Placeres de verano | Olor a brisa, a jazm¨ªn¡ y a pis: el gozo del cine bajo las estrellas
En Espa?a tenemos cines de verano en parques, plazas, playas, azoteas, castillos, ruinas romanas, patios de iglesias, aparcamientos, plazas de toros¡ Solo hay que confiar en que sus gestores crean en la libertad de expresi¨®n.
En Cacela Velha, pueblo del sur de Portugal, hay un cine de verano en un antiguo cementerio. El camposanto no recibe hu¨¦spedes desde 1918 cuando la epidemia de gripe neum¨®nica aument¨® la demanda de alojamiento para la vida eterna y tuvieron que construir un recinto m¨¢s grande.??Tal vez la ubicaci¨®n ahuyenta al p¨²blico m¨¢s supersticioso, pero si uno piensa en aquellos muertos, se les puede envidiar la sepultura. Que te entierren sin duelo, entre la playa y el cielo puede estar bien, pero descansar entre el suelo y el cielo, y a la orilla de una pantalla parece insuperable. Y m¨¢s si se trata de uno de esos cines de verano que todav¨ªa conserva la sesi¨®n doble. Se podr¨ªa disfrutar cada noche de un cl¨¢sico de ayer de hoy y de siempre y de un estreno de los meses anteriores que, por cuestiones log¨ªsticas ¡ªnadie garantiza la ubicuidad en el m¨¢s all¨¢¡ª, seguramente uno se habr¨ªa perdido.?
Hay muchas opciones sin salir del pa¨ªs. En Espa?a tenemos cines de verano en parques, plazas, playas, azoteas, castillos, ruinas romanas, patios de iglesias, aparcamientos, plazas de toros¡ Claro que, si uno es amante del cine y de la libertad de expresi¨®n, quiz¨¢ deber¨ªa especificar como condici¨®n en las ¨²ltimas voluntades que la localidad que lo acoja no dependa de gestores que deciden eliminar de su programaci¨®n una pel¨ªcula de animaci¨®n en la que se besan dos mujeres.??Si hablamos de muerte y cines de verano, perm¨ªtanme que abandone por un momento la fabulaci¨®n: este a?o hay que recordar a Mart¨ªn Ca?uelo, legendario gestor de las pantallas estivales de C¨®rdoba, due?o de Splendor cinemas, que llevaba en la profesi¨®n desde 1986, y cuyo fallecimiento, el pasado abril, ha dejado hu¨¦rfanos de su exhibici¨®n veraniega a los espectadores de la ciudad de los patios, que lleva un siglo acogiendo pel¨ªculas al aire libre.?
Y de un Splendor de la vida a un esplendor de la ficci¨®n. Esplendor en la hierba es una de las pel¨ªculas que se proyectan en el cine de verano evocado que aparece en Dolor y gloria, sobre las palabras que ha escrito Salvador Mallo (Antonio Banderas) ¡ªclaro trasunto de Pedro Almod¨®var en la pel¨ªcula¡ª que recita su antiguo amante, Alberto Crespo (Asier Etxeand¨ªa): ¡°Mi idea del cine siempre estuvo ligada a las brisas de las noches de verano. S¨®lo ve¨ªamos cine en verano. Las pel¨ªculas se proyectaban sobre un muro enorme encalado de blanco. Recuerdo especialmente las pel¨ªculas que ten¨ªan agua. Cataratas, playas, el fondo del mar, r¨ªos y manantiales. Con s¨®lo escuchar el rumor del agua a los ni?os nos entraban unas ganas tremendas de orinar. Y lo hac¨ªamos ah¨ª mismo. A los lados de la pantalla. El cine de mi infancia siempre huele a pis. Y a jazm¨ªn. Y a brisa de verano¡±.?En el cine de verano de La Bombilla, en Madrid, la brisa de verano se mezcla con el traqueteo de los trenes que desembocan en la estaci¨®n de Pr¨ªncipe P¨ªo, a pocos metros. All¨ª hablo con Rita Sonlleva, su fundadora, decana de los cines de verano madrile?os, a quien Tierno Galv¨¢n encarg¨® en el 83 crear un festival de cine al aire libre. Comenz¨® en La Chopera del Retiro, con sillas de tijera, de las de madera, arrendadas por el Ayuntamiento, cuya incomodidad los asistentes mitigaban con los habituales cojines, a 50 pesetas el alquiler. ¡°Una noche pusimos las tres de El Padrino y nos acab¨® amaneciendo¡±, me cuenta, a la espalda de las casetas donde se venden los bocadillos y refrescos, el lugar en el que, a pesar de estar ya jubilada (el encargado del asunto ahora es su hijo, David Lluesma), se sigue apostando noche tras noche. ¡°Llevamos a Coppola, a Vincent Price¡ a much¨ªsimos actores y directores de fuera. Y tambi¨¦n espa?oles, siempre que pod¨ªa ven¨ªa don Luis Garc¨ªa Berlanga¡±. Mientras charlaba con ella entend¨ª que, aunque hoy podamos fantasear con muchos cines de verano como vivienda final, no est¨¢n a nuestro alcance los mejores, los del pasado.?
Lo mismo me ocurre cuando hablo con Agust¨ªn D¨ªaz Yanes de los cines de verano de su juventud. Qu¨¦ plan tan fant¨¢stico habr¨ªa sido haber ido con ¨¦l a ver Al final de la escapada al cine de verano de Fuengirola en el que ¨¦l la vio con 15 a?os. O a alguna del Oeste, en las que, seg¨²n cuenta, el p¨²blico se ven¨ªa tan arriba que no paraba de gritarle a la pantalla. En una de esas, en C¨¢diz, el Cojo Peroche se levant¨® en pleno tiroteo y le dijo a su acompa?ante: ¡°C¨²breme, que voy al ba?o¡±. ?C¨®mo no haber querido estar ah¨ª??Pero no m¨¢s lamentos, quedan muchas pel¨ªculas que disfrutar antes de morir. Muchas estrellas con las que gozar en la pantalla, bajo las otras, las del techo de cualquier cine de verano.
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