C¨®mo Kling pas¨® de ingresar millones a la quiebra (y casi c¨¢rcel): relato de un hundimiento
¡°No recuerdo haber disfrutado de absolutamente nada. Los momentos que deber¨ªan haber sido de felicidad o realizaci¨®n siempre iban acompa?ados de una espada de Damocles¡±, cuenta Papo Kling. El fundador de la marca ani?ada y ¡®popera¡¯ que marc¨® a una generaci¨®n acaba de publicar un libro en el que rememora el auge y la ca¨ªda de su compa?¨ªa
Todo comenz¨® con una camiseta robada. Concretamente con una prenda que Papo Kling le cogi¨® sin permiso a su novia de entonces, tras constatar sorprendido c¨®mo varias mujeres le preguntaban por ella en la calle. Con la camiseta sustra¨ªda viaj¨® a Tailandia, para encontrar alg¨²n taller en el que le pudieran replicar el dise?o por pocos euros y encarg¨® una producci¨®n con el dinero que hab¨ªa ganado junto a un ¡°hijo de gran empresario¡± en un negocio opaco. ¡°En el libro lo cuento un poco como si fuera Indiana Jones¡±, evoca Kling (46 a?os, Buenos Aires), que entonces era un migrante argentino que estu...
Todo comenz¨® con una camiseta robada. Concretamente con una prenda que Papo Kling le cogi¨® sin permiso a su novia de entonces, tras constatar sorprendido c¨®mo varias mujeres le preguntaban por ella en la calle. Con la camiseta sustra¨ªda viaj¨® a Tailandia, para encontrar alg¨²n taller en el que le pudieran replicar el dise?o por pocos euros y encarg¨® una producci¨®n con el dinero que hab¨ªa ganado junto a un ¡°hijo de gran empresario¡± en un negocio opaco. ¡°En el libro lo cuento un poco como si fuera Indiana Jones¡±, evoca Kling (46 a?os, Buenos Aires), que entonces era un migrante argentino que estudiaba Sociolog¨ªa en Madrid, ¡°pero la verdad es que cuando tienes veintipocos y tienes ganas de aventura, cualquier cosa es una excusa. Creo que esto fue una excusa, porque nunca me plante¨¦ tener una marca de ropa. Yo simplemente ten¨ªa ganas de vivir, ganas de salir del trabajo horrendo que ten¨ªa en un garito en Alonso Mart¨ªnez¡±, cuenta por tel¨¦fono.
As¨ª que todo empez¨® con una camiseta robada. Y copiada: ¡°Quiero desmitificar un poco esto de la creaci¨®n. En Occidente la copia, desde la Ilustraci¨®n, es una especie de robo del alma; los chinos tienen una concepci¨®n distinta y por eso copian todo descaradamente, porque ellos consideran que en la copia aparece la mejora. Cuando uno va copiando, lo que hace es tomar lo bueno y mejorarlo agreg¨¢ndole algo propio. Todo est¨¢ inventado, la creaci¨®n es reacomodar las cosas que andan por ah¨ª y a lo mejor darles un nuevo sentido. Eso pas¨® con nuestra primera camiseta, que fue un bombazo. Cuando vi que la copiaba Zara dije: ¡®Bueno, a lo mejor con esto puedo hacer algo m¨¢s que pagarme los viajes a bucear¡±.
De vuelta en Madrid comenz¨® a vender las prendas en ese templo de la modernidad que era a principios de este siglo el Mercado de Fuencarral. Al poco tiempo comenzaron a lucir la etiqueta de Kling. A¨²n ni exist¨ªa el filtro Valencia y todo se fiaba al flashazo de la c¨¢mara digital y al posterior montaje en Fotolog. Mientras en Nueva York o Los ?ngeles triunfaban los ch¨¢ndales de terciopelo, aqu¨ª los blogs rastreaban los minivestidos de colores de Patricia Conde, icono de estilo patrio en esos a?os. En poco tiempo las prendas de Kling eran virales, en una ¨¦poca en la que a¨²n se estaba acu?ando ese t¨¦rmino. ¡°Fuimos de las primeras marcas en lo que despu¨¦s fue la viralizaci¨®n. Estamos hablando de 2004, 2008, no hab¨ªa ni Instagram, pero comprob¨¦ horrorizado la potencia de las redes sociales, vi que eran una caja de Pandora. Tanto es as¨ª que nunca se me pas¨® por la cabeza tener las m¨ªas propias. Pero esa potencia que a m¨ª me asust¨® en ese momento nos sirvi¨® much¨ªsimo para darnos a conocer, es innegable¡±.
Tampoco se puede negar que sus colecciones ten¨ªan algo que atra¨ªa a las mujeres j¨®venes de aquella generaci¨®n, con sus estampados na¨ªfs y sus precios asequibles. ¡°Nos hicimos un hueco porque romp¨ªamos un poco esta l¨®gica de que ten¨ªamos que vender. Hac¨ªamos cosas divertidas, cosas que no nos preocup¨¢bamos de si se iban a vender, cosas que nos gustaban. Al menos al inicio, todas las decisiones iban detr¨¢s de lo que nos resultaba atractivo y eso genera una identidad ¨²nica; mejor dicho, genera identidad. El problema de las marcas es que cuando entran en esa l¨®gica de vender, del algoritmo y todo eso, la esencia tiende a desaparecer. A m¨ª ni siquiera me interesaba la moda, me interesaba el arte, el cine, la literatura, la m¨²sica. Me resultaba divertido lo estrafalario, las combinaciones raras de colores, lo feo. Y creo que mucha gente capt¨® esos c¨®digos¡±.
De la sala vip a los juzgados
Papo Kling habla sin freno ni pudor y despacha con gusto contra el sistema que le acogi¨® con efusividad y despu¨¦s le repudi¨® sin miramientos. Confirma el t¨®pico de que los argentinos son grandes contadores de historias en la entrevista y en el libro que acaba de publicar sobre sus vivencias, Fractura expuesta (C¨ªrculo de Tiza). Lo hace desde la frase con la que abre el relato: ¡°Lo l¨®gico hubiese sido comenzar a narrar esta historia varios a?os antes y quiz¨¢ de otra manera, pero creo que tiene sentido contarla a partir de esa ma?ana de abril de 2015, cuando en menos de cinco minutos de reuni¨®n supe que mi empresa no solo se iba a la quiebra, sino que yo ten¨ªa, adem¨¢s, muchas posibilidades de acabar en la c¨¢rcel¡±.
Solo un par de a?os antes, en 2013, la compa?¨ªa facturaba 17,5 millones de euros, acababa de iniciar su exitosa expansi¨®n por Estados Unidos y vend¨ªa en cientos de puntos de pa¨ªses como Francia, Alemania, Reino Unido e Italia, as¨ª como en 15 tiendas propias repartidas por toda la geograf¨ªa espa?ola. Al frente del casi medio millar de empleados estaba el creador de todo, Papo, que viajaba por el mundo en business mientras iba cerrando nuevas alianzas: ¡°No recuerdo haber disfrutado de absolutamente nada. Los momentos que deber¨ªan haber sido de felicidad o realizaci¨®n personal y profesional siempre iban acompa?ados de una espada de Damocles. Empec¨¦ a disfrutar cuando me puse a escribir, ya con distancia, cuando ya llevaba tiempo fuera del mundo de la moda y completamente desvinculado de Kling, cuando me enter¨¦ de que cerraba definitivamente. Recuerdo subirme a aviones para ir a Asia realmente deprimido, estar en hoteles pregunt¨¢ndome qu¨¦ co?o estoy haciendo aqu¨ª. Estaba por un lado mi deseo de poder tener independencia econ¨®mica, poder tener mi proyecto, pero mi educaci¨®n me dec¨ªa que estaba haciendo una aberraci¨®n, que estaba contaminando el planeta, que estaba trabajando en una industria tremendamente opaca y sospechosa de unas pr¨¢cticas horribles de trabajo¡±.
Kling lanzaba varias colecciones al a?o, confeccionadas todas en pa¨ªses del sudeste asi¨¢tico, en condiciones laborales que a menudo olvidaban los derechos humanos. La ense?a produc¨ªa casi un mill¨®n de prendas al a?o que pasaban a engrosar la entonces incipiente rueda del usar y tirar. La moda r¨¢pida que desde entonces se ha fagocitado a s¨ª misma y hoy es ultra (h¨ªper) r¨¢pida. Una rueda que, una vez empieza a girar, es imposible frenar. ¡°Es f¨¢cil confundir las necesidades del mercado, las necesidades del sistema, con unas necesidades propias. Yo no necesitaba crecer, no necesitaba abrir tiendas, no necesitaba tener filiales en otros pa¨ªses, no necesitaba franquicias¡ pero te enga?a una l¨®gica que te lleva ah¨ª todo el tiempo. Hay una narrativa del emprendimiento que te conduce ah¨ª. Me di cuenta, quiz¨¢ tarde, de que no estaba trabajando para m¨ª, estaba trabajando para el capital, para los bancos. Cada vez vend¨ªamos m¨¢s, cada vez nos iba mejor, as¨ª que cada vez ten¨ªamos que pedir m¨¢s dinero prestado para poder encargar las producciones. Ese era un poco el tren que me iba succionando y todo empez¨® a generar peque?as fisuras, peque?as fracturas¡±.
Es f¨¢cil confundir las necesidades del mercado, las necesidades del sistema, con unas necesidades propias. Yo no necesitaba crecer, no necesitaba abrir tiendas, no necesitaba tener filiales en otros pa¨ªses, no necesitaba franquicias¡
Hasta que el equilibrio precario se rompi¨® por un letal c¨®ctel de mala suerte y peores decisiones. As¨ª lo cuenta en el libro: ¡°Una inversi¨®n fuera de control para el desembarco en Estados Unidos, un par de colecciones demasiado arty que no se vendieron, un invierno europeo casi sin fr¨ªo, el retraso de dos contenedores de abrigos que llegaron entrada la primavera, un agente griego en dificultades con impagos, un supuesto incendio en una f¨¢brica de un proveedor chino, todo sumado a una gesti¨®n financiera desastrosa a cargo de un delincuente y, entonces, ese enorme torrente de felicidad que nunca deb¨ªa detenerse se fren¨® en seco¡±. ¡°Estados Unidos fue muy bien¡±, reflexiona ahora el argentino, ¡°pero hab¨ªa que financiar toda la expansi¨®n, la log¨ªstica era muy compleja y yo no estaba preparado. No ten¨ªa la capacidad. S¨ª la tuve para juntar a un grupo de artistas y gente creativa, pero no estuve preparado para armar una empresa eficiente. As¨ª se fractur¨®¡±. Y as¨ª lleg¨® a esa reuni¨®n que inicia su libro en la que se enter¨® de que sus acreedores estaban dispuestos a llevarle a los juzgados.
¡°Yo ten¨ªa una mirada cr¨ªtica, pero me dejaba seducir. Nos iba bien, vend¨ªamos, ven¨ªan las estilistas al showroom, a las fiestas, y todos dec¨ªan que era fant¨¢stico. ?ramos un im¨¢n que atra¨ªa a un mont¨®n de artistas, a creativos. Pero jam¨¢s se nos acerc¨® un solo inversor. ?ramos so?adores a sueldo y no nos interesaba lo m¨¢s m¨ªnimo la cuesti¨®n empresarial. A m¨ª me interesaba exclusivamente porque ten¨ªa que pagar las n¨®minas de una estructura gigantesca, pero realmente nos importaba cero el negocio. Y esto es un error. En el libro intento contarlo, es un error porque si no te interesa el negocio, haces otra cosa, haces una fundaci¨®n, algo fuera del mercado. Pero mi error fue pensar que pod¨ªa hacer algo dentro del mercado y con mis reglas. No puedes: son unas reglas que est¨¢n perfectamente definidas desde hace por lo menos 200 a?os y donde desde los ¨²ltimos 30 todo pasa por una cuesti¨®n de financiaci¨®n. La moda ya no es una cuesti¨®n industrial, ahora es todo financiero. La moda es un negocio financiero, porque el dinero est¨¢ danto todo el tiempo vueltas. Si miras el ranking de los millonarios, siempre hay de las tecnol¨®gicas, petroleras¡ y del sector textil. La moda es un negocio muy potente¡±.
Papo Kling vendi¨® su firma a un grupo de inversores en 2016 y sali¨® paulatinamente de la compa?¨ªa que cerraba definitivamente tras el mazazo de la pandemia, hace exactamente un a?o. Hoy se dedica a escribir en un canal de contenidos sobre filosof¨ªa y pol¨ªtica y colabora con algunos medios en Argentina: ¡°Estoy escribiendo, estoy haciendo un programa de pol¨ªtica... estoy en otra fase; o quiz¨¢ en la misma de siempre, con un par¨¦ntesis de 15 a?os¡±.