Vend¨ªan ¡®merch¡¯ anti Trump y financiaban a Republicanos: la controvertida historia de Urban Outfitters, la marca que hizo caja con la iron¨ªa hipster
Ahora que la ense?a planea abrir una gran tienda en Madrid, repasamos su pol¨¦mico pasado, que comenz¨® con un peque?o local de esp¨ªritu liberal y termin¨® siendo un emporio se?alado por sus pr¨¢cticas laborales poco sostenibles y su apoyo no tan velado a la ideolog¨ªa de la derecha.
Casi una d¨¦cada despu¨¦s de que abriera su primera tienda en Espa?a en el centro de Barcelona, y quiz¨¢ como respuesta al ¡®boom¡¯ tur¨ªstico que vive la capital, la marca norteamericana Urban Outfitters planea por fin una apertura en la Gran V¨ªa madrile?a, nada menos que en el local de 1.800 metros cuadrados que antes ocupaban los cines Rex. Si hace diez a?os Urban Outiftters era el ep¨ªtome de la est¨¦tica hipster y sus tiendas una especie de s¨ªmbolo de la gentrificaci¨®n de los barrios norteamericanos, hoy esos hipsters han crecido, dejando atr¨¢s ese estilo de vida y la ense?a ha protagonizado una serie de pol¨¦micas que la han terminado por alejar del p¨²blico Z. Y aunque las cifras demuestren que sigue siendo un negocio lucrativo -el a?o pasado tuvo ventas r¨¦cord y hace dos, beneficios r¨¦cord- son las dem¨¢s compa?¨ªas del conglomerado al que pertenece (URBN, due?a de Anthropologie y Free People) las que salvan los muebles al grupo.
Los comienzos de la saga UO se remontan a cuando su CEO y fundador, Richard Hayne ten¨ªa 23 a?os y terminaba sus estudios de antropolog¨ªa en una universidad de Pensylvania, ¨¦l y su entonces esposa, Judy Wicks, decidieron hacer realidad el proyecto de fin de carrera de Hicks con una inversi¨®n de 5.000 d¨®lares: una peque?a tienda llamada Free People situada frente al campus y que vend¨ªa ropa, discos y merchandising de grupos. Era 1970 y aquel local que concentraba el estilo de vida hippie y art¨ªstico del momento pronto se convirti¨® en una especie de templo para los j¨®venes de Filadelfia. Lo renombraron Urban Outfitters y abrieron otra sede, esta vez en el centro de la ciudad. Hicks no concede entrevistas pero los peri¨®dicos locales de la ciudad lo han retratado en varias ocasiones. En una historia de 2003 publicada por Philadelphia Weekly cuentan, por ejemplo, c¨®mo ese joven emprendedor de ideas liberales ha terminado por ser un magnate que dona miles de d¨®lares a las campa?as del partido republicano. Se divorci¨® de Wicks pocos a?os despu¨¦s de fundar la marca (su actual mujer, Margaret Haynes, es la directora creativa de la ense?a) y ella, que sigue teniendo ideas liberales, regenta un caf¨¦ y una tienda de arte muy cerca de donde abrieron el primer local.
En los siguientes a?os, las tiendas de Urban Outfitters, de ladrillo visto y aspecto vintage, se expandieron por todo Estados Unidos. Tambi¨¦n su gama de productos, crearon varias marcas propias, comenzaron a vender firmas deportivas y de dise?adores emergentes y a comercializar libros, objetos decorativos y todo tipo de memorabilia. Pero fue en el cambio de siglo, con la eclosi¨®n del fen¨®meno ¡®hipster¡¯, cuando Urban Outfitters prosper¨® en medio mundo. Construyeron una enorme sede en el puerto de Filadelfia, respetando su arquitectura de los a?os 30 y, desde all¨ª, capitalizaron ese fervor global de muchos j¨®venes por una est¨¦tica con un pie en la nostalgia y otro en la iron¨ªa: camisas de cuadros, bolsas de tela con mensajes ir¨®nicos, tops de crochet, reproductores de vinilo a 200 d¨®lares, c¨¢maras polaroid a 300, equipamiento para festivales de m¨²sica (de petacas a coronas de flores) y hasta caf¨¦s de especialidad que duplicaban su precio.
En 2014, el New York Times se hac¨ªa eco de la pol¨¦mica que gener¨® la apertura de un Urban Outfitters en una nave industrial de Williamsburg, entonces en pleno proceso de gentrificaci¨®n. Ahora ese local est¨¢ rodeado por tiendas de Muji, Le Labo o Google, pero entonces, hace nueve a?os, los vecinos se preguntaban si ¡°aquellas parejas blancas vestidas con ropa de dise?o y gorros de lana¡± que acud¨ªan a la tienda religiosamente iban a provocar la subida de alquileres y el cierre de negocios tradicionales. As¨ª fue. ¡°Aqu¨ª se vende de todo, desde la discograf¨ªa de Justin Timberlake en vinilo, una camiseta con la cara de TuPac Shakur o un vestido de un joven dise?ador por setecientos d¨®lares, es la colisi¨®n del pop, la nostalgia y la iron¨ªa¡±, contaban en aquel art¨ªculo. Hasta que la iron¨ªa se les fue de las manos.
En 2016, en plenas elecciones americanas, la revista Business of Fashion se preguntaba c¨®mo eran capaces de vender una camiseta en la que se le¨ªa: ¡°No tengo ni idea de qui¨¦n es Trump¡± cuando esa misma empresa financiaba al partido republicano. La respuesta fue que ¡°respetaban todos los puntos de vista y no tomaban partido por nadie en las elecciones¡±. No era as¨ª. Antes, en 2008, la marca protagoniz¨® una pol¨¦mica al retirar inmediatamente de la venta unas camisetas creadas por la dise?adora Tara Littman en apoyo al matrimonio homosexual. ¡°El talento de Richard Haynes es ocultar a sus clientes qui¨¦n es realmente¡±, dec¨ªa entonces la revista The Cut. En esta ¨²ltima d¨¦cada, Urban Outfitters se ha enfrentado a numerosas denuncias por vender, entre otros: una l¨ªnea de ropa interior con motivos del folclore nativo llamada Navajo, una camiseta con el lema ¡®come menos¡¯, un juego de mesa inspirado en barrios racializados llamado ¡®Ghettopoly¡¯ y hasta una camiseta negra llamada ¡®Obama¡¯ solo por ser eso, negra. Su historia recuerda salvando las distancias a la de Gavin McIness, fundador de la revista Vice (por cierto, tabi¨¦n con sede en Williamsburg) quien, como Hayne, supo capitalizar el estilo de vida hipster y dar visibilidad a su medio a base de pol¨¦micas para despu¨¦s fundar ¡®Proud boys¡¯, el grupo mis¨®gino de ultraderecha ¡®Proud boys¡¯, a los que ha aludido Trump en varias ocasiones. Hayne, por su parte, se ha negado a emitir opiniones referentes a la homosexualidad o el aborto y se sabe que ha financiado las campa?as de algunos senadores republicanos de Pennsylvania.
Mientras crec¨ªan las pol¨¦micas por sus cuestionables dise?os, la opini¨®n p¨²blica comenz¨® tambi¨¦n a fijarse en sus pr¨¢cticas laborales: en 2015, se filtr¨® un email de la compa?¨ªa en el que se instaba a sus empleados a trabajar gratis los fines de semana bajo la excusa de ¡®din¨¢micas de equipo¡¯, un asunto que se resolvi¨® con un acuerdo judicial en el que la marca se compromet¨ªa a ?anunciar los turnos horarios de sus empleados con una semana de antelaci¨®n?. En 2019, un ejecutivo japon¨¦s dimiti¨® tras acusar a la compa?¨ªa de racismo y varios empleados negros en Filadelfia acusaron a la marca de comentarios xen¨®fobos similares. La cuesti¨®n ecol¨®gica no la manejan mejor: en 2022, la compa?¨ªa s¨®lo alcanz¨® un 20%en el ¨ªndice de transparencia que varias organizaciones ecologistas realizan anualmente. El principal problema es que, pese a sus proyectos de reutilizaci¨®n y de venta de segunda mano, la marca no aclara d¨®nde y c¨®mo produce sus prendas, pese a que una de sus filiales, Free People, basa todo su contenido en la sostenibilidad.
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