Un listado de agresores pintado en el ba?o de la universidad de Brown destap¨® las violaciones en los campus de EEUU
Una ma?ana de oto?o de 1990, las paredes de los servicios p¨²blicos femeninos de la biblioteca Rockefeller de la Universidad de Brown aparecieron pintados de arriba abajo. Un grupo de mujeres hab¨ªa escrito una lista de hombres que, supuestamente, las hab¨ªan violado.
Antes de que Internet se convirtiese en una herramienta b¨¢sica en nuestro d¨ªa a d¨ªa, los ba?os p¨²blicos serv¨ªan a muchas personas como canales de comunicaci¨®n para tratar esos temas que solo se comentaban a puerta cerrada y entre susurros. Al no existir un espacio seguro en el que un var¨®n homosexual pudiera exponer su verdadero yo sin riesgo de poner en peligro la propia vida, las paredes de muchos ba?os masculinos sirvieron a muchos hombres gais durante los a?os 80 y 90 como una red de contactos para encontrar hombres afines. Y las puertas de los ba?os de mujeres se han llenado durante a?os de consejos sobre salud sexual, palabras de apoyo o incluso gritos de auxilio. Lo que no era tan habitual es que esas historias traspasaran las puertas de los ba?os y pasaran a ser de dominio p¨²blico, como tampoco lo era que unas pintadas consiguieran abrir un debate nacional sobre violaci¨®n y consentimiento, como sucedi¨® en Estados Unidos hace m¨¢s de dos d¨¦cadas.
Una ma?ana de oto?o en 1990, las paredes de los ba?os p¨²blicos femeninos de la biblioteca Rockefeller de la prestigiosa Universidad de Brown aparecieron pintados de arriba abajo. La diferencia entre estas y otras pintadas fue que en esta ocasi¨®n un grupo de mujeres hab¨ªa escrito una lista de hombres que, supuestamente, las hab¨ªan violado en el campus. Bajo el t¨ªtulo ?Estos hombres no aceptan un NO por respuesta?, un grupo de estudiantes hab¨ªa escrito una lista como protesta ante la inacci¨®n por parte de la Universidad frente los abusos y agresiones sexuales a varias estudiantes que hab¨ªan intentado ¨Csin ¨¦xito¨C reportarlos.
La pintada pronto se dio a conocer como ¡®la lista de violadores¡¯, pero en las paredes de los ba?os de Brown hab¨ªa mucho m¨¢s: ?Hab¨ªa muchas cosas en aquellas paredes, no eran solo nombres. Fue, en cierta forma, una manera de compartir informaci¨®n. Una persona escribi¨® ¡®si no empezamos a protegernos entre nosotras nadie lo har¨¢¡¯. Otras mujeres instaban a otras a ¡®pasar a la acci¨®n¡¯. Una persona ayud¨® a definir el concepto de violaci¨®n escribiendo ¡®aunque le conozcas, si t¨² no quer¨ªas, es una violaci¨®n¡¯. Otra mujer escribi¨® ¡®los chicos blancos y ricos hacen lo que les da la gana en este campus¡¯. As¨ª que, obviamente, como hab¨ªa nombres de hombres se conoci¨® como ¡®la lista de los violadores¡¯, pero era m¨¢s una conversaci¨®n?, explica Jenn David, alumna de Brown por aquel entonces, en el episodio titulado Bad Men Season del podcast de The Cut.
Cuando el peri¨®dico universitario alert¨® sobre la lista a las autoridades del campus, estas tomaron medidas ante la preocupaci¨®n de que la lista pudiera afectar a hombres inocentes, as¨ª que decidieron pintar por encima de las paredes de la biblioteca para silenciar su contenido. Fue un error. Las pintadas volvieron a aparecer: los mismos nombres y otros nuevos ¨Cla lista lleg¨® a tener 30¨C, los mismos consejos, esta vez con m¨¢s rabia puesto que las mujeres, cada vez que la Universidad borraba los nombres, se sent¨ªan doblemente silenciadas.?La Universidad de Brown repint¨® aquellas paredes en varias ocasiones: una de ellas, lo hizo en color negro pensando que quiz¨¢s as¨ª las an¨®nimas no podr¨ªan escribir por encima. Las mujeres comenzaron a pintar en color blanco y en gris. Mientras tanto, la ¡®lista de violadores¡¯ se hab¨ªa convertido en la comidilla de los pasillos del campus y la historia, que podr¨ªa haber quedado en an¨¦cdota, estaba a punto de estallar.
La respuesta de Brown
El problema al que se enfrentaba la Universidad de Brown era com¨²n al de muchas universidades y centros educativos de todo el pa¨ªs: no exist¨ªa ning¨²n protocolo ni gu¨ªa a seguir frente a casos de abuso o agresi¨®n sexual y, trat¨¢ndose de una universidad privada y de renombre en cuyo historial no hab¨ªa cabida para el esc¨¢ndalo, en lugar de ayudar a las v¨ªctimas, desde las administraciones prefer¨ªan esconder los casos. Su acci¨®n frente a los grafitis segu¨ªa siendo la misma: tapar todas las acusaciones y proteger a los hombres all¨ª acusados en lugar de escuchar y proteger a las v¨ªctimas.
?Robert Reichley, el entonces vicepresidente ejecutivo de relaciones universitarias de Brown, denunci¨® la lista como ¡®anti-hombres¡¯ y las mujeres que la crearon como ¡®terroristas de rotulador¡¯?, escribi¨® Jesselyn Radack, antigua alumna de Brown, en un art¨ªculo publicado en Salon donde analizaba los ecos y consecuencias de esta historia, ?la entonces decana de la universidad, Sheila Blumstein, compar¨® a las mujeres del grafiti con los nazis y se refiri¨® a sus acciones como ¡®vigilantismo¡¯. Un estudiante pronto sigui¨® el ejemplo de la decana y difundi¨® un volante sobre ¡®feminazis¡¯, comparando a las mujeres activistas con la Gestapo?. Pronto apareci¨® otra lista an¨®nima: esta llevaba por t¨ªtulo ¡®mujeres que merecen ser violadas¡¯. El decano de la Universidad tambi¨¦n envi¨® cartas a los hombres que aparec¨ªan en la lista con una invitaci¨®n a poner una queja y a recibir ayuda y consejo tanto de la Universidad como de la polic¨ªa. Toby Simon, entonces decana asociada en la Universidad, cont¨® en el podcast de The Cut que sus compa?eros estaban extremadamente preocupados por los hombres de la lista, pero no prestaban atenci¨®n al hecho de que muchas mujeres solo hubiesen podido pedir ayuda pintando nombres en un ba?o.
Frente a esta reacci¨®n por parte de Brown, el hecho que quer¨ªa ser borrado despert¨® mayor inter¨¦s y m¨¢s mujeres se unieron a la causa como protesta. ?Desde la Universidad finalmente se dieron cuenta de que no iban a poder olvidarse del problema borrando las paredes, as¨ª que despu¨¦s de muchas llamadas entre despachos, la decana dijo ¡®Vale, vamos a reunir a los estudiantes y decir algo al respecto¡¯?, explica en el podcast de The Cut Toby Simon, que por aquel entonces era decana asociada de la Universidad de Brown y educadora para la salud y que, m¨¢s adelante, se ali¨® con las estudiantes. ?Cuando finalmente la decana decide hablar la sala estaba llena de gente y, al mirar alrededor, veo a unos 300 estudiantes ¨Chombres y mujeres¨C vestidos con camisetas rojas. La decana empieza a hablar y cuando lleva tres minutos hablando una chica se pone de pie. No dijo nada, no interrumpi¨®, simplemente se puso en pie. La decana lo advierte pero no hace mucho caso y sigue hablando y tres minutos m¨¢s tarde otra mujer se levanta?, cuenta Simon, ?al cabo de un rato, la decana dijo ¡®veo que hay personas levant¨¢ndose, ?me pod¨¦is explicar qu¨¦ sucede?¡¯ Y una de las mujeres respondi¨®: ¡®Que cada tres minutos violan a una mujer¡¯?.
Y entonces llegaron los medios
Con lo que la Universidad de Brown no contaba es que aquel d¨ªa el periodista William Celis estaba en la sala en la que la decana intent¨®¨Csin ¨¦xito¨C dar explicaciones, y su art¨ªculo, publicado en The New York Times convirti¨® aquella historia en un asunto de inter¨¦s nacional.
¡°Lo que no apareci¨® en las noticias de primera plana fue que durante a?os las mujeres hab¨ªan intentado presentar cargos contra muchos de esos mismos hombres a trav¨¦s de canales oficiales. Yo era una de esas mujeres?, escribi¨® Jesselyn Radack, antigua alumna, en su art¨ªculo en Salon, ?inform¨¦ de un caso de conducta sexual inapropiada al departamento de polic¨ªa. Entrevistaron a los hombres involucrados, quienes admitieron su participaci¨®n en el incidente, pero dijeron que se trataba de una broma. La investigaci¨®n policial se detuvo en ese momento, y la denuncia se pas¨® al decano de estudiantes. Este se reuni¨® con los acusados y luego me dijo que no hab¨ªa necesidad de audiencia porque hab¨ªan confesado su participaci¨®n en el incidente. Luego entreg¨® el caso al entrenador de f¨²tbol para que este impusiera el castigo: vueltas adicionales en sus entrenamientos?. Otros de los ?castigos? impuestos desde la Universidad de Brown a estudiantes que hab¨ªan sido reportados por conducta sexual inapropiada ¨Cya fuese abuso o agresi¨®n sexual a otra estudiante¨C consist¨ªa en escribirle una carta de disculpa a la v¨ªctima.
Despu¨¦s de aquel art¨ªculo, algunas de estas estudiantes ¨Cahora con nombres y apellidos¨C, junto con la decana asociada Toby Simon, aparecieron en?The Phil Donahue Show, uno de los talk shows m¨¢s populares de Estados Unidos, para hablar del caso de las pintadas en los ba?os. Eran?Kristin Lahiff, Jenn David, Jesselyn Brown y Lisa Billowitz, que se convirtieron en las voces contra los abusos y agresiones sexuales en Estados Unidos. ?El graffiti fue una poderosa idea pol¨ªtica para las mujeres que se sent¨ªan impotentes y tratadas condescendientemente por los funcionarios escolares?, dijo Donahue sobre ellas. En un programa de m¨¢xima audiencia a principios de los a?os 90, cuando todav¨ªa se hablaba de crimen pasional y no de violencia de g¨¦nero y cuando la conversaci¨®n sobre violaci¨®n y consentimiento no estaba en la orden del d¨ªa, estas estudiantes pronunciaron frases como ?la lista no fue la soluci¨®n ideal, sino una medida desesperada, nosotras hubi¨¦semos preferido utilizar un sistema disciplinario dentro de la Universidad? o ?si pintar en la pared les parece absurdo, les dir¨¦ que para mi absurdo es que el ¨²nico castigo para un hombre que se haya declarado culpable por violaci¨®n sea escribirle a la v¨ªctima ¨Cyo prefiero llamarla superviviente¨C una notita de disculpa?. Simon dijo que estaba preparando una lista de recomendaciones para implementar un cambio, pero que no todo el mundo en la junta de Brown parec¨ªa estar de acuerdo.
El programa, emitido el 4 de diciembre de 1990, tuvo siete millones de espectadores.
Brown toma medidas
Finalmente, las ?terroristas de rotulador? consiguieron resultados: ?Cuando pas¨® todo el ruido, el movimiento que lideramos en Brown tuvo como resultados conseguir una disposici¨®n de conducta sexual inapropiada que se a?adi¨® al c¨®digo disciplinario, formaci¨®n obligatoria sobre abuso y agresi¨®n sexual para todos los estudiantes de primer a?o, una reorganizaci¨®n de la Oficina de Vida Estudiantil y el nombramiento de un decano centrado en las mujeres. Brown comenz¨® a escuchar estos casos y los perpetradores comenzaron a enfrentar consecuencias?, escribe Jesselyn Radack en su art¨ªculo en Salon.
Desde entonces, la Universidad de Brown y otras muchas universidades de Estados Unidos llevan m¨¢s de 25 a?os implementando nuevas medidas para solucionar el problema de la violencia sexual en los campus universitarios. Lamentablemente, las estad¨ªsticas sobre violencia sexual en las universidades sigue prevaleciendo a d¨ªa de hoy: un 11,2% de las estudiantes universitarias sufren un abuso o agresi¨®n sexual con violencia o intimidaci¨®n. Y muchas m¨¢s ni siquiera piden ayuda a las autoridades. Casos recientes como el de Brock Turner, que viol¨® a una mujer inconsciente en la Universidad de Stanford y tan solo cumpli¨® 3 meses en prisi¨®n, puesto que el alcohol que hab¨ªa consumido aquella noche y su expediente como nadador profesional le sirvieron de atenuante, demuestran que la pintada ?los chicos blancos y ricos pueden hacer lo que quieran? sigue teniendo vigencia.
La famosa lista, antes del movimiento Me Too, abri¨® un debate que hasta entonces estaba cerrado. Hoy, a trav¨¦s de redes sociales y de movimientos estudiantiles, las mujeres est¨¢n luchando por mejorar las medidas ya existentes que estas pioneras lograron pintando una y otra vez sobre las mismas paredes.
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