Ni muy espa?ol, ni solo para se?oras: vuelve el abanico como s¨ªmbolo del cambio clim¨¢tico
Demostrar la posici¨®n social y la capacidad econ¨®mica, el estado civil o familiar y las ideas pol¨ªticas: el abanico ha sido capaz de todas esas cosas. Ahora, simplemente, quita el calor.
El 31 de mayo de 1995 Roc¨ªo Jurado ten¨ªa calor. O estaba harta. O ambas cosas. Fue ese d¨ªa cuando, en medio de una entrevista y en directo, mientras se abanicaba escuchando hablar a su entonces marido, Ortega Cano, cerr¨® su abanico y dio con ¨¦l un golpe en la mesa. Sin quitarse las gafas de sol y con tono airado dijo: ¡°A m¨ª tanto machismo me apabulla¡±. Esa frase, de por s¨ª rotunda, lo fue m¨¢s gracias al abanico. Su gesto, que hasta son¨®, mostr¨® el enfado de la cantante m¨¢s que sus palabras. El video est¨¢ en YouTube, b¨²squenlo.
Los abanicos llevan acompa?ando a las personas milenios porque siempre ha existido la necesidad de aliviar el calor. Su historia se pierde en la noche de los tiempos y su uso funcional se ha ido solapando con el est¨¦tico y el comunicativo. Hoy no lo usamos para marcar la clase social ni para flirtear, para eso est¨¢ Instagram, aunque sigue siendo un aliado no verbal para la comunicaci¨®n verbal. Que se lo digan Chanel, que bail¨® con uno en su actuaci¨®n de Eurovisi¨®n.
En estas semanas de altas temperaturas su funci¨®n b¨¢sica se ha impuesto y se han vuelto a ver abanicos en las ciudades. En el Bar Trafalgar, un nuevo lugar de reuni¨®n madrile?o de semimodernos se ven mujeres ( y hombres) abanic¨¢ndose, pese a lo bien acondicionado que est¨¢ el local. En las terrazas del Madrid, se observan abanicos donde antes no los hab¨ªa, en pandillas muy j¨®venes. Esta semana las princesas Leonor y Sof¨ªa lo usaban durante un acto p¨²blico en Santiago de Compostela. ?Unas princesas adolescentes usando un abanico? ?Estamos en el pasado o en el futuro?
Las altas temperaturas son las responsables de haber recuperado un objeto que lleva d¨¦cadas relegado a ceremonias y a mujeres a partir de 55 a?os. ¡°La idea del abanico de la abuela est¨¢ despareciendo¡±, afirma Katerina, de Olivier Bernoux, dise?ador y promotor del ¡°abanico moderno¡±. ¡°Cada vez entran en la tienda m¨¢s personas de todas las edades y distintos pa¨ªses buscando abanicos. Y se ve en la calle que est¨¢ volviendo, lo que nos da mucha alegr¨ªa¡± declara esta mujer mientras abre y cierra delicadezas elaboradas con madera de olivo, hilo deshilachado, efecto met¨¢lico, plumas, pinchos o bordados que oscilan entre los 50 y los 2800 euros. En esta tienda, el m¨¢s vendido es un abanico negro con la leyenda: ¡°I¡¯m hot¡±. Una abuela nunca lo usar¨ªa.?
M¨¢s all¨¢ de su uso en d¨ªas de calor, al abanico le est¨¢ costando convertirse en accesorio de moda. Las responsables de esta reticencia pueden ser su asociaci¨®n con una femineidad callada y su aire folkl¨®rico que, o se ama, o se odia. O que su imagen pueda relacionarse con la menopausia. Todos estos factores han sido sus enemigos y han formado una barrera para que las nuevas generaciones lo adopten con comodidad. Zara, la unidad de medida de la moda contempor¨¢nea, no vende abanicos. Oysho, s¨ª. Tampoco ha ayudado su aire de otra ¨¦poca aunque en ¨¦l, de manera parad¨®jica, radique parte de su atractivo. Tiene, como las perlas, un punto de arrogancia, la que te da que no te importen las tendencias; comparte con ellas una personalidad nost¨¢lgica, de otra ¨¦poca. Aunque exista voluntad de rejuvenecerlo con pinchos, calaveras, y logos como hacen Bernoux y marcas como Loewe y Gucci, es su historia la que avala su uso. Son Goya y Lola Flores quienes nos animan a usarlo.
La historia del abanico es entretenida, universal y rompe alg¨²n prejuicio sobre ¨¦l como su car¨¢cter castizo. Que Espa?a sea el pa¨ªs de Europa en el que m¨¢s se usa y que Goya y Vel¨¢zquez lo pasearan por el mundo no significa que su origen sea nacional. Es m¨¢s, el abanico plegable, ese que ahora llevamos en el bolso junto al iPhone, lleg¨® de Oriente en el siglo XV, entr¨® en Europa gracias las rutas comerciales que abri¨® Portugal con Jap¨®n y China y de ah¨ª se export¨® a las clases altas, que fueron las primeras en adaptarlo. Catalina de Medicis, gran influencer de la ¨¦poca, fue una de las principales impulsoras. Fueron los perfumistas los primeros encargados de fabricarlos y, al tener la corte los suyos propios fue all¨ª donde se elaboraban los que luc¨ªa las clases privilegiadas y a los que aspiraban las m¨¢s bajas. Perfumar el abanico es un gesto que casas como Guerlain han promovido y que podemos replicar en casa con facilidad.
Hoy el abanico no es indicador de clase ni privilegio, a menos que se compre de las marcas antes mencionadas o que se elija un modelo de encaje o plumas de Olivier Bertoux. Este franc¨¦s de origen espa?ol ha colocado abanicos en manos de Madonna, Rossy de Palma o Rosal¨ªa, para quien dise?¨® un modelo de flecos rojo. ?Por qu¨¦ querr¨ªan estas artistas usar un abanico en el siglo XXI? Porque es polis¨¦mico, como ellas. Y porque ya no es apocado, como tampoco lo son ellas; porque crea una puesta en escena en torno a ¨¦l, algo que estas artistas manejan e imprime car¨¢cter espa?ol a quien lo lleva o car¨¢cter, a secas. Por esas mismas razones lo us¨® Chanel y lo usaban tambi¨¦n las copleras, una estirpe de mujeres a las que ayud¨® a construir su imagen.
Hasta llegar a todas estas motomamis, el abanico ha cumplido muchas funciones a lo largo de la Historia. Elena V¨¢zquez, responsable de la Colecci¨®n de Complementos de Indumentaria del Museo del Traje las enumera: ¡°demostrar la posici¨®n social y la capacidad econ¨®mica, el estado civil o familiar, las ideas pol¨ªticas, como forma protocolaria de relaci¨®n, o incluso como instrumento para un lenguaje ?secreto? entre personas de diferente sexo¡±. El abanico fue, cuando las mujeres no ten¨ªan voz ni libertad para hablar con el otro sexo, una ayuda en la comunicaci¨®n. Seg¨²n Patricia Andr¨¦s, profesora titular Historia del Arte Universidad de Valladolid, ¡°La presencia del abanico en las obras de arte, al menos hasta finales del XVIII, era un signo de distinci¨®n del personaje que lo llevaba. Se representaba, sobre todo, cerrado, aludiendo al recato entre las damas distinguidas, que no se mostrar¨ªan con ese calor. A partir de esas fechas, cuando el abanico se convierte en un objeto m¨¢s accesible, aparecer¨¢ tambi¨¦n abierto, primero en manos de las cortesanas, que desganadas mueven el abanico mostrando indiferencia, y m¨¢s tarde en mano de todas, sin importar la condici¨®n¡±. Ese aire, primero recatado y luego l¨¢nguido nos habla de todo lo que se puede comunicar con ¨¦l. Las mujeres, a lo largo de la Historia, lo hemos usado en nuestro beneficio, ya sea para sustituir nuestras palabras o para subrayarlas. Hay mucha literatura en torno al lenguaje de la seducci¨®n del abanico, en desuso en la era de Tinder y Bumble. Sin embargo, hay gestos que permanecen incrustados en nuestro imaginario cultural: un abanico nos permite escondernos tras ¨¦l y, cerr¨¢ndolo de golpe estamos diciendo, como Roc¨ªo Jurado, ¡°estoy harta¡±.
Este accesorio ha sido compartido por artistas, reinas y Locomia. El documental de Movistar+ que explora el ascenso y ca¨ªda del grupo se inicia con abanicos. Son los que dise?a y constru¨ªa de manera autodidacta, Xavier Font, creador del Locom¨ªa original y de la imagen de sus integrantes. ?l, que hab¨ªa visto abanicos en movimientos, seg¨²n declara en el documental, ¡°en una pareja de gays americanos¡±, quiso elaborar los suyos propios con ayuda de los conocimientos de aeromodelismo de su hermano. ¡°El primer abanico de Locomia fue una s¨¢bana y cuatro varillas de madera¡±, seg¨²n afirma Carlos Armas, otro de los integrantes del grupo, en la misma serie, Los abanicos de Locomia, con su gran tama?o y sus giros, han pasado a la historia pop de Espa?a. Es parad¨®jico que los abanicos m¨¢s populares de las ultima d¨¦cadas no fueran pensados para aliviar del calor ni cumplieran ningunas de las razones expuestas m¨¢s arriba. Sus abanicos enormes no existen en el mercado que vende, sobre todo, abanicos plegables o de peric¨®n, de mayor tama?o. En Casa Diego, en la Puerta del Sol los turistas entran y los piden, en distintos idiomas, para comprarlos como souvenir. Este comercio centenario es, como Foronda, en Sevilla, uno de los lugares m¨¢s emblem¨¢ticos para adquirirlos. All¨ª se compr¨® el abanico que llev¨® la reina Letizia en su boda, elaborado en n¨¢car y encaje de Bruselas. Un consejo: si lo que queremos es que alivie el calor el encaje no es el mejor material.
Es dif¨ªcil mejorar el dise?o del abanico, porque es perfecto. Su tecnolog¨ªa lleva siglos siendo la misma y pese a lo sencillo que parece el mecanismo, su elaboraci¨®n encierra bastante dificultad. Existe un solo lugar en Espa?a especializada en esta t¨¦cnica, la Escuela de Arte de C¨¢diz, que ofrece el Ciclo Formativo de Grado medio de Abaniquer¨ªa. Hay dos familias b¨¢sicas de abanicos; fijos y plegables y la m¨¢s usada es la segunda. Se compone por unas varillas unidas en su extremo inferior con clavillo y en el superior con una virola. La superficie plana que recoge el aire y lo mueve es el pa¨ªs que se confecciona con seda, encajes, plumas, etc. En The Fan Museum, en Greenwich (Londres), ¨²nico de su tipo en Europa, hay abanicos cuyo pa¨ªs est¨¢ pintado por Gauguin y Dal¨ª. Todos los abanicos, sean de museo o comprados con prisa un d¨ªa de calor, son igual de exigentes: requieren una acci¨®n muscular por parte de quien lo usa y altera la postura. Necesita que el cuerpo lo acompa?e porque cerrado est¨¢ incompleto. No es accesorio para vagos. Tampoco lo es para t¨ªmidos, porque es un artefacto historiado. Alguien que se abanica, aunque sea una veintea?era con un mini vestido cut out que toma una Coca Cola en el centro de Madrid desprende una cierta majestad. Es imposible no mirar a alguien que se mueve su abanico.?
Hoy el abanico se ha desprendido de ese aire trasnochado y pudoroso que pudo tener en determinado momento de nuestra historia reciente. Despojado de este peso y con un planeta cada vez m¨¢s c¨¢lido, reaparece con un nuevo aire altivo y descarado. Sigue siendo ¨²til para dar golpes en la mesa.
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