?Hacia una sociedad del conocimiento o a una ¨¦poca de la ignorancia ¨²til?
Nuestra sociedad actual pretende ser la sociedad del conocimiento, pero est¨¢ afectada por nuevas formas de ignorancia
Nuestra sociedad de hoy, conformada por la ciencia y la tecnolog¨ªa, est¨¢ sumida en una contradicci¨®n, que tendr¨¢ que superar. Y es que, a pesar de proponerse llegar a ser la sociedad del conocimiento, est¨¢ afectada por nuevas formas de ignorancia.
La aceleraci¨®n del conocimiento cient¨ªfico genera un sustrato extraordinariamente f¨¦rtil para que la creatividad t¨¦cnica prenda y produzca una exuberante tecnolog¨ªa. Un entorno abrumador, por envolvente y cada vez m¨¢s denso, de ?especies? artificiales formando un ecosistema del que no podemos prescindir.
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La ciencia habla lenguajes abstrusos para la mayor¨ªa de las personas y la tecnolog¨ªa nos entrega artefactos herm¨¦ticos a nuestra comprensi¨®n. Aunque los artefactos m¨¢s al alcance de nuestros ojos y de nuestras manos se nos presenten con esplendorosos dise?os y la ergonom¨ªa los haga muy suaves al tacto, no dejan de ser cajas negras que no podemos pasar de su superficie. Nada sabemos de su interior, nos limitamos a tocarlas por fuera y a recibir una reacci¨®n, pero se mantienen opacas por completo.
Cada vez estamos rodeados de m¨¢s cajas negras, y por ese laberinto nos movemos con riesgo de extrav¨ªo. Imaginemos que todos los objetos, grandes y peque?os, a nuestro alcance (como el m¨®vil) o invisibles, pero omnipresentes (como es la Red), sencillos (aparentemente) como una botella de pl¨¢stico o de la complejidad del avi¨®n que nos transporta¡ se convirtieran en cubos opacos de todos los tama?os. Es una forma de escenificar la contradicci¨®n en la que vivimos: una megal¨®polis de bloques herm¨¦ticos, un entorno de objetos c¨²bicos e impenetrables, pero todos ellos confinando en su interior una fabulosa cantidad de conocimiento, que si se liberara, como una explosi¨®n, nos dejar¨ªa estupefactos al revelarse el inmenso conocimiento acumulado necesario para hacer posible ese objeto.
Cada vez estamos rodeados de m¨¢s cajas negras, y por ese laberinto nos movemos con riesgo de extrav¨ªo.
Y, sin embargo, lo parad¨®jico est¨¢ en que las cajas resultan ¨²tiles a pesar de que se ignore la maravilla de conocimientos que se contienen en su interior. Una sociedad como una ciudad laber¨ªntica donde sus habitantes solo pueden ser transe¨²ntes por sus calles entre bloques negros e impenetrables. No obstante, se conforman con este deambular debido a la utilidad y protecci¨®n que obtienen de aquello que no pueden traspasar.
El barrio m¨¢s transitado, que no deja de crecer, abigarrado y con imponentes bloques, es el que la tecnolog¨ªa digital construye a ritmo trepidante. La gente ¡ªde toda condici¨®n social¡ª se mueve por ¨¦l entre confiada y confusa, sin poder resistirse a su atracci¨®n.
Esta forma de ignorancia tiene una caracter¨ªstica que la diferencia de otras que han acompa?ado siempre a las sociedades, y es que no solo penetra en los grupos m¨¢s desfavorecidos, tanto econ¨®mica como culturalmente, sino que alcanza tambi¨¦n a los niveles de los poderosos, aquellos que tienen influencia social ¡ªsea cultural, pol¨ªtica, econ¨®mica¡ª, que toman decisiones. La ignorancia en este caso deja de ser una r¨¦mora para convertirse en un riesgo, pues afecta a quienes conducen de alg¨²n modo la sociedad. De manera que la alta posibilidad de provocar errores y disfunciones llega a ser intolerable.
La ciencia habla lenguajes abstrusos para la mayor¨ªa de las personas y la tecnolog¨ªa nos entrega artefactos herm¨¦ticos a nuestra comprensi¨®n".
Por otro lado, la ignorancia a cualquier nivel hace a las personas muy poco resistentes ante gur¨²s y profetas, ante predicadores apocal¨ªpticos, atemorizando y creando culpabilidad, o bien frente a oportunistas cultivando formas nuevas de superstici¨®n.
El hecho es que estamos ante un problema cultural y educativo. No es sostenible que siga creciendo este paisaje de cajas negras y que una gran parte de la poblaci¨®n ¡ªsin distinci¨®n de estatus y funciones¡ª se mueva entre ellas ignorante de lo que sucede dentro.
Ante este panorama, se ven tres actuaciones posibles. Una de ellas es mantener esta ?ignorancia ¨²til?, lo que significa que se busca por encima de todo que las cajas negras proporcionen utilidad, sin apreciar que puedan crear una sociedad que, a pesar del esplendor material, no se diferencie de las de otras ¨¦pocas que ahora calificamos de oscuras, vulnerables a temores, supersticiones y a manipulaciones de quienes administraban las certezas.
La segunda opci¨®n es desmontar las cajas para conocer as¨ª lo que guardan dentro. Se hace ya, y la educaci¨®n est¨¢ al servicio de ello, preparando a profesionales bien especializados que conocen correctamente el contenido de una caja, pero que es imposible que por este m¨¦todo se puedan conocer muchas m¨¢s. Una caja abierta y despiezada, pero rodeada del mismo paisaje de cajas herm¨¦ticas.
La tercera v¨ªa no es ya limitarse a tocar una caja negra, ni a desmontarla, sino a hacerla trasl¨²cida. De esa manera pasa la luz, aunque no necesariamente haya que conocer con nitidez lo que guarda dentro. Se reclama para ello nuevos narradores que sepan contar lo que sucede dentro, estudios de historia de la ciencia y la tecnolog¨ªa en todos los niveles educativos, y sean cual sean las orientaciones profesionales, y valorar mucho m¨¢s la reflexi¨®n te¨®rica para evitar la inmediatez ilusoria de lo pr¨¢ctico y de las recetas.
En el escenario posible de la vida en digital que re¨²ne esta serie de art¨ªculos, sus habitantes, los alefitas , se habr¨ªan dado cuenta de que este mundo tecnol¨®gico trae principalmente la necesidad de una revoluci¨®n cultural y educativa, para salir del laberinto que nosotros mismos hemos construido... y que no dejamos de ampliar.
Antonio Rodr¨ªguez de las Heras, catedr¨¢tico Universidad Carlos III de Madrid
La vida en digital es un escenario imaginado que sirva para la reflexi¨®n, no es una predicci¨®n. Por ¨¦l se mueven los alefitas, seres prot¨¦ticos, en conexi¨®n continua con el Aleph digital, pues la Red es una fenomenal contracci¨®n del espacio y del tiempo, como el Aleph borgiano, y no una malla.
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