Los nuevos f¨¢rmacos antiobesidad son ciencia, no moralidad
El sambenito de ¡°la droga de Hollywood¡± no implica que el Ozempic sea un cuento paranormal. No solo es ¨²til contra la diabetes de tipo II, sino que tambi¨¦n reduce el riesgo de infarto en un 20%


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Una de las predicciones menos arriesgadas que cabe hacer ahora mismo es que la medicina se va a centrar de forma creciente en unos f¨¢rmacos de vanguardia cada vez m¨¢s eficaces, pero tambi¨¦n m¨¢s caros. Esto va a enfrentar a los sistemas sanitarios p¨²blicos a un alud de dilemas extremadamente dif¨ªciles sobre la vida y el coste de salvar una, sobre la muerte y el sofisticado arte de decidir qui¨¦n tiene derecho a evitarla y qui¨¦n no. Los m¨¦dicos llaman a esto cribaje, porque creen que as¨ª se entiende peor.
Nuestra obligaci¨®n como ciudadanos del futuro, sin embargo, es entenderlo mejor, no peor. Los nuevos f¨¢rmacos antiobesidad nos brindan un excelente ejemplo para ilustrar esta cuesti¨®n esencial.
Todo el mundo ha o¨ªdo hablar de Ozempic, la presentaci¨®n comercial m¨¢s famosa de este sector farmacol¨®gico. Hay otras marcas, pero no son m¨¢s que variaciones de dosis de la misma mol¨¦cula u otras muy similares. No nos despistemos con los detalles. La mol¨¦cula clave se llama semaglutida, y es una peque?a variaci¨®n de una hormona humana natural llamada GLP1. Esta mol¨¦cula natural se produce en el intestino y en el tronco cerebral cuando est¨¢s comiendo, e induce la sensaci¨®n de saciedad para que dejes de comer. Adem¨¢s, estimula la secreci¨®n de insulina por el p¨¢ncreas y, por tanto, reduce el nivel de az¨²car en sangre. Todo esto convierte a su an¨¢logo, la semaglutida, en un medicamento eficaz contra la diabetes de tipo II, que es la asociada a la obesidad.
Pero la semaglutida tiene adem¨¢s un efecto sobre la obesidad en s¨ª misma. Puesto que imita a una hormona natural, opera de una manera integral sobre todos los mecanismos relacionados con la gesti¨®n energ¨¦tica del organismo: hambre, saciedad, metabolismo, generaci¨®n de grasa, gasto de energ¨ªa. La gente adelgaza de una forma m¨¢s eficaz y consistente que con cualquier f¨¢rmaco anterior de este g¨¦nero. Esto la convirti¨® enseguida en ¡°la droga de Hollywood¡±, con la inestimable ayuda de la socialit¨¦ Kim Kardashian ¨Dque la utiliz¨® para enfundarse un traje de Marilyn Monroe¨D, la actriz Oprah Winfrey y el magnate Elon Musk. No hay asunto actual en el que no aparezca este hombre. El debate ha sido intenso en los medios y ha alcanzado el paroxismo en las redes sociales.
Pero el sambenito de ¡°la droga de Hollywood¡± no implica que el Ozempic sea un cuento paranormal al estilo de la psicolog¨ªa cu¨¢ntica (o cu¨¦ntica, como la llama una amiga m¨ªa). La semaglutida no solo es ¨²til contra la obesidad y la diabetes de tipo II, sino que tambi¨¦n reduce el riesgo de infarto en un 20% incluso en personas sin diabetes. La revista ¡®Science¡¯ la acaba de elegir como el avance cient¨ªfico del a?o.
Seg¨²n los cient¨ªficos conocedores del asunto, los nuevos f¨¢rmacos antiobesidad tambi¨¦n prometen avances contra las adicciones, el alzh¨¦imer y el p¨¢rkinson. El tratamiento es caro, porque consiste en una inyecci¨®n semanal de 140 euros y todo indica que habr¨¢ que mantenerlo de por vida. En Espa?a se financia para casos graves de diabetes, pero es obvio que esa indicaci¨®n se est¨¢ quedando muy corta. He ah¨ª el dilema.
El debate tiene un indiscutible aroma moral. Mucha gente, incluidos casi todos los gestores de la salud p¨²blica, tiene el prejuicio autom¨¢tico de considerar que el obeso es culpable de serlo. Si quiere adelgazar, que coma menos y se mueva m¨¢s, ?no es cierto? Pero no, no siempre es cierto. Por un lado, est¨¢n los condicionantes socioecon¨®micos. Las familias m¨¢s pobres son las que comen m¨¢s hamburguesas dobles con triple de queso, boller¨ªa industrial anegada en grasas trans y pizzas de panceta con salchichas alemanas, por la sencilla raz¨®n de que su relaci¨®n calor¨ªa/precio es imbatible.
Y, por otro lado, hay un mont¨®n de condicionantes gen¨¦ticos que conocemos cada vez mejor, y que aumentan el hambre, reducen la saciedad, predisponen a las adicciones o, directamente, exacerban la eficacia de la adipog¨¦nesis, el proceso que convierte los alimentos en grasa corporal. Estos genes han resultado muy ¨²tiles en un pasado lleno de hambrunas y escaseces, y ahora se han convertido en enemigos en el festival de la grasa y el sedentarismo cibern¨¦tico en que vivimos inmersos. Es la evoluci¨®n, amigo.
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