Privacidad, la llave que abre la econom¨ªa del dato
En una imagen que ha dado la vuelta al mundo, aparece Hillary Clinton con la mano levantada saludando a un p¨²blico que le da la espalda. Sonriendo y aceptando de buen grado que a su alrededor todos quieran hacerse una autofoto ¡ªselfie¡ª con ella al fondo. Esta instant¨¢nea muestra c¨®mo esa tecnolog¨ªa cotidiana, sin la cual ya no podemos vivir, modifica c¨®mo nos relacionamos con nuestro entorno; generando esta situaci¨®n a caballo de lo c¨®mico y lo extra?o. Una se?al de que a¨²n no terminamos de asimilar la colisi¨®n de lo digital con lo anal¨®gico.
Ya no existe un yo y un alter ego digital, ambos convergen, son lo mismo. Y esa tecnolog¨ªa que nos acompa?a en todo momento, deja un rastro de datos susceptibles de ser explotados por las empresas para ofrecernos servicios que cubren nuestra demanda de inmediatez y personalizaci¨®n. Su precio es que tenemos que ceder parte de nuestra privacidad. El trato parece justo: conveniencia a cambio de privacidad. Pero, aunque un dato aislado parezca inocuo, cuando se combina con otros y se pasa por el tamiz de los algoritmos, el resultado puede ser intrusivo, discriminatorio o excluyente.
Hasta la fecha hemos vivido bajo una regulaci¨®n que fue creada antes de que empresas como Facebook o Google formaran parte de nuestra cotidianidad. Pero una nueva regulaci¨®n europea entrar¨¢ en vigor en 2018. Y esta, a diferencia de sus predecesoras, considera que los datos son un activo esencial para la competitividad de las empresas y anticipa un uso intensivo de datos personales ¨C Geolocalizaci¨®n, v¨ªdeo, voz, etc.- por su parte, lo que convierte la privacidad en un aspecto central de la misma. Por eso exigir¨¢ que esta, la privacidad, est¨¦ por dise?o en los servicios de las empresas. Pero ?c¨®mo respetar la privacidad al mismo tiempo que se impulsa la competitividad de las empresas? El regulador da respuesta a esta dif¨ªcil pregunta, aunque entenderla requiere que particulares y empresas la observen desde una nueva perspectiva.
Como particulares tenemos que desterrar la idea de que en torno a nuestra privacidad la decisi¨®n es blanco o negro. Existe toda una gama de grises. Para ello necesitamos identificar qu¨¦ factores definen nuestra propensi¨®n a ceder parte de la misma. M¨¢s all¨¢ del valor recibido a cambio, debemos considerar aspectos como la confianza, la transparencia, el control¡? Y aqu¨ª es d¨®nde debe producirse un cambio de mentalidad: nuestro concepto de privacidad tiene que evolucionar, pero tiene que hacerlo a partir de una mayor comprensi¨®n sobre la misma para as¨ª decidir qu¨¦ grado queremos tener. Esto significa que debemos preguntarnos cosas. Algunos ejemplos: ?Est¨¢ bien custodiada la informaci¨®n? ?Existen medidas de seguridad que eviten su robo? ?Qui¨¦n tiene acceso? ?Puedo borrar o modificar la informaci¨®n que tienen sobre m¨ª? ?Puedo decidir qu¨¦ datos se recogen y cu¨¢les no? ?Puedo acceder a la informaci¨®n que existe sobre m¨ª y "auditar" el uso que se est¨¢ haciendo? ?C¨®mo se va a beneficiar la empresa con mis datos? ?Los va a vender o compartir con terceros? ?Cu¨¢l es el valor que aporta a la sociedad?
Como empresas, las primeras reacciones a la ley provienen del ¨¢rea legal y de seguridad inform¨¢tica. En el primer caso interpret¨¢ndola y en el segundo pensando c¨®mo implementarla. Pero es una regulaci¨®n que debe llegar al negocio porque no se trata solo de su cumplimiento, de si dar¨¢ tiempo a estar preparados cuando entre en vigor, de c¨®mo establecer prioridades o en qu¨¦ circunstancias va a ser preferible pagar una multa. No, de lo que hablamos es de una regulaci¨®n que establece las reglas del juego para competir en un nuevo marco, el de la econom¨ªa del dato. Y es aqu¨ª donde debe producirse el cambio de mentalidad.
Por ejemplo, todos esos datos de los clientes que las empresas almacenan y analizan son de ellos y el regulador exige que se pongan los medios para que puedan portarlos de un proveedor a otro. Mientras algunas empresas siguen pregunt¨¢ndose c¨®mo lo llevar¨¢n a cabo para cumplir con la regulaci¨®n y evitar una posible multa, otras van un paso m¨¢s all¨¢ barruntando estrategias que permitan que sus clientes traigan sus datos de otros sitios. Especulemos juntos sobre este punto: ?Qu¨¦ servicios podr¨ªa construir un banco o un operador de telecomunicaciones con los datos que almacenan sobre nosotros alguno de los gigantes de Internet?
Soy optimista respecto al uso que las empresas van a hacer de nuestros datos personales, que m¨¢s all¨¢ de la regulaci¨®n se van a autorregular, que incorporar¨¢n criterios ¨¦ticos en sus algoritmos y que incluso en alg¨²n momento el uso que hacen sobre los datos de sus clientes formar¨¢ parte de su responsabilidad social corporativa. Tambi¨¦n soy optimista sobre nosotros, los particulares, que adquiriremos una mayor comprensi¨®n sobre qu¨¦ factores debemos considerar en la definici¨®n del grado de privacidad que queramos tener. Y, por ¨²ltimo, creo que una vez que todos adoptemos una nueva mentalidad, la regulaci¨®n sentar¨¢ las reglas del juego de un nuevo mercado.
Hillary Clinton entiende que los tiempos est¨¢n cambiando, que estamos fuertemente tecnificados y queremos ser los protagonistas ... Pero ser el centro de atenci¨®n en un mundo donde lo digital y lo anal¨®gico convergen, obliga a evolucionar el concepto de privacidad. Solo as¨ª encontraremos la llave que abre la econom¨ªa del dato.
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