Manoletinas de colores a juego con bolsos de charol: as¨ª cre¨® la marca Blanco la est¨¦tica de toda una generaci¨®n
Cuatro a?os despu¨¦s de su cierre, recordamos la historia de la cadena espa?ola que populariz¨® los conjuntos crom¨¢ticos de pies a cabeza en los institutos y las pistas de baile de toda nuestra geograf¨ªa. La misma que despu¨¦s creci¨® con sus clientas fichando a Paula Echevarr¨ªa como imagen y dibujando el armario de sus primeros a?os de universidad.
A principios de los 2000, los fines de semana empezaban en Blanco. Aquella tienda de paredes interminables repletas de bailarinas y bolsos te?idos de tantos colores como un muestrario de Pantone era la antesala de la sesi¨®n de bailoteo light del s¨¢bado por la tarde. La m¨²sica sonaba con la misma intensidad y los potentes rojos, verdes botella y azules el¨¦ctricos que te?¨ªan los accesorios de la marca evocaban las bolas de discoteca. All¨ª se peregrinaba en busca de manoletinas a juego con bolsos de mano de charol que dejar¨ªan claro al d¨ªa siguiente qui¨¦n era la reina de la pista. Las m¨¢s avezadas en cuestiones estil¨ªsticas incluso presum¨ªan de coronar el conjunto crom¨¢tico con chaquetita de punto ¨Cconocida en la tienda como tricot¨C y cintur¨®n de generosa hebilla. Daba igual si se iba a una sesi¨®n de tarde de la desaparecida Joy Eslava o a la de Fabrik, ¡®pijas¡¯ y ¡®chonis¡¯ (entonces ¡®choni¡¯ se empleaba sin reparar en las connotaciones peyorativas que ahora la han hecho caer en desuso) compraban en el mismo sitio. Las primeras quiz¨¢ completar¨ªan el conjunto con pendientes de perlas, coleta al lado y flequillo lateral; mientras que las segundas optar¨ªan por aros dorados buscando el contraste entre el tono de sus bailarinas y el de los calcetines.
La desaparecida marca espa?ola, que ech¨® el cierre hace ahora cuatro a?os, fue el templo de la moda para toda una generaci¨®n. Si las quincea?eras contempor¨¢neas de melena prerrafaelita forman filas en Brownie para hacerse con tops min¨²sculos, aquellas que saborearon las mieles de la adolescencia hace m¨¢s de una d¨¦cada ¨Co incluso dos¨C recordar¨¢n dejarse caer por Blanco en busca de un conjunto asequible para estrenar el fin de semana. ?Para m¨ª comprar en Blanco marc¨® el momento en el que me empezaba a sentir mayor. Era la tienda a la que ibas cuando dejabas de vestirte en la secci¨®n de ni?os y buscabas ir a la moda?, recuerda Andrea, una profesora de primaria de 27 a?os que sol¨ªa llevar los grandes hits de la marca cuando estaba en el instituto. ?Igual que ahora no te gusta comprar las mismas cosas que tienen tus amigas, en aquel momento busc¨¢bamos ir todas iguales?.
Entrar en Blanco y picar era f¨¢cil incluso en una etapa vital en la que los ahorros se reduc¨ªan a la paga semanal. Las bailarinas, que por alg¨²n motivo en aquel momento sol¨ªan llamarse siempre ¡®manoletinas¡¯, rondaban los 12,99 euros y en ¨¦poca de rebajas no era extra?o conseguirlas al 70%. Aquellos zapatos de tres euros ol¨ªan a pl¨¢stico, mostraban m¨¢s piel de la que cabr¨ªa esperar (el comienzo de los dedos siempre quedaba al descubierto), se deformaban al andar y dejaban notar los adoquines y piedras de la calle con la intensidad de un pediluvio. Pero daba igual. ?La idea era tener la colecci¨®n completa de manoletinas?, explica Virginia, que tambi¨¦n es profesora y fue clienta fija de Blanco a partir de los 13 a?os. ?Recuerdo ir con mis amigas y buscar qu¨¦ colores de los que a¨²n no ten¨ªa estaban rebajados para hacerme con otro par. En aquel momento, estamos hablando de 2005 m¨¢s o menos, la moda era conjuntar el color del calzado con el del bolso o alg¨²n otro accesorio, as¨ª que cuanta m¨¢s variedad de manoletinas se tuviera, mejor?. Para ella, la tarde de compras era uno de los planes centrales del fin de semana y no era raro acabar la jornada sacando la c¨¢mara digital para dejar constancia en el tambi¨¦n extinto Tuenti de que ella y sus amigas compraban en Blanco.
Antes de que llegara una etapa de madurez en la que las colecciones de la marca empezaron a hacerse un poco m¨¢s sofisticadas cambiando su nombre a Suiteblanco, fichando a Paula Echevarr¨ªa como imagen y haciendo de la blusa con cuello beb¨¦ su santo y se?a, Blanco fue instigador y testigo de una est¨¦tica que a menudo produce escalofr¨ªos al recuperar fotos del pasado. Los brazaletes anchos de pl¨¢stico, los sujetadores y tangas de leopardo combinado con flores, las chaquetas cubiertas de pelo con generosas capuchas, los lazos por doquier o las camisetas de pico bajo las que sol¨ªa colocarse un top palabra de honor tejieron una poderosa identificaci¨®n entre chicas de toda Espa?a. Antes de que existiera Instagram y las prendas virales propiamente dichas, Blanco logr¨® hacer plaga en nuestra geograf¨ªa de muchos de sus lanzamientos. Una camiseta blanca o gris en la que pod¨ªa leerse ¡°I love my boy¡± fue, casi sin saberlo, precursora de la viralidad. No solo se dej¨® ver en los primeros blogs de moda, sino que hubiera podido tener perfil en redes sociales propio como ocurriera despu¨¦s con la chaqueta amarilla de Zara.
Aunque marcas como Pimkie o Bershka compet¨ªan con ella por captar al mismo tipo de p¨²blico, Blanco acert¨® construyendo una identidad fuerte y reconocible no solo en sus colecciones, tambi¨¦n en sus tiendas. El olor al entrar, una mezcla entre ambientador y el pl¨¢stico de los accesorios, era tan caracter¨ªstico que serv¨ªa como reclamo con solo pasar por la puerta. La disposici¨®n de las piezas tambi¨¦n formaba parte de su ADN: ?qui¨¦n no recuerda pedir a la dependienta que le bajara uno de los bolsos colocados casi en el techo a los que era imposible acceder? Aquellas paredes con m¨¢s colores que una tienda de M&M¡¯s ejerc¨ªan un poder de atracci¨®n al que resultaba dif¨ªcil resistirse.
Blanco tambi¨¦n supo acompa?ar a sus clientas en su transici¨®n a la vida adulta. Era com¨²n comprar all¨ª el vestido para el primer cotill¨®n de Nochevieja por la competitividad imbatible de sus precios y la variedad de dise?os ajustados, casi siempre el¨¢sticos y coronados por lentejuelas brillantes, transparencias cuajadas de plumeti o cremalleras imposibles. All¨ª tambi¨¦n se adquir¨ªan los primeros zapatos de tac¨®n (a veces tan altos y duros que las manoletinas desbocadas resultaban el para¨ªso de la comodidad), los bolsos peque?os de evento y las camisas de vestir para refinar el look de cara al ingreso en la universidad o las primeras entrevistas de trabajo. Por supuesto, no faltaban versiones asequibles de las prendas de dise?ador m¨¢s deseadas del momento, del bolso Alexa de Mulberry a las zapatillas con cu?a de Isabel Marant.
Aquellas prep¨²beres a las que a?os despu¨¦s les empez¨® a parecer una horterada llevar a juego el bolso tipo saco (este era el otro modelo estrella) con las manoletinas acolchadas, encontraron una respuesta en su nueva etapa. En 2012 el hijo del fundador de la marca, Bernardo Blanco Solana, tom¨® el relevo de su padre rebautizando la empresa como SuiteBlanco y apostando por la expansi¨®n internacional. Era posible visitar sus tiendas en Reino Unido, Portugal y hasta Arabia Saud¨ª, as¨ª como comprar online en una web en la que era frecuente toparse con im¨¢genes de blogueras de moda como Lovely Pepa o Lady Addict o campa?as protagonizadas por tops de la talla de Irina Shayk o la ya citada Paula Echevarr¨ªa, que incluso dise?¨® una colecci¨®n c¨¢psula. ?Yo fui compradora tanto en la adolescencia como despu¨¦s cuando pas¨® a ser SuiteBlanco. En esa segunda etapa recuerdo que la ropa era un poco m¨¢s fina. Sol¨ªa comprarme blusas m¨¢s formales y a d¨ªa de hoy me sigo poniendo un abrigo de pelo porque es mon¨ªsimo y alejado de la est¨¦tica del Blanco de los zapatos de pl¨¢stico?, cuenta Laura, licenciada en Administraci¨®n y Direcci¨®n de Empresas de 31 a?os.
Justo antes de echar el cierre, cuyo anuncio se hizo oficial el 9 de diciembre de 2016, Blanco volvi¨® a recuperar su nombre original quiz¨¢ en un ¨²ltimo intento de volver a ser lo que hab¨ªa sido. Dos a?os antes hab¨ªa protagonizado su primer concurso de acreedores, el mayor de la moda espa?ola, siendo rescatada por el grupo saud¨ª Alkohair por 40 millones de euros. La cosa no mejor¨® mucho y antes de despedirse para siempre hab¨ªa pasado de las 250 tiendas a las 89. A¨²n hoy quedan vestigios de lo que fue en algunas ciudades espa?olas como Granada, donde pueden verse los restos de una de sus tiendas m¨¢s c¨¦ntricas en un local ahora vac¨ªo. Puede que marcas como Primark hayan suplido el hueco en esa franja de lo ultrabarato, pero pocas grandes cadenas ser¨¢n recordadas por conseguir lo que Blanco: vestir igual a toda una generaci¨®n dot¨¢ndola de una est¨¦tica technicolor que, en tiempos de un recogimiento discotequero, suscita m¨¢s nostalgia que nunca.
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