Reuniones de ¡®twerking¡¯: aprender a mover trasero como alianza femenina
El ¡®booty dance¡¯ ha trascendido a la moda de v¨ªdeos hipn¨®ticos en los que alguien agita el culo haciendo ¡®twerk¡¯. La corriente de personas que, en comunidad, lo recuperan como v¨ªa para el autoconocimiento, la celebraci¨®n sexual y como forma de activismo est¨¢ tomando las calles.
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Ni todos los movimiento de trasero, cadera y pelvis son twerk, ni lo invent¨® Miley Cyrus. Pero la aparici¨®n de la cantante en los MTV VMA de 2013 agitando nalgas en la entrepierna de Robin Thicke se grab¨® en el imaginario occidental desatando un fen¨®meno que m¨¢s all¨¢ de la adicci¨®n a grabarse en v¨ªdeo perfeccionando la t¨¦cnica y colgarlo en redes -hay siete millones de publicaciones con la etiqueta?¡®#twerk¡® en Instagram-, ha derivado en una pasi¨®n colectiva por las diferentes danzas del culo (booty dance). ?Poner el culo en pompa y?twerkear?es un placer que experimentas en cuerpo y alma. Yo lo recomiendo?, aseguraba la escritora Cristina Morales, Premio Nacional de Narrativa 2019, a Icon.
¡°Ahora se tiene m¨¢s acceso a este tipo de movimiento, pero no es nada nuevo. La comunidad negra lleva siglos haci¨¦ndolos. Vienen de ?frica y desde ah¨ª han llegado a otros muchos pa¨ªses de Am¨¦rica Latina y Am¨¦rica Central o a Estados Unidos¡±, explica a S Moda Kim Jordan, soci¨®loga y bailarina impulsora del booty dance en Barcelona. El twerk, ese movimiento del culo arriba y abajo que en nuestra mente se reproduce en formato gif, tiene su origen concreto en la m¨²sica bounce de Nueva Orleans, que deriva del hiphop. El t¨¦rmino, como recuerda Jordan, se us¨® por primera vez en 1993, en el tema Do The Jubilee All, de Dj Jubilee. Y casi una d¨¦cada despu¨¦s, a principio de los 2000, una importante comunidad de artistas LGTBQI, con Big Freedia como m¨¢ximo exponente, abanderaron este estilo, ¡°ellos se empoderan a trav¨¦s de esta danza¡±. Twerk, dice Kim, ¡°es una palabra monos¨ªlaba que la gente identifica f¨¢cilmente, sabe a qu¨¦ se refiere y se ha popularizado. Pero hasta que se baila, no se sabe que hay un discurso y una educaci¨®n m¨¢s all¨¢ del movimiento¡±.
Desde el estallido al?mainstream con Miley en 2013, la percepci¨®n sobre estos movimientos de cadera y pelvis ha mutado. Dentro de un contexto de mayor conciencia feminista y de abrazo y renovaci¨®n de estilos de m¨²sica urbanos latinos en los que las letras y actitudes machistas han sido la t¨®nica general, la idea de que una mujer baile moviendo el culo como provocaci¨®n sexual para la mirada masculina ha ido perdiendo fuelle. Seg¨²n el estudio Reguet¨®n feminista en Espa?a: mujeres j¨®venes subvierten el machismo a trav¨¦s del perreo, de M¨®nica Figueras, N¨²ria Ara¨¹na y Iolanda Tortajada, se dan nuevos ¡°proyectos de m¨²sica feminista que utilizan el estilo reguet¨®n como una parodia y una manera de responder a todo lo que no les gusta de este estilo de m¨²sica y de la sociedad, y se est¨¢ convirtiendo en una herramienta de reivindicaci¨®n feminista y de redefinici¨®n de este g¨¦nero musical¡±. Y ese movimiento, el perreo, es precisamente clave para la mujer ?porque la hace sentirse atractiva y no como muestra de sumisi¨®n al hombre¡±.
Ese cambio de contexto y conocer de las ra¨ªces africanas de celebraci¨®n del booty dance fue lo que hizo a Sarah, alumna y bailarina del grupo KJC Ambassadors, ?hacer un clic?: ?Inconscientemente y sin verbalizarlo, no sent¨ªa que fuera un baile para m¨ª. Creo que porque en el fondo lo percib¨ªa como demasiado sexual. Ten¨ªa esa contradicci¨®n: me mor¨ªa de ganas por probarlo pero no se me pasaba por la cabeza que pudiera encajar conmigo?, cuenta. A su compa?era Julia le pasaba algo similar: ?Mi primera impresi¨®n al bailarlo fue un poco extra?a. Tenemos creencias impuestas sobre el hecho de que hacer ciertas cosas con nuestros cuerpos es malo, raro y pertenece a un arquetipo de ¡®guarra¡¯ en la cultura occidental. Descubrir este baile ha sido la v¨ªa para cambiar este sistema de creencias que al final no son tuyas, poder decidir y ser m¨¢s fiel a m¨ª misma?.
?Hist¨®ricamente estas danzas se utilizaban para celebrar: bodas, ceremonias de fertilidad, para reforzar los m¨²sculos despu¨¦s del parto?, explica Kim Jordan. ?Muchos usos comunitarios que se hac¨ªan con las mujeres en coro, como con las danzas del vientre y pac¨ªficas. Todas son sensuales,?autoer¨®ticas y con esa cosa de trabajar el ¨²tero y las zonas placenteras del cuerpo compartiendo el momento. Esa conexi¨®n con nuestro ¨²tero y la pelvis est¨¢ m¨¢s ausente hoy y se relaciona con problemas que tenemos con la menstruaci¨®n y el suelo p¨¦lvico¡±, a?ade.
Para Noarah, una de las fundadoras del colectivo de baile Wake Up Queens de Granada, el proceso de liberaci¨®n sexual y aceptaci¨®n corporal a trav¨¦s de estos movimientos fue muy org¨¢nico. A los 17 a?os empez¨® a bailar dancehall, otra danza jamaicana que pone el foco en los movimientos de trasero y caderas, que tambi¨¦n ha abrazado el twerking, y que tuvo su propio despertar feminista con la irrupci¨®n en la pista de las dancehall queens a partir de los 70, donde reclamaban su espacio y romp¨ªan con la narrativa machista que imperaba gracias a artistas femeninas como Lady Saw -lo explican en profundidad Nora Muix¨ª y Andrea Rodr¨ªguez en este art¨ªculo de BCN Reggae Town-. ¡°Empezamos a practicarlo el grupo de amigas. Qued¨¢bamos a tomar caf¨¦ y acab¨¢bamos bailando. Luego dos de nosotras empezamos a tom¨¢rnoslo m¨¢s en serio. Vimos c¨®mo las chicas de nuestro alrededor se iban uniendo. Al bailar juntas empezamos a notar un cambio en ellas y en nosotras. Se empezaban a quitar las verg¨¹enzas, a sacar complejos y derribarlos. Vimos c¨®mo afloraba esa parte de la sexualidad oprimida. Y se fue creando un c¨ªrculo bonito y una energ¨ªa de ayuda entre todas¡±.
?Quedamos mucho en espacios abiertos para bailar. En parques, parkings?, explica Noarah. Nos gusta hacerlo y hay mucha gente que viene y nos pregunta qu¨¦ somos o nos dicen que les encanta. Pero s¨ª?contamos con que va a venir gente que nos va a mirar y que lo va a ver como algo extra?o, hay chicas que no terminan de sentirse del todo c¨®modas por eso. Aunque intentamos siempre crear un espacio c¨®modo y seguro¡±.
¡°Ver que te puedes mover de maner s¨²per voluptuosa, con la pelvis y con el culo y saber que esto no te va a violentar porque sabes que lo haces con otras mujeres que est¨¢n sintiendo lo mismo genera mucha seguridad¡±, explica la periodista J¨´lia Bertran, creadora y coprotagonista junto a la bailarina Ana Chinchilla de la obra As¨ª bailan las putas, en funci¨®n en Barcelona hasta el pr¨®ximo domingo. Un montaje que nace de establecer un paralelismo entre ¡°la construcci¨®n machista y patriarcal del amor rom¨¢ntico [que J¨´lia profundiz¨® en su libro Amar y timar (Ed. Bridge)] y que veo tambi¨¦n en los bailes r¨ªtmicos que conllevan movimiento de culo y se han visto desde esa mirada patriarcal¡±. Bertran se?ala c¨®mo estos bailes que llegan de la di¨¢spora africana ¡°est¨¢n torciendo muchos esquemas y rompiendo muchos patrones est¨¦ticos. Son bailes que han normalizado los cuerpos con celulitis, con carnes que rebotan¡± y que se alejan del modelo ¨²nico de ¡°mujer blanca estilizada que baila¡±.
El siguiente paso a esa sensaci¨®n poderosa de control y determinaci¨®n sobre el propio cuerpo y sexualidad, liber¨¢ndolos de la mirada ajena, ha sido en algunos casos hacerlo ocupando el espacio de manera conjunta y como acto reivindicativo. ¡°En la obra hablamos de c¨®mo el patriarcado ha intentado limitar y regular el cuerpo de las mujeres, el placer y tambi¨¦n su lugar en el espacio p¨²blico¡±, explica J¨´lia Bertran. Rescatan para ello el texto de Nerea Barjola?Microf¨ªsica sexista del poder. El caso Alc¨¤sser y la construcci¨®n del terror sexual (Traficantes de Sue?os/ Virus Editorial, 2018) para exponer ¡°c¨®mo el cuerpo de las mujeres ha sido un campo de batalla intervenido y callado con la intenci¨®n de que nos quedemos en casa y no potenciemos el placer. Desde ah¨ª, entendemos el baile como lugar de resistencia, como trinchera para combatir todas esas imposiciones culturales y pol¨ªticas¡±. Y esto, apunta Bertran, ¡°es mucho m¨¢s f¨¢cil en comunidad¡±.
Hace unos d¨ªas hemos visto precisamente c¨®mo una bailarina compart¨ªa en Instagram, entre cr¨ªticas y ¡®me gusta¡¯, un v¨ªdeo?en el que, explicaba, usa el?booty dance?como ¡°forma de expresar su protesta¡± frente a una barricada en llamas en Barcelona, ampar¨¢ndose en la libertad de expresi¨®n y contra la violencia.
Krizia, antr¨®pologa, profesora de baile?formada con Kim Jordan y activista, apunta a no perder el matiz sobre el uso del?booty dance como activismo: ¡°Reivindicar es algo diferente que reunirse y dar una clase¡±. Esa parte reivindicativa, apunta, puede surgir individualmente con alguien que vaya a clase y sienta suyo el baile. Y tambi¨¦n podemos reunirnos y hacer algo colectivamente¡±. Dentro de ese marco encuadra su iniciativa de twertivism. ¡°Un proyecto de investigaci¨®n-acci¨®n sobre cuerpo, danza y espacio p¨²blico que usa el twerk como herramienta de activismo y reivindicaci¨®n pol¨ªtica¡± y con el que junto a un grupo de m¨¢s de 100 mujeres organizadas para la huelga feminista del 8 de marzo de 2019 tomaron la calle en el barrio barcelon¨¦s de Ezquerra de l¡¯Eixample con un flashmob contra la violencia machista.
Una idea de reclamar la libertad de los cuerpos y actitudes de las mujeres con orgullo, alegr¨ªa y sin miedo a ense?ar carnes ni a moverlas que hace a?os caracteriza a las reivindicaciones de origen canadiense slut walk (marcha de las putas), que ya se secundan en multitud de pa¨ªses con la intenci¨®n de romper el relato de terror sexual sobre las v¨ªctimas de violencia machista y de la culpabilizaci¨®n a las mujeres de la violencia sexual ejercida sobre ellas excus¨¢ndose en la forma de vestir o actuar.?Como apunta J¨²lia Bertran: ¡°Bailar en el espacio p¨²blico y reivindicarse desde la alegr¨ªa de que estamos vivos, ahora m¨¢s que nunca, creo que es necesario¡±.
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