L¨ªbano, un oasis de hedonismo en zona de conflicto
Playas, ruinas milenarias, bares abiertos de madrugada. Vende moda, lujo y placer. Pero tambi¨¦n contrastes. Viajamos a uno de los pa¨ªses m¨¢s bipolares del planeta.
La Suiza de Oriente Medio, el Par¨ªs de la zona, el encanto del Viejo Mundo, el ave F¨¦nix. En los ¨²ltimos a?os, L¨ªbano y su capital, Beirut, han recibido decenas de comparaciones elogiosas por su apertura social y cultural, su inagotable vida nocturna y su incombustible creatividad. Los bares abren hasta las siete de la ma?ana, hay conciertos casi todas las noches, los caf¨¦s sirven croissants y macarons y la religi¨®n no encorseta. Tanto.
La zona se ha convertido en un para¨ªso para Oriente Pr¨®ximo: tiendas y restaurantes de lujo, playas, ruinas de m¨¢s de 6.000 a?os¡ Es costumbre ir a pasar el fin de semana a Biblos, Tr¨ªpoli o Beirut. Quien visita esta ¨²ltima se enamora. Al menos, as¨ª se desprende de la lista de los 25 mejores destinos del mundo, confeccionada por lectores, que acaba de publicar la edici¨®n estadounidense de Traveler. Beirut ocupa el puesto 20, por delante de Venecia, Par¨ªs y Barcelona. No es la primera vez que se premia su encanto. The New York Times la escogi¨® como primer lugar para descubrir en 2009.
Pero este es un pa¨ªs de contrastes. Es L¨ªbano, para lo bueno y para lo malo. A pesar del reconocimiento, el turismo no despega. M¨¢s bien se desmorona. El hervidero de la vecina Siria y las hostilidades con Israel no ayudan. Tampoco que Hezbol¨¢, el partido-milicia considerado terrorista por la UE y EE?UU, proceda de este pa¨ªs. El turismo ha ca¨ªdo en un 12,6% en el ¨²ltimo a?o: 623.864 personas visitaron esta rep¨²blica en los primeros seis meses de 2013, la cifra m¨¢s baja desde 2008. La ocupaci¨®n hotelera no pinta mejor: en Beirut se situ¨® en el 58% durante el primer semestre, comparado con el 65% del mismo periodo del 2012. Pero L¨ªbano no se rinde. La fiesta debe continuar.?
Rabih Kayrouz desfila en Par¨ªs, donde vive, desde 2009 y es uno de los modistos con m¨¢s proyecci¨®n internacional. Tambi¨¦n de los m¨¢s cr¨ªticos.
Roger Grasas
A pesar de estar establecido en Par¨ªs, Kayrouz conserva un taller y una tienda en la capital libanesa.
Roger Grasas
Nos encontramos en Port Beirut, uno de los barrios m¨¢s chic de la capital y que m¨¢s se ha occidentalizado en el ¨²ltimo lustro. La zona recuerda a los 60, a la d¨¦cada que precedi¨® a la Guerra Civil (1975-1990), cuando Brigitte Bardot era una habitual. El epicentro podr¨ªa situarse en la tienda del dise?ador Rabih Kayrouz. Luminosa, de l¨ªneas puras y paredes blancas. Un establecimiento vers¨¢til con espacio para vestidos minimalistas y para obras de artistas locales. Rezuma chic por los cuatro costados (L¨ªbano fue protectorado franc¨¦s de 1920 a 1943). No en vano Kayrouz, de 42 a?os, reside en esa ciudad desde 2008. ?Visito Beirut una vez al mes y me quedo durante una semana?, nos cuenta sentado pero algo tenso: no le quita el ojo a una clienta. En la hora y media que permanecemos en el local, recibe cuatro visitas; todas ellas con cita previa. Para ver a Kayrouz hay que pedir audiencia. ?Aqu¨ª viven mis clientas de siempre. Ense?arles mi colecci¨®n es un placer. Es como invitarlas a mi casa. Estas mujeres son mis musas. He vestido a abuelas, madres e hijas?. Su cita, delgad¨ªsima y vestida con una camisa a cuadros y unos jeans, reclama su atenci¨®n. Kayrouz nos deja con la palabra en la boca y acude a atenderla. Tras probarse dos vestidos e intercambiar varios comentarios en ¨¢rabe y en franc¨¦s, saca un talonario y se marcha.
La moda demuestra la capacidad de supervivencia de este pa¨ªs de poco m¨¢s de 10.000 km2 y 4,26 millones de habitantes. De aqu¨ª procede la interminable hornada de dise?adores de alfombra roja que viste a las celebridades en los Oscars, Cannes o los Grammy. Elie Saab, el m¨¢s famoso, es solo la punta del iceberg. Tras ¨¦l, se esconde un nutrido grupo de creadores de proyecci¨®n internacional como George Chakra, Basil Soda, Zuhair Murad, Georges Hobeika, Reem Acra o Kayrouz.
Es dif¨ªcil calcular cu¨¢nto dinero mueve el sector. Pero seg¨²n un estudio de 2007 de la Universidad Americana de Beirut, supera los 40 millones de d¨®lares (29 millones de euros). Existen unas 40 casas de alta costura con hasta 270 empleados, seg¨²n este informe. Fabricar uno de estos vestidos cuesta unos 3.000 d¨®lares, pero se vende por 10.000, seg¨²n el diario Daily Star.
En la lista de 2012 de los 500 ¨¢rabes m¨¢s influyentes del mundo, la mayor¨ªa proced¨ªa del L¨ªbano (85), seg¨²n la publicaci¨®n Arabian Business. Curioso, teniendo en cuenta que el viento no sopla en su favor. Los conflictos, la inestabilidad, han cincelado la personalidad de sus habitantes. Son puro carpe diem. ?Somos mediterr¨¢neos y nos comportamos como tal?, confes¨® en una entrevista para S Moda Elie Saab. ?Es cierto?, corrobora Kayrouz. La vida de este ¨²ltimo es una par¨¢bola del pa¨ªs, una met¨¢fora de su historia. ?Crec¨ª en plena guerra. Beirut no era una ciudad propiamente dicha, no se ve¨ªan mujeres bien vestidas paseando por la calle. La moda era un sue?o, una evasi¨®n?. Con 16 a?os, se mud¨® a Par¨ªs, a estudiar esta carrera. ?Mis padres estaban mentalizados: con 12 ya sab¨ªa lo que quer¨ªa hacer?. Regres¨® en 1995, pero los atentados y su ¨¦xito comercial lo empujaron a establecerse en Francia, donde desfila desde 2009. ?No tengo que preocuparme por cortes de electricidad o por si llegar¨¦ a la oficina. Pero en Beirut conservo un antiguo taller; fabrico piezas especiales, trajes de novia?.?
George Chakra es uno de los pioneros. Est¨¢ presente en la semana de la alta costura de Par¨ªs y en la de la moda de Nueva York.
Roger Grasas
Sus principales clientes son celebridades, como Katy Perry o Gwyneth Paltrow. Pero tambi¨¦n princesas de Arabia Saud¨ª.
Roger Grasas
Es una ciudad de polos opuestos. De ruinas hist¨®ricas y complejos lujosos. Las monstruosidades de hormig¨®n conviven con la belleza de casas tradicionales con jardines de jazm¨ªn. En una de ellas tiene su taller Kayrouz, la visitamos y le hacemos unos retratos. L¨ªbano es un oasis de libertad en medio de una zona plagada de sayones negros (limita con Siria e Israel, y est¨¢ pr¨®xima a Irak e Ir¨¢n, Egipto, Arabia Saud¨ª¡). Reconoce la libertad de culto: cohabitan cristianos, musulmanes, ortodoxos y protestantes. Aun as¨ª, se trata de un estado confesional que celebr¨® su primer matrimonio civil el pasado marzo. Otros peros: ocupa el puesto 123 (de 136 pa¨ªses) en la lista del informe Global Gender Gap del Foro Econ¨®mico Mundial: es decir, es uno de los lugares con mayor brecha de g¨¦nero.
En Beirut se ven pocos pa?uelos por la calle. Al menos, en la cabeza. A ellos les gusta anud¨¢rselos al cuello. El hedonismo se palpa en el ambiente. En cuanto pueden, salen, beben, comen, van a conciertos. Est¨¢n acostumbrados a adaptarse, a lidiar con lo inesperado. ?Si ponen bombas, se trabaja. Siempre que no se trate de una crisis?, explica Kayrouz. En 2012, cuando un explosivo mat¨® al jefe de la inteligencia libanesa, pocos cerraron. Pero en 2005, cuando el ex primer ministro Rafik Hariri fue asesinado, el pa¨ªs se paraliz¨®. ?No somos fr¨ªvolos. Pero la moda ha demostrado que el L¨ªbano es m¨¢s que guerra?.?
Ziad Nassar es un adicto al trabajo. Este liban¨¦s ha organizado 200 bodas, la mayor¨ªa para la Familia Real Saud¨ª.
Roger Grasas
Hombres y mujeres celebran las bodas por separado.
Roger
Cruzar Beirut es una odisea. El 50% de los hogares cuenta con un coche, seg¨²n datos de la Urban Transport Development Project for Greater Beirut. Y en 2004 (¨²ltimas cifras disponibles), el pa¨ªs ten¨ªa la segunda concentraci¨®n de veh¨ªculos m¨¢s alta del mundo.
En la otra punta de la ciudad, en Jal El Dib, se encuentra la tienda-taller de uno de los pioneros de la moda libanesa. George Chakra, de 50 a?os, fund¨® su marca hom¨®nima en 1987, en pleno conflicto. ?Era una locura¡ Tener empleados, transportar la mercanc¨ªa, coger un barco¡ Pero los libaneses somos muy peleones?, explica Chakra en el sal¨®n donde recibe a sus clientas vips. Muebles con detalles dorados, cuadros dieciochescos, suelos de m¨¢rmol y maderas nobles, l¨¢mparas de ara?a. Y hasta un fresco en un patio exterior. ?Me enamor¨¦ de la moda desde ni?o. Dibujaba mal, pero adoraba los tejidos, las revistas?. Le cost¨® convencer a su familia. ?Era raro¡ un hombre modisto. Estudi¨¦ dos a?os de interiorismo antes de cambiarme a este sector?. El traje de novia de Serena en Gossip Girl es suyo. Tambi¨¦n varios de El diablo viste de Prada.
Sus creaciones son el ep¨ªtome de la feminidad: preciosistas, delicadas y et¨¦reas. Como la mayor¨ªa de los vestidos libaneses: mucho encaje, mucho cristal, mucha transparencia. Hay excepciones, claro (Kayrouz es m¨¢s minimalista), pero suele ser su romanticismo de f¨¢bula el que cautiva al mundo. ?Y qui¨¦n los compra aparte de las famosas? Los pa¨ªses del Golfo, en torno al 40% de las exportaciones de alta costura, seg¨²n un informe de la Unesco. Uno de sus principales clientes: Arabia Saud¨ª.
?Quer¨ªa trabajar para la realeza. Esa era mi meta. Estuve un a?o y medio sin aceptar proyectos, hasta que lo logr¨¦?. Ziad Nassar es imprescindible en un c¨ªrculo cerrado pero influyente. Conoce los secretos de la corona saud¨ª. Su labor: organizar bodas. ?Esta familia celebra unas 50 anuales: los invitados son los mismos. Te haces ¨ªntimo, su confidente?, afirma en su despacho en Beirut. Es divertido, seductor y simp¨¢tico. Su mirada, gestos y presencia enganchan. Es simplemente encantador. Su contacto con la corona se remonta a 2004. ?Me he pasado el ¨²ltimo mes y medio en un hotel o en un avi¨®n?. No tiene vacaciones. No las quiere. En una pizarra hay apuntados varios proyectos con fechas y ciudades: Mikonos, Catar, Abu Dabi, Dub¨¢i, Par¨ªs¡ ?Hay trabajo previsto hasta dentro de un a?o y medio?.
Ese nuevo mundo ba?ado en petr¨®leo que es Arabia Saud¨ª necesita satisfacer sus caprichos. El n¨²mero exacto de miembros de la realeza es una inc¨®gnita. Se baraja que son unos 30.000. Debido a la poligamia, la revista Forbes prev¨¦ que en 2020 sean 60.000. Eso son muchas princesas.
Los creyentes del islam no pueden tocarlas y ni tan siquiera verlas. Ni a ellas ni al resto de mujeres. Las saud¨ªes viven seg¨²n la shar¨ªa, la ley isl¨¢mica basada en el Cor¨¢n. Su existencia est¨¢ rodeada de reglas y tradiciones. No pueden estudiar, trabajar, conducir ni viajar sin el permiso de su mentor. Pero como aseguraba la princesa Ameerah Al -Taweel en la cadena CNN, el 57% de la poblaci¨®n universitaria de este pa¨ªs es femenina. Y en 2015 est¨¢ previsto que las mujeres puedan votar en las municipales. Se vislumbra luz al final del t¨²nel.?
Yehia Chokor recibe en su sal¨®n de Beirut a cerca de 60 o 70 clientas diarias. La mayor¨ªa son mujeres ¨¢rabes: muchas van a la peluquer¨ªa hasta dos veces al d¨ªa (en Espa?a, acudimos 4,5 veces al a?o, seg¨²n Stanpa).
Roger Grasas
Para hacer este recogido, se usaron unas 300 horquillas y toneladas de laca.
Roger Grasas
?Llevo 200 bodas, 150 han sido reales. Son las m¨¢s creativas porque no hay l¨ªmite econ¨®mico. La ¨²nica barrera es cultural: debemos respetar sus ra¨ªces?. Lo m¨¢s llamativo: las mujeres celebran la ceremonia por separado. ?Si hay una banda tocando, los m¨²sicos no pueden verlas. Ellas a ellos s¨ª: as¨ª que el grupo se sit¨²a detr¨¢s de una cortina o una pared y las invitadas los ven a trav¨¦s de una pantalla?. La broma sale por unos cinco millones de euros y se re¨²nen unos 1.500 invitados.
Para un evento de estas caracter¨ªsticas son capaces de levantar suntuosos complejos de unos 20.000 m2: aire acondicionado, cocina, ba?os, comedor¡ Ha habido de todo: una silla transportada en barco desde un museo de la India, un comedor con 75.000 tulipanes fucsias, palacios en pleno desierto¡ ?Una vez una princesa me ense?¨® una parcela. Le pregunt¨¦: ¡°?Pero d¨®nde quieres celebrar la boda? ?Est¨¢ lleno de palmeras!¡±. ¡°Aqu¨ª. Voy a talarlas¡±. Hab¨ªa 3.500?. Por pedir, le han pedido hasta la luna. Literal. ?Construimos una de 14 metros al aire libre. De noche brillaban la aut¨¦ntica y la que fabricamos?.
No muy lejos, en el barrio de Verdun, est¨¢ el sal¨®n Yeh?a & Zakaria. Al otro lado, 50 empleados se afanan en acabar un arquitect¨®nico mo?o, a?adir extensiones o hacer una permanente. Cada d¨ªa pasan por esta peluquer¨ªa unos 65 clientes. Casi todas mujeres. El volumen de trabajo recuerda a los a?os 50, cuando el peluquero era clave en el ritual de belleza. ?La mujer ¨¢rabe visita el sal¨®n hasta dos veces al d¨ªa. No concibe lavarse el cabello en casa?, afirma Yehia Chokor, due?o del negocio. Este liban¨¦s de 40 a?os es toda una estrella. Lo dice ¨¦l mismo. ?Un d¨ªa le preguntaron a una princesa qui¨¦n era m¨¢s famoso, si yo o una celeb. Dijo que yo?. Sus clientas: actrices, cantantes y realeza. Viaja con ellas en sus aviones privados.
Cap¨ªtulo aparte merecen los peinados en boga: arrasan los recogidos fantas¨ªa a lo Guerra de las galaxias. ?Nos gusta evadirnos con nuestras creaciones?. El L¨ªbano sigue siendo un oasis.
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