Zelda Fitzgerald, mucho m¨¢s que el mito de la primera ¡®flapper¡¯
Dos pel¨ªculas y una serie reviven la figura de la mujer que se convirti¨® en musa e icono de los locos a?os 20.
Posiblemente, pocas parejas hayan hecho correr tanta tinta. A ritmo de jazz y charlest¨®n, el escritor F. Scott Fitzgerald (El Gran Gatbsy)?y su esposa Zelda Sayre se bebieron a?excesos los locos a?os 20 y fueron definidos como ¡°el pr¨ªncipe y la princesa de su generaci¨®n¡±. Ahora, tras d¨¦cadas de p¨¢ginas y biograf¨ªas (algunas no autorizadas), la fascinaci¨®n por esa relaci¨®n de amor-odio que se profesaban salta a la peque?a y gran pantalla.
En el cine, Scarlett Johansson y Jennifer Lawrence se enfundar¨¢n respectivamente en la piel de la que fue considerada como ¡°la primera flapper norteamericana¡±. Al mando de Ron Howard (Una mente maravillosa) Johansson se ha embarcado en una pel¨ªcula titulada The Beautiful and the Damned (Los hermosos y malditos), que toma el nombre de la segunda novela del autor. Por su parte, Lawrence utiliza como punto de partida una de las biograf¨ªas m¨¢s c¨¦lebres de la socialit¨¦, escrita por Nancy Milford, para explorar en el filme Zelda sus a?os de matrimonio.
El estilo de Zelda Fitzgerald (1900-1948), que fue el ep¨ªtome de la mujer liberada de su ¨¦poca, salta a escena con Christina Ricci en una serie para Amazon Prime llamada Z: The Beginning of Everything. Un proyecto est¨¦tico que ha supuesto todo un reto para Tom Broecker, su dise?ador de vestuario, ya que se conocen rumores de lo que llevaba, pero sin evidencias que lo que realmente se pon¨ªa: ¡°Fue una pionera porque no le interesaba la moda per s¨¦, pero model¨® un estilo para s¨ª. No crea las tendencias, sino que las rompe¡± declar¨® Broecker el mes pasado.
Zelda Fitzgerald se convirti¨® en un icono de la era del Jazz por ser el vivo ejemplo de la transgresi¨®n. De la belleza sure?a de tacones altos y melena larga y ondulada pas¨® al corte bob y a los vestidos rectos que restaban cent¨ªmetros al bajo y centraban el corte a la cadera. En su Montgomery natal (Alabama), su actitud libre chocaba con la forma de vida tradicional imperante. Con la opini¨®n contraria de sus padres sobre el propio Scott Fitzgerald, al que conoci¨® en un club de baile y con el que decidi¨® mudarse a Nueva York.
Borrachos de ¨¦xito (Scott acababa de vender su primera novela A este lado del para¨ªso), el joven matrimonio quiso formar parte de ese momento de esc¨¢ndalo y derroche. Zelda ayud¨® a modelar el vestido y comportamiento de las flappers, Scott era el cronista que las inmortalizaba en sus historias. Pronto se convertir¨ªan en una pareja de celebrities. Pero ella fue mucho m¨¢s que esa estrella dorada de los a?os 20. En realidad, su vida sonrojar¨ªa a aquellos que la dibujaron como la tirana ego¨ªsta que llev¨® al escritor al fracaso y al alcoholismo y termin¨® loca en una instituci¨®n mental. Therese Anne Fowler, autora de una de sus biograf¨ªas m¨¢s conocidas, reconoci¨® hace unos a?os que se le rompieron los esquemas a la hora de empezar a investigar sobre Zelda porque se dio cuenta de que ¡°casi todo lo que sab¨ªa de ella era err¨®neo¡±.
Uno de los (acertados) adjetivos que se utilizan para explicar su compleja personalidad es ¡°diletante¡±, que resume las m¨²ltiples inquietudes art¨ªsticas de Zelda: se interes¨® por el ballet, que empez¨® a practicar a los 27 a?os (solo tres despu¨¦s le ofrecer¨ªan un papel en una obra de la San Carlo Opera Ballet Company) y le apasion¨® la pintura desde 1925 hasta su muerte. Su inter¨¦s por la literatura ser¨ªa una de las mechas que incendi¨® su relaci¨®n con Scott.
Habituales de recurrir a material autobiogr¨¢fico para sus escritos, se acusaron constantemente de plagio. Cuando Zelda hizo una rese?a en el New York Tribune sobre el segundo libro de su marido, le culp¨® de usar deliberadamente muchas de sus palabras: ¡°En realidad, el se?or Fitzgerald ¨C? creo que es as¨ª como se escribe su apellido ¨C? parece creer que el plagio comienza en casa¡± escribi¨®. Sally Cline, otra de sus bi¨®grafas, cuenta en su obra que Scott utilizar¨ªa discursos, diarios, impresiones y episodios mentales de Zelda para su propia ficci¨®n, y no siempre con consentimiento. Un ejemplo fue el t¨ªtulo que dio nombre al libro A este lado del para¨ªso, extra¨ªdo de una carta de Zelda, y un mon¨®logo que incluye tambi¨¦n en la novela.
Cuando ella public¨® su obra Save me the Waltz, que acab¨® en cuatro semanas durante su estancia en un centro mental, Scott se puso furioso. ?El motivo? Zelda recurri¨® a material autobiogr¨¢fico que ¨¦l quer¨ªa utilizar para su novela Suave es la noche. Cline habla de un encuentro entre ambos en 1933, mientras Zelda estaba interna, en el que ¨¦l habr¨ªa intentado prevenir a su mujer sobre escribir acerca de su matrimonio y su enfermedad mental. Si ¨¦l tildaba sus esfuerzos literarios como ¡°de tercera categor¨ªa¡± y le dec¨ªa que ¡°su vida en com¨²n era material suyo¡±, ella le acusaba de tener que depender de sus ¡®migajas¡¯ para tener algo sobre lo que escribir.
Ambos definieron su relaci¨®n como ¡°ominosa¡±. El turbulento matrimonio incluy¨® un l¨ªo en Riviera con un piloto franc¨¦s llamado Edouard Jozan y la sospecha de que Scott estaba manteniendo una relaci¨®n sexual con Ernest Heminway, seg¨²n recog¨ªa un art¨ªculo de The Guardian hace unos a?os.
Zelda Fitzgerald pas¨® buena parte de su vida en centros mentales. La raz¨®n fue una esquizofrenia que le llev¨® a estar internada 15 meses, desde noviembre de 1930, en la Prangins Clinic de Suiza. Tres meses despu¨¦s de salir, Zelda tuvo una reca¨ªda y el escritor decidi¨® contactar al dr.? Jonathan Slocum, due?o de una cl¨ªnica exclusiva de Craig House, en Beacon (Nueva York). En la correspondencia que mantuvo con el doctor, Scott se acab¨® resistiendo al diagn¨®stico de la esquizofrenia: ¡°creo que Zelda es m¨¢s una m¨ªstica sana que una realista loca¡± escrib¨ªa. Sus cartas tambi¨¦n hablaban de lo ?inestables? que eran los?hermanos de su mujer, al igual que ella , y la importancia que le daba al asma en sus reca¨ªdas.
Existe cierto debate sobre la enfermedad real de Zelda. Npr recogi¨® las impresiones del dr. Steven Buie, el ¨²ltimo doctor m¨¦dico del hospital de Asheville (Carolina del Norte) donde ella pas¨® sus ¨²ltimos d¨ªas. M¨¢s que una esquizofrenia, ¨¦l pensaba que se trataba de un trastorno bipolar: ¡°ten¨ªa periodos de depresi¨®n y pod¨ªa tener otros de gran energ¨ªa y creatividad¡±.
Una opini¨®n parecida comparte Therese Anne Fowler, quien se neg¨® a colgarle la etiqueta de ¡°demente¡±. La bi¨®grafa explic¨® que en la ¨¦poca de Zelda la esquizofrenia era una especie de caj¨®n de sastre para una amplia variedad de dificultades emocionales. A menudo se aplicaba a mujeres que hab¨ªan sufrido depresiones o agotamiento surgidos de circunstancias imposibles: ¡°Zelda sufri¨® algunas crisis de salud mental y fue una mujer desinhibida y sin censura que no siempre pensaba antes de actuar, pero no estaba loca¡±. Zelda muri¨® tras un incendio en el hospital a los 48 a?os, ocho despu¨¦s que su marido.
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