Por qu¨¦ algunas personas son incapaces de disculparse (y qu¨¦ hacer con ellas)
La absoluci¨®n tiene un manual de instrucciones que no siempre se sabe interpretar, empezando por la responsabilidad de quien tiene que ser disculpado.
En un estudio, Charlotte van Oyen Witvliet, investigadora del Hope College de Holland de Michigan, pidi¨® a los participantes que pensaran en alguien que les hubiera ofendido mientras ella les examinaba. La presi¨®n arterial, frecuencia card¨ªaca, tensi¨®n muscular facial y actividad de las gl¨¢ndulas sudor¨ªparas se dispararon. Despu¨¦s les pidi¨® que se imaginaran a s¨ª mismos perdonando a sus deudores. Toda la excitaci¨®n f¨ªsica se redujo a los niveles normales de la vigilia. El gur¨² de la medicina preventiva Dean Michael Ornish llama al perd¨®n ¡°el tofu¡± del alma y al rumiar sobre las afrentas sufridas, ¡°la carne roja¡±.
Pero, ?y si en esa canonizaci¨®n del perdonador nos estamos dejando de lado a un actor importante en el drama? Como nos cuenta la psic¨®loga Violeta Alcocer, especialista en Disciplina Positiva y Mindfulness, ¡°cuando hay un conflicto que se desea resolver, se suele poner ¨¦nfasis en que la persona agraviada perdone y se obvia que no todas las disculpas son v¨¢lidas. Deber¨ªamos poner m¨¢s inter¨¦s en aprender a pedir perd¨®n, ya que cuando el perd¨®n pedido es sincero, adecuado, a tiempo y respetuoso, el resto viene solo. El verdadero trabajo lo tiene que hacer la persona que tiene que pedir disculpas.¡±
Hay muchas personas que no pueden, no saben o no quieren pedir disculpas. ?C¨®mo afrontamos a esa gente? ¡°Si llegamos a comprender que lo que realmente nos duele no son los actos en s¨ª, sino lo que para nosotros significan en t¨¦rminos de vulnerabilidad, podemos llegar al coraz¨®n de ese dolor tan ¨ªntimo y atenderlo por nosotros mismos¡±, responde la psic¨®loga. Se trata de trabajar sobre nosotros mismos en lugar de esperar (y, en cierta medida, depender de) una respuesta del otro. ¡°Por ejemplo¡±, explica Violeta Alcocer, ¡°si me he sentido enga?ada y espero una disculpa que nunca va a llegar, en vez de quedarme esperando, puedo profundizar en mis emociones y preguntarme: ¡®?por qu¨¦ es tan doloroso para m¨ª este sentimiento?¡¯, ¡®?con qu¨¦ antiguas emociones vulnerables me conecta?¡¯ Y empezar a cuidarnos desde ah¨ª. Tenemos la capacidad de reparar y cuidarnos del mal que nos hacen otras personas desde el momento en el que somos capaces de ver que una vez infringidas, nuestras heridas nos pertenecen¡±.
El olvidado arte de pedir disculpas
Parecemos ser altamente sensibles y conscientes de cuando se nos debe una disculpa, pero no tanto de cuando nosotros debemos pedirla. Y, sin embargo, todos cometemos errores. ¡°Pedir perd¨®n implica realizar un ejercicio de empat¨ªa, de humildad y poner la relaci¨®n por encima de la necesidad de tener raz¨®n¡±, nos cuenta la psic¨®loga. Si queremos ser perdonados, el acto de contrici¨®n debe tener sus tempos, y que estos vengan cargados de significado e intenci¨®n.
¡°Para pedir perd¨®n, el primer paso es escuchar para comprender en profundidad la herida del otro, es decir, preguntar para enterarnos de lo que le sucede a la otra parte. Comprender en profundidad significa darle peso a los matices que hacen del dolor de la otra persona algo ¨²nico, y esto solo lo podemos conseguir si escuchamos con flexibilidad, sin juicios ni ideas preconcebidas, permitiendo que la otra persona pueda hablar sin miedo de lo que le ha dolido¡±, nos cuenta la psic¨®loga.
Estar dispuesto a escuchar al otro exige valent¨ªa, honestidad y estar preparado para una respuesta que no nos agrade. Seg¨²n la psic¨®loga, ¡°no es lo mismo pensar que la otra persona se ha enfadado porque no le hemos dicho nada al entrar y sacar nuestras propias conclusiones, que escuchar y atender a la otra persona cuando puede explicarse y hablarnos de lo que realmente le ha dolido, que por ejemplo puede ser ¡®lo que me ha hecho sentir mal no es que no me hayas dicho nada a mi, sino el hecho de que hayas hablado con todo el mundo menos conmigo, pues he vuelto a pensar que seguramente tengo una conversaci¨®n muy poco interesante y eso me duele¡¯.¡± Es decir, escuchar implica expresar validaci¨®n y empat¨ªa por los sentimientos de la persona herida, lo cual es fundamental para que esta se sienta escuchada, comprendida y, sobre todo, que vea que la persona que pide perd¨®n se hace verdaderamente cargo de lo sucedido, incluso si ha herido sin querer¡±, a?ade Alcocer.
El segundo paso a la hora de pedir perd¨®n es escucharnos a nosotros mismos con el fin de reconocer nuestros motivos, porque los hay. Seg¨²n la psic¨®loga, ¡°todas las personas que agravian a otras lo hacen, tanto si son conscientes como si no, porque se han sentido a su vez heridas o amenazadas y su ataque es una forma de expresar su malestar. El agravio, que por lo general toma la forma de desprecio, ira, o soberbia, suele ser la conducta reactiva a sentirnos vulnerables: miedo al fracaso, a la soledad o a la falta de val¨ªa, por ejemplo. En ocasiones estas emociones nos ponen en guardia y atacamos, de forma activa o pasiva, a qui¨¦n consideramos causante de dichas amenazas¡±. Es otro ejercicio de valent¨ªa y honestidad autoexplorarnos para saber por qu¨¦ hemos hecho algo que posiblemente hemos pretendido fingir que hac¨ªamos sin darnos cuenta. ¡°El camino que hay que recorrer para pedir perd¨®n de coraz¨®n¡±, explica Violeta Alcocer, ¡°implica reconocer esas emociones m¨¢s profundas y vulnerables en nosotros mismos y dejarlas aflorar para acercarnos a pedir perd¨®n sin artificios ni excusas¡±.
El lado oscuro del luminoso perd¨®n
Hacer un ejercicio tan profundo no es f¨¢cil, pero es la ¨²nica garant¨ªa de que el hecho de pedir perd¨®n sea realmente efectivo. ¡°La mayor¨ªa de las veces que nos piden perd¨®n lo hacen por compromiso, y la mayor¨ªa de las veces que perdonamos lo hacemos de la misma manera. En este sentido, el perd¨®n como convenci¨®n social funciona y es ¨²til en aquellos casos en los que no nos interesa intimar ni profundizar demasiado en la relaci¨®n¡±, concluye Alcocer.
Porque lo cierto es que en la ciencia del perd¨®n hay algunos ¨¢ngulos ciegos. En un estudio dirigido por el psic¨®logo Loren Toussaint del Luther College en el que participaron casi 1500 adultos estadounidenses, se comprob¨® que la capacidad de perdonar y perdonarse era inversamente proporcional a la depresi¨®n y los sentimientos de desesperanza. Pero sorprendentemente, descubrieron que ambos sentimientos ¨Cdepresi¨®n y desesperanza¨C eran mayores en las personas que necesitaban y buscaban ser perdonadas por sus errores. Lo positivo del estudio fue descubrir que los participantes mayores de 45 a?os eran mucho menos r¨ªgidos y se juzgaban con menos dureza a s¨ª mismos y a los dem¨¢s. A medida que nos hacemos mayores perdonamos y nos autoperdonamos m¨¢s.
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