El cielo en llamas y la Tierra inundada: por qu¨¦ la moda abraza la est¨¦tica de los videojuegos apocal¨ªpticos
Las propuestas de Balenciaga, Prada o Rick Owens nos env¨ªan visiones de un futuro dist¨®pico. Bocados de irrealidad con est¨¦tica ¨¦pica de videojuego.
En una sociedad que parece haber abrazado la distop¨ªa sin freno y cuesta abajo, el dilema en la fantas¨ªa heroica se ha trasladado a la vida cotidiana. Lo que quiz¨¢ nadie sospechaba es que el guion de semejante odisea lo iba a firmar la moda. Vestidos como personajes de Fortnite para afrontar la incertidumbre. Uniformados en plan Call of Duty para pelear por un futuro que se intuye entre pel¨ªcula de cat¨¢strofes y ¨¦pica de videojuego. Hay una crisis global ¨Cno solo sanitaria¨C ah¨ª afuera que ha trastocado definitivamente el mundo que conoc¨ªamos, tambi¨¦n a la hora de elegir atuendo, al menos si atendemos a lo que nos est¨¢n contando creadores del alcance de Demna Gvasalia, Marine Serre, Rick Owens y hasta Kanye Yeezy West, que con sus estil¨ªsticos Apocalypsis Wow refieren el miedo y la ansiedad que produce la idea del cuerpo expuesto a la amenaza.
Est¨¢n locos estos dise?adores. ?O no? ?Quer¨ªa transmitir una emoci¨®n de tristeza?, informaba Demna Gvasalia al t¨¦rmino del desfile de Balenciaga para este oto?o-invierno, con escenograf¨ªa dist¨®pica, el cielo en llamas y la Tierra inundada (?La riada como metaf¨®rica consecuencia de nuestro estilo de vida?). Ah¨ª estaban ya las chaquetas acorazadas y las botas hasta las ingles para poner distancia, adem¨¢s de b¨¢sicos de confinamiento tipo abrigos batamanta y conjuntos de boatin¨¦ y esquijama. Una colecci¨®n perge?ada antes de que ¡®todo esto pasara¡¯. Al fin y al cabo, la misi¨®n del dise?ador de moda no ya solo es pulsar el signo de su tiempo, sino preconizar el que vendr¨¢. V¨¦ase el salto hacia adelante del creador georgiano que redefini¨® el lujo de nuestro d¨ªas con Vetements, que avanza un pr¨®ximo invierno del descontento ¨Csocial, pol¨ªtico, econ¨®mico, cultural, vital¨C a¨²n m¨¢s delirante.
Pensada para un consumidor extremadamente joven cuya existencia ya es casi m¨¢s virtual que f¨ªsica, la propuesta de Afterworld: The Age of Tomorrow con su est¨¦tica de avatar plantea una cuesti¨®n ineludible: ?ha perdido la moda definitivamente el norte? ?Ad¨®nde vamos ataviados de tal guisa? ?La narrativa de la colecci¨®n est¨¢ anclada en pasados mitol¨®gicos y futuros imaginados a trav¨¦s de arquetipos atemporales y una imaginer¨ªa especulativa?, explica Gvasalia a prop¨®sito de su colecci¨®n, que bien podr¨ªan haber vestido el conspiranoico asalto al Capitolio de hace unas semanas. Lo explica Jane Tynan, directora del m¨¢ster de Estudios Cr¨ªticos de la Moda de la londinenses Central Saint Martins: ?La est¨¦tica de la distop¨ªa va de la mano con el streetwear y el estilo paramilitar. No es nada nuevo: ya lo observamos con el clima de inestabilidad econ¨®mico, social y pol¨ªtico de los a?os treinta del pasado siglo?.
Los ominosos paralelismos entre aquella d¨¦cada y la que ahora concluye resultan evidentes (pi¨¦nsese en el auge de la extrema derecha), tanto que no pocas propuestas indumentarias actuales pueden considerarse tan surrealistas como lo fueron las de una Schiaparelli en su momento. Ropas sobradas de talla. Pantalones de ch¨¢ndal, cargo, militares y vaquero de cintura alta. Camisetas y sudaderas de propaganda. Capas y capas de prendas encebolladas por plum¨ªferos de miliciano. Zapatillas deportivas de las que se vend¨ªan en los supermercados de los a?os noventa. He aqu¨ª, a grandes rasgos, la imagen m¨¢s extravagante, pero tambi¨¦n excitante proyectada por la industria del vestir en los ¨²ltimos a?os. Una postal desde el filo de la miseria y la marginalidad, en realidad, auspiciada por el advenimiento de la era Trump. De repente, aquellos desclasados se alzaron como poderosa fuerza pol¨ªtica.
Tambi¨¦n para la moda, que ha encontrado en ellos un estiloso fil¨®n. ?Una persona de clase obrera es la ¨²ltima manifestaci¨®n del otro ex¨®tico, la figura del buen salvaje que todav¨ªa quedaba por explorar?, concede al respecto la antrop¨®loga, periodista y consultora Jana Melkumova-Reynolds. Al menos por parte de esa generaci¨®n de creadores que han hecho de su propia percepci¨®n de clase un genuino motor de cambio: Telfar Clemens, Kerby Jean-Raymond, Martine Rose, Charles Jeffrey, Gosha Rubchinskiy, el mismo Gvasalia¡ De hecho, su discurso es tan autoconsciente que, m¨¢s all¨¢ de que se compre o no la propuesta est¨¦tica, ¨¦ticamente no admite reproche. El problema es que, en el marco del lujo, la brecha que pretend¨ªan cerrar se vuelve a¨²n m¨¢s insalvable.
?El sistema solo permite que se produzcan diferencias comercializables?, expone el fil¨®sofo surcoreano Byung-Chul Han en La expulsi¨®n de lo distinto (Herder, 2017). Esto es, aceptamos raro y diferente si podemos sacarle rendimiento econ¨®mico. Una reflexi¨®n que tambi¨¦n explica por qu¨¦ de repente el streetwear se ha convertido en moneda de cambio corriente de la moda de altura: ?As¨ª ya no hay contra qui¨¦n dirigir la revoluci¨®n?. Aunque solo sea por su apariencia, la industria se ha ocupado de ficcionar a sus desheredados, por eso le resulta imposible reconocerlos?cuando se topa con ellos en la realidad, cuando lo cierto es que el tal look dist¨®pico hace mucho que lo practican quienes nunca han tenido m¨¢s acceso que a la tienda de segunda mano/beneficencia o al Kmart (aqu¨ª Carrefour o, ahora, Lidl) de turno. ?Hoy, el consumidor tambi¨¦n es jugador. Y es un importante consumidor base del lujo, que proyecta mucho de s¨ª mismo en los personajes de videojuegos. Es un mundo paralelo?, defiende Gvasalia. Nunca el discurso de la moda hab¨ªa sido tan perverso. Tanto como para traicionar la realidad .
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