Las palilleiras gallegas y su encaje de mar
La Mostra do Encaixe de Camari?as reivindica desde hace 28 a?os este trabajo hecho con bolillos, una tradici¨®n que perdura gracias a su v¨ªnculo con la moda.
Vino con un naufragio. Cuentan que una dama italiana sobrevivi¨® y en se?al de agradecimiento ense?¨® a las mujeres de los pescadores los secretos del encaje de bolillos de su tierra. As¨ª nacieron en la Costa da Morte las palilleiras. Eso cuentan, pero Matilde Garc¨ªa Pasantes, Tilde, afirma con voz burlona que ?son todo leyendas?. Ella sigue palillando cada d¨ªa a sus 84 a?os, recuerda que aprendi¨® ?de peque?ita?, observando el ir y venir de las manos, escuchando esa melod¨ªa seca que compone la madera en la que se enrolla el hilo al entrechocar: ?Entonces la gente trabajaba a la puerta de casa. Se juntaban dos, tres o cuatro mujeres, y a m¨ª siempre me gust¨® mirar?.
Porque en las cuatro parroquias que conforman el Concello de Camari?as (la propia localidad, Camelle, Ponte do Porto y Xavi?a) siempre se han mezclado encaje y mar. ?Hay muchas teor¨ªas, pero en toda Europa se hace, y lo m¨¢s seguro es que llegara aqu¨ª a trav¨¦s del Camino de Santiago o de las rutas comerciales mar¨ªtimas. El primer uso del encaje fue para el mundo eclesi¨¢stico?, precisa Sandra Insua, concejala de Servizos Sociais, Igualdade y Promoci¨®n do Encaixe. A?ade que ?antes se hac¨ªa a lo largo de toda la Costa da Morte, de Mux¨ªa a Vimianzo¡. Pero se qued¨® con el nombre de encaje de Camari?as porque este era el puerto desde donde sal¨ªa para Am¨¦rica?.
La bodega del ¡®Titanic¡¯
En el Museo del Encaje de la localidad, inaugurado en 1996, se conservan los cat¨¢logos de esos cargamentos que cruzaban el oc¨¦ano Atl¨¢ntico. Est¨¢ el libro con 388 ejemplos de puntillas con el que Francisco Touri?o comerciaba con Cuba y M¨¦xico. Y tambi¨¦n se exhiben los intrincados pa?uelos que Jos¨¦ Pardi?as present¨® en las exposiciones universales de Barcelona y Par¨ªs, all¨¢ por 1888 y 1889, donde gan aron medallas y diplomas. Lo que no se muestra en estas vitrinas es el ¨²nico cargamento espa?ol que viaj¨® ¨Cy se hundi¨® aquel 14 de abril de 1912¨C en el Titanic: una investigaci¨®n del escritor local Rafael Lema afirma que la palilleira que lo hizo se llamaba Concepci¨®n Rodr¨ªguez y la Fundaci¨®n Titanic confirm¨® que la mercanc¨ªa iba en la bodega del barco, pasando por Nueva York antes de llegar a su destinatario en Los ?ngeles.
El siglo XIX y los primeros a?os del XX fueron una ¨¦poca de bonanza, ?se palill¨® much¨ªsimo y se hizo dinero con el encaje?, apunta la concejala. Luego, la tradici¨®n se mantuvo de puertas adentro, como complemento puntual de la econom¨ªa dom¨¦stica en una zona donde la pesca supone el ingreso principal de muchas familias. De nuevo, el encaje se mezcla con el mar. ?De esto no se vive, porque para hacer un metro de una puntilla no muy ancha a lo mejor tienes que estar todo el d¨ªa, eso si espabilas los dedos a trabajar mucho. Pero es una ayuda que viene extra, y eso es todo bueno?, sentencia Norma Carril, de la Asociaci¨®n Puntillas de Camari?as, un colectivo formado por 13 mujeres. Su local est¨¢ junto a la Marina, muy cerca del de la Asociaci¨®n Rendas, que ahora agrupa a 16 palilleiras.
Para no perder la tradici¨®n de estos encajes, en 1991 naci¨® la Mostra do Encaixe de Camari?as, que se celebra cada Semana Santa y atrae a m¨¢s de 20.000 personas, entre turistas y aficionados: en ella hay desfiles de moda, un premio para j¨®venes dise?adores e invitados internacionales que vienen desde lugares como Bobowa (Polonia), Narva (Estonia), Trapani (Italia) o Peniche (Portugal). En la edici¨®n de este a?o participaron 18 firmas y 15 delegaciones extranjeras. Y todos los modistas, tanto los noveles como las marcas veteranas, incorporan el encaje de Camari?as a sus creaciones.
La dise?adora lucense Sara Lage, cuya especialidad son los trajes de novia, lo descubri¨® gracias al concurso, del que fue finalista dos a?os y cuyo primer premio gan¨® en 2016. Ahora forma parte del ADN de su marca: ?Vi que ten¨ªa much¨ªsimas posibilidades, una delicadeza distinta al resto. Fue un punto de inflexi¨®n en mi carrera, encontr¨¦ mi camino con el encaje de Camari?as?. Para ella, ?adem¨¢s es una se?a de identidad, en un mundo en el que hay muchos proveedores con puntillas hechas a m¨¢quina, esta tarea manual,
llena de sentimiento, le da a la prenda un significado, una presencia totalmente diferente?.
En ese valor de la labor hecha a mano incide Modesto Lomba, presidente de la Asociaci¨®n de Creadores de Moda de Espa?a (ACME): ?Para un dise?ador de moda los procesos artesanales son importantes. En Francia, algunas grandes casas de alta costura han comprado las empresas de los artesanos que hist¨®ricamente les hac¨ªan los botones, las plumas o los encajes, para que ese saber hacer no desaparezca?. Lomba, invitado habitual a la Mostra y jurado del concurso de j¨®venes creadores, recuerda que ?Enrique Loewe ya dec¨ªa que la artesan¨ªa es tiempo, porque son oficios que se aprenden con muchos a?os de repetici¨®n. Por eso hoy en d¨ªa unir artesan¨ªa y moda es clave para no perder ese patrimonio?.
El sello de cada mano
Para que los puntos, las puntillas, sus nombres y secretos pasen de una generaci¨®n a otra se crearon las escuelas municipales de encaje. En ellas, alrededor de 50 ni?os aprenden hoy a manejar los palillos. El instrumental es el mismo que utilizan los adultos: una almohada (saco de tela relleno de paja colocado en una estructura de madera, dos palos llamados cornas) que sirve de base, donde se sujeta el picado (el dibujo sobre el que se har¨¢ el encaje) con alfileres y, como caracter¨ªstica local, bajo la pieza est¨¢ la cuira, un trozo de piel curtida sobre el que resbalan los bolillos para ganar agilidad.
?Empec¨¦ a palillar con 4 a?os, en la escuela. Relaja mucho, y cada vez intento hacer cosas m¨¢s dif¨ªciles?, indica Andr¨¦s Parga Gonz¨¢lez, que a sus 12 a?os es uno de los tres chicos que est¨¢n aprendiendo esta t¨¦cnica. ?Nos gustar¨ªa que se animaran m¨¢s ni?os, queremos introducirlo como asignatura en los colegios, como hemos hecho con las clases de vela. Tenemos hasta las unidades did¨¢cticas preparadas?, enfatiza la concejala, consciente de la importancia de crear cantera para mantener el patrimonio.
Y para despertar las inquietudes creativas, como ocurre con Luc¨ªa Carreiro Freire, de 11 a?os. ?Llevo haciendo palillos desde primero de Primaria, empec¨¦ ayudando a mi abuela. Quiero demostrar que hay chavales capaces de hacer cosas de adultos, y de mayor me gustar¨ªa ser dise?adora de moda con encaje?, afirma con resoluci¨®n. Beatriz Dios Rodr¨ªguez, profesora de ambos, cuenta que ?para llamar la atenci¨®n de los ni?os se utilizan hilos de colores, para que lo vean divertido, y a la vez descubran la importancia de la paciencia. Con solo mirarlo, aqu¨ª sabemos qui¨¦n ha hecho un encaje, la puntilla tiene el sello de cada mano?. Ella les ense?a en qu¨¦ consisten los distintos dise?os, desde los puntos b¨¢sicos, como el medio par o el par entero, al zurcido u hojas ¨Cel m¨¢s t¨ªpico, que se emple¨® en los pa?uelos que Marta Ortega entreg¨® como regalo de boda¨C o algunos m¨¢s complicados como la antena.
Hay encajes con nombres, como el berberecho, la penuria, la conchi?a o el ganap¨¢n, bautizado as¨ª por ser r¨¢pido de hacer y aparente, bueno para vender, explica Mar¨ªa Dolores Lema Mouzo, directora de la Mostra do Encaixe. ?Todo el mundo recuerda c¨®mo comenz¨® a palillar, aunque luego no siga. Yo aprend¨ª con la gitana, uno de los m¨¢s f¨¢ciles. No se olvida, es como montar en bicicleta?, dice. En la Costa da Morte, hasta la farera de cabo Vil¨¢n ¨Cla torre azotada por el viento que fue testigo del naufragio del HMS Serpent en 1887 y del hundimiento del Prestige en 2002¨C Cristina Fern¨¢ndez, sabe palillar.
Manteler¨ªas, apliques, bolsos, pendientes, sandalias, chales¡ El encaje se adapta a todo tipo de creaciones, buscando innovar desde la tradici¨®n. ?Cada a?o es diferente, ahora por ejemplo se piden muchos abanicos?, asegura Dorita Garc¨ªa Carril, que tras a?os en Suiza regres¨® a Camari?as, a mariscar y a hacer encaje. Pero el pa?uelo de la Simona, con sus curvas, es la pieza m¨¢s caracter¨ªstica de la zona, y una de las m¨¢s complicadas. ?Hay puntos dif¨ªciles, muchas derivaciones¡ En este trabajo las horas no se pueden contar?, apostilla Tilde con la mirada perdida en las barcas que permanecen amarradas en el puerto, sin dejar de palillar .
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.