Esos emp¨¢ticos roedores
Las ratas tambi¨¦n sienten empat¨ªa por su pr¨®jimo
Una de las caracter¨ªsticas que nos hacen humanos es nuestra capacidad de sentir lo que otra persona siente cuando la vemos inmersa en diversas circunstancias de la vida, tristes, alegres o dram¨¢ticas. Esta capacidad, llamada empat¨ªa, es la principal motivadora de la acci¨®n social y de la caridad; la que hace posible la existencia de las ONGs.
La empat¨ªa es una capacidad emocional innata, es decir, es parte de nuestra naturaleza. No recibimos lecciones en la infancia para aprender c¨®mo debemos sentirnos al ver a un cong¨¦nere en apuros. Los sentimientos hacia los dem¨¢s afloran solos. Si las palabras de un profesor o de nuestros padres pueden modular esos sentimientos, es solo porque tenemos la capacidad de sentirlos. Sin esa capacidad no podr¨ªamos modificarlos, como tampoco podemos aprender lo que es el rojo u otro color si nacemos sin la capacidad de diferenciar los colores.
Puesto que la empat¨ªa consigue que nos sintamos de manera similar a la que otro se siente, esta emoci¨®n nos incita a actuar con los dem¨¢s con el objeto de mejorar su estado emocional, y mejorar as¨ª tambi¨¦n el nuestro. Nuestro estado emocional, por tanto, no es individual: es social. Si los dem¨¢s est¨¢n bien, nosotros estamos bien.
Todav¨ªa no son conocidos con profundidad los mecanismos cerebrales que sustentan esta emoci¨®n, tan importante para la cohesi¨®n social. Tampoco se conoce con certeza cu¨¢ndo aparece la empat¨ªa a lo largo de la evoluci¨®n de las especies. Es cierto que los primates, en general, la poseen, pero ?la poseen tambi¨¦n animales m¨¢s primitivos?
Los investigadores se inspiraron en el final de la pel¨ªcula Casablanca
Para averiguarlo, investigadores de la universidad de Chicago decidieron estudiar de manera cient¨ªfica la capacidad emp¨¢tica de las ratas de laboratorio. Cualquiera que conozca bien a estos roedores sabe que no son tan ¡°ratas¡± como su nombre indica y, de hecho, muestran indudables signos de generosidad. Pasa con ellos lo contrario que con algunos compa?eros, que cu¨¢nto m¨¢s los conoces, m¨¢s ¡°ratas¡± son.
Para estudiar si las ratas pose¨ªan capacidad emp¨¢tica, los investigadores se inspiraron en el final de la pel¨ªcula Casablanca y comenzaron por iniciar historias de gran amistad entre los roedores. Para lograrlo, simplemente hicieron convivir a dos ratas por dos semanas en la misma jaula. No s¨¦ si semejante convivencia lograr¨ªa el mismo resultado, o el contrario, con dos seres humanos del mismo sexo, o incluso de sexo opuesto.
Tras este periodo de ¡°enlace emocional¡±, los investigadores dise?aron experimentos para comprobar lo fuerte que eran esos lazos, lo que depender¨ªa, sobre todo, de su capacidad emp¨¢tica. En estos experimentos, a una de las ratas de las m¨²ltiples parejas de amigos (y residentes en la jaula com¨²n) que se formaron se la dej¨® atrapada en un estrecho recipiente de pl¨¢stico transparente semicil¨ªndrico (en forma de t¨²nel), perforado en sus paredes para permitir la respiraci¨®n. Dentro del recipiente, la pobre rata presa casi no se pod¨ªa mover. No obstante, el semicilindro pose¨ªa una puerta que pod¨ªa ser abierta para permitir la salida del animal atrapado. Adem¨¢s, el mecanismo de apertura era lo suficientemente sencillo como para que una rata de normal inteligencia, actuando desde el exterior, aprendiera a usarlo.
23 ratas de 30 aprendieron a abrir la puerta del semicilindro y liberar a su compa?era
La rata atrapada en el semicilindro fue introducida en una jaula amplia, donde se colocaba tambi¨¦n a la rata compa?era (y a pesar de ello, amiga) para observar sus reacciones. Estas reacciones fueron comparadas con las que la rata libre mostraba cuando se colocaba un semicilindro vac¨ªo en la jaula, u otro con una rata de peluche en su interior. Se realizaron sesiones repetidas durante doce d¨ªas, que se grabaron y analizaron.
Cuando ve¨ªa y ol¨ªa a su compa?era presa, la rata libre establec¨ªa r¨¢pidamente contacto con esta a trav¨¦s de los agujeros del semicilindro, al que mord¨ªan, rodeaban y exploraban una y otra vez. No suced¨ªa lo mismo si el semicilindro estaba vac¨ªo, o conten¨ªa una rata de peluche. Tras una media de siete sesiones, 23 ratas de 30 aprendieron a abrir la puerta del semicilindro y liberar a su compa?era, mientras que solo 5 de 40 ratas a las que se enfrent¨® a un semicilindro vac¨ªo aprendieron a abrir la puerta. Claramente, la presencia de la rata atrapada induc¨ªa un comportamiento intencional encaminado a ayudar a la compa?era presa. Adem¨¢s, una vez liberada esta, ambas ratas corr¨ªan alegres por la jaula, como celebrando la liberaci¨®n. Estos resultados han sido publicados en la revista Science.
Para intentar determinar el valor que para las ratas ten¨ªa liberar a su compa?era, los investigadores colocaron a las ratas libres en jaulas con dos semicilindros cerrados. Uno conten¨ªa a su compa?era presa, y el otro, cinco pastillas de chocolate, golosina extremadamente apreciada por estos roedores. Las ratas no solo liberaron primero a su compa?era, sino que incluso compartieron el chocolate con ella, una vez libre, tras abrir el segundo recipiente. Vamos, igual que har¨ªa cualquier banquero.
As¨ª pues, no solo los primates, sino tambi¨¦n animales sociales m¨¢s primitivos son capaces de conmoverse por sus semejantes y ayudarlos cuando se encuentran en dificultades. Esta capacidad ha sido, probablemente, crucial para la relaci¨®n social y, por tanto, para la supervivencia de las especies que la poseen. En tiempos dif¨ªciles, conviene tenerlo en cuenta para facilitar la supervivencia de nuestra propia especie y del mundo que ha sido capaz de crear gracias, evidentemente, a una adecuada, intensa y emp¨¢tica interacci¨®n social.
Jorge Laborda es catedr¨¢tico de Bioqu¨ªmica y Biolog¨ªa Molecular en la Faculta de Medicina de la Universidad de Castilla-la Mancha
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