En busca del horario laboral
Trabajo sin horario, pensiones, sistema tributario... son algunos de los desaf¨ªos olvidados por la izquierda
No se sabe el motivo, pero la democracia digital, tan parecida a la demagogia desinformada, ha tra¨ªdo consigo no solo el desprestigio del sustantivo ¡ªdemocracia¡ª, sino tambi¨¦n de otros modos de organizaci¨®n social que nacieron con ella y crecieron en paralelo. Tal es el caso de los sindicatos que andan perdidos en la nebulosa de los tiempos y convertidos en gestores verticales de dineros p¨²blicos m¨¢s o menos corruptos o in¨²tiles. Los que mejor funcionan son los propiamente gremiales, como el Sindicato M¨¦dico y otras agrupaciones profesionales que, aunque no lleven este nombre, hacen a todas luces un trabajo sindical, es decir, defienden los intereses laborales de quienes pertenecen a ellas.
La disoluci¨®n sindical tiene mucho que ver con el desfondamiento de las izquierdas. Los ¨²nicos que parecen haberse repuesto del tsunami que estas sufrieron a partir de 1989 con la ca¨ªda del muro de Berl¨ªn son los rusos, que no estaban ni est¨¢n para perder el tiempo lami¨¦ndose las heridas, como se ha demostrado claramente. Pero los rusos viven en otro tiempo de la historia y transitan a¨²n, con gloria y sin blandura, por la etapa ¨¦pica. Que los dioses los bendigan. En M¨¢laga el Museo Ruso acaba de inaugurar una exposici¨®n sobre arte sovi¨¦tico que lleva el certero t¨ªtulo de Brillante porvenir. Es posiblemente lo m¨¢s espectacular que puede verse en Espa?a en este momento.
En realidad la izquierda occidental usufructuaba un suced¨¢neo de la moral que, suced¨¢neo y todo, hac¨ªa falta. El ruso, como no viv¨ªa ni vive en el mundo gr¨¢cil y aterciopelado de lo descafeinado, se lo tom¨® todo terriblemente en serio y fabric¨® la URSS. Desde que falta el apoyo espiritual ruso y la inspiraci¨®n sovi¨¦tica, las izquierdas occidentales, que ya hab¨ªan demostrado su vocaci¨®n de souffl¨¦ sin levadura en Mayo del 68, andan como las almas ante la balanza de Osiris, sin saber si se condenan o se salvan. Esperando el dictamen supremo en el purgatorio de la historia van fabricando catecismos para adultos cada vez m¨¢s infantiles y contribuyendo con entusiasmo a la infantilizaci¨®n. Porque el mercado de catecismos existe y siempre ha existido. La mayor parte de los seres humanos necesita un manual de instrucciones para la vida. Y por lo tanto hay que poner en circulaci¨®n productos que satisfagan la demanda. La exposici¨®n de M¨¢laga es una bofetada de realismo socialista, de glorificaci¨®n del trabajo y el esfuerzo. ?Qu¨¦ tiene esto que ver con esta izquierda de Pedros y Pablos que a lo que aspira es al ch¨¢ndal y a la subvenci¨®n?
El ¨²nico producto que las izquierdas occidentales han colocado con ¨¦xito en el mercado, desde 1989, ha sido el enfoque ¡®de g¨¦nero¡¯
Hay un cuadro gigantesco, espl¨¦ndido, de Vasili Yekanov titulado Sesi¨®n del Presidium de la Academia de las Ciencias de la Uni¨®n Sovi¨¦tica. Al que vaya a verlo hay que recomendarle, sobre todo si es de izquierdas, que se pare enfrente un cuarto de hora y que enfoque bien y lo vea. Y muy especialmente, que lo lea con atenci¨®n y reflexi¨®n. Los ah¨ª representados necesitar¨ªan varios traductores para comprender qu¨¦ es eso de los alumnos y las alumnas y el alumnado y la gesti¨®n del mundo a partir de problemas de g¨¦nero, producto estrella de las izquierdas occidentales en estos a?os y el ¨²nico que a fin de cuentas han sido capaces de colocar en el mercado con ¨¦xito desde 1989, por manifiesta incapacidad para mantenerse en su territorio tradicional, el que les dio raz¨®n de ser: el mundo del trabajo. Las izquierdas se han olvidado de que los trabajadores existen, antes como ahora. Y por eso los sindicatos est¨¢n como un chicharr¨®n sin pringue.
La p¨¦rdida de derechos laborales, tan duramente conquistados, que han sufrido los trabajadores en los ¨²ltimos 30 a?os es pavorosa. Y eso se ha producido tan suavemente y tan sin protesta que es una maravilla. Una v¨ªctima egregia es lo que otrora se llam¨® la jornada laboral.
En el siglo XIX y comienzos del XX se trabajaba a destajo y cost¨® d¨¦cadas de tremendas luchas y esfuerzo colectivo reconducir esta situaci¨®n. Fue especialmente dura la batalla que libraron los sindicatos ingleses por la reducci¨®n del horario laboral, que, en los comienzos de la Revoluci¨®n Industrial, llegaba a las 14 o 16 horas diarias sin d¨ªa libre en la mayor¨ªa de las f¨¢bricas, y esto tanto adultos como ni?os. En 1919 la OIT se re¨²ne en Washington y acuerda un convenio sobre jornada laboral en una horquilla que va de 40 a 48 horas semanales. Saltamos por encima casi un siglo y aterrizamos en la directiva europea de 2003 (Directiva 2003/88/EC) seg¨²n la cual no se puede obligar a los asalariados a trabajar m¨¢s de 48 horas a la semana.
La p¨¦rdida de derechos sufrida en 30 a?os por los trabajadores es pavorosa. Pero la legislaci¨®n sigue manejando conceptos de los siglos XIX y XX
Entre 1985 y 2000 las horas de trabajo per capita hab¨ªan aumentado semanalmente un 18% en Estados Unidos (v¨¦ase Christoph Hermann, Neoliberalism and the End of Shorter Work Hours), y esta es una tendencia que crece sin resistencia apreciable en todo Occidente. La realidad hoy es que la mayor parte de los trabajadores asalariados desconoce conceptos como trabajo efectivo, que es aquel que se destina a la ejecuci¨®n de las tareas para las que ha sido contratado. ?C¨®mo identificamos el trabajo efectivo ahora? Pues es la piedra filosofal. Los m¨®viles, las tabletas, port¨¢tiles, el e-mail, el WhatsApp¡ En definitiva, la pantalla animada y la digitalizaci¨®n de la vida han borrado la distancia entre el trabajo y lo que no lo es. ?Cuando una profesora rellena en la cola del supermercado el informe de un alumno para una visita de padres, a requerimiento del tutor, est¨¢ trabajando o no? Esta es la cuesti¨®n. La legislaci¨®n laboral sigue generando literatura con conceptos de los siglos XIX y XX y nadie (la izquierda no est¨¢ ni se la espera) le hinca el diente a la absoluta necesidad de redefinir qu¨¦ es trabajo efectivo en estos tiempos y cu¨¢ndo empieza y cu¨¢ndo acaba la jornada laboral, que muchas veces no termina hasta que se apaga la luz de la mesita de noche despu¨¦s de haber mirado lo ¨²ltimo que ha llegado al correo electr¨®nico o al WhatsApp.
La pura verdad es que trabajamos a destajo, que hacen falta dos para sostener una casa y para pagarla hay que endeudarse toda la vida. La tensi¨®n entre el trabajo a destajo y la vida familiar ha llevado los ¨ªndices de natalidad de Espa?a a estar por detr¨¢s del Vaticano, y no es broma. Le debo el dato a D. Alfonso Guerra. No es esperable que la derecha m¨¢s o menos neoliberal afronte estos desaf¨ªos, pero lo absolutamente incomprensible es que sigan existiendo tantos sindicatos en el m¨¢s puro nihilismo, con tantos problemas reales y verdaderos que atender.
De algunos de ellos nos vamos a ocupar en esta serie de art¨ªculos que se titular¨¢n gen¨¦ricamente Pol¨ªticas de izquierda. Trataremos de la necesidad de defender las pensiones p¨²blicas con argumentos pol¨ªticos y econ¨®micos sensatos; del desprestigio de la Funci¨®n P¨²blica como erosi¨®n del Estado; del despido en desigualdad escalonada, seg¨²n quien despide; de un sistema tributario basado en las rentas del trabajo y no en otras fuentes de riqueza; del endeudamiento personal y soberano como modo de vida, y de algunos otros problemas bastante serios que est¨¢n pudriendo nuestras democracias a ojos vista sin que nuestros pol¨ªticos parezcan darse por aludidos.
Mar¨ªa Elvira Roca Barea es fil¨®loga y autora de Imperiofobia y leyenda negra (Siruela).
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