¡®Preppy chic¡¯ americano a la conquista de Europa
Regent Street, la m¨ªtica arteria comercial londinense, acoge el nuevo local de J.Crew, una marca que en los ¨²ltimos a?os se ha convertido en uno de los objetos de deseo de la moda.
Despu¨¦s de cambiar de manos y de nombre en varias ocasiones, J.Crew debut¨® en 1983 mediante el env¨ªo de su primer cat¨¢logo a domicilio. Treinta a?os despu¨¦s ya se ha convertido en una de las firmas m¨¢s deseadas de la moda asequible ?llamarlo low cost ser¨ªa exagerar?. Su historia ha transcurrido por todas las etapas imaginables: de una marca inane entregada al tedio m¨¢s absoluto a desatar verdaderas pasiones con su acertada interpretaci¨®n del preppy chic. Con centenares de tiendas en Estados Unidos y una docena en Canad¨¢, Londres ha sido la ciudad elegida para su desembarco en Europa. En el ¨²ltimo mes han abierto tres puntos de venta en la capital brit¨¢nica: Regent Street ?moda femenina?, Brompton Cross ?colecciones especiales? y Lamb's Counduit ?hombre?.
Jenna Lyons es su presidenta y directora creativa, y la cara m¨¢s visible de un proyecto que no deja de sumar adeptos. Es ella quien encarna a la perfecci¨®n el estilo que sus clientas defienden. Lejos de ocultarse, ha optado por dar la cara y marcar la pauta sobre c¨®mo se debe entender lo que crea. Ella es la firma. Su d¨ªa a d¨ªa es p¨²blico y notorio, como bien reflejan los cat¨¢logos de la marca y los numerosos blogs que desnudan su existencia. Hace unos a?os esa exposici¨®n trascendi¨® el plano profesional cuando protagoniz¨® un sonado divorcio cuyos pormenores estuvieron en boca de toda la prensa amarillista.
Otro de los art¨ªfices de la resurrecci¨®n de la marca es su director ejecutivo, Mickey Drexler. Un tipo que llev¨® las riendas de Gap durante veinte a?os, y que bajo su mandato consigui¨® que el retailer estadounidense pasara de tener cuatrocientas tiendas a m¨¢s de dos mil en todo el mundo. Sin embargo, en 2002 fue despedido por Steve Jobs en nombre del consejo de accionistas de la firma ?el gur¨² de la modernidad tambi¨¦n ten¨ªa negocios en moda?. Drexler pronto encontr¨® un nuevo destino. J.Crew ansiaba el milagro de Gap para s¨ª, y la empresa lo fich¨® sin pensarlo. En ese momento la tarea parec¨ªa ¨ªmproba. En 2003, con Lyons absolutamente desmoralizada, la deuda de la compa?¨ªa ascend¨ªa a 609 millones de d¨®lares. Drexler hizo lo que se esperaba de ¨¦l: enmend¨® el desaguisado y duplic¨® los beneficios y el n¨²mero de tiendas.
Michelle Obama, con blusa y jersey mostaza de J.Crew, y Jenna Lyons, presidenta y directora creativa de la firma.
Cordon Press
El salto de J.Crew al viejo continente era un clamor desde hace a?os, aunque sus responsables se han mantenido fieles a la estrategia que se impuso con la llegada de Drexler: conservar las esencias intactas y dificultar el acceso a su marca. Ah¨ª reside precisamente el dif¨ªcil equilibrio entre defender las singularidades que se le presuponen a una marca de culto y la tentaci¨®n de la venta y distribuci¨®n masivas. Con clientas tan exclusivas como Michelle Obama, Olivia Palermo o Katie Holmes, la presencia de J.Crew en la prensa especializada y en las calles se ha vuelto una constante. Tras la err¨¢tica odisea inicial, hoy por hoy la expansi¨®n se la toman con calma. Para eso cuentan con un campo de pruebas llamado internet ?la tienda online vende a m¨¢s de un centenar de pa¨ªses, entre ellos Espa?a?.
Esta no es una firma de moda al uso, pues diversifica su negocio en mil l¨ªneas y toca todos los palos. Cuentan con acuerdos de colaboraci¨®n con artesanos, f¨¢bricas textiles legendarias y otras casas: Altuzarra, Prabal Gurung, Manolo Blahnik o The Cambridge Satchel Company, por nombrar solo algunas. Hacen ropa para ni?os, joyas, vestidos de novia, y han dise?ado una interesante propuesta para el p¨²blico masculino que ya ha merecido la atenci¨®n de cabeceras como GQ o Esquire: outlets, prendas vintage, ediciones limitadas, sastrer¨ªa¡ El director ejecutivo y la presidenta forman un t¨¢ndem perfectamente engrasado. Mano izquierda y buen gusto pensado para mujeres reales que trabajan y huyen de la dictadura del tac¨®n imposible.
Desde su cuartel general en el downtown de Manhattan, ambos gestionan con mano de hierro una celebridad que, como no pod¨ªa ser de otra forma, provoca sentimientos encontrados. Su creciente popularidad suscita cierto rechazo en las clientas de toda la vida, y hay quien alega que este fen¨®meno se aleja de las apuestas que hist¨®ricamente han caracterizado sus colecciones. Fiel a su estilo resuelto, este verano el director ejecutivo de J.Crew se disculpaba p¨²blicamente por si alguien se hab¨ªa sentido ofendido: "Puede que nuestro ¨²ltimo cat¨¢logo se haya alejado de los c¨®digos de la marca; en ese caso pedimos perd¨®n". De todas formas, la supuesta animadversi¨®n que despiertan sus ¨²ltimos dise?os se sustenta en opiniones algo vagas que difieren seg¨²n qui¨¦n las vierta. Si el ¨¦xito lo medimos en ventas, desde luego que no hay nada por lo que tengan que pedir perd¨®n.
La tienda de Regent Street fue inaugurada la semana pasada.
Cordon Press
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