C¨®mo el furor por la ropa vintage naci¨® gracias a un simple gorro de castor
Hablamos con Jennifer Le Zotte, autora de ¡®From Goodwill to Grunge: A History of Secondhand Styles and Alternative Economies¡¯, un libro que relaciona la historia de la segunda mano con los movimientos revolucionarios de los 60 y 70.
El gusto por la ropa usada, por revolver en mercadillos callejeros en busca de gangas o piezas ins¨®litas va m¨¢s all¨¢ de un simple gesto est¨¦tico retrovisor. A veces encierra toda una filosof¨ªa de vida, un activismo ideol¨®gico y un af¨¢n por cambiar el curso de la industria de la moda para seguir por el camino de la ecolog¨ªa, el anticapitalismo, oponerse a la uniformidad y abrazar, en la medida de lo posible, el autoabastecimiento. Todo lo contrario a lo que nos sugiere el universo Primark.
De hecho, la historia del vintage y su nacimiento se nutre de todas esas ideas de rebeli¨®n, creatividad e inconformismo, que consiguieron cambiar la apreciaci¨®n que la mayor¨ªa de la gente ten¨ªa de la ropa usada (llena de g¨¦rmenes, pasada de moda y se?a de identidad de las clases m¨¢s pobres), hasta convertirla en objeto de deseo de cualquiera que quisiese pasar por este mundo dejando huella. La m¨²sica, el arte y los movimientos sociales, entre ellos la lucha por los derechos del colectivo gay, deben mucho a las tiendas de viejo, los saldos de garaje, los rastros y los cubos de basura de los barrios acaudalados, donde con un poco de suerte pod¨ªan encontrarse piezas ¨²nicas.
La segunda mano da para tanto que este a?o Jennifer Le Zotte, conferenciante de historia en la University of Nevada (Reno), ha escrito un libro titulado From Goodwill to Grunge: A History of Secondhand Styles and Alternative Economies, donde expone el fruto de sus esfuerzos por documentar detalladamente este fen¨®meno. Como esta autora argumenta en un art¨ªculo titulado The invention of vintage clothing, todo empez¨® con un simple gorro de castor, de esos que usaban los pioneros y exploradores en el salvaje oeste. Corr¨ªa el a?o 1955 y en Estados Unidos la serie de televisi¨®n Davy Crockett: King of the Wild Frontier enamoraba a los ni?os, que demandaban gorros de ese tipo para emular a su h¨¦roe favorito.
Los grandes almacenes empezaron a confeccionarlos a partir de abrigos de mapache antiguos, que ten¨ªan en stock. Estas prendas hab¨ªan sido muy populares en los a?os 20 del pasado siglo entre la clase media-alta, como s¨ªmbolo de su estatus y crecimiento. La piel de mapache era la m¨¢s barata del mercado y con ella se confeccionaban estos abrigos masculinos, que los hombres de negocios y los j¨®venes universitarios llevaban durante el invierno. Un buen sistema para mantenerse caliente en el descapotable y en las gradas de los estadios, mientras se disfrutaban los partidos. El problema es que con el crack de 1929 y la Gran Depresi¨®n todo lo que sonaba a ostentoso empez¨® a vivir sus horas m¨¢s bajas y ya nadie quer¨ªa pasearse con pieles, ser la encarnaci¨®n de la caricatura del hombre opulento de la ¨¦poca, siempre con un largo abrigo y un puro en la mano.
Desempolvar estas pieles no solo benefici¨® a los ni?os con esp¨ªritu aventurero, sino que le dio una idea a Sue Salzman, esposa de Stanley Salman, arquitecto acomodado que viv¨ªa en Nueva York. Sue empez¨® a comprar abrigos de mapache en tiendas para pobres o del Ej¨¦rcito de Salvaci¨®n y los vend¨ªa en su piso del Greenwich Village, anunci¨¢ndose en la prensa. Por aquel entonces nadie parec¨ªa interesado en esas antiguallas, pero la se?ora Salzman aparec¨ªa en la foto muy estilosa, con una pamela de fieltro de ala ancha y un collar largo. Una imagen que su marido calific¨® de ¡°anuncio andante¡±. Por si fuera poco, la revista Glamour, en el verano de 1957, public¨® un amplio art¨ªculo sobre la iniciativa de los Salzman, con su direcci¨®n y tel¨¦fono y los abrigos volaron. Ese mismo a?o vendieron 400 piezas, que anunciaban con calificativos como ¡°magn¨ªficamente viejos¡± o ¡°llenos de encantadores agujeros¡±. El aspecto polvoriento y desali?ado de las prendas, lejos de verse como un inconveniente era un valor a?adido, que se sazonaba con an¨¦cdotas que hac¨ªan referencia al pasado de este ¨ªtem de invierno (usado tambi¨¦n por los gangsters). Como Sue contaba a todos, en un bolsillo de uno de los abrigos encontraron una pistola y en otro una lista de bares clandestinos, abiertos durante la ley seca.
Con el tiempo, la reserva de abrigos lleg¨® a su fin y, aunque intentaron hacerse imitaciones, al p¨²blico no le gustaron. Antes de los a?os 50 la palabra vintage, nacida en el mundo del vino, era solo aplicable a coches y antig¨¹edades; a partir de entonces muchas tiendas de ropa usada se apropiaron de esta denominaci¨®n, lo que las elev¨® a una categor¨ªa especial.
La segunda mano y su conexi¨®n con la m¨²sica y los derechos del colectivo gay
¡°A finales del siglo XIX se dieron una serie de cambios econ¨®micos e industriales que propiciaron la aparici¨®n de mucha ropa usada susceptible de ser donada¡±, apunta Jennifer Le Zotte a S Moda. ¡°Hab¨ªa grupos como el Ej¨¦rcito de Salvaci¨®n que se encargaron de canalizar este excedente hacia los m¨¢s desfavorecidos, al mismo tiempo que hac¨ªan negocio y ganaban partidarios a la causa. El estigma de las prendas de otros proced¨ªa de varios frentes: en parte porque pod¨ªa contener g¨¦rmenes y estaba sucia, en parte por el sentimiento antisemita (muchas tiendas de segunda mano eran hist¨®ricamente jud¨ªas), en parte por la idea esot¨¦rica de que las ropas guardan ciertas caracter¨ªsticas de sus due?os. Todas estas creencias fueron las que convirtieron a la segunda mano en un excelente veh¨ªculo de rebeli¨®n. Los beats y los hippies la usaban no solo porque era mucho m¨¢s barata; sino porque era la met¨¢fora perfecta para expresar su desd¨¦n a la clase media y el capitalismo y su simpat¨ªa por los marginados¡±.
En la d¨¦cada de los 50 los comunistas no eran los ¨²nicos perseguidos en Estados Unidos; los homosexuales tambi¨¦n estaban en el centro de la diana debido a que la American Psychiatric Association consideraba la homosexualidad como una enfermedad mental. Gays y lesbianas eran pues considerados personas flojas, susceptibles de chantaje por parte de los comunistas y, por lo tanto, un riesgo para la seguridad nacional. ¡®Lavander Scare¡¯ (¡®el Terror Lila¡¯) fue el apodo con que se bautiz¨® a esta campa?a de persecuci¨®n a los homosexuales.
En este escenario, el mundo queer y los transexuales lo ten¨ªan dif¨ªcil para hacerse con un vestuario en las tiendas convencionales y tuvieron que recurrir a las de segunda mano, donde no solo pod¨ªan probarse y comprar todas las extravagancias posibles sin levantar sospechas, sino donde empezaron a contactar con otros compa?eros y a organizarse para la lucha por sus derechos. Como apunta Le Zotte en su libro, ¡°organizaciones como The League for Civil Education, The Society for Individual Rights o San Francisco Tavern Guild, estaban financiadas por tiendas de segunda mano y jugaron un importante papel en el activismo a favor de los derechos de los homosexuales¡±.
En los a?os 60 y 70 las tiendas vintage florecen siguiendo la tendencia de Londres. ¡°La primera tienda de ropa de segunda mano en la capital inglesa se llamaba I Was Lord Kitchener¡¯s Valet y all¨ª Mick Jagger, Eric Clapton y Jimi Hendrix se prove¨ªan de chaquetas militares victorianas, que r¨¢pidamente se pusieron de moda y que los Beatles llevaron en la portada de su disco Sgt Pepper¡¯s Lonely Hearts Club Band (1967)¡±, cuenta Le Zotte.
Las bases del glam hunden tambi¨¦n sus ra¨ªces en la tendencia de reciclar la ropa de generaciones anteriores. Como se apunta en el libro, ¡°The Cockettes, una banda psicod¨¦lica de drags nacida en San Francisco y con una vida relativamente corta, dio lugar a que alguno de sus miembros continuar¨¢ la vida musical por su cuenta. Es el caso del autor del hit de 1978 You Make Me Feel (Mighty Real), Sylvester, considerado como el primer artista abiertamente gay que estuvo en las listas de ¨¦xitos y que influy¨® en grupos posteriores como New York Dolls, Alice Cooper o Aerosmith¡±.
Otra asidua al vintage procedente del mundo de la m¨²sica fue Patti Smith. En su af¨¢n por imitar el estilo masculino de todas las ¨¦pocas, desde Oscar Wilde o Baudelaire hasta Roger Vadim, su armario se abastec¨ªa en todo tipo de tiendas de segunda mano. Muchas feministas de la ¨¦poca copiaron su look andr¨®gino en un af¨¢n por huir de la imagen estereotipada de lo que deb¨ªa ser la mujer, la esposa, la madre o la hija perfectas. La portada de su disco Horses, con fotograf¨ªa de Robert Mapplethorpe, es el ejemplo m¨¢s palpable del Smith¡¯s style.
El post punk y estrellas como Cyndi Lauper o B-52¡¯s hu¨ªan de las prendas reci¨¦n fabricadas y del normcore y el grunge no conoc¨ªa m¨¢s tiendas que los almacenes Goodwill, una cadena de tiendas en Estados Unidos que vend¨ªa y vende ropa y objetos usados. En el 2013 el d¨²o de hip hop de Seattle, Macklemore & Ryan Lewis, dedicaron su canci¨®n Thrift Shop a estos almacenes y al gusto por ¡°lucir como tu abuelo¡±.
https://www.youtube.com/watch?v=nNndhXHaBC4
Limbo, en Nueva York, una tienda legendaria
En Nueva York la tienda vintage por excelencia se llamaba Limbo, abri¨® en 1965 y estaba ubicada en el East Village, el barrio al que hab¨ªan emigrado los artistas cuando los alquileres en el Greenwich Village empezaron a ser prohibitivos. Ese mismo a?o abri¨® tambi¨¦n Vintage Chic, cuya due?a, Harriet Love, declaraba al Times, ¡°hay que ser un poco raro o teatral para comprar esto y, adem¨¢s, pon¨¦rselo fuera del d¨ªa de Halloween¡±.
Marty Freedman, al frente de Limbo, contaba en un art¨ªculo del New York Magazine de la ¨¦poca, reeditado ahora por The Cut, c¨®mo consegu¨ªa su mercanc¨ªa en almacenes que enviaban ropa usada a Nigeria o Afganist¨¢n o c¨®mo compraba Levi¡¯s 501 en Utah, ¡°los mormones ten¨ªan muchos hijos y en cuanto la ropa se ve¨ªa algo usada la daban a las tiendas de caridad¡±. En otra ocasi¨®n se hizo con una partida de chaquetas militares antiguas a cr¨¦dito. Enseguida se arrepinti¨® pensando que jam¨¢s iba a vender esas prendas, pero a los pocos d¨ªas los Beatles sacaban su disco del Sgt Pepper¡¯s. ?Tach¨¢nnnn!
En una ocasi¨®n ¨Ccomo apunta el art¨ªculo¨C el escritor y periodista Paul Krassner, compr¨® un abrigo largo y un sombrero de bomb¨ªn en Limbo bajo los efectos de un ¨¢cido. Al d¨ªa siguiente fue a la tienda con intenci¨®n de cambiarlo. Amablemente, el empleado le dijo: ¡°por supuesto, si lo compraste colocado siempre puedes devolverlo¡±. Pero a Limbo se acercaban tambi¨¦n muchas madres enfurecidas por el look que llevaban sus hijos o polacos o ucranianos que no entend¨ªan como un hippie pod¨ªa ponerse una chaqueta militar del ej¨¦rcito alem¨¢n. En una ocasi¨®n una mujer atac¨® a uno de ellos con un paraguas.
¡°Vestirse voluntariamente de segunda mano sugiere distinci¨®n, cultural y econ¨®mica. Satisface el deseo de ser diferente, de alejarse del consumidor t¨ªpico e invierte tiempo en el cultivo de la originalidad sin necesidad de utilizar la clase o el privilegio del dinero¡±, sentencia Le Zotte.
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