Zadie Smith: ?Todos los matrimonios son fundamentalistas?
Tiempos de swing danza entre continentes, pero parte como siempre de su barrio Willesden, All¨ª visitamos a la escritora.
Bajarse del metro de Londres en Willesden Junction tiene, para el lector seguidor de Zadie Smith, un punto de peregrinaci¨®n mit¨®mana, como ir a Yorkshire en busca de las Br?nte. En este barrio del norte de Londres, en proceso acelerado de gentrificaci¨®n, naci¨® la escritora hace 41 a?os y aqu¨ª echa ra¨ªces su obra, desde Dientes blancos, que la introdujo como un meteoro en la escena literaria anglosajona cuando ten¨ªa 23, hasta Tiempos de swing (ambas en Ed. Salamandra). Aqu¨ª parte la relaci¨®n entre dos ni?as muy distintas que se conocen en clase de danza para trazar una de sus constelaciones de personajes y para hablar de fama, madres, clases sociales y todo lo que importa.
Smith tiene ahora una casa en Willesden que se parece poco a las de su infancia. Desde su despacho se ver¨ªa, si los ¨¢rboles del jard¨ªn lo permitiesen, el bloque en el que se cri¨®. Pasa casi todo el a?o en Nueva York, donde da clases, y est¨¢ aqu¨ª en verano y en Navidad. Nos recibe vestida de Zadie Smith (tacones, turbante y un vestido de estampado gr¨¢fico, que admite haberse puesto para las fotos. En casa va en ch¨¢ndal, jura) y avistamos a su marido, el poeta y novelista Nick Laird, y a su hija mayor, Kit. ?La realidad de mis hijos es tan distinta a la m¨ªa. Ellos se mueven constantemente entre Londres, Nueva York, Par¨ªs e Irlanda del Norte ¨Cde donde proviene su marido¨C. Cuando yo era peque?a, mi mundo eran 15 calles?. Las que ahora forman un territorio literario s¨®lido al que a¨²n le quedan muchos cap¨ªtulos. La novela que ya est¨¢ escribiendo y que se publicar¨¢ en 2019, mirar¨¢ por primera vez al pasado del barrio, al siglo XIX, cuando era tierra de bandoleros.
La ciudad de Londres es su segunda residencia. ?Eso ha cambiado su percepci¨®n de Inglaterra?
Llevo viviendo fuera de Inglaterra, a distintos intervalos, desde 2001. Y s¨ª, me siento algo distante. No sigo todo lo que pasa en el panorama pol¨ªtico, para empezar, porque vivo en Estados Unidos y all¨ª ya hay mucha pol¨ªtica que seguir. ?Estados Unidos te consume! De todas formas, soy mayor ya. Tengo 41 a?os y cuando llegas a esa edad siempre te sientes un poco fuera de onda. No s¨¦ mucho de lo que pasa fuera de mi cabeza.
Hay una escena tragic¨®mica en Tiempos de swing en que las ni?as van a un cumplea?os a la casa de una amiga de clase media, similar a esta en la que vive usted. Solo caminan unas calles, pero cruzan barreras sociales invisibles. ?Qu¨¦ dice eso del barrio, que no era tan integrado como los vecinos cre¨ªan?
S¨ª que era mixto, pero no perfecto. Nada es perfecto. Escrib¨ª de eso en un ensayo sobre el Brexit [publicado en Harper¡¯s], sobre el hecho de que cuando era ni?a, todo parec¨ªa un poco m¨¢s posible que ahora. Solo es una intuici¨®n de novelista, pero creo que esa Gran Breta?a en la que yo crec¨ª puede ser reanimada por generaciones m¨¢s j¨®venes, si es que quieren. Me da la sensaci¨®n de que la gente no quiere vivir en ese entorno mixto, si son sinceros, as¨ª que no van a luchar por ello. Lo que hago en mi obra es tratar de mostrar los beneficios.
La narradora tiene autoridad pero no tiene nombre, ?por qu¨¦?
Era una objeci¨®n filos¨®fica, quer¨ªa intentar escribir sobre una persona que no ten¨ªa una personalidad fascinante, que fuese solo una serie de acciones en el mundo. La mayor parte de gente es as¨ª. Est¨¢n demasiado apegados a sus personalidades, sin mucho motivo, pero es algo muy superficial. Muchas novelas se escriben desde esa perspectiva y lo encuentro agotador.
Los que la rodean, en cambio, derrochan carisma. Empezando por su poderosa madre, alguien que hace lo correcto y sin embargo resulta dif¨ªcil de querer.
Hay generaciones enteras de mujeres que parec¨ªan dif¨ªciles de querer, pero es que ten¨ªan mucho que hacer, estaban en su propia lucha. Igual a las mujeres blancas les cuesta comprender esto, pero la gente negra no sab¨ªa si sus hijos iban a volver sanos y salvos esa noche, sent¨ªan que no ten¨ªan su sitio en el mundo. Viv¨ªan una batalla y no pod¨ªan permitirse los lujos que tiene la gente en tiempos de paz. Hay un tipo de mujeres, que no suelen ser mis amigas y con las que me cuesta identificarme, que son las que consideran a sus madres sus mejores amigas. El tipo de chica que invita a su madre a su despedida de soltera, y que la llama por tel¨¦fono en cuanto le pasa algo¡ Es interesante pero muy peculiar. Entre las chicas con las que crec¨ª nuestro plan era escapar, salir del yugo, fuese el que fuese.
Parte del libro sucede en un pa¨ªs africano sin especificar. H¨¢bleme del personaje Hawa, una maestra y fan del hip-hop que acaba acerc¨¢ndose a un islamismo fundamentalista. Se nota que busca que el lector la comprenda como persona, no como caso de estudio.
Mi experiencia en el oeste de ?frica es que la escala de la vida de las mujeres es tan distinta que cuesta comprenderla. ?Te tienes que entristecer porque sea una madre de ocho hijos? Las mujeres que he conocido all¨ª sienten l¨¢stima por m¨ª, activa y abiertamente, porque solo tengo dos. Y eso de que se radicaliza cuando se casa¡ le dir¨¦ que todos los matrimonios son un poco fundamentalistas. Tus amigos se casan con gente horrible todo el tiempo. La descripci¨®n de fundamentalismo en ese contexto es muy maleable. All¨ª la gente habla de yihad constantemente y ves a todos los occidentales horrorizarse, pero es una palabra que se refiere a la purificaci¨®n de tu vida, un t¨¦rmino de uso diario. Las ideas se transforman dependiendo de d¨®nde se adopten, existe un contexto local que no se puede extirpar.
En la novela es Fernando, un cooperante, quien tiene esa visi¨®n algo m¨¢s iluminada y matizada.
Ser abierto es lo m¨¢s dif¨ªcil. Yo no soy as¨ª. Siempre tengo teor¨ªas, por eso no podr¨ªa ser trabajadora social o cooperante, porque llego a los sitios equipada con mis teor¨ªas.
Bueno, Fernando resulta no ser tan perfecto, tambi¨¦n tiene un lado vengativo.
Esa es una cualidad que se atribuye a la mujeres, pero los hombres son tremendamente rencorosos. La mayor parte de las cualidades que se atribuyen a las mujeres son, en realidad, muy masculinas: la envidia, la vanidad, el rencor, la queja. Los hombres son fant¨¢sticos quejicas.
Hasta all¨ª llega Aimee, una celebrity con veleidades filantr¨®picas que recuerda mucho a Madonna y a Angelina Jolie. ?Usted tem¨ªa que se hiciesen esas comparaciones?
No, siempre asumo que mi lector es c¨ªborg y est¨¢ googleando a la vez que lee, porque yo lo hago. Eso ha cambiado la escritura. Si alguien hiciera un doctorado sobre el tema lo ver¨ªa claramente, que hay una cierta ligereza en c¨®mo se escriben las novelas en los ¨²ltimos 20 a?os. El escritor sabe que el lector va a googlear. Cuando George Eliot escrib¨ªa, ella pensaba que t¨² no sab¨ªas c¨®mo era un campo en Yorkshire, ten¨ªa que explic¨¢rtelo. As¨ª que yo me siento liberada de cosas ex¨®genas. S¨¦ que mucha gente va a odiar a ese personaje y a encontrarlo hueco; no se suele tener empat¨ªa hacia la gente famosa. La escrib¨ª porque me interesa el poder, los c¨ªrculos de poder. En lugar de una cantante podr¨ªa haber optado por alguien de Silicon Valley, que ejercen una influencia similar. Para los que crecimos en los 80 y 90, una de las grandes historias de esta d¨¦cada es lo que ha pasado con la fama. La palabra celebrity no exist¨ªa en el Hollywood cl¨¢sico, no era un concepto, entonces se llamaban ¡®estrellas¡¯. Pero esta gente tiene poder real, y eso afecta a nuestras pol¨ªticas. Creo que el viejo modelo en el que pod¨ªas decir ?la estrella es una persona loca viviendo en su sue?o y nosotros somos la gente real? ya no existe. Toda la gente que sigue a Kim Kardashian en Instagram delira tanto como la propia Kim Kardashian. No creo que sean m¨¢s absurdos que nosotros. Nosotros somos absurdos, nosotros los creamos y les merecemos.
Aimee es la ¡®thatcherita¡¯ perfecta que no cree en la sociedad. Piensa que si uno no tiene lo que quiere es porque no se ha esforzado, una idea muy extendida y peligrosa.
?Todo pasa por alg¨²n motivo?. ?Si lo deseas, te suceder¨¢?. Cualquiera le puede decir algo as¨ª. Pero, a pesar de eso, no me disgusta Aimee. Madonna y Janet Jackson moldearon en los 80 y 90 la idea misma de voluntad y creo que fue poderoso. Personalmente, me gustan las divas. Cuando era ni?a, siempre escuchaba a los chicos en el colegio decir lo que har¨ªan a tal famosa o tal otra, pero nadie jam¨¢s habl¨® as¨ª de Madonna. No es posible, ning¨²n hombre lo pensar¨ªa. Su propio divismo act¨²a como una armadura, como Bette Davis, como Joan Crawford. Ahora, ?qui¨¦n quiere ser Joan Crawford? Nadie, pero te puede servir si te sientes d¨¦bil. Hay mucha fortaleza en ellas.
Usted tiene su propia experiencia con la fama. Si va a un acto, cualquier cosa que dice empieza una conversaci¨®n global. ?C¨®mo lleva ser tan observada?
Antes me molestaba, ahora me da igual. Lo que quer¨ªa era trabajar y parec¨ªa que hab¨ªa un complot a mi alrededor para imped¨ªrmelo. Me ofrec¨ªan presentar programas de televisi¨®n, ir a cientos de festivales, cualquier cosa menos quedarme en mi casa a escribir.
Creo que me gan¨¦ una reputaci¨®n de ser engre¨ªda o rara, pero eso era lo curioso de la fama en los a?os 90; se asum¨ªa que todo el mundo la quer¨ªa. Ahora env¨ªo a mi madre a recoger premios y esas cosas. A ella le encanta y a m¨ª me resulta muy pr¨¢ctico.
Recientemente, le han incluido en un libro sobre escritores y su ropa, y siempre aparece en las listas de las escritoras mejor vestidas. ?Le incomoda que se hable de su aspecto?
De joven nunca me arreglaba, pensaba que tener buen aspecto era una ofensa, pero comprend¨ª que es una forma de misoginia sentir desprecio por las cosas a las que las mujeres est¨¢n naturalmente atra¨ªdas.
?Y qu¨¦ le hizo cambiar de opini¨®n?
Italia, y que los italianos me dijeran constantemente que parec¨ªa una sin techo. Mi madre siempre visti¨® bien y yo no quer¨ªa ser
como ella, as¨ª que en respuesta vest¨ªa fatal. Ella nunca viste de manera femenina o sexy, sino para dar miedo a la gente y para ser la persona que ves cuando entras a una habitaci¨®n. No busca seducir, sino impresionar. De la misma manera que un hombre se pone un traje y una corbata, para intimidar.
Cuando public¨® su primera novela se la consider¨® una ni?a prodigio. Eso le ha obligado a crecer en p¨²blico como escritora.
Es verdad, pero si mira la historia de las letras inglesas, no soy ning¨²n prodigio. Todos los escritores de los siglos XVIII y XIX publicaron a los 24. No s¨¦ por qu¨¦ mi caso se vio como algo especial. Incluso en la generaci¨®n anterior: Martin Amis, Hanif Kureishi, Ian McEwan, Salman Rushdie¡ todos ten¨ªan 24. Es una edad muy normal para empezar a publicar. Vas a la universidad, lees muchos libros y dos a?os m¨¢s tarde, acabas tu novela. Lo que era poco usual era ese fen¨®meno a mi alrededor. Hace poco, una estudiante me dijo que estaba haciendo un trabajo sobre mis libros. Pens¨¦: ?Ah, qu¨¦ bien?. Hasta que me di cuenta de que lo que en realidad estaba haciendo era un trabajo sobre la percepci¨®n p¨²blica de mis libros. A eso le llaman ahora ?estudiar literatura?. Es triste. Cuando yo era una ni?a y le¨ªa a Martin Amis, creo que no sab¨ªa qu¨¦ cara ten¨ªa. Todav¨ªa ahora, cuando me env¨ªan galeradas, nunca me pregunto: ?Qu¨¦ aspecto tiene esta persona? La persona ya es evidente en su libro. No necesito saber nada m¨¢s, est¨¢ en sus frases. Escribir es algo muy ¨ªntimo.
La otra cosa que sucedi¨® cuando public¨® Dientes blancos es que, solo por escribir sobre su barrio, muchos cr¨ªticos pensaron que hab¨ªa dado usted con un nuevo g¨¦nero: ?la novela multicultural!
Hace poco alguien me dijo que solo existe una mujer negra catedr¨¢tica de literatura en toda Inglaterra. Mi gente est¨¢ tan poco representada, tan aislada¡ hay tan pocos modelos que si hay alguna chica negra en el pa¨ªs lee estos libros y piensa que se puede hacer, estoy orgullosa. Es dif¨ªcil escribir en el vac¨ªo, lo recuerdo. Muchos negros en Inglaterra escogen sus modelos en Am¨¦rica o en ?frica por pura necesidad, pero tenemos que tener presencia en este pa¨ªs. Yo sab¨ªa vagamente que hab¨ªa escritores negros en Inglaterra pero no los conoc¨ªa, lo m¨¢s cercano que pod¨ªa encontrar era asi¨¢ticos, indios.
En Tiempos de swing sobrevuela una pol¨¦mica sobre apropiaci¨®n cultural. El pasado verano escribi¨® un art¨ªculo sobre ese tema que levant¨® mucha pol¨¦mica. All¨ª se preguntaba si a sus hijos, que solo tienen un 25% de sangre negra, se les permitir¨¢ ?sentir el dolor de los negros?.
No estoy interesada en la apropiaci¨®n cultural pero, si me obligan a pensar en ello, exijo hablar de cada caso individualmente. Entiendo que se pueda considerar irritante y ofensivo, aunque yo encuentro m¨¢s irritante y ofensivo que te disparen en un coche sin motivo alguno. Mi madre es una rasta jamaicana. ?Tengo que ofenderme porque Marc Jacobs saque rastas en la pasarela? Me reservo el derecho a que me molesten otras cosas. Cuando publiqu¨¦ el art¨ªculo, mucha gente me escribi¨® dici¨¦ndome: ?Eres una de los nuestros, ?no podr¨ªas haberlo escrito desde el coraz¨®n??. Lo cierto es que no. Hay toda una generaci¨®n que cree que la mejor manera de expresar que est¨¢s muy enfadado es chillar ?estoy muy enfadado?.
Est¨¢ describiendo Internet.
Pero es posible expresarse de manera que haya menos pathos y m¨¢s logos. Hay siglos de ejemplos, empezando por Arist¨®teles. Ahora se utilizan las ideas como una extensi¨®n de la personalidad. La gente piensa: ¡°Quiero que se me perciba como este tipo de persona. Quiero ser de este grupo¡±. A m¨ª no me importa que no se me vea ¡°aut¨¦ntica¡±, no pretendo que se me perciba de ninguna manera, solo quiero pensar las cosas. No tengo Twitter, pero alguien me ense?¨® algo que dijeron de m¨ª en esa red social: ¡°Zadie Smith siempre ha tenido ideas pol¨ªticas confusas¡±. Era una condena pero la acepto. Desde luego que mis ideas son confusas y as¨ª es como funciona mi mente. Una cosa que me coment¨® una amiga me entristeci¨® mucho, y es que en Twitter se hace bullying para que la gente cambie sus ideas. Alguien lee un art¨ªculo, decide que est¨¢ de acuerdo con ¨¦l, y, tras cinco minutos de recibir ataques online, cambia de idea. Odio eso.
De hecho, el libro es tambi¨¦n un documento generacional, sobre los ¨²ltimos que llegaron a adultos sin Internet.
Quer¨ªa dirigirme a mi gente, y no solo la gente negra de mi generaci¨®n sino a toda mi generaci¨®n. Si me lee la gente m¨¢s joven, me parece bien, pero como escritor, hablas a los tuyos. Al envejecer, poco a poco, empezar¨¦ a parecer m¨¢s amargada y pat¨¦tica, y as¨ª es como va la cosa.
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