De una cirujana militar a una Dj: Las mujeres que vivieron como hombres para trabajar
Warner llevar¨¢ al cine la historia de una joven que tuvo que vestirse de chico para triunfar en la m¨²sica. Reivindicamos a otras mujeres que, bajo apariencia masculina, lograron ser lo que quer¨ªan.
Chica intenta triunfar en el mundo de la m¨²sica electr¨®nica y no consigue que la tomen en serio. Decide ponerse un nombre art¨ªstico masculino y disfrazarse de hombre para pinchar. Gracias a su nueva identidad, logra que el p¨²blico deje de mirar su cuerpo para escuchar sus canciones. Con peluca, barba y pantalones anchos, el trabajo le llueve del cielo y cuenta con el reconocimiento que no lograba vestida con minifalda. Un a?o despu¨¦s, revela que el abultamiento que se intuye entre sus piernas es un simple relleno y le hace un zas en toda la boca a los que le exig¨ªan marcar curvas si quer¨ªa ser alguien en la industria.
Puede parecer el argumento de una versi¨®n moderna de Albert Nobbs, la pel¨ªcula basada en la novela de George Moore en la que Glenn Close tiene que disfrazarse de hombre para encontrar trabajo. Pero a excepci¨®n de que Warner Bros ha comprado los derechos de la historia para llevarla a la gran pantalla, poco tiene que ver con la ficci¨®n. Su protagonista se llama Tatiana Alvarez y si no fuera porque en el siglo XIX no hab¨ªa mesas de mezclas, bien podr¨ªa compararse con una de esas escritoras, como Mary Ann Evans o Emily Bront?, que masculinizaban su nombre para poder entrar en el circuito y ganarse el respeto de quienes pensaban que nada digno pod¨ªa salir de una pluma empu?ada por una mujer. Lo cierto es que aunque esta cubana, que vive a caballo entre Las Vegas y Los ?ngeles, prefiera no revelar su edad, su fecha de nacimiento se ubica a buen seguro en las ¨²ltimas d¨¦cadas del siglo pasado. Y no cabe duda de que la historia de c¨®mo tuvo que transformarse en hombre para triunfar, se escribe en nuestros d¨ªas.
Tatiana empez¨® a amar la m¨²sica cuando era una ni?a. Su t¨ªo abuelo formaba parte de la banda que tocaba con Celia Cruz, su t¨ªo era guitarrista y la abuela cantante. La influencia musical que bebi¨® de su familia y el flechazo que sinti¨® por las melod¨ªas electr¨®nicas a los diecisiete a?os, bastaron para que lo tuviera claro. ¡°Todos los que pinchaban eran chicos y pens¨¦ 'quiero hacer eso'. Me compr¨¦ una mesa y aprend¨ª sola¡±, explica en una entrevista en The Telegraph. Aunque se matricul¨® en la universidad para tener a su padre contento y estudi¨® derecho, se uni¨® a un grupo de disc-jockeys femeninas nada m¨¢s graduarse. Despu¨¦s de trabajar junto a Dj Diamond y hacer una gira de la mano de Hot Import Nights (un show automovil¨ªstico), decidi¨® que pasaba de embutirse en vestidos ajustados y de calzarse insufribles tacones de aguja. Quer¨ªa dejar de ser sexy por exigencias del gui¨®n y lograr que la valorasen por su talento en los mandos.
¡°Decid¨ª que ten¨ªa que parecer un chico y ser todo lo contrario a lo que pudiera considerarse sensual. Me vest¨ª con ropa de t¨ªo y me lim¨¦ las u?as. Me puse peluca, disimul¨¦ el pecho usando un sujetador deportivo muy apretado y compr¨¦ un relleno en un sex shop para abultar mi entrepierna¡±, detalla. Gracias a su nuevo aspecto, bautizado como Matt Muset y publicitado en el mundo de la noche como Musikillz, logr¨® lo que quer¨ªa: fuera del escenario dej¨® de ser perseguida por miradas lascivas y, encima de ¨¦l, pudo centrarse en hacerlo bien: ¡°Cuando eres una mujer, siempre hay personas que analizan lo que haces y que piensan que eres est¨²pida. Cuando eres un hombre, simplemente te dejan en paz¡±.
En la foto de la izquierda, Dj Tatiana durante la ¨¦poca en la que bajo el seud¨®nimo Dj Musikillz actuaba caracterizada como un hombre.
Despu¨¦s de un a?o como Matt, consider¨® que ya hab¨ªa demostrado su talento y decidi¨® volver a pinchar como Tatiana Alvarez. Su experimento sociol¨®gico podr¨ªa ser una simple an¨¦cdota en su curr¨ªculo, en el que ahora figuran decenas de exitosas actuaciones en todo el mundo, si no fuera porque el verano pasado Warner Bros compr¨® los derechos de su historia para que los productores Brian y Mike Medavoy (este ¨²ltimo responsable de la producci¨®n de Shutter Island o Cisne Negro) la trasladen al celuloide. La propia Alvarez supervisar¨¢ la banda sonora de la pel¨ªcula, algo que la alienta a seguir luchando en un mundo, que a pesar de sus esfuerzos, sigue considerando de hombres: ¡°Hay un mont¨®n de mujeres DJs ahora, pero no ganan mucho dinero. Si queremos que nos tomen en serio debemos confiar menos en nuestra apariencia y aprender a producir. Nadie te va a llamar por poner discos. Tienes que hacer m¨²sica¡±.
Rosa Mar¨ªa Capel, catedr¨¢tica de Historia Moderna en Universidad Complutense de Madrid y premio Clara Campoamor a la Igualdad, suscribe que a pesar de que hoy d¨ªa la equidad de sexos est¨¦ reconocida legalmente, la pr¨¢ctica social sigue siendo deficiente. "A¨²n existen sectores, como puede ser el de la electr¨®nica, que est¨¢n muy masculinizados y no se ve con buenos ojos que la mujer forme parte de ellos. Es interesante que se denuncien estos casos y llevarlos al cine les da una visibilidad m¨¢s r¨¢pida y amplia que otras v¨ªas. Es necesario concienciar, que las j¨®venes se den cuenta de que no todo est¨¢ conquistado y que dentro de lo conquistado se pueden perder cosas con mayor facilidad de lo deseado", declara a S Moda.
Aunque actualmente no abunden experimentos como el de Tatiana, si echamos la vista atr¨¢s, muchas han sido las mujeres que han tenido que ocultar su sexo para poder dedicarse a lo que deseaban y lograr el reconocimiento profesional que merec¨ªan. Mary Ann Evans, a la que cit¨¢bamos al principio de estas l¨ªneas, fue una de las primeras escritoras en firmar con el seud¨®nimo masculino de George Eliot para evitar que su obra fuese tachada de rom¨¢ntica o menospreciada por la relaci¨®n abierta y escandalosa que manten¨ªa con el fil¨®sofo y cr¨ªtico literario ingl¨¦s George H. Lewes. La autora de Cumbres Borrascosas, Emily Bront?, public¨® la novela, considerada hoy d¨ªa como un cl¨¢sico de la literatura inglesa, con el varonil nombre de Ellis Bell (apellido que tambi¨¦n utilizaron sus dos hermanas para ocultar su verdadero sexo). Y tambi¨¦n existen ejemplos m¨¢s cercanos en el tiempo como el de la pintora expresionista Grace Hartigan (1922-2008), que refrendaba sus trabajos al principio de su carrera como George Hartigan por ¡°miedo a que, de otro modo, no se tomasen en serio¡±, seg¨²n declar¨®.
Y un buen pu?ado de nombres se agolpan en la lista de las que decidieron ir un paso m¨¢s all¨¢ y vivir como hombres.
Es el caso de Margaret Ann Bulkley (1795-1865) que naci¨® siendo mujer y pas¨® a la historia como var¨®n, escondida tras el ¨¢lter ego de James Barry. Su historia, que siempre ha estado rodeada de inc¨®gnitas y mitos, se esclarec¨ªa en un reportaje que la revista New Scientist public¨® en 2008. Las cartas, hasta aquel momento desconocidas, que hab¨ªa escrito durante su adolescencia y juventud, confirmaban que el c¨¦lebre cirujano militar James Barry fue en realidad una mujer. Seg¨²n recoge la publicaci¨®n, Margaret era hija de un tendero de Cork y sobrina del famoso pintor rom¨¢ntico James Barry. Fue en su juventud cuando decidi¨® transformarse f¨ªsicamente para parecer un hombre y poder ingresar en la universidad, algo totalmente impensable para una mujer de la ¨¦poca. Gracias a su nueva identidad termin¨® la carrera de Medicina en 1812, convirti¨¦ndose, sin que nadie m¨¢s lo supiera, en la primera doctora de Gran Breta?a. Al a?o siguiente, comenz¨® a trabajar como asistente m¨¦dico del Ej¨¦rcito brit¨¢nico y m¨¢s tarde servir¨ªa en la Batalla de Waterloo, en la India y en Ciudad del Cabo. A lo largo de su carrera cosech¨® m¨²ltiples ¨¦xitos, entre ellos, practicar una de las primeras ces¨¢reas exitosas de la historia y mejorar la alimentaci¨®n y las condiciones de atenci¨®n m¨¦dica de las tropas, los presos y los leprosos. Tras enfermar de disenter¨ªa en 1845 regres¨® a Gran Breta?a, donde muri¨® al a?o siguiente. Fue entonces cuando Sophia Bishop, la encargada de preparar su cuerpo antes del entierro, se percat¨® de su verdadero sexo. Desde ese momento, las especulaciones (se lleg¨® a decir que hab¨ªa signos inequ¨ªvocos de que incluso hab¨ªa estado embarazada) no dejaron de planear sobre la vida de Margaret. Algunos contempor¨¢neos afirmaron que siempre hab¨ªan tenido sospechas o que era hermafrodita, pero el ej¨¦rcito intent¨® que el suceso no trascendiera y ocult¨®, durante m¨¢s de cien a?os, los archivos que registraban su labor en el cuerpo.
Retrato del doctor James Barry, en realidad Margaret Ann Bulkley, en 1839.
Getty
El libro Sapper Dorothy Lawrence: The Only English Woman Soldier recoge una historia similar protagonizada por su autora. Corr¨ªa el verano de 1915 cuando Dorothy Lawrence (1896-1964), una joven inglesa de 19 a?os, luchaba por abrirse paso como periodista en un mundo monopolizado por hombres. Su sue?o, ser corresponsal de guerra, se antojaba imposible cuando, tras el estallido de la Primera Guerra Mundial, los editores de los peri¨®dicos y las autoridades se lo prohibieron. Lejos de rendirse, decidi¨® viajar a Francia donde logr¨® persuadir a dos soldados brit¨¢nicos para que la ayudaran a llegar al frente. Aunque trataron de convencerla de que era una locura, terminaron cort¨¢ndole el pelo, prest¨¢ndole ropa militar y consigui¨¦ndole documentaci¨®n falsa con un nuevo nombre: Denis Smith. Todo lo necesario para agotar la ¨²nica v¨ªa para cumplir su prop¨®sito: parecer un hombre.
De camino al frente, Dorothy conoci¨® a Tommy Dunn, un ex minero alistado en la compa?¨ªa de zapadores que la ayud¨® a esconderse hasta que pudo infiltrarla con el resto de los militares. El trabajo agotador en las trincheras (soport¨® los bombardeos alemanes durante diez d¨ªas) le provoc¨® un desmayo. Aunque no acab¨® en el hospital de campa?a, donde no hubiera podido ocultar su secreto, aquel suceso la hizo reflexionar. Sab¨ªa que si era descubierta, todos aquellos que la hab¨ªa ayudado ser¨ªan sometidos a un consejo de guerra. Al d¨ªa siguiente, desvel¨® su verdadera identidad y fue arrestada. Tras ser sometida a un largo interrogarlo en el que no consiguieron que delatase a sus c¨®mplices, fue ingresada en un convento hasta que la pudieron repatriar a Londres. Cuando regres¨® a casa, si bien su historia le pod¨ªa haber valido la fama como periodista que tanto hab¨ªa ansiado, tuvo que guardar silencio para no acabar en prisi¨®n. Despu¨¦s de que terminara la contienda, decidi¨® que era el momento de contar su periplo en forma de una autobiograf¨ªa que no tard¨® en ser censurada. Tras unos a?os de comportamiento err¨¢tico, en 1925 fue ingresada en un psiqui¨¢trico despu¨¦s de que denunciara haber sido v¨ªctima de una violaci¨®n en su infancia. All¨ª muri¨® en completa soledad en 1964 y fue enterrada en una fosa com¨²n en el cementerio de New Southgate.
Dorothy Lawrence, antes y despu¨¦s de su cambio f¨ªsico para parecer un hombre e infiltrarse en el ej¨¦rcito.
Im¨¢genes del libro ¡®Sapper Dorothy Lawrence: The Only English Woman Soldier¡¯, digitalizado por Google.
La vida de cada una de estas mujeres dar¨ªa para varios reportajes monogr¨¢ficos. Por reivindicar el verdadero g¨¦nero de una m¨¢s, citaremos el caso de Maria Anderson (??-1901), la que se convirtiera, bajo la falsa identidad de Murray Hall, en una de las figuras indispensables para entender el escenario pol¨ªtico neoyorquino de finales del siglo XIX. Maria naci¨® en Escocia y tuvo que huir a Am¨¦rica, en circunstancias desconocidas, disfrazada con la ropa de su hermano var¨®n. Una vez en Nueva York, y siempre bajo aspecto masculino, consigui¨® formar parte de Tammany Hall, la maquinaria pol¨ªtica del Partido Dem¨®crata estadounidense, que jug¨® un papel determinante en el gobierno de la Gran Manzana entre los siglos XVIII y XX, y logr¨® votar en un momento en el que las mujeres no pod¨ªan hacerlo. En lo personal, es destacable que se cas¨® dos veces, con dos mujeres por supuesto, y que ten¨ªa una hija adoptiva. En los ¨²ltimos tiempos se dedic¨® a leer e investigar sobre el c¨¢ncer que afectaba a uno de sus pechos y que no quer¨ªa consultar con un m¨¦dico. Fue despu¨¦s de su muerte cuando el examen forense revel¨® a su hija y a todo su entorno la verdad. Al d¨ªa siguiente, el 19 de enero de 1901, The New York Times publicaba un art¨ªculo que bajo el titular Murray Hall enga?¨® a muchos hombres astutos, contaba su historia. Aunque fue enterrada con ropa femenina, su hija jam¨¢s acept¨® que su padre, ese pol¨ªtico famoso que beb¨ªa whisky y reclutaba votos para los dem¨®cratas, fuera una mujer.
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