?Los vascos mantienen su palabra como no lo hab¨ªa visto nunca?
A Mr. Frank Gehry, creador del Guggenheim, se le hab¨ªa pasado por alto el 20 aniversario de su inauguraci¨®n. Hablamos con ¨¦l sobre c¨®mo fue el proceso de creaci¨®n de uno de los edificios m¨¢s emblem¨¢ticos de Espa?a.
Frank Goldberg, como todos los de Bilbao, naci¨® donde quiso. Y en su caso fue Toronto. Hijo de inmigrantes jud¨ªos, un ruso y una polaca, sol¨ªa pasar el rato dibujando, armando bloques de madera en casa de su abuela y jugando con materiales pesados en la ferreter¨ªa de su padre. La familia se traslad¨® m¨¢s tarde a California y el joven Frank condujo camiones durante tres a?os y enlaz¨® trabajos que compaginaba con sus estudios. All¨ª tampoco encontraba su sitio, hasta que cay¨® en una clase de arquitectura y ah¨ª, de repente, todo cuadr¨®: los dibujos y los bloques de la abuela. Fue tambi¨¦n en esa ¨¦poca cuando cambi¨® su apellido por el de Gehry para evitarse problemas en unos Estados Unidos todav¨ªa muy antisemitas.
Aunque hoy, a sus 88 infatigables a?os ¨Cacaba de entregar las nuevas oficinas de Facebook¨C se le considera, quiz¨¢, el mejor representante de esa subespecie tan escasa y llamativa, ¡®las superestrellas de la arquitectura¡¯ (pero no le llamen ?starquitect? a la cara: lo detesta), su carrera tard¨® en despuntar. En 1978 compr¨® una casa en Santa M¨®nica para vivir con su segunda mujer, Berta, y decidi¨® construirle otra casa alrededor con materiales baratos. Le sali¨® una vivienda cubista (la luna se refleja en el lado contrario del tejado), que hoy sigue congregando a estudiantes de arquitectura de todo el mundo que la observan at¨®nitos. Entrando en la tercera edad, firm¨® su obra m¨¢s famosa, una que cambiar¨ªa para siempre una ciudad, Bilbao. Cuando est¨¢n a punto de cumplirse dos d¨¦cadas de la apertura del Guggenheim, hablamos por tel¨¦fono con su cocreador. Opina que la otra parte del m¨¦rito corresponde a los vascos, ?una cultura especial?. Y hay que creerle, porque no parece tener tiempo para la falsa modestia.
Han pasado 20 a?os desde la inauguraci¨®n del Guggenheim¡
?Cu¨¢ntos?
Veinte ya. Se abri¨® en 1997.
Vaya. Yo es que estoy trabajando y no tengo tiempo de pararme a pensar en estas cosas.
Ahora nadie puede concebir Bilbao sin ¨¦l. Ni la arquitectura p¨²blica del siglo XXI. Pero creo que cuando lo vio terminado, usted pens¨®: ??Oh, Dios m¨ªo!, ?qu¨¦ he hecho??
S¨ª, me preocupaba. La creatividad es imprevisible, no se puede explicar ni puedes prever la reacci¨®n de la gente. Conoc¨ª a mucha gente cuando estaba all¨ª. El presidente [el lehendakari], el alcalde, todos los ministros, beb¨ª mucho txakoli, com¨ª mucha comida deliciosa y cuando juntas todo eso¡ sale Bilbao.
?Qu¨¦ recuerda de su primera visita? El gobierno vasco se esforz¨® en impresionarlo, pero imagino que no fueron los helic¨®pteros, sino otra cosa lo que le convenci¨® para seguir adelante con lo que parec¨ªa una idea bastante descabellada.
Yo no estaba en posici¨®n de juzgar. Vi la ciudad, vi la gente¡no pensaba en si era grande o peque?a, de primera o de segunda. Entend¨ª que ten¨ªa problemas econ¨®micos. Los astilleros ya no funcionaban como antes, la industria metal¨²rgica estaba ralentiz¨¢ndose, los j¨®venes se iban despu¨¦s del instituto y las autoridades quer¨ªan propiciar algo como un renacimiento.
No le gustaron los emplazamientos originales que le ofrec¨ªan¡
No, el que hab¨ªan pensado ellos, en la Alh¨®ndiga, no era apropiado porque hubiera estado sometido a una fachada del siglo XIX, no habr¨ªa sido una afirmaci¨®n de modernidad. Pens¨¦ que no iba a reflejar lo que quer¨ªan. Despu¨¦s de cenar, subimos por el monte al lado del r¨ªo, vi la antigua f¨¢brica de ladrillos y les dije: ?Algo as¨ª s¨ª que funcionar¨ªa?. Fui muy lanzado porque hab¨ªa bebido un poco. Entonces dijeron que quiz¨¢ fuera posible. Thomas Krens tambi¨¦n estaba de acuerdo. Ese sitio era perfecto, ten¨ªa relaci¨®n con el r¨ªo, con el puente, con la ciudad del siglo XIX, con el ayuntamiento. El Guggenheim tiene una torre para poder ver todo eso. A medida que avanzamos result¨® que ten¨ªa relevancia y significado. A veces vas a reuniones con este tipo de gente y siempre hay motivaciones ocultas. Con este proyecto no sucedi¨®. Todo era limpio y puro, todo el mundo estaba diciendo la verdad. Cuando los vascos dicen algo, no necesitas ponerlo por escrito. Mantienen su palabra de una manera que yo nunca hab¨ªa visto antes. La suya es una cultura distinta, especial.
Usted es un vasco honorario ya.
Me siento parte de la familia. Amo ir a Bilbao, me encanta ver al equipo y siento algo especial cuando la gente me reconoce por la calle y me rodea, me saluda. Lo hacen de una manera sincera y no forzada, y yo siento lo mismo por ellos que ellos por m¨ª. En mi vida he experimentado muchas fricciones pol¨ªticas y complicaciones econ¨®micas cuando intentaba sacar adelante mis proyectos, pero en esta ocasi¨®n no fue as¨ª. Por eso pudimos lograr lo que conseguimos. El pueblo vasco merece una parte del reconocimiento.
En la inauguraci¨®n muri¨® el ertzaina Jos¨¦ Mar¨ªa Aguirre Larraona. Esa es, al margen de todas las dem¨¢s, la principal diferencia entre el Bilbao de 1997 y el de ahora, que no hay violencia etarra. Usted ha dicho en alguna ocasi¨®n que le gusta pensar que tuvo algo que ver con ese proceso.
No puedo pretender ser un pacificador, pero el comercio que se cre¨® en la ciudad, todas las oportunidades econ¨®micas¡ eso afecta a la hora de calmar la violencia. Es un gran modelo de c¨®mo una ciudad deber¨ªa avanzar, de las actitudes que se deben adoptar.
Durante un tiempo, todas las ciudades del mundo quer¨ªan su Guggenheim. Hasta le ped¨ªan r¨¦plicas exactas.
Pero yo nunca har¨ªa eso. Soy un soldado fiel.
?Existe el famoso efecto Bilbao?, ?puede aplicarse en otras partes?
No puede aplicarse. Ser¨ªa necesario replicar la cultura, la gente, la honestidad, la claridad, la sencillez¡ en ese proyecto, todo el mundo estaba a bordo para hacer una ciudad mejor. Cuando yo llegu¨¦, ellos no sab¨ªan nada de m¨ª. Pod¨ªan haber pensado que era un salvaje que ven¨ªa de California, porque siempre te ponen una marca u otra, pero los vascos me aceptaron como lo que soy y me invitaron a su casa. Creo que eso es lo que hace falta para que haya un efecto Bilbao. La raz¨®n por la que no se ha podido replicar es porque en otros sitios no tienen ese complemento cultural, el compromiso con la comunidad. Si quieres un efecto Bilbao, estudia la cultura, estudia a la gente.
Cuando le dieron el Pr¨ªncipe de Asturias dijo que el 98% de lo que se construye es ?una mierda?. ?Lo mantiene?
[Risas] Bueno, pienso que se toleran malos edificios en todas partes del mundo. No es algo de lo que la gente se queje, simplemente lo acepta. Hay como un negacionismo universal. Si no hay responsabilidad, les dan lo que les dan. La gente que construye esos edificios los hace por razones econ¨®micas, no tiene un compromiso con la comunidad. Vienen y van. Hacen negocios. Bilbao result¨® ser un gigantesco negocio al final, pero ese no era su objetivo ni lo que hab¨ªa en el coraz¨®n del proyecto. Ah¨ª estaba la gente tratando de buscar una identidad como ciudad. No hab¨ªa artificio. Si consigues hacer eso, creas edificios maravillosos.
A usted tambi¨¦n le han acusado en ocasiones de hacer edificios-trofeo que no tienen en cuenta el entorno. ?Le parece injusto?
D¨ªgame un edificio trofeo m¨ªo, no va a poder. Mire por ejemplo el Disney Concert Hall en mi ciudad, Los ?ngeles. Forma parte de la comunidad de la gente de la m¨²sica. Yo lo s¨¦ porque estoy en el consejo. Pas¨¦ a?os hablando con la orquesta, todo lo que ve en el edificio vino de su alma y de su coraz¨®n.
H¨¢blenos de las oficinas que ha hecho para Facebook en Silicon Valley. Se ha dicho que ?no es nada Gehry?.
Es parte de una cultura joven que est¨¢ tratando de encontrar su identidad. Yo no tengo redes sociales. Soy mayor ya, pero me intrigan. Veo que est¨¢n creciendo muy r¨¢pido y casi no tienen tiempo para pensar, as¨ª que nos pidieron que les ayud¨¢ramos. Hemos hecho tres edificios y ellos sienten que les hemos ayudado a identificar qui¨¦nes son como cultura. Vieron mi oficina y quisieron algo similar, un almac¨¦n. Los empleados van a pasar dos tercios de su vida en ese maldito edificio, as¨ª que la oficina tiene que respetarlos, no imponerse, asegurarse de que haya humanidad y de que la gente est¨¦ c¨®moda. Eso es lo que hacemos, no edificios-trofeo. Si vuelve a llamar a mis edificios trofeos, le colgar¨¦.
Volviendo a Facebook, su creador Mark Zuckerberg le pidi¨® que hicieran algo barato, funcional y discreto. Tres adjetivos que nadie asociar¨ªa a su obra. ?Hay m¨¢s de una manera de ¡®hacer un Frank Gehry¡¯?
No creo que los edificios tengan que ser caros. Ah¨ª est¨¢ el ejemplo de mi casa de Santa M¨®nica, que hice en 1978. Compr¨¦ una vivienda vieja y la remodel¨¦. Gast¨¦ solo 50.000 d¨®lares en esa obra, sali¨® en The New York Times y la admir¨® todo el mundo. No saco fotos de mis obras, no me regodeo. Son un trabajo en grupo, trabajo con presupuestos muy ajustados. Bilbao se construy¨® por 80 millones de euros, muy barato. Nadie habla de eso. Lo que sacaron por 80 millones de euros no est¨¢ nada mal, ?no?.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.