Kenzo: ?Lamento haber vendido mi marca. Fue un largo luto que ahora llevo mejor?
Fallece a los 81 a?os por coronavirus el dise?ador japon¨¦s que cambi¨® las reglas del juego (y del color) en Par¨ªs. Recuperamos nuestra ¨²ltima entrevista con ¨¦l, cuando nos abri¨® las puertas de su apartamento parisino.
Figura emblem¨¢tica de la transformaci¨®n de la moda durante la segunda mitad del siglo pasado, pionero del pr¨ºt-¨¤-porter y de esa dimensi¨®n lifestyle a la que hoy aspiran casi todas las marcas, Kenzo Takada cumplir¨¢ 80 a?os en cuesti¨®n de meses. Aunque nada en su aspecto f¨ªsico parezca indicarlo: al igual que sus dise?os, el modisto japon¨¦s no ha envejecido.
Asentado en Par¨ªs desde mediados de los sesenta, nos abri¨® las puertas de su apartamento en la rive gauche, situado junto al m¨ªtico Hotel Lutetia, repleto de obras de arte y decoraci¨®n escogida durante sus numerosos viajes por el planeta. Takada public¨® hace unos meses su autobiograf¨ªa en japon¨¦s y, en noviembre, editar¨¢ un nuevo volumen en ingl¨¦s y franc¨¦s, que recoge material in¨¦dito y m¨¢s de 300 dibujos, extra¨ªdos de su colecci¨®n privada. Adem¨¢s, esta semana ha recibido el premio de honor del Madrid Fashion Film Festival.
?C¨®mo reacciona ante este premio?
Me hace muy feliz, es un gran honor. Adem¨¢s, me encanta Espa?a. De camino al viaje que me llev¨® a instalarme en Par¨ªs, en 1964, ya hice una primera escala en Barcelona. Despu¨¦s he vuelto muchas veces. Por ejemplo, he visitado Coria del R¨ªo (Sevilla), donde viven unos 400 descendientes de japoneses. En 1614, ese pueblo acogi¨® a una expedici¨®n nipona que surc¨® el Guadalquivir por razones comerciales. Les gust¨® tanto que se terminaron asentando all¨ª.
?C¨®mo fue su infancia en el Jap¨®n de la posguerra?
Nac¨ª en Himeji, que fue bombardeada durante la Segunda Guerra Mundial. El castillo que preside la ciudad, uno de los m¨¢s bellos del pa¨ªs, es de color blanco, pero parec¨ªa gris. Crec¨ª en la cl¨¢sica casa japonesa, con un peque?o jard¨ªn y una madre que siempre vest¨ªa con quimono. Mis padres regentaban un local nocturno, el Naniwaro, en un barrio lleno de restaurantes y de geishas¡
Suena divertido¡
No se crea. Despu¨¦s de la guerra, no hab¨ªa casi nada que hacer. No ten¨ªamos televisi¨®n, solo una radio y algunas revistas para chicas que le¨ªa con mis hermanas. Pero la moda nunca cont¨® para nosotros, porque no ten¨ªamos recursos. A partir de los 10 a?os, empec¨¦ a ver pel¨ªculas en el cine del barrio. Me marc¨® mucho Mujercitas, la versi¨®n protagonizada por Katharine Hepburn. Me hizo descubrir lo que era la vida en Estados Unidos. Frente a nuestro aburrido d¨ªa a d¨ªa, fue algo que me hizo so?ar.
?C¨®mo logr¨® estudiar moda en una ¨¦poca en que los hombres lo ten¨ªan prohibido en Jap¨®n?
Me gustaba dibujar. Quer¨ªa estudiar Bellas Artes, pero las ¨²nicas escuelas estaban en Tokio o en Kioto y mis padres no ten¨ªan dinero para mandarme all¨ª. Me puse a estudiar Filolog¨ªa Inglesa, pero no me hac¨ªa feliz. Un d¨ªa vi en el peri¨®dico que una escuela de Tokio pensaba admitir a hombres en sus clases. Mis padres no lo aceptaron, pero trabaj¨¦ durante meses como pintor de muebles para pag¨¢rmelo. No les ped¨ª un c¨¦ntimo durante un a?o, as¨ª que lo terminaron encajando.
?Qu¨¦ le impuls¨® a marcharse a Par¨ªs?
So?aba con ello desde que descubr¨ª que Yves Saint Laurent, con quien uno de mis profesores hab¨ªa estudiado en el sindicato de costura de Par¨ªs, hab¨ªa sido nombrado director art¨ªstico de Dior con solo 21 a?os. Cuando llegu¨¦ a la gare de Lyon, tras meses de traves¨ªa, descubr¨ª una ciudad sucia y oscura. Fue de camino a mi hotel, cuando caminaba por delante de Notre Dame con su iluminaci¨®n nocturna, cuando me enamor¨¦ de la ciudad. Aunque viv¨ª ¨¦pocas duras y sin dinero¡
Su ¨¦xito fue fulgurante. Cinco a?os despu¨¦s, triunfaba en la moda parisina¡
No ten¨ªa medios para dedicarme a la alta costura. Lo entend¨ª al ver los desfiles de los grandes, como Dior, Chanel o Balmain. Era magn¨ªfico, pero no era para m¨ª. Ten¨ªa la intenci¨®n de volver a Jap¨®n al cabo de unos meses, pero me dije que antes de hacerlo ten¨ªa que crear algo en Par¨ªs. De ah¨ª naci¨® la marca Jungle Jap [que en 1980 pas¨® a llamarse Kenzo]. Por aquel entonces, a la ciudad le faltaba color y estampados. No era como el Londres de los hippies y las minifaldas de Mary Quant. Solo se llevaban las camisas Cacharel¡ Yo cog¨ª las telas de quimono que me hab¨ªa tra¨ªdo de Jap¨®n y con eso cre¨¦ una primera colecci¨®n. Si tuvo repercusi¨®n, fue por ser inesperada y libre. Abr¨ª mi primera tienda en abril de 1970 y un mes m¨¢s tarde ya ocupaba la portada de Elle.
?Fueron los setenta su mejor ¨¦poca?
Por lo menos, es el periodo del que tengo mejor recuerdo. Los ochenta fueron m¨¢s complicados, porque hab¨ªa aparecido m¨¢s competencia: Montana, Castelbajac, Mugler, Gaultier, Issey [Miyake], Yohji [Yamamoto], Comme des Gar?ons¡ La moda se volvi¨® negocio y se perdi¨® parte de la diversi¨®n y del misterio. En 1970 no gan¨¦ casi nada con mi ropa, pero hice lo que me dio la gana.
En 1993 vendi¨® su marca al grupo LVMH. ?Lo termin¨® lamentando?
S¨ª. Vend¨ª mi empresa porque el contexto era dif¨ªcil: uno de mis tres socios muri¨®, el otro tuvo un problema de salud, lleg¨® la crisis econ¨®mica¡ Pero entonces no pens¨¦ que quedar¨ªa despose¨ªdo de mi nombre para siempre. Ve¨ªa escaparates donde pon¨ªa ¡®Kenzo¡¯, pero no era yo. Fue un largo luto, pero ahora lo llevo bien. Desde 2011 hay dos dise?adores [Carol Lim y Humberto Leon] que est¨¢n haciendo un buen trabajo. A veces, incluso me veo reconocido en lo que hacen. Gracias a ellos, sigue existiendo el nombre de Kenzo.
?Qu¨¦ le parece el ¨¦xito del sportswear en la moda actual? En esta entrevista, tanto usted como yo calzamos deportivas. Hace unos a?os, habr¨ªa sido imposible¡
Es cierto, pero a m¨ª me parece bien. Es tan c¨®modo¡ Lo que me gusta menos es la uniformidad de la moda. Hoy, vayas donde vayas, te encuentras el mismo escaparate con el mismo vestido. La moda se ha vuelto uniforme. Y la comunicaci¨®n sigue un ritmo trepidante. Hace tres d¨ªas abr¨ª mi cuenta en Instagram, aunque no s¨¦ muy bien c¨®mo funciona.
El a?o pasado public¨® su autobiograf¨ªa en japon¨¦s. ?Qu¨¦ ha querido contar en ella?
Lleg¨® un momento en que me apeteci¨® relatar toda mi vida, incluyendo cosas muy privadas de las que no me hab¨ªa atrevido a hablar nunca. Por ejemplo, mi homosexualidad. Mi familia lo sab¨ªa, pero yo nunca se lo hab¨ªa dicho. En Jap¨®n, creo que se acogi¨® bien la noticia. O, por lo menos, no excesivamente mal. La verdad es que me alegro de haberlo hecho. Ahora me siento libre .
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