?Yo es que soy muy sincero? como mantra para justificar la impertinencia: el problema de la honestidad mal entendida
Escudarse en la virtud de la franqueza para justificar salidas de tono, cr¨ªticas negativas no solicitadas e incluso comentarios crueles es un comportamiento muy extendido. Es posible decir la verdad sin herir los sentimientos de los dem¨¢s, pero encontrar dicho equilibrio parece, para muchas personas, una ardua tarea.
Escudarse en la virtud de la franqueza para justificar salidas de tono, cr¨ªticas negativas no solicitadas e incluso comentarios crueles es un comportamiento muy extendido. Aunque es posible decir la verdad procurando no herir los sentimientos de los dem¨¢s, encontrar dicho equilibrio parece, para muchas personas, una ardua tarea.
Probablemente, todo el mundo recuerde uno o incluso varios nombres propios cuando se habla de ese tipo de persona que dice lo que piensa sin filtro y prestando m¨¢s bien poca atenci¨®n a los sentimientos de los dem¨¢s. Carmen Garc¨ªa- Rivera y Mar¨ªa Garc¨ªa- Rivera, las fundadoras del centro de psicolog¨ªa y psiquiatr¨ªa Somos Mandarina, explican que a este tipo de comportamiento se le llama sincericidio y es acto de impulsividad y falta de consciencia, ya que, afirman las expertas, ?es posible pensar lo que se dice sin decir lo contrario a lo que se piensa?.
Efectivamente, si se entiende por honestidad manifestar lo primero que se le pasa a alguien por la cabeza, quiz¨¢s se est¨¦ confundiendo con la insolencia. La principal diferencia entre ambas radica, seg¨²n Montse Cazcarra, psic¨®loga sanitaria, en la responsabilidad afectiva y en la prudencia: ?Cuando se cae frecuentemente en la impertinencia, es probable que no se est¨¦ dando espacio a la empat¨ªa y tampoco se est¨¦ teniendo en cuenta que las palabras que se dicen tienen un impacto en los dem¨¢s?.
Echando balones fuera
?Ser totalmente sincero no es siempre lo m¨¢s diplom¨¢tico ni lo m¨¢s seguro a la hora de comunicarse con seres emocionales?, afirmaba TARS, el robot que acompa?aba a Cooper (Mathew McConaughey) en Interestellar (Christopher Nolan), cuando dicho personaje le preguntaba acerca del par¨¢metro de sinceridad con el que estaba configurado. Pues bien, sorprendentemente, este aut¨®mata entendi¨® correctamente el quid de la cuesti¨®n: que el resto de personas que le rodean son individuos sintientes.
En l¨ªneas generales parece una lecci¨®n f¨¢cil de entender, pero esa frase de ?yo es que soy muy sincero? ¡ªprima hermana de ?yo es que soy as¨ª? ¡ª, contin¨²a repiti¨¦ndose hasta la saciedad y esconde una carencia de voluntad de autocr¨ªtica escudada en el hecho de que la sinceridad es una cualidad muy aplaudida. Mirarse al espejo y darse cuenta de que hay trabajo por hacer para mejorar es un ejercicio desagradable, por lo que, seg¨²n el equipo de Somos Mandarina, en muchas ocasiones se prefiere evitar el sentimiento de culpa que puede generar ser consciente de que eso que se est¨¢ diciendo no es fruto de la honestidad y la valent¨ªa, sino de la violencia.
Adem¨¢s, esta afirmaci¨®n puede provocar que, quien recibe dichos comentarios, caiga en la trampa de pensar que el error es suyo porque, en t¨¦rminos coloquiales, es una floja. ?Ser sincero est¨¢ bien visto, ergo es f¨¢cil que se valide el discurso y, al hacerlo, el problema (por as¨ª decirlo), deja de ser de quien lo emite. El foco pasa a estar en la persona receptora y en la poca capacidad de sostener la incomodidad que la sinceridad, puede traer consigo. Quien recibe esta informaci¨®n tiende a revisar si el problema es suyo (con cierto grado de convencimiento de que as¨ª lo es), achac¨¢ndolo a la sensibilidad y no tanto a la formulaci¨®n del mensaje o lo poco pertinente que resultaba el mismo?, explica Montse Cazcarra.
Un soporte de la convivencia
Saber escoger el momento y el lugar para sacar a relucir seg¨²n qu¨¦ temas puede parecer el t¨ªpico consejo que da un familiar cercano a una persona de temprana edad que no sabe c¨®mo pedirles a sus padres un favor, asistir a un cumplea?os o quedarse a dormir en casa de un amigo, pero tambi¨¦n es extrapolable en la vida adulta al papel de la diplomacia que, en muchas ocasiones, es un salvavidas en las relaciones emocionales.
Si la persona con la que se habla se encuentra en un momento complicado en su vida y no tiene capacidad para gestionar lo que le ocurre con tanta agilidad, quiz¨¢s lo ¨²ltimo que necesite es una bofetada verbal. Por otra parte, a lo mejor es la persona que emite el mensaje aquella que no est¨¢ en tan perfectamente como puede considerar y por ese motivo la forma del discurso puede verse alterada. ?No siempre se est¨¢ en posici¨®n de poder sostener las emociones de la forma en la que gustar¨ªa hacerlo, de la misma manera que tampoco es siempre un buen momento para la otra persona y, en la medida de lo posible, ser¨ªa sensible y emp¨¢tico por parte de uno tenerlo en cuenta?, asegura Montse Cazcarra.
Pero eso no es todo, ya que tambi¨¦n hay que tener en cuenta un peque?o detalle: quiz¨¢s el receptor, simplemente, no tiene ganas de recibir dicha consideraci¨®n. Con respecto a esto, el gabinete de Somos Mandarina comenta que es importante que se deje elegir a la otra persona si quiere escuchar las opiniones que se desean transmitir. En resumen y parafraseando a las expertas, conviene ?entrenarse en preguntar m¨¢s?.
Sin embargo, esta aceptaci¨®n no exime al emisor de la prudencia con la que deber¨ªa expresarlo, independientemente de la naturaleza del receptor. En el caso de una persona que expresa con facilidad sus sentimientos, es posible que ya se sepa expl¨ªcitamente si este tipo de cr¨ªticas negativas o comentarios le resultan dif¨ªciles de digerir. Por tanto, de acuerdo con Montse Cazcarra, a pesar de que c¨®mo interprete el mensaje la persona no es responsabilidad propia, s¨ª que puede aportar seguridad y fortaleza al v¨ªnculo tener en cuenta si esa persona tiende a sentirse rechazada o juzgada, por ejemplo. En el polo opuesto, donde residen aquellos que transmiten mucha confianza y entereza, parece haber una consideraci¨®n extendida ¡ª y err¨®nea¡ª, que se basa en creer que tienen mayor tolerancia a este tipo de comentarios y que, por tanto, pueden servir como un saco de boxeo que soporta todo tipo de ataques. Nada m¨¢s lejos de la realidad, ya que, conforme a las palabras de las fundadoras de Somos Mandarina, quiz¨¢s han normalizado las agresiones verbales o el maltrato psicol¨®gico. En definitiva, la sinceridad mal entendida, ?doler nos duele a todos?, aseguran.
La eterna b¨²squeda del t¨¦rmino medio
Por todas estas razones, si se sospecha que las opiniones y cr¨ªticas propias suelen generar este efecto en los dem¨¢s, tal vez sea el momento de, como propone Montse, no autoenga?arse y responsabilizarse de ello desde la autocompasi¨®n. Si es el otro quien, con sus palabras, suele hacer da?o, toca poner l¨ªmites. Parece que esta expresi¨®n tan utilizada ¨²ltimamente es un ejercicio de vida o muerte, pero desde Somos Mandarina sostienen que a veces puede traducirse en algo tan sencillo como ?entiendo que no me lo dices con mala intenci¨®n, pero me gustar¨ªa que no opinases sobre mi relaci¨®n de pareja?.
Al final, tan necesario es no reprimir lo que se siente y decir lo que se piensa como saber de qu¨¦ forma expresarlo. Resulta complicado olvidar aquella escena de La Gran Belleza (Paolo Sorrentino), en la que, durante una reuni¨®n entre amigos, el protagonista decide desenmascarar la prepotencia de su amiga, que ocultaba sus inseguridades sobreexplicando sus valores y sus buenas obras, rebatiendo todos sus argumentos con una dolorosa retah¨ªla de certezas. Probablemente, lo consigui¨®, pero con ese mordaz, avergonzante ¡ªy en ocasiones machista¡ª, discurso p¨²blico de casi tres minutos tambi¨¦n logr¨® herirla profundamente. Podr¨ªa haber escogido otro escenario, otras palabras y otro momento para hacerla entrar en raz¨®n, pero el pulso entre su cari?o hacia ella y su ego lo gan¨® este segundo jugador.
Quiz¨¢s lo ideal ser¨ªa que, en el momento previo a dar rienda suelta a ese comentario hiriente que parece escaparse de la lengua, el emisor mirase realmente a los ojos de quien est¨¢ a punto de recibirlo y se lo pensara un par de veces. A lo mejor entonces, esa verdad aparentemente irrefrenable, en¨¦rgica y volc¨¢nica, pierde, de pronto, su raz¨®n de ser.
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