Rajoy pasa ocho horas en un restaurante durante el pleno
El presidente desapareci¨® a la hora de comer y sali¨® a las diez de la noche
La gente pasaba anoche delante del restaurante Arahy, al lado de la Puerta de Alcal¨¢, y preguntaba qu¨¦ pasaba, con tantos periodistas esperando. Que dentro est¨¢ Rajoy, le dec¨ªan. "?Pero no estaba en el Congreso?", se extra?aba una se?ora. Cu¨¢nta ingenuidad ciudadana, es reconfortante. A¨²n no se hab¨ªa enterado de que en el Congreso no estaba desde las dos de la tarde, se fue como cabreado, de mala manera, y que nadie ten¨ªa ni idea de d¨®nde hab¨ªa ido a parar mientras se desarrollaba su propia moci¨®n de censura. Que al final se sigui¨® celebrando en rebeld¨ªa y contumacia, sin la comparecencia del presidente del Gobierno. Los que sub¨ªan al estrado le hablaban al bolso de Soraya S¨¢enz de Santamar¨ªa, que estaba colocado all¨ª y hay quienes aseguran que en ese trance el accesorio pudo llegar a desarrollar un sentido de Estado m¨¢s o menos equivalente. La Sexta localiz¨® d¨®nde hab¨ªa ido a comer Rajoy y se puso el cron¨®metro: pas¨® unas ocho horas en el restaurante. Comida y una largu¨ªsima sobremesa. Caf¨¦, copa y puro con amigotes ministros pasando del rollo del Congreso de los Diputados.
El restaurante tiene aire de fusi¨®n oriental y la carta, muchas opciones para pasar la tarde. Men¨² degustaci¨®n de 60 euros. Pez mantequilla trufado. Croquetas cremosas de boletus. Exquisiteces para pasar el mal rato o, simplemente, para pasar el rato, porque s¨ª. Variedades de at¨²n rojo, cebiche, sashimi, tataki y vaca rubia gallega. ?Postres? Tal vez Rajoy encargaba un mango y maracuy¨¢ con jengibre y fresas, o engull¨ªa un coulant de chocolate, mientras en el Congreso interven¨ªa el portavoz del PNV, Aitor Esteban, y anunciaba al bolso que apoyaba la moci¨®n de censura. All¨ª solo estaban para escucharle Soraya S¨¢enz de Santamar¨ªa y seis ministros ajenos a la comilona, que comieron una cosa r¨¢pida por el Congreso y se mantuvieron en sus esca?os. Es de suponer que le mandaron un mensaje, Rajoy lo comentar¨ªa con los comensales. Qui¨¦n sabe si deprimido, o euf¨®rico, o discutiendo sobre la dimisi¨®n, pero la de Zidane.
Cuando se corri¨® la voz, al final de la tarde, se fueron amontonando periodistas y curiosos en la puerta del restaurante, mientras los servicios de seguridad pensaban c¨®mo sacar de all¨ª al presidente sin que pareciera demasiado surrealista y, lo peor, que pareciera normal, Rajoy saliendo de cenar como un d¨ªa cualquiera. Si no hubiera sido comida-merienda-cena, ni el d¨ªa que era. Es de desear que aunque no avisara a sus se?or¨ªas ni a los espa?oles, al menos lo dijera en casa. Se ve¨ªa a los escoltas ir y venir por el portal de al lado, que deb¨ªa de comunicarse con el local. Pero los vecinos tranquilizaban a la prensa: "No hay puerta de atr¨¢s". Al final Rajoy tuvo que salir por la puerta principal, si no del Congreso o la Moncloa, al menos del restaurante. Antes de irse le dio un abrazo al chef, a lo mejor por haberle hecho olvidar que ten¨ªa que ir a un pleno, y encima el del d¨ªa que le echaban. Puso una sonrisa de circunstancias mientras sus guardaespaldas le dirig¨ªan hacia el coche. Quiz¨¢ pens¨® con sorpresa que mira, ya se hab¨ªa hecho de noche. Parec¨ªa sobrepasado por la gente y los flashes, a deshoras. Pocas veces la realidad paralela del PP ha tenido una representaci¨®n tan flagrante, o in fraganti. Su Gobierno hundi¨¦ndose, Espa?a pendiente del Congreso y Rajoy fumando puros en un reservado. Entretanto, a hurtadillas, sal¨ªan por el portal a espaldas de la prensa Dolores de Cospedal, ??igo de la Serna y F¨¢tima B¨¢?ez, que tampoco aparecieron por la tarde por el hemiciclo. Arahy al final result¨® ser muy apropiado, porque por lo visto, significa "cambio" en indio americano.
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