Visi¨®n 2030: empat¨ªa en el coraz¨®n de las empresas
El narcisismo est¨¢ en auge en todas las esferas de las sociedades modernas m¨¢s ricas. Pero el horizonte 2030 requiere la potenciaci¨®n de la empat¨ªa
El narcisismo est¨¢ en auge en todas las esferas de las sociedades modernas m¨¢s ricas. Las tendencias culturales contempor¨¢neas est¨¢n acelerando que la libido, concebida por Freud, de un n¨²mero creciente de personas se est¨¦ acumulando de un modo desequilibrante en la pulsi¨®n de cumplir y satisfacer los deseos de gozar en uno y para uno mismo sin que estos queden coartados en sus fines, por tanto, sin que alcanzar su satisfacci¨®n genere posteriormente verg¨¹enza o culpa en la conciencia del sujeto pese a trasgredir ciertas normas sociales de lo que se considera correcto, virtuoso o desinteresado para beneficiar el bien com¨²n; subyace, por delante del deber, el libre ejercicio del inter¨¦s propio con distintiva ascendencia ego¨ªsta.
Una investigaci¨®n en curso de la Universidad Queen de Belfast ha destapado una paradoja: el prototipo de narcisista (al que describen como un individuo que posee una imagen de s¨ª mismo desproporcionadamente positiva, propenso al riesgo y la iniciativa sin atender a los efectos colaterales, y con una carencia evidente de empat¨ªa hacia los dem¨¢s) resulta ser menos propenso que la media de la poblaci¨®n al estr¨¦s y la depresi¨®n. Entonces, cabr¨ªa inferir que los resortes de la cultura dominante y su influencia sobre la psicolog¨ªa colectiva estar¨ªan incentivando los resultados de quienes ostentan ese tipo de aparato ps¨ªquico en vez de penalizarlos y considerarlos como t¨®xicos o regresivos (en este sentido, se estar¨ªa inhibiendo e incluso censurando voluntariamente el pensamiento cr¨ªtico y el cultivo del humanismo, al mismo tiempo que se estar¨ªan recompensando estados de desarrollo primitivos basados en el caudillaje a un l¨ªder superior y carism¨¢tico, y la obediencia ciega o t¨¢cita del resto de la masa).
Consecuentemente, en el terreno de las investigaciones sobre la evoluci¨®n del liderazgo, la preocupaci¨®n queda centrada en c¨®mo realzar la ¨¦tica como basti¨®n de crecimiento positivo y mecanismo de contenci¨®n frente al narcisismo asfixiante. El ideal elegido, desde ¨¢mbitos tanto acad¨¦micos como socioecon¨®micos, para construir una senda alternativa y regeneradora le ha correspondido a la empat¨ªa, que en el plano del discurso pasar¨ªa a ser el pilar desde el que se construir¨ªa un ecosistema social que pueda ser implantado tanto en empresas como en instituciones para alcanzar los cambios disruptivos que el mundo va a necesitar en esta pr¨®xima d¨¦cada.
La empat¨ªa tiene una base de conocimiento m¨¢s de ¨ªndole biol¨®gico y psicol¨®gico que filos¨®fico o moral. Es preciso entenderla como una predisposici¨®n tanto cognitiva como instintiva (asociada a los instintos sexual y gregario) orientada hacia la percepci¨®n (escucha y observaci¨®n) y el entendimiento de la situaci¨®n general (tanto material como emocional) de los dem¨¢s que existen a nuestro alrededor y con los que nos interrelacionamos con mayor o menor intensidad vital y afectuosa.
La empat¨ªa estar¨ªa conectando nuestro mundo interior con el exterior, de modo que, por medio de las neuronas espejo, nuestro cerebro reacciona ante el estado de la persona que tenemos enfrente, trayendo a nuestra memoria y vivificaci¨®n el recuerdo que poseemos de haber pasado por una experiencia similar o id¨¦ntica a la que procesamos.
Suele ocurrir que, desde ese instante de reconocimiento, ajustamos nuestro comportamiento e incluso nuestros sentimientos a la situaci¨®n en la que, a nuestro modo de interpretarla, se encuentra el Otro. En resumen, la empat¨ªa es un circuito que permite captar informaci¨®n y significados desprendidos por el pr¨®jimo. Una vez son descodificados, el tipo de respuesta que enviamos puede variar seg¨²n las motivaciones que dirijan el sentido de nuestra voluntad.
?Todo queda ah¨ª? ?Cu¨¢l ser¨ªa el siguiente paso ante un supuesto escenario de sufrimiento de la persona con la que trabajamos o con la que convivimos? Depender¨¢ de c¨®mo tengamos introyectado el deber en nuestra conciencia. As¨ª pues, podr¨ªa suceder que nuestra conducta emp¨¢tica se limitase a un acto de consuelo. Pero tambi¨¦n habr¨ªa una segunda posibilidad en la que nuestra involucraci¨®n avanzar¨ªa hacia un estadio m¨¢s avanzado, esto es, nos responsabilizar¨ªamos de su situaci¨®n y tratar¨ªamos de ayudarlo, aliviarlo o salvarlo del apuro o aprieto en el que se encuentre.
Entrar¨ªamos ah¨ª en el terreno ¨¦tico de la compasi¨®n o, dicho con otras palabras, al descubrir el sufrimiento en el Otro y desear mitigarlo, estar¨ªamos sumergi¨¦ndonos en la atropofilia (en oposici¨®n a la xenofobia). He aqu¨ª el principio de racionalidad para curar el narcisismo desbocado: el amor no se dirige hacia el cuerpo y la mente de uno, sino hacia el semblante del ser humano que est¨¢ sujetado en el rostro de todos los dem¨¢s que son exteriores a m¨ª, y a los que, en su diferencia, estoy reconociendo como mis semejantes.
En el ¨¢mbito empresarial, las expectativas de la ciudadan¨ªa y las sociedades hacia las corporaciones est¨¢n aumentado significativamente en los terrenos de lo social, ¨¦tico y medioambiental. Una proporci¨®n sustancial de la generaci¨®n Z desea comprometerse y establecer un v¨ªnculo de lealtad solamente con aquellas compa?¨ªas que tengan una misi¨®n trascendente desde la que abordar en alguna medida los problemas cruciales a los que se enfrenta la humanidad. En este panorama, que me gusta bautizar como el de ¡°la demanda intensiva de inspiraci¨®n sostenible¡±, otra investigaci¨®n reciente, en este caso liderada por McKinsey, advierte de que no queda otra posibilidad que articular un nuevo imperativo estrat¨¦gico regido por una triada de factores vinculantes: primero, hay que trabajar en el significado social de las acciones de la empresa (por lo que todas ellas deben ser capaces de desplegarlos); segundo, garantizar la transparencia de las actividades y, finamente, ensalzar la empat¨ªa como el valor supremo desde el que desempe?ar el liderazgo y legitimar el modelo de autoridad. Si este programa aspiracional, supuestamente enarbolado como aquello que es lo natural por las nuevas generaciones, se convirtiese en una estructura de creencias dentro de la psicolog¨ªa colectiva, dif¨ªcilmente se podr¨¢ desatender la exploraci¨®n de un nuevo tipo de mentalidad aplicada al liderazgo: el l¨ªder ser¨¢ aquel que propicia el hontanar para que sucedan cambios de orden sist¨¦mico.
Una investigaci¨®n en curso de la Universidad Queen de Belfast sostiene que el prototipo de narcisista es menos propenso al estr¨¦s y la depresi¨®n.
En esta direcci¨®n, los investigadores Lisa Dreier, David Nabarro y Jane Nelson, avalados por el Foro Econ¨®mico Mundial y la Harvard Kennedy School, est¨¢n tratado de articular la f¨®rmula del l¨ªder de sistema, desde la cual el sujeto de autoridad desbordar¨ªa los l¨ªmites de su empresa, adquiriendo la convicci¨®n de ejercer su influencia mucho m¨¢s all¨¢ de un rango de acci¨®n convencional: el fin ser¨ªa participar en la transformaci¨®n de sistemas completos de estructuras y procesos ideol¨®gicos, institucionales e industriales. Por ende, la premisa general de esta propuesta partir¨ªa de identificar un sistema sumamente complejo que limitara u obstaculizara un cambio benigno o progresivo (o que estar¨ªa fomentando la perpetuaci¨®n de la desigualdad o cualquier tipo de da?o social o ecol¨®gico), y tratar de abordarlo mediante una destreza elevada en saber crear alianzas entre facciones heterog¨¦neas e incluso antag¨®nicas en ciertos aspectos. Esta manera de practicar el arte de la diplomacia para descubrir intereses y valores comunes en mitad de la entrop¨ªa, desarmando el nacionalismo depredador y expulsando el prejuicio, el odio y el rencor, vendr¨ªa a ser cultivada mediante una conducta de humildad y pautas de colaboraci¨®n desprovistas de ego, y poco tendr¨ªa que ver ni con la ternura ni con la gentileza, sino que alumbrar¨ªa el abrazo de un deseo perenne por afrontar desaf¨ªos sobrehumanos y resolver aquella cosa que siempre resulta ser la m¨¢s dif¨ªcil y escurridiza.
El soci¨®logo Max Weber adivin¨® con perspicacia que una persona feliz no se conforma con serlo. Necesita saber que tiene derecho a serlo: ¡°Necesita que su felicidad sea leg¨ªtima¡±. Esta b¨²squeda por alcanzar un deseo todav¨ªa por satisfacer es la que mueve la urgencia de la empat¨ªa. La empresa de este siglo adquiere la necesidad de que su ¨¦xito sea leg¨ªtimo en planos que exceden a los que se corresponden con la l¨®gica econom¨ªa: la edad de la empat¨ªa adquiere as¨ª un hueco en la teor¨ªa empresarial, y ello conlleva que la encarnaci¨®n del liderazgo se movilice hacia la normalizaci¨®n y el cuidado del pr¨®jimo. Este ¨²ltimo significante bien podr¨ªa ser la visi¨®n de futuro y el avance del relato de una compa?¨ªa socialmente responsable durante los pr¨®ximos diez a?os. El 2030 ya comienza a estar a la vuelta de la esquina.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.