruz¨® el coche delante del suyo para impedirle el paso y le sostuvo la mirada durante minutos, pero Ana, que todav¨ªa est¨¢ esperando a que se celebre el juicio, est¨¢ convencida de que desde ese episodio ha ido poco a poco a mejor: "Antes lloraba todos los d¨ªas y no me gustaba estar con nadie; ahora vuelvo a tener ganas de vivir".