¡®Zoombados¡¯: la psicolog¨ªa explica por qu¨¦ las videollamadas generan angustia y ansiedad
Agotados e hipervigilados: ?qu¨¦ pasa cuando la pantalla se convierte en la ¨²nica ventana al mundo?
Apuntes sobre algunas de las tendencias y revelaciones del confinamiento: a Meryl Streep le gusta grabarse bebiendo a morro junto a inquietantes estanter¨ªas vac¨ªas de su casa. Cate Blanchett atesora un ejemplar de Postcapitalismo, del periodista brit¨¢nico Paul Mason, en su sal¨®n. Edurne tiene un cuarto dedicado exclusivamente a sus mu?ecos funkos. Las campa?as de moda ya no nos hacen so?ar con lugares ex¨®ticos, ahora las modelos posan solas y hastiadas en su habitaci¨®n. Espa?a tuvo su ¨¦pica global rozando los niveles de fama del Ecce Homo gracias al Merlos Place, una doble pillada de desnudo y cuernos en pleno directo casero entre tertulianos de la que se han cachondeado hasta TMZ y Whoopi Goldberg. El himno amoroso del confinamiento, Zoom, lo lanz¨® Mueveloreina? junto a Valverdina (?Te miro embobada por esa pantalla/Con esa carita el ¡®cora¡¯ me estalla?). La cuenta @ratemyskyperoom puso nota a los fondos de cada periodista del telediario y celebridad que ha hecho un directo en esta panlivedemia (la librer¨ªa de aspecto enciclop¨¦dico de Tom Hanks se llev¨® un 9 sobre 10 y ?la casa de Hobbit? de Jimmy Fallon, un 7). The Independent critic¨® ?la rid¨ªcula polic¨ªa de las librer¨ªas? despu¨¦s de que el? escritor Owen Jones se?alara p¨²blicamente los ejemplares racistas y negacionistas del Holocausto en un selfie de biblioteca de la columnista brit¨¢nica Sarah Vine.
Estas se?ales certifican c¨®mo el encierro global derivado de la pandemia del coronavirus ha eliminado, todav¨ªa m¨¢s, las fronteras de lo dom¨¦stico y lo p¨²blico, donde se nos han abierto m¨²ltiples mirillas a todo aquello que algunos atesor¨¢bamos como privado. Nuestras habitaciones propias se han expuesto en clases virtuales, reuniones laborales, directos de Instagram o botellones grupales de s¨¢bado noche. Una nueva fascinaci¨®n voyeur derivada, en parte, por el anhelo social de contacto y la simulaci¨®n que ofrece la interfaz.
Frente a calles desiertas y con la (falsa) sensaci¨®n de que ya no hab¨ªa nada que mirar por nuestras ventanas f¨ªsicas, la reacci¨®n m¨¢s sencilla frente al terror del aislamiento y de aquello de poder estar, de una vez por todas, con nosotros mismos fue buscarnos desesperadamente unos a otros en nuestras pantallas. En este episodio de horror vacui digital, algunos salvan lo que queda de su intimidad refugi¨¢ndose en cromas ir¨®nicos de playas id¨ªlicas, escondidos bajo filtros faciales o con avatares de realidad virtual. La masa, de forma un¨¢nime y acr¨ªtica frente a la excepcionalidad, se ha afanado en retransmitir su existencia con consecuencias directas sobre sus cuerpos y donde, una vez m¨¢s, la hipervigilancia de las grandes corporaciones tecnol¨®gicas afianza su supremac¨ªa econ¨®mica. Bienvenidos a la era zoomificada.
Ansiedad de ?momentums¡¯
?Las conductas e ideas de la gente dependen tanto de las pantallas y las interfaces como de los intercambios y afectos que se producen en la familia, el trabajo o en el espacio p¨²blico?, contaba Ingrid Guardiola en su prof¨¦tico El ojo y la navaja: un ensayo sobre el mundo como interfaz (Arcadia, 2019). All¨ª, la investigadora apuntaba a que el tiempo que vivimos a trav¨¦s de las pantallas, lejos de ser cronol¨®gico, es ?cronosc¨®pico?. La urgencia de actualizar y refrescar nuestras notificaciones nos ha llevado a sincronizarnos existencialmente y a encajarnos productivamente con nuestros timelines. Si esa l¨®gica de momentums (la unidad m¨ªnima en el tiempo cronosc¨®pico) hab¨ªa transformado nuestra experiencia antes del coronavirus, ?c¨®mo nos afecta cuando la sociedad intercambia abruptamente la oficina por encuentros virtuales v¨ªa Teams, la visita a los abuelos por charlas diarias por Facetime y las clases de Hiit en directos de Instagram? B¨¢sicamente, hemos multiplicado, todav¨ªa m¨¢s, nuestro estr¨¦s, ansiedad y desajuste vital.? Y todo sin salir de casa.
?Existe una raz¨®n por la que Zoom te hace sentir raro e incompleto?, desvel¨® la escritora Kate Murphy en Por qu¨¦ Zoom es terrible en The New York Times. Las im¨¢genes de v¨ªdeo est¨¢n codificadas, parcheadas y sintetizadas. Todos esos peque?os delays, caras congeladas y audios desincronizados tambi¨¦n nos afectan. ?Estas interrupciones, algunas por debajo de nuestra conciencia, confunden la percepci¨®n y desencajan sutiles se?ales sociales. Nuestros cerebros se esfuerzan por llenar los vac¨ªos y dar sentido al trastorno, lo que nos hace sentir vagamente perturbados, inquietos y cansados ??sin saber por qu¨¦?. Sumen a ese efecto la ?ansiedad por Zoom? que ha acu?ado la profesora, Suzanne Degges-White. Cuando la comunicaci¨®n presencial se pierde, conectarnos a una videollamada nos induce a una performance agotadora en la que, como indica la catedr¨¢tica, forzamos un papel que no har¨ªamos en la vida real: ?Debemos ser ingeniosos, entretenidos, compasivos o atractivos cuando todo lo que nos representa es un simple primer plano?.
Controlados
?Me produjo much¨ªsima paranoia. Fue una invasi¨®n total de mi intimidad?. En la fase m¨¢s estricta del confinamiento, una amiga detect¨® en una videollamada c¨®mo alguien se ?hac¨ªa? con su ordenador. La sac¨® de la conversaci¨®n, cerr¨® la app de Zoom y control¨® el rat¨®n de su port¨¢til desplegando sus carpetas. No hab¨ªa sido la ¨²nica. El Instituto Nacional de Ciberseguridad de Espa?a (Incibe) advirti¨® de una vulnerabilidad que podr¨ªa permitir a los ciberdelincuentes robar informaci¨®n. Zoom alcanz¨® los 200 millones de usuarios al d¨ªa en marzo. Junto a House Party, ha sido lo m¨¢s descargado en la App Store desde el estado de alarma. Y no solo hay fallos. Hasta que se denunci¨®, Zoom compart¨ªa datos con Facebook sin permiso.
El escritor Paul B. Preciado vaticina tiempos de ?tecnototalitarismo?. Frente a esta era, la K-anonimidad es una? t¨¦cnica que la Agencia Espa?ola de Protecci¨®n de Datos (AEPD) recomienda para la implementaci¨®n de garant¨ªas para preservar la privacidad y el derecho a la protecci¨®n de datos. Mientras tanto, las empresas de m¨¢s capital (Facebook, Google, Amazon, Microsoft y Apple) tienen cada vez m¨¢s capacidad para infiltrarse y enriquecerse con nuestra vida. Saben qu¨¦ decimos, c¨®mo vestimos y qu¨¦ leemos. Casi nadie, aislado y en plena pandemia global, incluye esto en su lista de agravios prioritarios. Siempre, por trabajo o por afecto, habr¨¢ que hacer una videollamada m¨¢s.
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