No es solo rosa, tambi¨¦n es poderoso y siniestro: ?por qu¨¦ nos gusta tanto lo cuqui?
Lo cuqui, lo mono, lo rico, lo lindo est¨¢ por todas partes. Pero seguro que nunca te has preguntado por qu¨¦, ni si tanto cuquismo revela grandes verdades sobre qui¨¦nes somos. El fil¨®sofo Simon May lo ha hecho por ti en un fascinante ensayo.
¡°Lo cuqui est¨¢ colonizando nuestro mundo. La pregunta es por qu¨¦. Y por qu¨¦ de una forma tan explosiva en nuestra ¨¦poca¡±. As¨ª empieza El poder de lo cuqui (Alpha Decay), un ensayo del fil¨®sofo Simon May sobre el omnipresente fen¨®meno pop. Porque teniendo en cuenta que mires donde mires hay fotos de gatetes, el merchandising de Hello Kitty o Doraemon ha invadido armarios y bolsos o una de las obras m¨¢s emblem¨¢ticas de Jeff Koons es un perrete aparentemente hecho con globos (el Balloon Dog), igual era l¨®gico que alguien reflexionara seriamente sobre por qu¨¦ nos gusta tanto lo cuqui. Y, claro, hay pocos campos m¨¢s abonados para el ingenio y las teor¨ªas deslumbrantes que aquellos que a primera vista parecen simples pasatiempos.
Quiz¨¢s porque nadie antes se ha parado a mirar desde el ¨¢ngulo correcto.
Eso exactamente es lo que ha hecho May con lo cuqui: observarlo quit¨¢ndole lo empalagoso, lo rosa y los lazos. Y, de pronto, ?oh, sorpresa! resulta que lo cuqui no es s¨®lo dulce, tierno e inofensivo sino tambi¨¦n siniestro e indeterminado. Y, como tal mejunje, explica como pocos el difuso esp¨ªritu de nuestro tiempo.
Hablamos con Simon May sobre emojis, Trump, Google o Cary Grant. ?Qu¨¦ qu¨¦ tienen en com¨²n? Que todos son cuquis.?
?De d¨®nde le viene a un fil¨®sofo el inter¨¦s por lo cuqui?
Me intriga lo cuqui porque creo que su ubicuidad nos dice cosas fascinantes sobre nuestro mundo. Los fil¨®sofos lo han ignorado casi por completo por parecerles infantil o superficial, pero desde mi punto de vista, ¨¦xitos mundiales como Hello Kitty o Pok¨¦mon nos hablan de la actual celebraci¨®n de la infancia, de lo l¨²dico, de lo ef¨ªmero y de la indeterminaci¨®n de las cosas. Aunque los objetos cuquis y la sensibilidad cuqui sean triviales, lo que la locura por lo cuqui nos desvela acerca del Zeitgeist no es en absoluto trivial. Me inspir¨® mucho para pensar en lo cuqui una de mis mejores amigas, mi alma gemela Mimi Durand Kurihara, a quien est¨¢ dedicado mi libro. En ¨²ltima instancia, no creo que sea posible desvelar de d¨®nde vienen nuestros intereses m¨¢s profundos.
Tu libro afirma que lo cuqui no es una moda o un capricho, muy al contrario puede que sea una de las mejores y m¨¢s fieles expresiones de nuestro tiempo. Sin embargo lo cuqui sigue siendo un tema que pasa desapercibido y sobre el que se ha escrito y pensado bien poco¡
En primer lugar, la mayor¨ªa piensa que lo cuqui es demasiado infantil como para pensar en ello, no es un tema ¡®apropiado¡¯ para adultos. En segundo lugar, parece demasiado fr¨ªvolo porque refleja nuestra adicci¨®n por lo ef¨ªmero. Y en tercer lugar, lo damos por sentado porque est¨¢ en todas partes: desde la explosi¨®n de los emojis, cuyo uso es transversal, hasta la invasi¨®n de nombres de marcas que suenan cuqui, caso de Google. Incluso en las cartas oficiales que recibo hay emojis, cosa impensable hace diez a?os. Y esa familiaridad puede cegarnos a cosas que, de otro modo, podr¨ªan desconcertarnos.
Lo cuqui fascina por su indeterminaci¨®n, porque es dulce pero tambi¨¦n inquietante. El reflejo perfecto de nuestra naturaleza. Y m¨¢s en este momento en el que la humanidad parece m¨¢s indefinida que nunca, ?no?
S¨ª, la indeterminaci¨®n impregna cada vez m¨¢s nuestra concepci¨®n de nosotros mismos y del mundo que nos rodea. Por ejemplo, vemos cada vez m¨¢s al ni?o/adulto, al humano/animal, al bueno/malo, al masculino/femenino, como un abanico de posibilidades m¨¢s que como polos opuestos. Para m¨ª, no es una coincidencia que objetos tan exitosamente cuquis -como Hello Kitty o, volviendo a los 80¡¯s, ET¨C sean de g¨¦nero, moralidad, edad y especie indeterminados.
En el libro diferencias dos conceptos -lo cuqui y lo kistch- que a menudo se confunden, y defiendes lo cuqui frente a lo kistch, a pesar de que lo kistch siga teniendo m¨¢s partidarios, ?no?
S¨ª, a pesar de la fiebre actual que existe por lo cuqui, es posible que lo kistch tenga m¨¢s defensores. Y eso se debe a dos razones. En primer lugar, lo kistch es m¨¢s convencional: casi siempre imita -o aspira a imitar- algo familiar, como los muebles fake de Louis XV o souvenirs de sitios tur¨ªsticos famosos como el Big Ben. En segundo lugar, lo kistch evita perturbar o causar extra?eza. Por el contario, lo cuqui juega con la extra?eza, con lo desconocido, con lo deforme, con lo inquietante. Como Hello Kitty, que no tiene boca, ni voz, ni dedos, y es de g¨¦nero y especie indeterminados. Parece ser un gato, pero originalmente iba a ser una ni?a brit¨¢nica¡
Es fascinante ese juego de sal¨®n establecido en el libro sobre qui¨¦n es cuqui y qui¨¦n no. Sean Connery lo es, Lady Gaga no. Mae West, no lo es pero s¨ª Cary Grant. Chaplin, no, Marilyn Manson, s¨ª. Bill Clinton, s¨ª, Obama y Margaret Thatcher, no. Pero, ?qu¨¦ hay de la reina de Inglaterra sobre la que no te pronuncias en el libro?
Para m¨ª, la reina Isabel II tiene un peque?o toque cuqui porque parece fuerte, pero como anciana que es, tambi¨¦n vulnerable. Es intocable en tanto en cuanto vive en un mundo completamente alejado de la normalidad, pero en muchos sentidos es una persona muy poco llamativa. Es comunicativa y, sin embargo, poco accesible. Conocida y en el candelero desde hace 70 a?os y, en ¨²ltima instancia, misteriosa en sus sentimientos, creencias e intenciones. Y es esta indeterminaci¨®n, esta combinaci¨®n de lo intensamente familiar y lo intensamente desconocido lo que la hace cuqui.
Obviamente, la percepci¨®n de lo cuqui es absolutamente subjetiva, pero no s¨¦ c¨®mo han sido recibidos sus teor¨ªas de que Trump o Kim Jong-il son cuquis¡
Debo decir que sobre Trump, hasta el momento, nadie -ni siquiera los republicanos- ha objetado nada a que califique al presidente de los Estados Unidos de ¡®cuqui¡¯. Lo realmente sorprendente aqu¨ª es que si nos preguntamos a nosotros mismos qu¨¦ l¨ªderes o celebrities nos parecen cuquis (lo cual no significa que los veamos como moralmente buenos), la respuesta suele llegar instant¨¢neamente. Es como si tuvi¨¦ramos un sentido innato de qu¨¦ es cuqui y qu¨¦ no lo es, aunque nunca antes lo hayamos pensado¡ Por ejemplo, la mayor¨ªa de la gente est¨¢ de acuerdo en que George Bush padre no era cuqui, pero que su hijo, hasta cierto punto, s¨ª. ?Por qu¨¦?
Explicas que lo cuqui tiene su epicentro en Jap¨®n, entre otras razones por una muy concreta: la necesidad de Jap¨®n de presentarse al mundo de un modo no violento tras la Segunda Guerra Mundial. ?Estrategia pol¨ªtica de las altas esferas o casualidad?
Creo que ha surgido espont¨¢neamente pero tambi¨¦n ha sido promovida activamente por el gobierno y las grandes corporaciones. Desde 1945, Jap¨®n decidi¨® evitar a toda costa cualquier proyecci¨®n expl¨ªcita de poder para, en su lugar, parecer inofensivo ante el mundo (y ante s¨ª mismo). Esto se refleja en una avalancha de im¨¢genes cuquis: en los dibujos animados manga, en las advertencias de seguridad del gobierno, en los anuncios de bancos, e incluso en los helic¨®pteros de ataque de las fuerzas armadas. Podr¨ªa decirse que Jap¨®n es la primera naci¨®n en presentarse como una naci¨®n cuqui: la primera naci¨®n en la que lo cuqui se ha convertido en algo central en su imagen internacional.
Al mismo tiempo, hay que recordar que la moda de lo cuqui en Jap¨®n se basa en antiguos rasgos de la cultura japonesa que se afirma en la indeterminaci¨®n, que rechaza las definiciones, que permite que los estados de las cosas sean tanto verdaderos como falsos, y que celebra la deformidad en la perfecci¨®n y la perfecci¨®n en la deformidad, como el cultivo de plantas de bons¨¢i o la est¨¦tica del wabi-sabi, que ve la belleza en lo imperfecto. Hoy en d¨ªa, lo cuqui es central en obras de artistas famosos como Takashi Murakami y Yoshitomo Nara.
Una de las razones que aduce en su libro para explicar este imperio de lo cuqui es la sacralizaci¨®n actual de la infancia, el nuevo culto al ni?o. ?Es la infancia el ¨²ltimo t¨®tem?
?Nunca habr¨¢ un ¨²ltimo t¨®tem para los seres humanos! No podemos florecer sin ideales que consideremos sagrados. Es obvio que la devoci¨®n a Dios ya no es un ideal sagrado universal, y muchos otros han ocupado su lugar. Uno de los m¨¢s recientes, surgido a finales del siglo XIX, es el ni?o. Hay muchas razones para ello, pero una de ellas es que desde Freud, si no antes, se considera que la experiencia de la infancia determina casi todo lo importante de la vida adulta: a qui¨¦n amamos, c¨®mo lo hacemos, las carreras que elegimos, las cosas que tememos y las cosas que valoramos.
No puedo terminar esta entrevista sin preguntarte cu¨¢l es su emoji favorito.
El emoji risue?o, con un gui?o y una l¨¢grima. ?No s¨¦ por qu¨¦, pero es mi favorito!
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