Impacientes por matar a 'Volante'
Dos caballistas alancean al animal en zona prohibida El Patronato del Toro de la Vega declara nulo el pol¨¦mico torneo en el que se lincha al astado
Torturar y matar a un animal entre la algarab¨ªa del p¨²blico tiene normas. Y este martes se las saltaron dos caballistas en Tordesillas (Valladolid), en la edici¨®n 2012 del Toro de la Vega, que fue declarada nula. La impaciencia de los matarifes por abatir a Volante (622 kilos) hizo que obviaran la prohibici¨®n de alancear simult¨¢neamente al animal y acabaran con su vida en una parte de la explanada donde no est¨¢ permitido hacerlo.
Volante logr¨® bajar la cuesta de la ciudad y atravesar el puente sobre el Duero sin m¨¢s incidente que el terror que le produc¨ªan los chillidos y pitadas de miles de personas agolpadas a su paso. Cuando lleg¨® a la explanada donde es alanceado hasta la muerte, conducido a pinchazos de decenas de caballistas ¡ªcon pico en las puntas de sus varas, no lanzas; ese ritual viene despu¨¦s¡ª atraves¨® el punto que marca el territorio entre seguir vivo o morir, se?alado con dos banderas de Espa?a.
En ese momento, decenas de lugare?os ¡ªunos ataviados con coloristas bermudas, sandalias, camisetas de tirantes y gorras de b¨¦isbol; otros, con el uniforme de pe?as y mascarillas o pa?uelos cubri¨¦ndoles la cara¡ª echaron mano de sus lanzas y se aproximaron expectantes a clav¨¢rselas a Volante. Poco antes de su excitante excursi¨®n, un lancero experimentado, pero demasiado mayor para echar a correr si la ocasi¨®n lo requiriera, aleccionaba a algunos de los m¨¢s j¨®venes: ¡°No os olvid¨¦is de golpear. Golpear a la vez que clav¨¢is, que la piel la tiene muy dura¡±.
La ¨²nica chica lancera estaba entre ellos. ¡°S¨ª, tengo bastante miedo. Pero me gusta¡±, reconoc¨ªa. Pero esta joven y sus compa?eros de armas se quedaron con un palmo de narices porque al llegar hasta Volante ya estaba muerto. Una barrera de un centenar de lanceadores a caballo rodearon al toro nada m¨¢s cruzar la zona letal y dos de ellos acabaron con su vida. Todo fue r¨¢pido y dif¨ªcil de ver por la polvareda que levantaron. Pero, en medio de la confusi¨®n inicial, se dio como ganador del torneo a Sergio Sacrist¨¢n, apodado El Pulgui, vecino de La Seca. No aguant¨® el t¨ªtulo ni media hora.
Tras aclarar lo sucedido, las autoridades locales ¡ªgobierna el PSOE¡ª y el Patronato del Toro de la Vega decidieron que El Pulgui estuvo bragado, porque ocasion¨® al animal una herida profunda por la que sangraba sin parar pero no le mat¨®. Tras la herida, Volante, como si intuyera que hab¨ªa cruzado territorio letal, trat¨® de volver atr¨¢s, hacia el puente, donde las heridas no eran tan brutales. Pero dos lanceros a caballo, impacientes, le asestaron sendos pinchazos hasta que el animal se desplom¨® y lleg¨® un tractor a remolcarlo. Antes le cortaron el rabo para que El Pulgui pudiera lucirlo en su lanza. Si Sacrist¨¢n hubiera ganado el torneo antes de 1997, se habr¨ªa llevado tambi¨¦n los test¨ªculos del animal. Pero el vencedor de aquel a?o, apodado Chiquil¨ªn, renunci¨®. Desde entonces se suprimi¨® de la tradici¨®n.
En el Patronato reinaba la indignaci¨®n. Dicen en su p¨¢gina web que al lancero se le supone ¡°poseedor de hidalgu¨ªa¡± y, por tanto, hay que asaetear al animal por orden y de uno en uno.
Horas antes, nada m¨¢s salir el toro para su ¨²ltimo recorrido, un grupo de defensores de los animales trataron de impedirlo con una sentada, entre alg¨²n que otro grito de Tordesillas asesina. La multitud les increp¨® y los m¨¢s enfurecidos intentaron golpearlos. La Guardia Civil, este a?o con m¨¢s efectivos que nunca, lo impidi¨®.
La protesta de los animalistas ¡ªm¨¢s detestados a¨²n por los tordesilleros que los periodistas¡ª corri¨® por la explanada, aumentando en magnitud y gesta a medida que avanzaba el eco. A dos kil¨®metros de la sentada, alguien coment¨®: ¡°Se han encadenado al puente¡±. Otro a?adi¨®: ¡°Y han atacado a uno del pueblo¡±.
¡°Vamos a por ellos, al r¨ªo, los tiramos al r¨ªo¡±, reaccion¨® un corro en el que se encontraba un lancero primerizo, su compa?ero pelirrojo ¡ªeste experimentado¡ª, un amigo moreno llamado Juan Pablo y otros entusiastas de la fiesta. Desde el tejado de una caseta pr¨®xima, cuyo r¨®tulo indicaba: Campo de Tiro La Vega, uno del grupo encaramado al tejado, vestido de negro y con media melena despeinada, gritaba de forma intermitente: ¡°A fregar, a fregar, hijos de ¡¡±. Su amigo ¡ªbermudas azul el¨¦ctrico¡ª desafiaba: ¡°Que vengan esos cobardes¡±. ¡°A fregar, a fregar¡±, volv¨ªa a terciar el de la melena en un di¨¢logo sin sentido.
Una cierta actitud defensiva s¨ª pod¨ªa apreciarse en las calles de Tordesillas desde primera hora de la ma?ana. Familias enteras, muchos j¨®venes e incluso ni?os adornan sus ropas con multitud de pegatinas con el lema Soy taurino. Las cr¨ªticas se viven como una afrenta que se conjura con id¨¦ntica jaculatoria: ¡°Es la tradici¨®n¡±. Eso argumentan un grupo de chavales que esperan recostados sobre una pared. Uno de ellos avisa: ¡°El a?o que viene matar¨¦ yo al toro¡±. Tiene ocho a?os. Juan Pablo ronda la treintena, pero repite el mantra. Tambi¨¦n era tradici¨®n que la Inquisici¨®n quemara brujas. Mira asombrado y comenta: ¡°Pero eso es mentira, es leyenda. Lo nuestro del toro s¨ª que es una tradici¨®n de verdad¡±.
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