El club de los primeros animales pol¨ªticos
El trabajo de los alcaldes es conocer a sus vecinos, gobernar seg¨²n sus necesidades, a veces sacrificando sus ideas
Un alcalde es el animal pol¨ªtico perfecto. Del mismo modo que un presidente del Gobierno conoce en Zamora, Lugo, Sabadell o Murcia a los cargos locales de su partido y a los militantes m¨¢s veteranos o peculiares, los alcaldes conocen a los vecinos, a veces a todos. Los que le votan y, sobre todo, los que no. Y al conocerlos pueden gobernar seg¨²n sus necesidades, en algunos barrios incluso a la carta.
El caso Kichi, en C¨¢diz, y los astilleros de Navantia. Pone a sus vecinos no solo por encima de su partido, sino de sus propias ideas, anteponiendo otras m¨¢s sagradas que no tienen que ver con ¨¦l ni con su partido: C¨¢diz. Esa acci¨®n directa exige algo que la pol¨ªtica nacional no tiene: la percepci¨®n de los vecinos de que tu trabajo, el de alcalde, es como el de ellos, y t¨² eres tan vecino como cualquiera. Quiz¨¢ es m¨¢s pol¨ªtica de la gente del com¨²n pelear alcald¨ªas, no ministerios.
El caso Abel Caballero, en Vigo. Si la campa?a dura una semana m¨¢s saca concejales en Ourense. Fuera de Vigo trascienden los dinosetos, las luces de Navidad, sus estramb¨®ticas actuaciones; dentro, gobierna como un rodillo, con una sofisticad¨ªsima mezcla de populismo y experiencia. Los vigueses est¨¢n contentos con Caballero, que anoche brillaba tanto que este a?o puede ahorrarse una millonada en diciembre y para demostrarlo no lo han dicho en las urnas, lo han gritado.
El caso Miguel Anxo Fern¨¢ndez Lores, en Pontevedra. Repite mandato (cumplir¨¢ 24 a?os en la alcald¨ªa en 2023) como cabeza de lista del Bloque Nacionalista Galego, secci¨®n UPG, izquierda nacionalista y comunista. Entre las elecciones generales y las municipales suele haber una diferencia de 30 puntos porcentuales; hay gente de derechas o mucha gente que vota al PP en las elecciones generales que vota al BNG en las municipales.
El caso Albiol, en Badalona. Que adem¨¢s de todo lo anterior demuestra que hay ciudadanos que pueden blindarse o hacer o¨ªdos sordos a lo que les dicen desde fuera, sobre todo cuando lo que se les dice desde fuera es lo que tienen que votar. Hay alcaldes que, pese a un mensaje xen¨®fobo, son percibidos por sus votantes como algo suyo, de la ciudad, con sus miserias y virtudes, y a veces, a estos regidores superventas no se les vota tanto por cari?o como por discutible mensaje de pertenencia. Ah¨ª est¨¢n.
Sobre la pertenencia, precisamente, se puede detectar en la noche electoral que cualquier fren¨¦tico paseo por la prensa de todo el pa¨ªs en Internet une Espa?a de una forma mucho m¨¢s eficaz que cualquier mensaje pol¨ªtico. Ah¨ª est¨¢n esos titulares y esas fotos durante el escrutinio, alarmantes y sosegados, retransmitiendo un recuento como una final de Champions. Tener una preocupaci¨®n parecida, pero por diferentes cosas: eso describe mejor el pa¨ªs que unas elecciones generales. ¡°La alcald¨ªa de Valencia, pendiente de un concejal¡±, en Las Provincias a las 23.22. ¡°Espadas roza la mayor¨ªa absoluta con la mitad del escrutinio¡±, en Diario de Sevilla. ¡°El PSOE ganar¨ªa las elecciones y la izquierda suma mayor¨ªa¡±, en El Comercio de Gij¨®n. ¡°Abel Caballero gana con una mayor¨ªa absoluta aplastante¡±, en Faro de Vigo. ¡°Maragall adelanta a Colau¡±, en El Peri¨®dico.
Esto en cuanto al inter¨¦s por ciudades grandes, si bien el espect¨¢culo pol¨ªtico de unas elecciones locales se sit¨²a en los pueblos, donde proliferan los animales pol¨ªticos de m¨¢s calado. En Sanxenxo (Pontevedra) se recordaba, en un colegio electoral, la impactante frase que un candidato pronunci¨® hace 15 a?os, cuando se le pregunt¨®, en uno de esos tests period¨ªsticos peligros¨ªsimos, cu¨¢l era el mejor momento para el sexo: ¡°Cuando es consentido¡±. Tan obvio como que consentido tiene que serlo todo, salvo la derrota. La derrota no se consiente, sino que se acepta. Es algo que los animales pol¨ªticos no pueden digerir bien. Lo que nos lleva al caso Carmena, en Madrid. Tan extraordinariamente digerida la derrota, con la elegancia propia de la alcaldesa, que en esa aceptaci¨®n hab¨ªa impl¨ªcita una resignaci¨®n fatalista.
Ten¨ªa Carmena gesti¨®n para presumir y defender, adem¨¢s de un equipo de concejales reconocible y ese rollo pop alrededor de ella que sobreviv¨ªa cuatro a?os despu¨¦s. Ten¨ªa la cercan¨ªa con la gente, nada f¨¢cil en Madrid, y la atracci¨®n de toda clase de votantes que vieron en ella una figura ic¨®nica, casi una Tierno 30 a?os despu¨¦s. Pero le falt¨® lo que le sobra a un animal pol¨ªtico: el instinto y el colmillo. Esto ¨²ltimo, nada afilado, lo gast¨® m¨¢s en los suyos, o los que se supon¨ªan suyos, que le acabaron montando la oposici¨®n en las urnas. Pudo haber destrozado a Almeida, pudo haber dejado tiritando al PP y triturar a Vox despu¨¦s de las elecciones generales, cuando Casado se paseaba por Madrid con las banderillas puestas. Ten¨ªa las armas, el ej¨¦rcito y el objetivo, pero se supone que no era su estilo, y en ese estilo iba incorporado ser o no el animal pol¨ªtico que consigui¨® romper en dos a Esperanza Aguirre y resulta que no pudo con Jos¨¦ Luis Mart¨ªnez-Almeida, bien capaz de pasar 10 a?os sin ganar una votaci¨®n en una comunidad de propietarios.
Hay una derrota m¨¢s clara de la izquierda. No se produjo ayer, sino que se ha ido gestando en los ¨²ltimos meses hasta acabar poniendo y quitando gobiernos. No tiene que ver con su divisi¨®n, sus peleas internas o su incapacidad para mantenerse en el poder. Tiene que ver con algo m¨¢s grave porque es una victoria de la supuestamente democr¨¢tica y civilizada derecha espa?ola: la naturalidad con la que se ha considerado a la extrema derecha un partido leg¨ªtimo para pactar, la tranquilidad con la que se asume que el gobierno de la capital de un pa¨ªs dependa de ella.
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