Drogas, webcams y poco dinero: El crudo relato de un ¡®prostituto¡¯ en Espa?a
Iv¨¢n Zaro es el autor de ¡®La d¨ªficil vida f¨¢cil¡¯, un libro que narra los testimonios de 12 trabajadores sexuales en nuestro pa¨ªs. Hablamos con ¨¦l y con uno de estos chicos para descubrir c¨®mo funciona la prostituci¨®n masculina en nuestro pa¨ªs.
Edinilson Da Silva tiene 28 a?os y ya se ha hecho algunos retoques est¨¦ticos. Un poco de ¨¢cido hialur¨®nico en los labios, una pizca de botox en el rostro y depilaci¨®n l¨¢ser en todo el cuerpo. No es uno de esos j¨®venes engatusado por la dictadura de la belleza. Lo suyo son exigencias del trabajo. Sus clientes, casi siempre unos cuantos a?os mayores que ¨¦l, valoran mucho que se cuide, est¨¦ en forma y se haga tratamientos rejuvenecedores. De lo contrario le resultar¨ªa mucho m¨¢s dif¨ªcil llamar su atenci¨®n entre los m¨¢s de 4.000 hombres registrados en telechapero.com, la principal p¨¢gina de escorts masculinos en nuestro pa¨ªs. Da Silva, brasile?o de nacimiento y madrile?o de coraz¨®n, se dedica a la prostituci¨®n masculina. Comenz¨® a ejercerla en 2009 cuando viaj¨® desde S?o Paulo hasta Barcelona en busca de un porvenir mejor. ¡°Si me quedaba en Latinoam¨¦rica mi futuro se quedaba reducido a trabajar en telemarketing. Vine a Espa?a con el sue?o de tener un trabajo normal pero me encontr¨¦ las puertas cerradas y acab¨¦ intercambiando sexo por dinero. Al principio fue muy duro. No sabr¨ªa explicarte mi primera experiencia porque la borr¨¦ totalmente de mi cabeza. Despu¨¦s te vas acostumbrando a verlo como algo normal¡±, explica a S Moda sentado en la terraza de un bar de la madrile?a plaza de Tirso de Molina, el mismo lugar en el que se hosped¨® por primera vez cuando lleg¨® a Madrid.
A d¨ªa de hoy Da Silva trabaja, sobre todo, en Internet. ¡°Conoc¨ª a un hombre muy influyente en Alemania que me paga por tener sexo a trav¨¦s de la webcam y unos tres o cuatro encuentros presenciales al a?o. Parte del dinero que me env¨ªa es para que consuma drogas durante las sesiones y el resto para mi vida personal. Pero cuando tenemos cibersexo le enga?o sustituyendo la coca¨ªna por harina de trigo y finjo el coloc¨®n, no soy idiota¡±, confiesa. Antes de comenzar a trabajar en la red, este joven menudo y de aspecto algo ani?ado ejerc¨ªa en saunas y pisos d¨¢ndose a conocer a trav¨¦s de anuncios en los peri¨®dicos. Su testimonio tiene mucho en com¨²n con las otras doce historias en primera persona que recoge La dif¨ªcil vida f¨¢cil. Doce testimonios sobre prostituci¨®n masculina (Punto de vista editores, 2016), el primer libro que aborda este tema en Espa?a. Su autor, el soci¨®logo especializado en trabajadores masculinos del sexo Iv¨¢n Zaro, comparte mesa con nosotros. ¡°Decid¨ª escribir el libro porque hay poca literatura sociol¨®gica sobre el tema. Es necesario que la gente sepa que la prostituci¨®n masculina existe y que, a pesar de que afortunadamente la trata no es com¨²n, tiene muchos sinsabores y muchos t¨®picos¡±, defiende. Con este objetivo, Zaro ha reunido durantre cuatro a?os de investigaci¨®n las historias de doce hombres que la ejercen en distintos ¨¢mbitos y contextos. Desde las vivencias de Javier, un madrile?o de 36 a?os que lleva haciendo la calle desde que se qued¨® hu¨¦rfano a los 12, hasta la historia de Leonardo Lucatto, la estrella del porno internacional que se convirti¨® en el escort m¨¢s reputado de Europa. Una peque?a muestra de c¨®mo es la vida de los aproximadamente 5.000 hombres que cambian sexo por dinero en nuestro pa¨ªs. ¡°No es lo mismo trabajar en un local nocturno que en una sauna, ni es igual hacer travestismo que BDSM o hacerlo de forma puntual a cambio de una chaqueta o un m¨®vil, por eso he querido ejemplificar cada ¨¢mbito para que quienes son ajenos a este mundo puedan entenderlo¡±, explica el autor.
Para comprender bien el fen¨®meno, menos marginal de lo que muchos piensan y m¨¢s ignorado por la sociedad de lo que deber¨ªa, es necesario entender primero qu¨¦ tipo de hombres frecuentan estos locales y requieren los servicios de estos chicos. ¡°En Espa?a lo m¨¢s frecuente es encontrarte se?ores jubilados homosexuales pero, tanto yo como otros compa?eros, hemos tenido a curas y a personas conocidas. Te sorprender¨ªa saber la cantidad de pol¨ªticos, toreros o futbolistas que reclaman nuestros servicios¡±, apostilla socarr¨®n Da Silva mientras juguetea con las gafas de sol que lleva sobre su pelo te?ido. Igual que el abanico de usuarios es amplio y variado (algunas mujeres tambi¨¦n los frecuentan), tampoco es tan sencillo bosquejar el perfil medio de un trabajador sexual en Espa?a. Un primer dato llamativo: no todos son gays. En torno al 31% ¨Cseg¨²n cifras recogidas en el estudio Trabajadores masculinos del sexo¨C son heterosexuales. Algunos tienen mujer e hijos y la carga familiar les obliga a ejercer la prostituci¨®n con hombres porque son la mayor parte de los clientes. ¡°Pretty Woman ha hecho mucho da?o. Una gran parte hacen pr¨¢cticas sexuales que no les agradan. De ah¨ª viene el t¨ªtulo del libro: puede ser dinero r¨¢pido pero para nada es dinero f¨¢cil¡±, comenta el autor. Por lo dem¨¢s, el perfil m¨¢s frecuente es el de Dami¨¢n, otro de los protagonistas de esta obra sociol¨®gica. Un chico que ten¨ªa estudios, un trabajo normalizado y moralmente aceptado y, de repente, se qued¨® en el paro y se vio en la necesidad de vender su cuerpo para sobrevivir. ¡°Por mucho que nos digan que muchas personas se prostituyen para mantener un determinado estatus, la realidad es que la mayor¨ªa lo hacen por necesidad. Sobre todo a ra¨ªz de la crisis¡±, aclara el experto.
La recesi¨®n econ¨®mica aparece varias veces en nuestra conversaci¨®n. Es la culpable de los principales cambios que se est¨¢n sufriendo en el mundo de la prostituci¨®n masculina, as¨ª como del aumento de la misma. Antes de 2008, el negocio del sexo masculino en nuestras fronteras iba ligado a la inmigraci¨®n, siendo los latinoamericanos, especialmente brasile?os, los m¨¢s numerosos. Ahora las cosas han cambiado: cada vez hay menos inmigrantes en el negocio (a excepci¨®n de un incremento de venezolanos), mientras que el n¨²mero de espa?oles se ha multiplicado por tres. ¡°No hay duda: la prostituci¨®n masculina se est¨¢ europeizando¡±, sentencia Da Silva. Por otro, los clientes pagan menos y las tarifas han tenido que bajar. ¡°En la calle se est¨¢n haciendo servicios por el irrisorio precio de 10 euros y podemos situar el sueldo medio de estos chicos en unos 1.500 o 2.000 euros al mes¡±, afirma Zaro.
Aunque todo depende de c¨®mo te lo montes. Da Silva, que durante un tiempo ejerci¨® la prostituci¨®n mientras estaba casado con un hombre al que jam¨¢s ocult¨® su oficio, explica que siempre investiga a su cliente para saber si le interesa. ¡°Me convierto en una especie de detective y averiguo qui¨¦n es, a qu¨¦ se dedica o cu¨¢nto dinero tiene. As¨ª es como conoc¨ª al alem¨¢n de los encuentros online. ?l ha sido quien ha estado financiando mi vida los ¨²ltimos tiempos pag¨¢ndome unos 14.000 euros al a?o¡±, admite. Antes de que Internet revolucionara la prostituci¨®n (a d¨ªa de hoy registrarse como profesional en uno de estos portales es gratuito y tan f¨¢cil como hacerlo en Tinder), Da Silva trabajaba en un piso de chicos. ¡°Afortunadamente la explotaci¨®n es anecd¨®tica en el caso de ellos y solo he encontrado dos ejemplos en doce a?os. Otra cosa es que sepan las condiciones reales. En estos pisos la vida es similar a la esclavitud. Tienen que pagar el 50% de las ganancias al gerente en concepto de alquiler y est¨¢n pr¨¢cticamente encerrados 24 horas¡±, explica Iv¨¢n Zaro. ¡°Ten¨ªamos unas tres horas, de nueve a doce de la ma?ana, para salir a la calle. Despu¨¦s volv¨ªamos al piso y no pod¨ªamos salir hasta el d¨ªa siguiente. Aunque puedes dormir est¨¢s siempre ¡®de guardia¡¯ por si viene alg¨²n cliente. Es entonces cuando te levantas y te paseas en ropa interior junto a tus compa?eros para ver si eres uno de los elegidos. Yo atend¨ªa a unos cinco o seis al d¨ªa pero todo depende del ¨¦xito que tengas al desfilar. La prostituci¨®n es como una pasarela de moda¡±, sentencia el joven.
Durante aquella ¨¦poca invert¨ªa sus ganancias en curar su enfermedad. ¡°Pas¨¦ por una situaci¨®n muy jodida en Espa?a cuando empezaba la crisis. Tengo VIH y no ten¨ªa acceso a la medicaci¨®n porque no ten¨ªa papeles. El estado me estaba prostituyendo porque me estaba quitando el acceso a la sanidad y yo ten¨ªa que ejercer para sobrevivir¡±. Desgraciadamente, el caso de Da Silva es otro m¨¢s de los que se suman a la lista de chicos afectados. En el estudio de la Fundaci¨®n Tri¨¢ngulo publicado hace unos a?os, el 97% de los encuestados afirm¨® que ¡®siempre¡¯ usaba preservativo. Sin embargo, los contagios siguen existiendo. ¡°Ellos entienden el preservativo como una barrera f¨ªsica que les distancia de algo que les desagrada. Por eso con los clientes suelen utilizarlo pero no lo hacen cuando mantienen relaciones sexuales por placer con compa?eros o amigos. Entonces ya no sienten que tengan que defenderse o poner l¨ªmites y es cuando se transmite¡±, detalla Zaro. Tal y como nos cuentan, el sexo por placer suele tener lugar, sobre todo, despu¨¦s de haber consumido drogas con clientes. Por un lado, los chicos toman las llamadas ¡®drogas profesionales¡¯ como popper (vasodilatadores) o la viagra. Pero a esto hay que sumarle el alcohol y, en muchos casos, la coca¨ªna que comparten con sus clientes. ¡°En Madrid y Barcelona est¨¢ muy en boga ahora mismo el chemsex, que no es otra cosa que mantener sexo durante horas con desconocidos consumiendo mefedrona. Esto es peligroso para ellos porque altera la percepci¨®n del riesgo¡±, explica Zaro. Pero tambi¨¦n es rentable. Los llamados ¡®clientes de coloc¨®n¡¯ dentro del argot son los m¨¢s provechosos en cuanto a rendimiento econ¨®mico. ¡°Cuando un cliente te dice que va a hacer fiesta t¨² ya sabes que vas a ganar mucho dinero. Pon la hora a 80 euros y multiplica. Puedes sacarte 700 euros en una noche¡±, a?ade el trabajador sexual.
Remontar despu¨¦s de una bacanal de estas caracter¨ªsticas y volver al trabajo como si tal cosa no es tan sencillo. Los hombres que ejercen esta profesi¨®n deben estar en buena forma f¨ªsica para poder satisfacer las necesidades de sus clientes, siempre m¨¢s exigentes que las mujeres. ?En el caso de ellas, el encuentro es un proceso que va m¨¢s all¨¢ del puro sexo y abarca la seducci¨®n o las caricias. Pero ellos exigen pr¨¢cticas que requieren un esfuerzo f¨ªsico importante?, describe Zaro. La relaci¨®n que mantienen entre hombres no est¨¢, sin embargo, basada en el poder como en el caso de la prostituci¨®n femenina. Por eso es m¨¢s sencillo fijar los l¨ªmites ¨Cqu¨¦ est¨¢n dispuestos a hacer y qu¨¦ no¨C y mantener el respeto, siendo mucho menos numerosos los episodios de violencia que en el caso de ellas. Las agresiones, si bien son puntuales, a veces son perpetradas por los propios chicos hacia los clientes (sobre todo en prostituci¨®n callejera) y no al rev¨¦s.
A pesar de la parte m¨¢s s¨®rdida de la profesi¨®n, tanto el soci¨®logo como el trabajador del sexo entienden el oficio como una funci¨®n social. Da Silva, al igual que otros compa?eros, ha atendido a ancianos, personas discapacitadas o gente con problemas para tener sexo sin dinero de por medio. Algunos ni siquiera exigen contacto f¨ªsico, solo tumbarse desnudos junto a otro chico y hablar. ¡°Lo ¨²nico positivo que le veo a mi profesi¨®n es que he conocido mejor al ser humano y he aprendido idiomas y hasta psicolog¨ªa¡±, reconoce el joven. ¡°Por lo dem¨¢s, espero poder dejarlo del todo pronto y continuar con la formaci¨®n como educador social que he empezado gracias a Imagina M?S (Iv¨¢n Zaro es uno de los fundadores de esta asociaci¨®n)¡±, confiesa. Sin embargo no es f¨¢cil dejarlo, sobre todo, si eres hombre o transexual. La invisibilidad de esta realidad hace que existan menos recursos de reinserci¨®n que en el caso de las mujeres y al estigma social hay que sumarle la homofobia. En palabras del soci¨®logo, ¡°los chicos piden ser reconocidos, que la sociedad les mire y les eche un cable. No podemos seguir estigmatiz¨¢ndolos como ¡®pobrecitos¡¯ si no les ayudamos porque entonces creen que solo sirven para eso, se frustran y vuelven a la calle¡±.
Esa es la causa por la que Da Silva lucha y da la cara: pide visibilidad y legalizaci¨®n. Quieren que su trabajo se regularice como trabajadores del sexo (nada de masajistas ni similares) para que tengan derechos y puedan cogerse la baja si pillan una s¨ªfilis. El autor de La dif¨ªcil vida f¨¢cil lo resume a la perfecci¨®n: ¡°Detr¨¢s de la prostituci¨®n existen necesidades humanas de afecto y sexo. Y sus trabajadores, para m¨ª, son h¨¦roes que sobreviven ante la adversidad. Son personas con las mismas necesidades que cualquiera. Es hora de aceptarlo y regularlo¡±.
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