Jefes explotadores y clientes locos: llega a Espa?a ¡®Melody¡¯ la historia de la ¡®stripper¡¯ que se convirti¨® en dibujante
Se publica en Espa?a ¡®Melody¡¯, el c¨®mic en el que la canadiense Sylvie Rancourt relata su experiencia como bailarina en clubes durante los a?os ochenta.
¡°?Y si hicieras de stripper? Ser¨ªa un dinero f¨¢cil¡±, le propuso Nick a su novia a principios de los a?os ochenta. La pareja se acababa de mudar a Montreal procedente de una zona rural de Quebec y necesitaba ganar dinero urgentemente. ¡°Solo hasta que yo encuentre trabajo¡±, apostill¨® Nick, que no era la primera vez que abusaba de la candidez de su novia. A pesar de no tener ninguna experiencia previa como bailarina, Sylvie llam¨® al tel¨¦fono que aparec¨ªa en un anuncio de prensa y, esa misma noche, debut¨® en uno de los clubes de estriptis de Montreal.
Como era previsible, Nick nunca consigui¨® ese prometido empleo. Cuando se cans¨® de holgazanear, comenz¨® a trapichear con la peor coca¨ªna de la ciudad, lo que le provoc¨® problemas con los otros narcotraficantes y con sus propios clientes. Cuando por fin logr¨® un puesto como conserje de un condominio, utiliz¨® las instalaciones del edificio para ocultar electrodom¨¦sticos, joyas y otros objetos robados, que posteriormente vend¨ªa. En consecuencia, Sylvie se vio obligada a bailar m¨¢s tiempo del que hubiera deseado.
Para sobrellevar su trabajo en el club, Rancourt, que reconoci¨® que ?la ¨²nica asignatura en la que era buena en el colegio? era el dibujo, comenz¨® a hacer un c¨®mic en el que narraba su d¨ªa a d¨ªa como bailarina y recopilaba an¨¦cdotas protagonizadas por los clientes, sus jefes o sus compa?eras. Lo titul¨® Melody y, tras fotocopiarlo, empez¨® a venderlo en el club mesa por mesa. ?No hab¨ªa ni un solo cliente que no comprase una copia y lo encontrara interesante. Incluso lo le¨ªan de principio a fin en el bar, en lugar de ver los espect¨¢culos. Ah¨ª fue cuando pens¨¦: ¡°?Caramba, tiene que ser bueno!¡±?, recordaba Rancourt.
Despu¨¦s de publicar un segundo n¨²mero que fue tan bien acogido como el primero, Rancourt se present¨® en la distribuidora de prensa m¨¢s importante de Canad¨¢ para negociar que su obra se vendiera en quioscos de prensa convencionales. Sin embargo, el acabado amateur del tebeo hizo que el responsable de la compa?¨ªa se negase a aceptarlo. Lejos de rendirse, unas semanas m¨¢s tarde Sylvie Rancourt regres¨® a la distribuidora con cinco mil ejemplares impresos en offset y con portada en color. El distribuidor no pudo ya negarse y, a partir de junio de 1985, Melody estuvo disponible en todos los quioscos de Quebec.
Sylvie continu¨® compaginando su trabajo en el club con el c¨®mic y, en poco tiempo, tuvo an¨¦cdotas suficientes como para publicar otros cinco n¨²meros m¨¢s. No obstante, las devoluciones de los tebeos anteriores se fueron acumulando en el apartamento de la autora, hasta el extremo de poner en peligro la estructura del edificio. ¡°Me despertaba por la noche y escuchaba el crujido. No pod¨ªa volver a dormir, as¨ª que decid¨ª dejarlo¡±, explicaba Rancourt que, si bien ten¨ªa acabado un s¨¦ptimo n¨²mero de Melody, prefiri¨® no publicarlo.
Inocencia gr¨¢fica
A pesar de ser una de las pioneras del c¨®mic autobiogr¨¢fico, el hecho de que su obra estuviera escrita en franc¨¦s hizo que los tebeos de Melody apenas fueran conocidos fuera de Canad¨¢. Al menos as¨ª fue hasta que el dibujante Jacques Boivin, que hab¨ªa ayudado a Rancourt rotulando algunos de sus tebeos y encarg¨¢ndose de la separaci¨®n de colores para la impresi¨®n offset, los envi¨® a varias editoriales anglosajonas. Entre ellas, Fantagraphics, Eclipse, Raw y Kitchen Sink, que fue la que finalmente mostr¨® inter¨¦s en publicar la obra de la artista canadiense en Estados Unidos.
En un primer momento, Melody result¨® muy desconcertante para los lectores estadounidenses. Sus dibujos eran infantiles, los recursos gr¨¢ficos torpes, los protagonistas se pasaban la mitad del tiempo desnudos, en situaciones sexualmente expl¨ªcitas, pero su lectura resultaba apasionante y adictiva. Hasta el siempre exquisito Chris Ware, autor de Jimmy Corrigan, el chico m¨¢s inteligente del mundo, reconoc¨ªa el inicial rechazo que sinti¨® hacia Melody y c¨®mo, poco despu¨¦s, cay¨® rendido ante el talento de Rancourt.
¡°Cuanto m¨¢s lo miraba, m¨¢s me atra¨ªan los sencillos y b¨¢sicos dibujos y m¨¢s fascinado quedaba por las repetitivas caritas ingenuas. Al final pas¨¦ tanto tiempo hoje¨¢ndolo, que me fij¨¦ en un par de dibujos que, curiosamente, resultaban elegantes, casi como los de Matisse ¡ªrecordaba Ware¡ª. Sencillas caricaturas de personas que parec¨ªan muy reconocibles a pesar de su simplicidad y, en especial, una peculiar estructura que hac¨ªa que fuera evidente que no era simplemente obsceno [¡]. Como parec¨ªa una dibujante de c¨®mic que sab¨ªa lo que hac¨ªa, lo compr¨¦¡±.
Un c¨®mic sin moralina
Otra de las caracter¨ªsticas que resultaron sorprendentes de Melody fue su falta de intenci¨®n moralizante. A pesar de lo inusual de su trabajo como bailarina, del trato de los clientes o del comportamiento poco ejemplar de Nick, Rancourt no se avergonzaba de su profesi¨®n, no censuraba a los clientes, no pretend¨ªa educar a su novio ni aleccionaba a los lectores. Esa honestidad, sin embargo, fue una de las razones por las que Melody indign¨® a parte de la sociedad canadiense, que hubiera preferido que el tebeo fuera un acto de constricci¨®n y enmienda por parte de su autora.
Solange Harvey, periodista en Le Journal de Montr¨¦al, el diario con mayor circulaci¨®n de los peri¨®dicos franceses de Am¨¦rica, le dedic¨® en 1986 una columna a Rancourt en la que le dec¨ªa: ¡°La respeto como persona y reconozco los m¨¦ritos de su trabajo. Sin embargo, no veo utilidad alguna en que lo convierta en una publicaci¨®n pornogr¨¢fica. Es inapropiado por su parte¡±. Una d¨¦cada despu¨¦s de la publicaci¨®n de ese art¨ªculo y cuando Melody ya era un tebeo conocido internacionalmente, Sylvie Rancourt fue expulsada del centro cultural de La Sant¨¦, en la provincia canadiense de Abitibi, y sus c¨®mics fueron retirados de la biblioteca por considerar que eran inapropiados para los lectores.
Ajena a la hostilidad de los sectores m¨¢s retr¨®grados, Rancourt y su obra fueron conquistando a los aficionados y cr¨ªticos al noveno arte. En 1998 Melody entr¨® en el Diccionario Larousse de c¨®mics y, en la actualidad, es considerado un cl¨¢sico del tebeo que, despu¨¦s de publicarse en Estados Unidos, Francia o Inglaterra, por fin acaba de ver la luz en castellano gracias a la editorial espa?ola Autsaider C¨®mics.
A punto de cumplirse cuatro d¨¦cadas de la aparici¨®n del primer n¨²mero de Melody, Rancourt hace ya tiempo que abandon¨® a Nick y se retir¨® del mundo del estriptis. En la actualidad vive, junto a su segundo marido, en una granja en la zona rural de Quebec. Adem¨¢s de dedicar su tiempo a la vida en familia, a educar a sus hijos, a sus nietos y encargarse de cuidar a las gallinas y otros animales, Rancourt sigue vinculada al mundo del arte. Adem¨¢s de pintar cuadros en los que suele aparecer Melody, su alter ego, de vez en cuando tambi¨¦n dibuja c¨®mics. Entre sus trabajos m¨¢s recientes, destaca un tebeo de peque?o formato dedicado a los atentados de 2015 contra la revista sat¨ªrica francesa Charlie Hebdo.
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