Esperar ya no es una opci¨®n
Once pa¨ªses de la UE han legislado por la paridad en las empresas con normas poco severas
Si hay una virtud que no se le puede negar a la luxemburguesa Viviane Reding es la de la perseverancia. Desde que esta veterana comisaria europea tom¨® las riendas de la cartera de Justicia ha emprendido una dura batalla por aumentar el poder de las mujeres europeas incorpor¨¢ndolas a los consejos de administraci¨®n de las grandes empresas. No es la ¨²nica. Hay muchas organizaciones en este continente peleando por el mismo objetivo. Los resultados son desalentadores como, quiz¨¢, era de esperar, dado que, aun sin haber ganado del todo otras batallas, esta amenaza directamente a la c¨²pula del poder, all¨¢ donde ni un solo var¨®n est¨¢ dispuesto a ofrecer graciosamente su asiento a una dama. Por eso fracas¨® la primera propuesta de Reding, en marzo de 2011, de invitar a las grandes corporaciones a que voluntariamente tuvieran en cuenta la igualdad de oportunidades.
Los sistemas de cuotas, tan extendidos en nuestras democracias representativas para otros conceptos, no cuentan en este terreno con el apoyo un¨¢nime ni de los pa¨ªses (v¨¦ase el caso alem¨¢n, que preferie de momento la autorregulaci¨®n) ni de la sociedad en su conjunto. Y tambi¨¦n es de ley admitir que hay s¨®lidos argumentos en contra ¡ªlibertad de empresa, meritoriaje frente a g¨¦nero, base legal, etc.¡ª. Lo cierto es tambi¨¦n que la discriminaci¨®n es evidente: el 86,3% de los consejeros son hombres en un continente de larga trayectoria igualitaria en el que el 60% de los nuevos licenciados son mujeres.
Por eso, cruzarse de brazos a esperar que dentro de medio siglo se corrija tan injusto desequilibrio es una opci¨®n que dentro de poco tiempo ser¨¢ minoritaria en Europa. Once de los veintisiete pa¨ªses de la UE ya han legislado para forzar el cambio en un plazo algo m¨¢s breve. Son legislaciones muy j¨®venes. Muchas se han aprobado en los tres ¨²ltimos a?os. Es el caso de B¨¦lgica, Dinamarca, Francia ¡ªcon resultados espectaculares, por cierto¡ª, Italia, Holanda o Eslovenia. Espa?a se adelant¨®, junto a los n¨®rdicos. Son leyes muy t¨ªmidas que han logrado, eso s¨ª, acelerar las incorporaciones a los consejos, aunque a un ritmo muy modesto (han pasado del 11,8% al 13,7%).
Ello indica que no se pueden echar las campanas al vuelo, pero tampoco caer en la melancol¨ªa. La UE solo dispone de aut¨¦ntico poder de decisi¨®n en asuntos agr¨ªcolas, comerciales y de competencia. En el resto, los avances se realizan con mucha convicci¨®n y m¨¢s perseverancia con el objetivo de que, finalmente, sus tesis se abran paso a nivel nacional e incluso en los tratados internacionales. V¨¦ase el caso de la batalla contra el cambio clim¨¢tico y la pen¨²ltima derrota europea respecto a la imposici¨®n de una tasa contaminante a las compa?¨ªas a¨¦reas extranjeras. En igualdad, las resistencias son similares y el origen de las mismas se podr¨ªa decir que tambi¨¦n. Los intereses econ¨®micos, el sistema productivo, la costumbre... Nadie mejor que la Comisi¨®n Europea sabe lo que cuesta contar con mujeres. Cada cinco a?os Bruselas implora a los gobiernos que presenten candidatas y a¨²n no ha logrado componer un colegio de comisarios con m¨¢s de un tercio de mujeres. El impulso igualitario que imprimi¨® Zapatero a la pol¨ªtica espa?ola ha vuelto a decaer con Rajoy.
La nueva iniciativa de Reding est¨¢ algo descafeinada para lograr que se abra paso, pero su propuesta m¨¢s irreal es prever que sea de car¨¢cter temporal y expire en 2028. Dudo que para entonces y con normas tan poco severas tanto a nivel europeo como a nivel nacional se haya terminado con tan flagrante discriminaci¨®n.
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