¡°Rel¨¢jate. Si puedes...¡±
La pandemia pas¨® de largo en el lugar de reuni¨®n anual de ¨¦lites y escenario de ¡®La monta?a m¨¢gica¡¯, pero se ceb¨® en la cercana estaci¨®n de esqu¨ª, foco del virus en el norte de Europa
El transbordador se pone en marcha, Alemania queda atr¨¢s, los Alpes suizos aparecen nublados en la otra orilla.
Hans Castorp, el joven protagonista de la novela La monta?a m¨¢gica de Thomas Mann, sigui¨® hace m¨¢s de un siglo un itinerario similar: ¡°Se pasa por diferentes comarcas, subiendo y bajando desde lo alto de la meseta de la Alemania meridional hasta la ribera del mar suabo, y luego, en buque, sobre las olas saltarinas, por encima de abismos que en otro tiempo se consideraban insondables¡±.
Cuatro amigos al volante de sus porsches, unos d¨ªas de escapada desde M¨²nich, una promesa de felicidad y bienestar: en el ferri que cruza el Bodensee ¡ªo lago de Constanza, entre Alemania y Suiza¡ª toman cerveza, se r¨ªen, saborean por anticipado el fin de semana.
El transbordador sale de Friedrichshafen y 45 minutos m¨¢s tarde amarra en Romanshorn. La ruta contin¨²a por la autopista que entre cumbres escarpadas bordea Lichtenstein y Maienfeld, en la tierra de Heidi.
En Landquart comienza el ascenso a la alta monta?a, un viaje a la vez del cuerpo y el alma, seg¨²n la visi¨®n de Thomas Mann: la distancia recorrida aligera la carga de la vida cotidiana que se aleja y, a la vez, los kil¨®metros pesan como a?os. ¡°Hora tras hora, el espacio crea transformaciones interiores muy semejantes a las que provoca el tiempo, pero que, de alguna manera, superan a estas¡±, se lee en las p¨¢ginas iniciales de La monta?a m¨¢gica, publicada en 1924.
Castorp iba a visitar por tres semanas a su primo confinado en un sanatorio para tuberculosos en Davos. Se qued¨® siete a?os.
A William Lee, traductor del ruso y especialista en la dinast¨ªa de los Romanov, le pas¨® algo parecido. El 11 de marzo parti¨® de su casa en las afueras de Portland (Oreg¨®n). El 13 de marzo lleg¨® al hotel Schatzalp, que aparece mencionado en La monta?a m¨¢gica y que pudo inspirar a Thomas Mann el sanatorio ficticio donde se hospeda su protagonista. Mientras tanto, las compa?¨ªas a¨¦reas suspend¨ªan los vuelos por esas fechas. Cada d¨ªa se cerraban nuevas fronteras.
Tres meses
La estancia de William Lee en el Schatzalp deb¨ªa durar dos semanas. Se acab¨® quedando tres meses.
Durante ese tiempo, Lee, el manager general del establecimiento, Paulo Bernardo, y un ret¨¦n en la recepci¨®n se confinaron en el hotel a 1.865 metros de altura, solo accesible por funicular y casi intacto desde los tiempos de Castorp.
¡°Es un lugar adictivo. Thomas Mann hablaba de ello cuando escrib¨ªa que ah¨ª arriba el tiempo parece distinto. El velo entre el presente y el pasado es m¨¢s delgado. Y el paso del tiempo es r¨¢pido y lento al mismo tiempo¡±, dice por tel¨¦fono Lee, ya de regreso a Portland. ¡°Si pudiese, probablemente me pasar¨ªa ah¨ª siete a?os, como Hans Castorp¡±.
Davos propicia la ligereza y la profundidad. Favorece, sobre todo, la esgrima dial¨¦ctica, como si el aire de las alturas estimulase ese impulso que hace que algunas personas se sientan con fuerzas para abordar, e incluso resolver, las cuestiones m¨¢s trascendentales: ¡ªlas m¨¢s abstractas y las m¨¢s pr¨¢cticas¡ª de la humanidad. En 1929 un debate que marcar¨ªa la filosof¨ªa del siglo XX enfrent¨® a los fil¨®sofos alemanes Ernst Cassirer y Martin Heidegger en otro hotel, el Belv¨¦d¨¨re.
¡°Cassirer representaba el compromiso con la Ilustraci¨®n europea, el legado de Immanuel Kant y los ideales de la racionalidad universal y del progreso cultural¡±, resume desde Estados Unidos el profesor de Harvard Peter Eli Gordon, autor de Continental divide, un ensayo sobre el debate Cassirer-Heidegger. ¡°Heidegger¡±, a?ade, ¡°intentaba desarrollar una visi¨®n de la filosof¨ªa que destronaba la autoridad de la raz¨®n y fundaba la filosof¨ªa en la imaginaci¨®n y en el tiempo¡±. Cassirer, jud¨ªo, muri¨® en el exilio en Estados Unidos. Heidegger, miembro del partido nazi, quiz¨¢s gan¨® el debate de Davos, pero perdi¨® el de la historia.
Funicular abajo, el pueblo de 11.000 habitantes y que cada invierno acoge a 30.000 personas en el Foro Econ¨®mico Mundial, es, este verano, un lugar sin brillo. Como si buscase su funci¨®n y no la hallase. Las mascarillas escasean, o est¨¢n mal vistas. En un restaurante sugieren a un cliente que se la quite.
En el extremo sur del pueblo, el hospital. La puerta est¨¢ cerrada. La recepci¨®n, a oscuras. Esta noche est¨¢ de guardia el doctor Walter Kistler, que tambi¨¦n ejerce como m¨¦dico-jefe del Foro Econ¨®mico Mundial.
Los amos del universo discut¨ªan aqu¨ª el pasado enero sobre los destinos del mundo ¡ªcomo antes hab¨ªan discutido Cassirer y Heidegger y, antes, los personajes de La monta?a m¨¢gica¡ª mientras un virus desconocido se expand¨ªa silenciosamente y determinaba el destino real del mundo.
El doctor Kistler atesora an¨¦cdotas como m¨¦dico del foro. Como la de Nicolas Sarkozy, que cuando era presidente de Francia exigi¨® en Davos una ambulancia para ¨¦l solo. ¡°Si necesit¨¢semos una ambulancia para cada l¨ªder, no habr¨ªa suficientes con todas las de Suiza¡±, sonr¨ªe.
Este invierno, el problema fue m¨¢s grave que un asunto de vanidades o de ambulancias. El gobernador de una provincia de China que asist¨ªa al foro enferm¨® con s¨ªntomas de la covid-19. Result¨® una falsa alarma, dio negativo. Pero aquello puso en alerta al doctor Kistler.
¡°Fue una se?al¡±, recuerda. El hospital expandi¨® de 50 a 150 el n¨²mero de camas y las autoridades avisaron al Schatzalp y a otros hoteles que pusieran a disposici¨®n sus habitaciones en caso de emergencia. A finales de marzo Davos, como buena parte del planeta, se cerr¨® a los turistas.
El resultado: poco m¨¢s de una treintena de casos en los meses m¨¢s duros, y un muerto. Las camas suplementarias no fueron necesarias. En el valle que cada invierno congrega al establishment de medio mundo, el s¨ªmbolo de la globalizaci¨®n sin fronteras, el escenario desde hace un siglo de todo tipo de discusiones sobre lo divino y lo humano, el valle de los tuberculosos cuando lo frecuentaba Thomas Mann, la pandemia pas¨® de largo.
Todo fue distinto al otro lado de la monta?a y de la frontera con Austria, en Ischgl: cuarenta kil¨®metros a vuelo de p¨¢jaro desde Davos, pero m¨¢s de dos horas en un recorrido terrestre que incluye carreteras escarpadas, un t¨²nel ferroviario de 23 kil¨®metros en el que hay que subir el autom¨®vil a un tren y pasos fronterizos sin controles.
Hoteles de lujo, calles desiertas, un paseo de la fama hollywoodiense con estrellas en la acera y nombres de relumbr¨®n: Rod Stewart, Jon Bon Jovi, Rihanna, Tina Turner, Elton John, Bob Dylan, Jos¨¦ Feliciano. Y punto de encuentro, cada invierno, de personas de toda la Europa al norte de los Alpes en busca de diversi¨®n.
La ¡°Ibiza del Tirol¡±. O la ¡°Ibiza de los Alpes¡±. As¨ª llaman a esta estaci¨®n austriaca, uno de los principales destinos del pa¨ªs. ¡°En Ibiza, playas maravillosas. En Ischgl, monta?as maravillosas. Ibiza tiene entretenimiento. Ischgl, tambi¨¦n. Ambos atraen al mundo people¡±, explica Andreas Steibl, jefe de la Asociaci¨®n Tur¨ªstica local.
Ischgl no vende sosiego como el Schatzalp. Su lema es un desaf¨ªo al visitante: ¡°Rel¨¢jate. Si puedes...¡± De d¨ªa, deporte y aire libre; de noche, desmadre. Y fue el desmadre en los locales llamados de apr¨¨s-ski, donde los esquiadores se congregaban al final de la jornada en la nieve, lo que provoc¨® el desastre. Miles de casos de covid-19 en el norte de Europa se originaron aqu¨ª.
?Davos? Hoy Hans Castorp, aquel ¡°joven sencillo aunque simp¨¢tico¡± como le presentaba el narrador de La monta?a m¨¢gica, habr¨ªa ido a Ischgl.
Referencias
¡®La monta?a m¨¢gica¡¯, Thomas Mann (Edhasa, traducci¨®n Isabel Garc¨ªa Ad¨¢nez); ¡®Continental divide: Heidegger, Cassirer, Davos, 1929¡¯, Peter Eli Gordon (Cambridge University Press); 'Tiempo de magos. La gran d¨¦cada de la filosof¨ªa: 1919-1929', Wofram Eilenberger (Taurus, traducci¨®n de Joaqu¨ªn Chamorro Mielke).