Muriel Spark: la escritora esp¨ªa que enga?¨® a los nazis y sobrevivi¨® a la locura para contarlo
Alucinaba con T. S. Eliot comunic¨¢ndose con ella en c¨®digo y reinvent¨® su vida hasta en tres ocasiones. Se reedita ¡®La entrometida¡¯, la novela clave de su carrera donde su protagonista lucha por superar el machismo y clasismo tras la II Guerra Mundial.
Las revelaciones que cambian la vida pueden llegar en cualquier lugar. Puede ser en la cola del supermercado o en las cataratas Victoria, en la frontera entre Zambia y Zimbabue, como le sucedi¨® a Muriel Spark. All¨ª estaba cuando decidi¨® divorciarse de su marido, harta de todo con solo 20 a?os, un hijo y la determinaci¨®n de convertirse en escritora de ¨¦xito.
Es solo una de las m¨²ltiples an¨¦cdotas rocambolescas de la vida de la famosa escritora Muriel Spark, autora de la novela La entrometida, que la editorial Blackie Books publica el pr¨®ximo 17 de junio traducida por Lucrecia M. de S¨¢enz.
El libro sali¨® al mercado por primera vez en 1981 y en sus p¨¢ginas se pueden reconocer muchos detalles de la existencia de Spark a mediados del siglo XX, cuando estaba a punto de convertirse en una literata reconocida. ¡°?Qu¨¦ maravillosa sensaci¨®n la de ser una artista y una mujer del siglo XX!¡±, se repite Fleur Talbot, la ir¨®nica protagonista.
Muriel naci¨® en Edimburgo el 1 de febrero de 1918. Su padre era jud¨ªo y su madre anglicana y hasta los 18 a?os vivi¨® una existencia convencional. Se educ¨® en la escuela para ni?as James Gillespie, donde a los 11 a?os conoci¨® a la primera persona que despert¨® su inter¨¦s por la literatura, la profesora Miss Christine Kay (quien a?os m¨¢s tarde inspir¨® a su personaje m¨¢s conocido, la se?orita Brodie). Tras terminar su educaci¨®n tuvo algunos trabajos de profesora y secretaria pero lo que ella quer¨ªa era convertirse en una escritora famosa y, a ser posible, fuera de Edimburgo.
En 1937, decidi¨® casarse para salir de la casa familiar de una manera decente seg¨²n la moral de su entorno. De todos los hombres que la invitaron a salir, acab¨® escogiendo al que le ofreci¨® la oferta que m¨¢s se ajustaba a sus intereses, Sidney Oswald Spark. Una vida en el extranjero y la promesa de que no tendr¨ªa que ocuparse de las labores del hogar para poder dedicar su tiempo a escribir. El plan perfecto.
Con lo que ella no contaba era con los problemas mentales de su esposo, que no era capaz de controlar sus cambios de humor ni su temperamento. Cuando se qued¨® embarazada al a?o de casarse, se neg¨® a abortar como quer¨ªa su marido y tuvo a su hijo Robin en 1938. Seg¨²n pasaba el tiempo, la situaci¨®n empeoraba. Sidney perd¨ªa todos los trabajos, ten¨ªan poco dinero y su objetivo de convertirse en escritora cada vez parec¨ªa m¨¢s inalcanzable. En un intento de subirle el ¨¢nimo, le llev¨® a ver las mencionadas cataratas Victoria, pero la fuerza del salto de agua le infundi¨® a ella el coraje que necesitaba para acabar con todo.
La primera reinvenci¨®n: de esposa a novelista
Logr¨® volver a Gran Breta?a en 1944, despu¨¦s de abandonar a su marido y pasarse dos a?os atrapada en ?frica, ya que los transportes civiles se hab¨ªan cancelado debido a la II Guerra Mundial. Cuando consigui¨® un pasaje en un barco, meti¨® a Robin en un internado donde sab¨ªa que estar¨ªa seguro y se instal¨® en Londres.
All¨ª obtuvo uno de los trabajos que siempre se resaltan al relatar su existencia pese a que a que escribi¨® m¨¢s de 20 novelas adem¨¢s de poemas, ensayos, biograf¨ªas de otras autoras y numerosas rese?as literarias. Pero trabajar en una emisora falsa perteneciente al Ministerio de Exteriores brit¨¢nico que se dedicaba a difundir rumores e informaciones falsas para confundir al p¨²blico alem¨¢n, la verdad es que tambi¨¦n queda muy pint¨®n en la biograf¨ªa.
Al terminar la guerra pudo llevar a Robin a Edimburgo a vivir con sus abuelos mientras ella segu¨ªa intentando hacerse un hueco en la escena literaria de Londres. En 1947 la nombraron secretaria general de la Poetry Society y editora de la revista The Poetry Review. Parec¨ªa que por fin estaba entrando en el entorno que deseaba, pero aquel puesto se parec¨ªa m¨¢s al de una pol¨ªtica que al de una escritora.
Tuvo numerosos enfrentamientos. El m¨¢s sonado fue con la pionera del control de natalidad del Reino Unido, Marie Stopes. Otra mujer cuya biograf¨ªa escrita podr¨ªa ocupar varios vol¨²menes. Especialista en paleobot¨¢nica, fue la primera mujer miembro de la facultad de ciencias de la universidad. En 1921 abri¨® en Londres la primera cl¨ªnica de planificaci¨®n familiar del pa¨ªs (actualmente hay una ONG internacional con su nombre) y escribi¨® varios libros exitosos sobre el matrimonio y la paternidad. Por otro lado, tambi¨¦n fue acusada de practicar la eugenesia con las mujeres pobres que acud¨ªan a sus cl¨ªnicas.
En este condensado resumen, hay que mencionar que tambi¨¦n se dedic¨® a la literatura, punto en el que entra en contacto con la escritora. Seg¨²n relat¨® Spark en su autobiograf¨ªa Curriculum Vitae (1992): ¡°Dese¨¦ que su madre hubiese descubierto el control de natalidad antes que ella¡±.
En 1951, gan¨® 250 libras en un concurso de relatos organizado por The Observer. En aquellos tiempos se dedicaba a escribir rese?as literarias y biograf¨ªas ¨Cla de Mary Shelley, Child of Light (1951) es una de las mejores que se han escrito sobre la autora de Frankenstein¨C y no andaba bien de dinero. Adem¨¢s, fue la ¨¦poca en la que entabl¨® una relaci¨®n con el tambi¨¦n escritor Derek Stanford, que con el tiempo la traicion¨® vendiendo sus cartas de amor. En una entrevista, muchos a?os despu¨¦s, declar¨® que nunca hab¨ªa sido buena escogiendo a los hombres.
Para colmo, tuvo una crisis nerviosa provocada por el consumo de Dexedrina, un adelgazante que le causaba alucinaciones hasta el punto de creer que T.S. Eliot se comunicaba con ella en c¨®digo. Cuando se recuper¨®, consigui¨® sacar adelante su primera novela The Comforters (1957) gracias a la ayuda econ¨®mica de amigos como Graham Greene. Ten¨ªa 39 a?os.
A partir de ese momento, empez¨® a guardar todos los escritos, cartas, listas de nombres y cualquier tipo de documento. Esa obsesi¨®n acab¨® por convertirse en un gigantesco archivo ¨Cgran parte del cual reside en la Biblioteca Nacional de Escocia¨C que le serv¨ªa como demostraci¨®n de cualquier hecho ocurrido. Perder la cabeza hizo que necesitase tener pruebas a las que aferrarse en caso de duda acerca de la realidad.
Estas vivencias sirvieron como material para La entrometida, que es una de sus novelas m¨¢s autobiogr¨¢ficas. Entre otras cosas, mete ca?a al sector cultural de la ¨¦poca, de que acab¨® harta y que posiblemente no haya cambiado tanto: ¡°En 1949, la vida entorno al mundillo intelectual era un universo en s¨ª. Era algo similar a la vida de hoy en la Europa Oriental¡±.
Su ascenso al ¨¦xito como novelista fue de la mano de su conversi¨®n al catolicismo. Lo hab¨ªa intentado con el anglicanismo, pero no hab¨ªa conseguido creer. Posteriormente se encontr¨® con los escritos del cardenal Newman, que s¨ª le convencieron y ¡°ya no pude creer en otra cosa¡±. Este cambio de creencias hizo que la relaci¨®n con su hijo, que hab¨ªa optado por el juda¨ªsmo, se complicase hasta romperse.
Las dos siguientes: de neoyorkina cosmopolita a romana hedonista
En 1961 se public¨® La plenitud de la se?orita Brodie, uno de sus t¨ªtulos m¨¢s famosos (que tambi¨¦n fue una obra de Broadway y una pel¨ªcula oscarizada) y un a?o despu¨¦s se mud¨® a la Gran Manzana atendiendo a la llamada de, por supuesto, del?New Yorker.
Trabaj¨® en la redacci¨®n de la m¨ªtica revista y vivi¨® el glamour de la ciudad ¨Csu aspecto de la ¨¦poca recuerda al de la Peggy Olson de Mad Men¨C, que finalmente la termin¨® agobiando. Lo mismo le hab¨ªa pasado en Londres: cargaba con el peso de la fama que tanto hab¨ªa ansiado pero que ahora le quitaba tiempo para concentrarse. Lo mismo le ocurri¨® en Roma, ciudad a la que se mud¨® despu¨¦s de su estancia en Estados Unidos.
La capital italiana le fascinaba tanto que le imped¨ªa concentrarse para escribir, por lo que cuando lo necesitaba se iba al exclusivo hospital Vita Salvatore Muneri. No hac¨ªa falta estar enfermo para quedarse y, de hecho, tambi¨¦n fue el refugio de papas y estrellas de cine. Escribi¨® tres de sus novelas all¨ª.
La reinvenci¨®n final: la escritora rural
En un sorprendente giro de guion, a mediados de los a?os 70 Spark decidi¨® retirarse a la casa de la escultora Penelope Jardine en la Toscana. Se conocieron en una peluquer¨ªa en Roma en 1968. Una amiga de Jardine vio a la escritora y la impuls¨® a presentarse y postularse como ayudante. Spark la llam¨® seis meses despu¨¦s para ofrecerle un puesto de secretaria. Su primer trabajo fue ordenar la enorme biblioteca de la escritora.
En 1973, Jardine se compr¨® una antigua iglesia reconvertida en casa en Oliveto y un par de a?os despu¨¦s, Spark le pidi¨® alojarse all¨ª para terminar su decimocuarta novela, The Takeover (1976). Finalmente se qued¨® durante 30 a?os m¨¢s, en los que ambas compartieron cotidianidad y viajes en coche por Europa. La antigua escritora urbanita se hab¨ªa reconvertido en una bohemia campestre.
Por supuesto, existe ¡®la sospecha¡¯ de que manten¨ªan una relaci¨®n sentimental. Ambas lo negaron siempre ¨CJardine sigue haci¨¦ndolo, porque la cuesti¨®n surge en la mayor¨ªa de las entrevistas que le hacen¨C asegurando que lo suyo era amistad pura y dura. Ninguna de las dos ten¨ªa v¨ªnculos familiares, ya que la escultora se hab¨ªa quedado hu¨¦rfana a los 14 a?os y Spark hab¨ªa roto la relaci¨®n con su hijo, as¨ª que se hac¨ªan compa?¨ªa m¨²tua.
Cuando la escritora muri¨® en 2006, Jardine se convirti¨® en su heredera (su hijo, que muri¨® en 2016, no recibi¨® ni un euro) y la albacea de su obra, lo que le ocupa la gran parte de su tiempo. Las peticiones de permisos para trabajar con el material de Spark son constantes: tiene fan¨¢ticos por todo el mundo y las editoriales saben que las reediciones (o los materiales in¨¦ditos) tendr¨¢n buena acogida.
Ella conoc¨ªa perfectamente esa industria que la hab¨ªa hecho rica pero tambi¨¦n perder la cabeza ¨Ccomo dice su entrometida: ¡°la tradicional paranoia de los autores no es nada en comparaci¨®n con la alienaci¨®n esquizofr¨¦nica de los editores¡±¨C y escogi¨® bien a la persona que se encargar¨ªa de su legado como ella habr¨ªa querido. No acert¨® con los hombres, pero s¨ª con los amigos.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.