Un interrogatorio antinatural
El fiscal Carballo y el 'major' Trapero proceden del mismo lado de la ley, lucharon contra el yihadismo y el 'proc¨¦s' los separ¨®
La historia es antigua y transcurre en M¨¢laga, pero tal vez venga a cuento ahora, porque son las 14.30 del martes y el fiscal Miguel ?ngel Carballo decide poner fin a un interrogatorio largu¨ªsimo, de m¨¢s de ocho horas, al polic¨ªa Josep Llu¨ªs Trapero. En septiembre de 1999, un oficial de la polic¨ªa espa?ola experto en la lucha contra la mafia rusa detiene despu¨¦s de una larga investigaci¨®n a un viejo capo muy escurridizo y a dos sicarios que acaban de llegar desde Mosc¨² para hacer un trabajo fino ¡ªajustarle las cuentas a un exbanquero rival¡ª y despu¨¦s largarse. El agente y sus compa?eros de la unidad contra el crimen organizado logran evitar la balacera a punto de producirse y conducen a los detenidos a comisar¨ªa. Solo un rato despu¨¦s, el abogado del capo llama para interesarse por la hora del interrogatorio. La respuesta del polic¨ªa lo deja helado.
¡ªNo se preocupe, letrado. No vamos a interrogar a su cliente. No hace falta. Ma?ana mismo lo pondremos a disposici¨®n del juez.
El polic¨ªa Trapero y el fiscal Carballo son de la misma quinta e incluso cultivan un perfil parecido. Los dos son tipos duros, curtidos en sus respectivos oficios, tan colindantes entre s¨ª que ambos ¡ªaunque no al mismo tiempo¡ª investigaron los atentados yihadistas de Barcelona y Cambrils del verano de 2017. Ahora, en cambio, est¨¢n frente a frente, durante ocho horas, mir¨¢ndose directamente a los ojos, intentando el fiscal justificar una acusaci¨®n muy grave de rebeli¨®n, luchando el polic¨ªa por eludir una pena de prisi¨®n.
Es por tanto un combate inevitablemente duro, a cara de perro, donde el tiempo juega un papel importante, y los dos lo saben. El fiscal trata durante dos jornadas enteras de abrir una brecha en el talante de Trapero, que devuelve una y otra vez con cortes¨ªa las preguntas, las insinuaciones y hasta las provocaciones controladas del fiscal. Aunque no hay un tiempo tasado, Miguel ?ngel Carballo sabe que un interrogatorio de ocho horas sin conseguir un titular claro de culpabilidad es un fracaso. Y eso es lo que planea en la sala, cuando a las 14.30, el fiscal comunica a Concepci¨®n Espejel, la presidenta del Tribunal, que el interrogatorio ha terminado.
Desde hace ya muchas horas se intu¨ªa que este combate no se terminar¨ªa con Trapero en la lona, pero no se descartaba del todo que Carballo lograra construir un relato veros¨ªmil donde el jefe de los Mossos quedara como parte necesaria de la traici¨®n independentista al Estado. Pero no es as¨ª. Durante esas ocho horas interminables, Trapero se esfuerza en reforzar su perfil de polic¨ªa de raza, leal con jueces y fiscales, preocupado por ¡°la barbaridad¡± de la v¨ªa unilateral que urdieron sus jefes del Govern para cortar amarras con el Estado. El antiguo jefe de los Mossos presume incluso de haber encargado un plan para detener si fuera preciso al president Carles Puigdemont.
De ah¨ª que, desde el principio, el interrogatorio tenga algo de antinatural. El fiscal trata de poner contra las cuerdas a alguien con quien no hab¨ªa coincidido hasta la instrucci¨®n del sumario, pero con quien en un tiempo no tan lejano luch¨® desde el mismo lado de la ley. En el verano de 2017, los polic¨ªas de Trapero combatieron y detuvieron a los yihadistas que atentaron en Barcelona y unos meses despu¨¦s, ya en Madrid, el fiscal Carballo los interrog¨® como responsable antiterrorista de la Audiencia Nacional. El proc¨¦s no solo separ¨® sus destinos, sino que los convirti¨® en enemigos.
A las 14.30, Josep Llu¨ªs Trapero da el ¨²ltimo sorbo a su segunda botella de agua. Intuye que, al menos esta vez, ha ganado la partida.
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