C¨®mo Anne Sexton retorci¨® los cuentos cl¨¢sicos de los hermanos Grimm
En ¡®Transformaciones¡¯ la extraordinaria Anne Sexton sacude y dota de una carga cr¨ªtica historias conocidas para convertirlas en f¨¢bulas posmodernas.
Nada m¨¢s reconfortante que coger los cl¨¢sicos de la literatura infantil, sacudirlos y dotarlos, sino de nuevo significado, al menos s¨ª de una carga lo suficientemente cr¨ªtica como para que se vuelvan maliciosamente modernos. Eso hizo en el 82 el maestro Roald Dahl con Cuentos en verso para ni?os perversos. M¨¢s de una d¨¦cada antes, en 1971, la poderosa y salvaje Anne Sexton (Massachusetts, 1928-1974) ya hab¨ªa hecho lo propio con 17 cuentos de los hermanos Grimm. ?Y de qu¨¦ manera!
Se edita ahora Transformaciones (N¨®rdica Libros), en una edici¨®n bell¨ªsima con ilustraciones de Sandra Rilova, que recoge algunas de esas historias que nos sabemos de memoria pasadas por la mirada visceral, feminista y ¨²nica de la poeta que pasar¨¢ a la historia como una de las inventoras ¡ªjunto a Sylvia Plath, con quien comparte la tragedia de haber acabado sus d¨ªas suicid¨¢ndose¡ª de esa cosa tan resbaladiza llamada ¡°poes¨ªa confesional¡±. De err¨¢tica, enferma, exhibicionista o turbulenta fue calificada esta escritora que quiz¨¢ y una vez m¨¢s tan solo fue v¨ªctima del hecho de ser mujer ¡ªl¨¦ase de sufrir una aguda depresi¨®n posparto que nadie supo entender, de ver c¨®mo lo que en otros era testoster¨®nica genialidad en ella era hist¨¦rica locura o de ser v¨ªctima de un sue?o americano que preconizaba como gran logro femenino la vida dom¨¦stica¡ª.
Sexton escribi¨® con un coraje inusitado para los tiempos sobre drogas, aborto, menstruaci¨®n o relaciones filiales, dej¨® desgarrado testimonio de la claustrofobia que le provocaba la anodina vida dom¨¦stica y cont¨® como nadie lo que era ahogarse literalmente (tras nueve intentos, consigui¨® matarse con envenenamiento de mon¨®xido de carbono) en un mundo de hombres. Era de esperar que al asomarse al cuento infantil lo hiciera de un modo afilado, quitando lo fant¨¢stico para llevarlo a lo cotidiano, metiendo dosis de chispeantes guantazos a la tradici¨®n y dinamitando esos da?inos finales felices que han lastrado tantas generaciones. As¨ª, el manoseado Blancanieves y los siete enanitos acaba con un elegante ?y desesperado? rev¨¦s en que la n¨ªvea protagonista termina ¡°hablando de vez en cuando con su espejo, como hacen las mujeres¡±. Como hacen las mujeres.
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